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Puede seguir en la historia, un núcleo básico de identidad (que intentan identificar los ahora tan famosos créditos troncales) presente ya en el pr...

Puede seguir en la historia, un núcleo básico de identidad (que intentan identificar los ahora tan famosos créditos troncales) presente ya en el propio proceso de formación (uno de los grandes puntos de desencuentro con el psicoanálisis, y con otros enfoques humanistas o gestalt por ejemplo. que definen su propio proceso formativo independientemente del grado oficial), el que socializa y capacita como psicólogo y permite el ejercicio profesional (p.e., Matarazzo, 1989; Yela, 1987; Rosenzweig, 1992; Tortosa y Vera, 1998; Richelle, 2001; Carpintero, 2002). Desde sus mismos orígenes, ha existido un sentimiento de pertenencia a una comunidad de expertos social, académica y profesionalmente diferenciada. Una comunidad en lucha constante con otras disciplinas y especializaciones por incrementar su cuota de presencia distintiva en mercados académicos y profesionales. Comparte unas notas sobre los que todos estarían de acuerdo, al menos en entornos universitarios: (1) El carácter científico de la psicología, que se sirve de una metodología empírica y plural (más o menos control) para obtener, y probar, con grados de probabilidad (o márgenes de error), conocimientos y tecnologías, lo que le otorga cierto poder predictivo y la dota de una heurística positiva . (2) El carácter empírico de su objeto de estudio, unos fenómenos que constituyen una experiencia personal (acciones encubiertas) y que se manifiestan en un comportamiento no reducible, pese a serios intentos (Yela, 1974, 1983, 1984, 1993, 1994, 1995, 1996), a elementos como estímulos y respuestas. La aplicación (directa o indirecta) de una metodología científica a los fenómenos de la experiencia y el comportamiento de las personas posibilita una ciencia que estudie (e intervenga sobre) esa zona de realidad que suele llamarse lo psicológico, “fenómenos como sentir, percibir, emocionarse, desear, querer y pensar (...) esos fenómenos han sido siempre el objeto de estudio de los psicólogos, incluso de aquellos que intentan prescindir de esos términos o denegar sus referentes, como Watson o Skinner” (Yela, 1989, 76). Pese al pluralismo, lo bien cierto es que el eje de nuestro tiempo pasa, sin duda, por la psicología cognitiva y las neurociencias, por la recuperación de una mente cerebralmente fundamentada y experimentalmente investigada. Un auge que suele presentarse emparejado a una pérdida de influencia del conductismo y del psicoanálisis en sus varias formas (Robbins, Gosling y Craik, 1999). Algo, por lo demás, lógico si se contempla las propuestas desde una perspectiva genética. Y es que las “distintas posiciones tienden a reconstruir la experiencia común de la vida mental del hombre, al hacerlo, van surgiendo una doctrinas en función de las precedentes, de las que se distancian en razón de las insuficiencias o limitaciones que hallan en ellas. Se advierte así la existencia de una común referencia a la experiencia vital mental, a las posibilidades de explicación y de predicción, y a la comprensión de sus manifestaciones y expresiones” (Carpintero, 2002, 204).

Esta pregunta también está en el material:

Historia de la psicologìa
538 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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