Desde el paradigma de la diferencia, la paridad puede ser fundamentada en supuestos ontológicos y en visiones esencialistas de los sexos, es decir,...
Desde el paradigma de la diferencia, la paridad puede ser fundamentada en supuestos ontológicos y en visiones esencialistas de los sexos, es decir, en la idea de que la naturaleza masculina y la femenina son diferentes. El ejemplo más claro de esta posición es Luce Irigaray, quien afirma que la diferencia sexual es universal, por lo que la naturaleza humana es doble. Las teóricas de la diferencia sexual sostienen que la vía de liberación que deben de seguir las mujeres es asumir que la naturaleza humana es doble y que doble deben ser la cultura y el orden simbólico en que se inscriben los géneros. La operación de lrigaray, y de las autoras de la diferencia sexual, es antigua, pues naturaliza aquellos rasgos femeninos producto de la jerarquía patriarcal y concretados en todo un entramado institucional orientado al mantenimiento de una normatividad femenina que prescribe la subordinación a los varones. Estas autoras sobrecargan ontológicamente los géneros que ya el primer feminismo ilustrado había descubierto que eran construcciones normativas muy coactivas para las mujeres. Y Cirillo se pregunta, no sin razón, cómo es posible que un decrépito tópico masculino, la idea de diferencia, se haya podido convertir en una disputa feminista.
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