¿Por qué Albania no formó parte de Yugoslavia?

La respuesta que te dieron es correcta (los albaneses no son eslavos), pero quiero profundizar un poco más en cuanto a la postura de la Yugoslavia socialista, que sí deseó incluir a Albania entre sus repúblicas, o mejor dicho, los albaneses yugoslavófilos pugnaron por ello.

Lo primero a tomar en cuenta es que, tras la SGM, Albania estaba hecha pedazos. A diferencia de Yugoslavia, cuyos partisanos bien o mal pudieron rechazar a los nazis, los albaneses quedaron sumidos en la miseria. Recordemos que primero habían tenido que hacer frente a la ocupación italiana y después la alemana. Siendo siempre un Estado a expensas de otros, era una tierra paupérrima y poco atractiva para ser incluida en un proyecto que pretendía convertirse en una potencia en poco tiempo. El rezago en el que estaban metidos les iba a costar caro al resto de confederados. Pero como satélite, podía funcionar.

Entre otras cosas, el rechazo de los aliados hacia la ultracomunista Albania, que terminaron apoyando a Grecia en sus pretensiones por recuperar unas tierras que reclamaban, llevaron al pequeño país casi a la bancarrota. Yugoslavia, que se portaba como amiga suya en el período inmediato de la post-guerra, comenzó a aportar fondos para ayudarlos a salir del agujero. Paulatinamente, esto hizo que la influencia del régimen de Tito terminase siendo avasalladora: Albania se desarrollaba sólo en las áreas económicas que a Yugoslavia le favorecían. Producción primaria exportadora y cero industria. Un títere que sería engullido en algún momento o, peor, sería exprimido hasta que les dejara de servir.

El dictador albanés Enver Hoxha se opuso a esta situación, procurando fortalecer sus relaciones con la URSS y estableciendo un estalinismo severo y dogmático, de paso denunciando al régimen de Tito de apegarse poco a los principios marxistas. Koci Xoxe, ministro de Defensa, por el contrario no estaba de acuerdo, y proponía mantener férreas las relaciones con Yugoslavia, bajo una estrecha colaboración económica y militar. Los comunistas yugoslavos entienden esto y a través de una financiación masiva a Albania, se ganan al pueblo y ponen de cabeza a los líderes de la postura de autosuficiencia. Parece ser que Xoxe planteó una anexión total como “séptima república” en este punto. También Albania se vio considerada en el eterno proyecto de la Federación de Repúblicas Balcánicas, que nunca llegó a consolidarse.

Por razones ajenas a los albanos, Yugoslavia cae en desgracia con la URSS (entre otras cosas, Stalin opina que las pretensiones de Tito se han vuelto peligrosas por el temita de Bulgaria), lo que aprovecha Hoxha. Así, cuando la Kominform expulsa a Yugoslavia del círculo de repúblicas comunistas, todos los cooperacionistas y anexionistas se vuelven repentinamente traidores. Xoxe es ejecutado y desde ese momento, Yugoslavia declara eterna hostilidad hacia Albania, quien prefiere aliarse de manera firme con la URSS, bajo el mando del dictador Hoxha -los soviéticos de todas formas estuvieron financiando el desarrollo de este país por lo menos hasta la muerte de Stalin, luego ya fue otra historia-.

A Tito no le interesaba tanto la relación con Albania como sí la que tenía con Bulgaria (repito que Albania era económicamente insignificante en el panorama comunista, además de ser un Estado tambaleante, casi fallido). Pero éstos les terminaron plantando cara y, protegidos por la URSS -que los manejó como un apéndice balcánico-, les vinieron a estropear los planes.

Y como ambos vecinos se detestan desde entonces y hasta la actualidad (lo que quedó de Yugoslavia ahora bajo el nombre de Serbia, todavía por las cuestiones relacionadas con Kosovo), se acabaron así las pretensiones de los albaneses por anexionarse a ese singular engendro en algún momento. Muchos de los serbios y albaneses de las más viejas generaciones harían cara de asco de sólo imaginarlo.