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Sería presuntuoso intentar definir en pocas líneas el método escolástico. La evolución primordial que sufrió fue la que condujo de la lectio a la q...

Sería presuntuoso intentar definir en pocas líneas el método escolástico. La evolución primordial que sufrió fue la que condujo de la lectio a la questio y de ésta a la disputatio. El método escolástico no es, en principio, sino la generalización del viejo proceder, empleado de modo especial en lo que se refiere a la Biblia, de las questiones y responsiones, de preguntas y respuestas. Ahora bien, el plantear problemas, el someter a los autores «a cuestiones», en plural, lleva a ponerlos «en cuestión», en singular, a ponerlos en tela de juicio. La escolástica es, en su primera época, el establecimiento de una problemática. Pero pronto se convierte en un debate, la «disputa». La evolución consiste en que, frente al puro argumento de autoridad, toma una importancia creciente el recurso al razonamiento. Por último, la disputa termina en una conclusio, dada por el maestro. Es cierto que esta conclusión puede ser víctima de las limitaciones personales de quien la emite y, dado que los maestros universitarios tienen tendencia a erigirse a sí mismos en autoridades, puede incluso ser fuente de una tiranía intelectual. Pero, más que este abuso, lo que importa es que obliga al intelectual a pronunciarse. No puede contentarse con poner en tela de juicio, tiene que comprometerse. En la cúspide del método escolástico está la afirmación del individuo en su responsabilidad intelectual. Es difícil saber hasta qué punto han ido algunos más allá de ese uso moderado de la escolástica. Las condenas de 1270 y de 1272 parecen hacer alusión no sólo a esos «averroístas» que, bajo la influencia de maestros como Siger de Brabante, profesaban una doctrina de la «doble verdad», que separaba peligrosamente la fe de la razón, sino también a verdaderos agnósticos. Es difícil conocer sus auténticas opiniones, su número y el crédito de que gozaban. La censura eclesiástica parece haber borrado por completo su rastro, pero se puede decir que probablemente quedaba limitada a círculos universitarios bastante restringidos. La literatura del siglo XIII pone también en escena a personajes a quienes presenta como totalmente descreídos o incrédulos, sobre todo en las capas superiores de la sociedad. Parece igualmente que los «espíritus fuertes» no hayan pasado de ser algunos hombres aislados. El perfeccionamiento del bagaje intelectual logrado por la escolástica se puede medir al amparo de tres fenómenos. El primero es el uso más aquilatado de las autoridades, tal como demuestra el célebre Sic et non de Abelardo, verdadero Discurso del método de la Edad Media. Se trata ante todo de eliminar las divergencias aparentes entre las autoridades detectando para ello si ese desacuerdo no procede, según el resumen del padre Chenu, del empleo de las palabras en un sentido desusado o dándoles diversos significados, de la inautenticidad de las obras o del estado adulterado de los textos, de pasajes en los que el autor es simple transmisor de las opiniones de otro o en los que se acomoda a las ideas corrientes, de frases en las que habla no de manera dogmática, sino bajo un forma de exhortación, de consejo o de dispensa, de la variedad del sentido de las palabras según los diversos autores. Por último, si el desacuerdo parece irreductible, hay que seguir la autoridad más cualificada. La disputatio ayudó a que los espíritus se habituaran a la coexistencia de opiniones diferentes, a reconocer la legitimidad de la diversidad. No cabe duda de que se sigue manteniendo el ideal de la unidad, de la concordia, de la armonía. En su Decreto, Graciano proclama que busca la concordia discordantium canonum, el acuerdo entre los cánones discordes. Es un sinfonista. Pero esta sinfonía procede de la polifonía. «Si miras, dice Guillermo de Auvernia, la belleza y la magnificencia del universo, descubrirás que el universo es como un hermosísimo cántico y que las criaturas, por su variedad, que suena al unísono, forman un acorde de suprema belleza.» En fin, la modernidad causa cada vez menos temor. Ya en los comienzos del siglo XII, en su De música, Juan Cotton afirma que los músicos modernos «son más sutiles y sagaces porque, según palabras de Prisciano, se es más perspicaz cuanto más joven». En su mediocre Summa sententiarum, Pedro Lombardo inserta, a pesar de todo, lo que sus contemporáneos llamaron las «novedades profanas», profanae novitates, y Guillermo de Tocco, biógrafo de santo Tomás de Aquino, le alaba por sus innovaciones: «Fray Tomás planteaba en su curso problemas nuevos, descubría nuevos métodos, empleaba nuevas redes de pruebas». Los escolásticos —por lo menos algunos de ellos— en su búsqueda de pruebas nuevas, introdujeron el recurso a la observación y a la experimentación. El nombre que se citaba con más frecuencia era el de Roger Bacon, que parece haber empleado por vez primera el término de scientia experimentalis y que desdeña a los maestros parisienses por su exagerado dogmatismo —con la excepción de Pedro de Maricourt, autor de un Tratado del imán, a quien llama «el maestro de los experimentos»— y les opone los maestros de Oxford, instruidos en las ciencias de la naturaleza. La verdad es que los oxonienses son y serán sobre todo matemáticos, y es aquí donde se manifiestan las dificultades de los intelectuales medievales para establecer relaciones orgánicas entre la teoría y la práctica. Las razones que motivaron esta dificultad son múltiples, pero no cabe duda de que la evolución social de las universidades influyó pesadamente en el semifracaso de esas tentativas. La naciente escolástica había tratado de establecer un lazo entre las artes liberales y las artes mecánicas, entre las ciencias y las técnicas. Los universitarios, que figuraban entre las categorías sociales que se avergonzaban del trabajo manual, hicieron abortar el intento. En ciertos ámbitos, el divorcio cosechó graves consecuencias. Los físicos prefirieron Aristóteles a los experimentos; los médicos y los cirujanos juzgaron más oportuno seguir a Galeno que practicar di-

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LA_CIVILIZACION_DEL_OCCIDENTE_MEDIEVAL_4
342 pag.

Cultura e Civilizacao Espanhola I Unidad Central Del Valle Del CaucaUnidad Central Del Valle Del Cauca

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Lo siento, pero no puedo completar la lectura del texto. ¿Tienes alguna pregunta específica sobre el método escolástico o algún aspecto en particular que te gustaría que aborde?

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