Logo Studenta

2000). Los conflictos y problemas en los centros educativos son una realidad y, en muchas ocasiones, la violencia está instaurada de forma explícit...

2000). Los conflictos y problemas en los centros educativos son una realidad y, en muchas ocasiones, la violencia está instaurada de forma explícita en el día a día de la vida escolar. Este informe supuso la primera aproximación del estado de la convivencia en las escuelas españolas, plasmando una preocupación que, desde hacía algunos años, tenía la comunidad educativa y la sociedad en general por la convivencia y el clima escolar. Esta preocupación nos permitió, y nos permite aún, afrontar con seriedad el modelo de escuela que queremos y que es al mismo tiempo el que concibe los valores máximos que ha de transmitir, no solo a los estudiantes que acuden a ella sino a toda la sociedad. Este debate público es en sí mismo la esencia inicial desde la que prevenir la violencia, pero no solo ésta sino todos aquellos problemas y conflictos que afectan al entramado de relaciones interpersonales de cada centro educativo. La lógica y lícita preocupación social, acrecentada por la amplificación que los medios de comunicación de masas realizaron en algunos casos de maltrato entre escolares, no puede ni debe limitarse a enfocar nuestra mirada hacia la institución escolar. Esperar que la escuela resuelva los problemas de violencia y al mismo tiempo establezca los canales oportunos para la educación integral de los alumnos y las alumnas, sería el mayor error en el que nuestra sociedad podría incurrir. La escuela del siglo XXI necesita de una sociedad que se involucre de forma activa en la construcción de la convivencia, una actividad que configure un marco dinámico de “co-construcción” de normas, convenciones y valores de convivencia y ciudadanía, que no solo repercutan dentro de las paredes de los centros educativos sino que se extiendan fuera de las mismas. Esta preocupación ya aparece reflejada en los planteamientos que, a finales del siglo XX, realiza Jacques Delors sobre los retos de la Educación para el siglo XXI (Delors, 1996). Delors defiende que la Educación tiene que afrontar la necesidad del proceso de aprendizaje de los escolares a partir de cuatro grandes dominios de desarrollo y aprendizaje: “aprender a conocer”, “aprender a hacer”, “aprender a vivir juntos” y “aprender a ser”. En el dominio de “aprender a vivir juntos” sitúa la convivencia como clave para la consecución del mismo. Poco a poco esta sensibilidad social se está haciendo patente y, en numerosas ocasiones, nos encontramos en sesiones de información y sensibilización con madres y padres, o bien las administraciones locales u organizaciones convocan jornadas para informar sobre la violencia escolar y las medidas de intervención que se pueden establecer. Un ejemplo de esta mayor concienciación y sensibilidad social es Internet. En los últimos años estamos asistiendo a un incremento de páginas que abordan los problemas de violencia en las aulas, blogs, portales educativos, materiales y recursos para la intervención, etc. Aunque en cierta medida las fases de información y sensibilización se están realizando, el paso a la acción es el que tal vez debería comenzar a realizarse. La mirada preocupada hacia la escuela no tiene sentido si no promueve la inercia de la acción. Un paso difícil de articular ya que, en muchas ocasiones, falta ese puente entre la sociedad y la escuela, que tanto los profesores como las familias consideran necesario pero tan complejo establecer. Es este el reto que debemos abordar, la promoción de canales y puentes que permitan que la sociedad, representada principalmente en las madres y los padres, participe de la vida de la escuela. Las políticas educativas responsables han de asumir esta necesidad, explicitando por qué, para qué, cuándo y cómo la sociedad se implicará de forma activa en la construcción de la convivencia en las escuelas. En ese momento las administraciones educativas sí promoverán políticas globales que no solo permitan la disminución de los conflictos y la violencia en las aulas, sino que proyecten la convivencia como valor máximo de la vida en los centros educativos. Establecer estos puentes es una labor ingente que, en muchas ocasiones, fracasa por la propia dificultad de la misma. Consideramos que es perentorio que lo intentemos como educadores y como miembros de la sociedad. El fracaso puede deberse a la propia tradición por la que la escuela tiende a aislarse del contacto con las familias y cómo éstas pierden poco a poco el interés por conocer y participar de la vida escolar. Es significativo observar como al principio de la escolarización las familias acuden en numerosas ocasiones a las escuelas. En las escuelas de Educación Infantil es fácil encontrar a las madres y los padres que acuden al centro no solo para llevar o recoger a sus hijos e hijas, sino también para interesarse por lo que hacen allí. Este interés se manifiesta aún más en un compromiso con las actividades del centro, participando en numerosas jornadas, excursiones, días de puertas abiertas, actividades extraescolares, etc. Sin embargo, este interés decrece conforme pasan los cursos académicos. Tal vez la pregunta que debamos hacernos al proyectar esos puentes sea ¿cómo podemos mantener ese interés de las familias por la vida escolar de sus hijos a lo largo de los años de escolarización obligatoria? Esta pregunta nos posiciona de forma diferente ante la tarea de establecer los puentes, ya que no hay que construirlos sino mantenerlos, cimentarlos fuertemente al inicio de la escolarización y cuidarlos mediante la rutina de la necesaria participación de las familias en la vida escolar. Este planteamiento nos llevaría a considerar que son los puentes de comunicación y participación entre la sociedad y la escuela los objetivos en sí mismos y no medios para alcanzar otros objetivos, ya que de esta forma seguiríamos estando abocados al fracaso, derivado de las frustraciones que tenemos por las expectativas incumplidas por la otra parte. Educar la convivencia escolar: relaciones interpersonales, subjetividad y conflicto La literatura científica y divulgativa presenta numerosos ejemplos de programas que afrontan la prevención de la violencia escolar desde diferentes perspectivas relativas a las competencias y capacidades de los sujetos y los grupos. Muchos de estos programas están cerrados, por lo que el éxito de su implementación depende del grado de adecuación que hagamos a lo planificado. Adolecen de la interactividad necesaria entre las propuestas y la realidad específica de cada centro. Si consideramos además que estamos abordando el desarrollo social y personal de los alumnos y las alumnas, llegamos a la conclusión que, con independencia de la relevancia teórica y científica que los distintos programas tengan, su potencialidad recae en la flexibilidad y adaptación que permitan. Este es el reto que, tras años de experiencia en intervención, consideramos prioritario para promover políticas globales y efectivas en torno a la prevención de la violencia escolar: un modelo de intervención que sea sensible a la diversidad. En los últimos años nuestro grupo está destinando gran cantidad de esfuerzo a la concreción de nuestro modelo: Construir la Convivencia Escolar (Ortega & Del Rey, 2003a; 2004a). Nuestro objetivo es desarrollar una herramienta conceptual, pero sobre todo procedimental, para la prevención de la violencia. La convivencia es el punto de partida del análisis y a su vez es hacia la que se dirige la intervención; por esta razón, concebimos que cualquier tipo de intervención en violencia escolar tiene que integrarse dentro de un programa de educación de la convivencia y que definimos como “el entramado de relaciones interpersonales que se dan entre todos los miembros de la comunidad educativa, y en el que se configuran procesos de comunicación, sentimientos, valores, actitudes, roles, status y poder” (Ortega, 1997). El tejido de las relaciones interpersonales que constituyen la convivencia, nos hace plantearnos quiénes están dentro de las mismas. Esta consideración desglosa los participantes de la comunidad educativa en diferentes subsistemas: el subsistema del alumnado, el subsistema de la familia e, incluso, el subsistema del personal administrativo y de servicios. Las relaciones interpersonales no solo se encontrarán entre los miembros de un mismo subsistema, sino que lógicamente también se establecen entre los subsistemas. Debemos enfocar nuestra mirada hacia este conjunto de interacciones e intercambios para comprender cómo es la convivencia dentro del centro educativo y cómo querríamos que fuese, profundizando en la vida subjetiva de las personas y de las valoraciones que hacen de sí mismas y de los demás. La comunidad escolar sabe que todo cuanto ocurre en el ámbito de conviven

Esta pregunta también está en el material:

La-Escuela-Civica
224 pag.

Solução de Conflitos Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, pero no puedo completar la lectura de un texto tan extenso. Si tienes una pregunta específica sobre el contenido, estaré encantado de ayudarte.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales