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¿Por qué el independentismo catalán no aceptaría un referéndum donde votemos todos los españoles de acuerdo con la Constitución?

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Aprendizaje Práctico

Estoy completamente de acuerdo con que un pueblo tenga todo el derecho a independizarse. Y también estoy de acuerdo con que el resto de españoles no deberíamos participar en un supuesto referéndum para decidir una hipotética independencia de una región de España. Y es que los sentimientos son la base que sustentan los nacionalismos y los independentismos, por lo que los sentimientos de los españoles no pueden imponerse sobre los sentimientos de los independentistas dado que dichos sentimientos, como todos, son subjetivos y no razones de peso. Ahora bien, por esa misma razón los sentimientos independentistas no deben imponerse en las urnas sobre los sentimientos no independentistas de los propios individuos que se hallan en la región a independizar aunque éstos sean minoría. Es como si en España se quisiera decidir democráticamente la vuelta al nacional-catolicismo. Eso sería una aberración democrática, ya que los sentimientos religiosos no pueden imponerse sobre los que no lo son, ni viceversa. Por eso mismo, un referéndum que enfrente sentimientos independentistas frente a los no independentistas está viciado de antemano.

¿Cuándo se debe decidir algo a través de un referéndum? Cuando -sea el que sea el resultado- se vea perjudicada una parte de la sociedad. En ese caso, se debe decidir el resultado que perjudique menos. No obstante, se me dirá que eso, precisamente, es lo que pretende establecer una consulta popular acerca de la independencia de una región. Sin embargo, hay algo que debe tenerse en cuenta y lo explico a través de un ejemplo.

Supongamos que los políticos que gobiernan han decidido construir una autopista de dudosa necesidad. Ante las protestas de los ciudadanos afectados por las expropiaciones, se decide llevar a cabo un referéndum entre los afectados. Entre ellos, se encuentran quienes habían construido una vivienda rural hecha a medida de sus ilusiones: jardín, pequeño huerto, piscina, todo ello con los ahorros de toda una vida. En la situación más opuesta, se hallan propietarios de terrenos silvestres no urbanizables. A los que tiene viviendas rurales se les expropia según el valor catastral, y no por el valor real y sentimental que supone el hecho de haber construido dicha vivienda con la ilusión de tener una calidad de vida por el resto de su existencia como jubilado, por ejemplo. A los que tienen simples tierras no urbanizables, se les expropia por el valor correspondiente a dichos terrenos. Estos últimos propietarios, están de acuerdo con la autopista, puesto que como sus territorios no valen casi nada y nunca podrán urbanizar, prefieren unos pocos miles de euros que nada. Mientras que los propietarios de viviendas que construyeron con esfuerzo e ilusión, el valor catastral a partir del cual se les indemnizará, no incluye el valor sentimental y los esfuerzos hechos durante años para construir poco a poco y con los ahorros de toda una vida. Éstos, por supuesto, están completamente en contra de la autopista. ¿Creéis que se puede meter en el mismo saco el valor del voto de estos últimos y los de los terrenos no urbanizables que casi no tienen valor? He aquí lo injusto que puede llegar a ser un referémdum.

En el caso concreto de Cataluña, me pregunto quién sale más perjudicado: si el ciudadano, que queriendo la independencia, no se le permite, o el ciudadano que no queriendo la independencia se le obliga a romper los esquemas mentales, físicos y psíquicos al formar un nuevo Estado independizándose de lo que él considera sus compatriotas (el resto de regiones que hasta el momento formaban España, pero que ya no pertenecen a su nación)

La persona independentista que no puede ver satisfecho su deseo no sufre ningún trauma, ya que ha nacido en una cultura, un territorio y otros factores que en su conjunto forman un Estado en el cual ha crecido y se ha educado sin trauma alguno al no romperse ningún esquema. En todo caso, podrá evocar algún que otro sentimiento nostálgico pensando en cómo sería su región como Estado independiente. Pero mientras no consiga su anhelo, ningún independentista sufrirá un cambio radical negativo como sí lo haría quien, no deseando la independencia, se viera forzado a romper con su pasado histórico, psicológico y emocional y otros muchos que supondría el independizarse de sus compañeros de frontera. Es enorme la diferencia de perjuicio de uno y otro. De hecho, creo que muchas personas, a quienes se les obligara a independizarse, podrían necesitar salir del nuevo Estado para integrarse de nuevo en su nación antigua. Con todo ello quiero resaltar la enorme importancia que tiene el hecho de tener en cuenta la cantidad de perjuicio de unos pocos comparado con la poca cantidad de perjuicio de otros aunque fueran mayoría.

Tanto los nacionalismos como los independentismos son sentimientos subjetivos cuyo origen se halla probablemente en la alienación, como lo son los sentimientos religiosos. No es posible, por tanto, dar la misma importancia en un referéndum a unos sentimientos -que podríamos considerar “caprichosos”- como a otros que no tienen nada de caprichosos, ya que quien ha nacido en una nación o en un Estado y está acostumbrado a él desde que nació no puede considerarse un capricho su negación a abandonar la actual situación para formar una nación que le resulta extraña.

Bernat Ribot

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