Uno de los objetivos del Tratado de Lisboa consiste en dotar a la Unión Europea de una voz única para su representación exterior. En esta materia, los analistas sostienen que en el tiempo transcurrido desde su entrada en vigor:
Se ha consolidado una verdadera política de defensa y seguridad común
Los cargos de Presidente del Consejo Europeo y de Alto Representante no han tenido ninguna relevancia
No se ha logrado mejorar la visibilidad de la presencia europea en el extranjero
Se ha reforzado significativamente la coherencia de la política exterior europea
Existen demasiadas voces que hablan por la Unión, lo que genera confusión