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¿Cómo hacer que mi hijo me quiera?

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Apuntes Prácticos

Qué pregunta más difícil. Te contaré mi propia historia, tal vez te sirva. Mi madre siempre fue muy sobreprotectora conmigo, y cuando yo era pequeña la adoraba; pero en la adolescencia algo se quebró. Empecé a darme cuenta de lo distintas que éramos; ella, por ejemplo, gustaba de ir a reuniones sociales, tratar con amigos de clase más acomodada y miraba muy en menos a las personas humildes, como mi papá, al que ya había dejado de querer hace mucho tiempo y con el que continuaba casada más por miedo al qué dirán que por genuino amor; le tenía a él algo de compasión, también, porque sabía que era un buen hombre. Pero a veces un comentario agrio, o una ensoñación dicha en voz alta sobre cómo le hubiera gustado vivir su vida, poco a poco fueron alejándome de ella. La quería, pero no me simpatizaba, ¿comprendes? Un día tuvo la valentía de irse de casa, y lo digo sin resentimiento, porque yo tenía 14 años y ya entendía que estando en casa ni ella ni mi padre eran felices. Mi hermana y yo ya estábamos lo suficientemente grandes para cuidar de la casa y nada cambió muy radicalmente luego de su partida. Mi madre nos llamaba todos los días y nos seguía pagando los gastos, y aunque era muy insistente en vernos en persona, la verdad es que yo no disfrutaba de su compañía y me daba mucha lástima decírselo, porque sabía que nos amaba mucho. Pero las madres tienen un sexto sentido y estoy segura de que ella sentía mi lejanía y sufría por ello. Se culpaba constantemente por haberse ido de casa y aunque mi hermana y yo le decíamos que estaba bien, y que había sido una buena decisión, ella comenzó a volverse más y más cariñosa con nosotros. Cuando nos llamaba por teléfono, sus llamadas duraban en promedio una hora y a veces más, y nunca tenía mucho qué decir, sólo comentaba el clima, nos preguntaba cosas, nos contaba de las personas que habñia conocido o de lo que hizo o no hizo una vecina, cosas así. Cortar la llamada era un parto, porque se despedía como 10 veces antes de decidirse a terminar de hablar. Cuando cumplí los 19 años tuvimos una pelea espantosa, porque yo me había rapado el cabello y había decido cambiarme a la carrera de pedagogía, cosas que para ella eran lo peor, y tras decirle que no pensaba cambiar mi manera de pensar, me abofeteó, creo que más por impotencia que por verdadera rabia, y yo acabé por decirle que no la quería. No era cierto. Sí la quería, pero estaba tan enfadada que no medí mis palabras. Con el tiempo las cosas fueron suavizándose entre ambas. Ella me dejó hacer mi vida como yo quería hacerla, y yo hice un esfuerzo por comprenderla. Mucho tiempo ha pasado desde entonces. Quiero mucho a mi madre, pero para serte franca, aún no me simpatiza.

Lo que quiero ilustrar con esta historia es que tal vez tu hijo esté descubriendo su propia forma de ver la vida y tal vez no sea la que tú esperas para él. Tal vez es al revés: quizás él sienta que que tu manera de vivir no es la que a él le gustaría para ti. Los hijos y los padres no siempre comparten los mismos valores, y esto puede parecerse mucho al desamor, pero claramente no es lo mismo. Hay que buscar un camino intermedio entre la mutua preocupación y el respeto por la vida del otro. Quizás eres muy apegada a tu hijo y quieres involucrarte demasiado en su vida, pero esto para los hijos es muy agotador. Si es el caso, dale espacio. No le preguntes si te quiere, sólo dile que lo quieres. No le preguntes por qué se viste así, mejor ofrécele una salida juntos a comprar alguna cosa (un helado, una entrada al cine, una camiseta, no tiene que ser algo caro); no critiques a su novia, mejor muéstrate interesada en ella y en lo que él admira de su chica. Si debes corregir, hazlo con el ejemplo, y siempre explica por qué corriges. Tal vez sólo sea algo pasajero, en la adolescencia sobre todo, los niños buscan su independencia de los padres y a veces estos se resienten mucho con la lejanía. Ojalá sea tu caso.

También, como algunos apuntan en sus respuestas, puede que haya alguna herida en el pasado, un viejo problema no resuelto, que esté causando que tu hijo se aleje de ti. A veces los hijos guardan silencio sobre estos problemas porque piensan que no tiene caso hablar de ellos, porque "los padres nunca cambian", "los padres nunca dan la razón a los hijos", y un sinfin de ideas erróneas como esta, y guardan su resentimiento como una joyita de la que les cuesta desprenderse. Si crees que algo pudo haber sucedido en el pasado, trata de averiguarlo. Pregunta "qué hice mal". Aclara los malentendidos. Enfrenta el pasado. Aún si crees que ese antiguo problema no es razón para que tu hijo se aleje de ti, trata de ponerte en su lugar y entender la manera en la que elabora sus razonamientos. Si tu hijo ve que buscas soluciones, y que no te quedas sólo en la recriminación de que "tú no me quieres", tal vez se permita abrirte una puerta y las cosas mejoren. Tienes que ser honesta para que él sepa que tu interés en mejorar las cosas es genuino.

Tal vez tú y tu hijo nunca sean "mejores amigos" y quizás tengan vidas muy diferentes uno del otro. Pero te aseguro que, a menos que hayas cometido alguna atrocidad de las imperdonables con él o con un ser querido, los hijos siempre aman a los padres, y siempre necesitan sentirse queridos, contenidos, protegidos y respetados. Si tu hijo está alejado de ti, hay que descubrir primero la causa de esto, evaluar la gravedad de la situación y luego buscar soluciones realistas en conjunto.

Te deseo mucha suerte.

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