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En las siguientes secciones nos ocuparemos de revisar conceptos más específicos del sí mismo. En 1970, casi una de cada 20 publicaciones de psicolo...

En las siguientes secciones nos ocuparemos de revisar conceptos más específicos del sí mismo. En 1970, casi una de cada 20 publicaciones de psicología se relacionaba con el sí mismo. Para el año 2000, la proporción era de una de cada siete (Tesser, Stapel y Wood, 2002). En la psicología educativa, gran parte de la investigación se enfoca en el autoconcepto y en la autoestima.
Autoconcepto
El término autoconcepto forma parte de nuestras conversaciones cotidianas. Hablamos de personas que tienen un autoconcepto “bajo” o de individuos cuyo autoconcepto no es “fuerte”, como si el autoconcepto fuera semejante a los niveles de aceite de un automóvil o a sus músculos abdominales. Éstos, en realidad, no son usos adecuados del término. En psicología, el autoconcepto por lo general se refiere al conocimiento y las creencias que la gente tiene acerca de sí misma: sus ideas, sentimientos, actitudes y expectativas (Pajares y Schunk, 2001). Podríamos considerar el autoconcepto como nuestros intentos de explicarnos a nosotros mismos lo que somos, de construir un esquema (en términos piagetianos) que organice nuestros sentimientos, impresiones y creencias acerca de nosotros mismos. Sin embargo, este modelo o esquema no es permanente ni inalterable, ni está unificado. Nuestras autopercepciones varían de una situación a otra y de una fase de nuestra vida a otra.
La estructura del autoconcepto. El autoconcepto general de un estudiante se forma de otros conceptos más específicos, incluyendo los autoconceptos académicos y no académicos. Herbert Marsh (2006) y sus colaboradores identificaron hasta 17 autoconceptos diferentes en áreas no académicas (por ejemplo, apariencia física, popularidad, confiabilidad, relación con los padres, estabilidad emocional) y áreas académicas (verbal, matemáticas, resolución de problemas, arte e informática). En los adolescentes mayores y en los adultos, los autoconceptos específicos y separados no están necesariamente integrados en un autoconcepto general, de manera que el autoconcepto de los adultos depende de las situaciones específicas (Marsh y Ayotte, 2003; Marsh, Craven y Martin, en prensa; Schunk et al., 2008).


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