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pronto a los pobres, si el hambre y la carestía no cesaban durante el año. Del mismo modo había hecho recomendaciones en todo su condado pa...

pronto a los pobres, si el hambre y la carestía no cesaban durante el año. Del mismo modo había hecho recomendaciones en todo su condado para remediar en el porvenir las necesidades de los pobres en la medida de lo posible. Reprochó a las gentes de Gante su conducta vergonzosa, ya que habían dejado a los pobres morirse de hambre ante sus puertas en vez de darles de comer. Prohibió la fabricación de cerveza para poder alimentar mejor a los pobres. En efecto, ordenó hacer pan con la avena, para que los pobres pudiesen al menos subsistir con pan y agua. Tasó el precio del vino en seis sueldos la cuarta, con el fin de detener la especulación de los mercaderes que, de este modo, se verían obligados a cambiar sus remanentes de vino por otras mercancías, lo que permitiría subsistir más fácilmente a los pobres. Hizo que cada día se tomase de su propia mesa con qué alimentar a ciento trece pobres...». Este texto, además de mostrarnos una de las pocas tentativas medievales para ir más allá de la simple caridad mediante una política de ayudas alimentarias, nos recuerda, como tantos otros, dos hechos capitales. En primer lugar, el constante temor a que se repitieran las malas cosechas. La previsión alimentaria apenas podía ir más allá de un año. La escasez de los rendimientos, la lenta introducción del barbecho trienal, que permitía sembrar trigos de invierno, y la mediocridad de las técnicas de conservación apenas permitían garantizar la unión entre la cosecha del año anterior y la nueva. Nos quedan innumerables testimonios de la mala conservación de los productos y de su vulnerabilidad ante las destrucciones naturales o animales. Quizá no tenga mayor importancia el hecho de que la Edad Media no sepa conservar el vino, que se vea en la necesidad de consumir toda la cosecha del año o que tenga que recurrir a procedimientos que alteran su sabor. De hecho, todo es cuestión de gustos y, además, el vino, a pesar de su gran consumo, no es un producto esencial para la subsistencia. Las quejas de Pedro Damián cuando cruzaba Francia en el 1063 para presidir en calidad de legado pontificio un concilio en Limoges son quejas de gran señor eclesiástico —por muy inclinado que se le quiera suponer al ascetismo —. «En Francia reina por doquier la costumbre de embadurnar con pez el interior de los toneles antes de llenarlos de vino. Los franceses dicen que esto sirve para darle coloración, pero a muchos extranjeros les produce náuseas. Ese vino nos ha causado muy pronto comezones en la boca.» Y observemos que, si bien el problema del agua potable no alcanzó nunca la gravedad que reviste en los países semidesérticos o en las grandes aglomeraciones modernas, no por eso dejó de plantearse en el Occidente medieval. El mismo Pedro Damián, asqueado del vino francés, añade: «A veces, en este país apenas se encuentra agua potable». Los destrozos causados por las ratas se citan sin cesar en las crónicas y en la leyenda. Los Anales de Basilea reseñan en 1271: «Las ratas devastan los tri-

Esta pregunta también está en el material:

LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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