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―naturalizar‖ la identidad de género en un contexto altamente politizado, como estamos seguros lo fue el núcleo central de la antigua ciudad de los...

―naturalizar‖ la identidad de género en un contexto altamente politizado, como estamos seguros lo fue el núcleo central de la antigua ciudad de los mayas itzaes. En este trabajo nuestro objetivo es tratar de distinguir las características que identifican tanto las imágenes masculinas como las femeninas presentes en este importante sitio de las tierras bajas mayas del norte. ARQUEOLOGÍA DE GÉNERO Y DE LA CORPORALIDAD El género ha sido descrito de distintas maneras: como un constructo social, agencia social, categorías masculinas y femeninas construidas socialmente y como una construcción cultural de la diferencia sexual. No obstante la diversidad de opiniones, se entiende que el género es parte de un comportamiento aprendido resultado de procesos de socialización históricamente específicos (Gilchrist, 1999). En el presente artículo consideramos a la categoría de género como una ontología acumulativa que los individuos adquieren a través de un proceso de socialización y a partir de sus propias prácticas cotidianas que naturalizan culturalmente su condición. Esta categoría está conformada por comportamientos aprendidos y símbolos culturalmente comunicados que ―materializan‖ un conjunto de creencias acerca de la masculinidad y la feminidad. Por su parte, la identidad de género se constituye como una experiencia privada que se manifiesta en la forma en que uno vive su propio cuerpo, siente deseo y se expresa a sí mismo física y materialmente (Gilchrist, 1999:77). El género y la identidad se expresan a través de una combinación de acciones y actitudes para establecer parámetros culturales que corresponden a distintas formas de manifestar y sentir lo que es ―ser hombre‖ o ―ser mujer‖ en una cultura determinada. En este sentido, la arqueología de género es considerada como aquella arqueología influida directamente por la crítica feminista, que tiene por objetivo demostrar la representación injusta e imprecisa de las mujeres, así como contribuir a visibilizarlas a ellas y sus actividades en las sociedades bajo estudio. Además, este tipo de arqueología muestra interés por la relación entre hombres y mujeres como dinámica fundamental de las sociedades y se interesa particularmente en cómo se expresan dichas relaciones en los objetos materiales. La arqueología de género trata de entender cómo afecta la relación hombre-mujer a la sociedad, cómo se puede expresar y cómo se puede negociar (Sorensen, 1998). Por lo tanto, investigar el género en el pasado va más allá que simplemente documentar a los hombres y las mujeres interactuando en sociedad. Es tratar de entender cómo el género funciona en todas sus dimensiones: como ideología, papeles, relaciones, así como una fuente de significados culturales relativos a la construcción de la vida social. Ahora veamos cómo se relaciona la expresión de la corporalidad con respecto al género creando estrategias discursivas, a partir de las representaciones del cuerpo humano, que sirven para legitimar y negociar la identidad de los individuos de un grupo determinado. CORPORALIDAD: EL CUERPO COMO ARTEFACTO Y COMO EXPERIENCIA VIVIDA En este trabajo consideramos que la corporalidad puede ser entendida como la experiencia vivida de los cuerpos en el mundo social. Los cuerpos manifiestan nuestra expresión en el mundo; son la forma más visible de nuestras intenciones; así, las formas en que nosotros pensamos del mundo que rodea nuestros cuerpos están basadas en las experiencias de nuestro cuerpo en el mundo (Fisher y DiPaolo, 2003). Diversas autoras (Butler, 1993; Fisher y DiPaolo, 2003; Joyce, 2005) plantean que la representación del cuerpo es la forma más visible para construir la identidad, ya que ésta es constitutiva de las prácticas diarias y por lo tanto puede ser expresada por medio de los objetos materiales. Asimismo, la materialidad es un mecanismo a través del cual los actores sociales transforman las identidades en hechos históricos. En referencia a esto, Joyce (2005) menciona que el cuerpo es socialmente creado y reproducido a través de sus asociaciones con la cultura material. Es por esto que tradicionalmente se han desarrollado dos posiciones teóricas para estudiar al cuerpo en la arqueología: 1) ver al cuerpo como un artefacto; y 2) la experiencia vivida del cuerpo. Cuando el cuerpo es visto como un artefacto se analiza la relación entre el cuerpo y la cultura material en la construcción de la identidad; lo que uno pone en el cuerpo puede ser el reflejo de la identidad, es un deseo que lleva a un momento determinado en el tiempo, al igual que un artefacto puede denotar la experiencia vivida. Más allá de la representación, la identidad es la experiencia vivida de los cuerpos en el mundo social (Fisher y DiPaolo, 2003). Otros investigadores como Rautman y Talalay (2000), distinguen dos ámbitos de estudio sobre la arqueología del cuerpo: el primero es el físico, es decir, los restos óseos; del cual se derivan cuestiones de dieta, salud, promedio de vida y actividades físicas. El segundo se basa en las representaciones de la imagen humana (por ejemplo, en las figurillas, o la pintura) a través de las cuales son manifestadas la ideas culturales sobre el hombre y la mujer. De acuerdo con Meskell (2000), las imágenes o representaciones del cuerpo son construidas como ―the scene of display‖ o el sitio donde se despliegan las ideas culturales sobre la masculinidad o la feminidad de una cultura particular. Por su parte, para autores como Reisher y Koo (2004) el cuerpo es un fenómeno sociocultural e histórico, que puede ser estudiado a partir de dos aproximaciones teóricas similares: el cuerpo como símbolo y como agente. El primero se centra en la representación o naturaleza simbólica del cuerpo como un conductor de significado social. La segunda aproximación refleja el papel del cuerpo como un participante activo o agente en el mundo social. Estos autores consideran que, en ambos aspectos, la belleza del cuerpo es vista como un lugar primario para la construcción y el performance del género. Por lo tanto, aquí consideramos que las representaciones del cuerpo pueden ser altamente informativas para los arqueólogos cuando se consideran preguntas sobre el género y su relación con aspectos relativos al ámbito social, el estatus y las ideologías. Las imágenes pueden ilustrar ciertos aspectos del comportamiento y la organización social que no son accesibles por otros medios materiales. Sin embargo, hay que considerar que la iconografía no representa necesariamente a hombres y mujeres de forma realista, más bien es un medio por el cual es posible observar la construcción de la ideología y las identidades sociales e individuales. EL GÉNERO Y LA CORPORALIDAD ENTRE LOS MAYAS DEL CLÁSICO Los estudios de la representación humana en Mesoamérica han cobrado gran importancia, debido a que han sido considerados ya sea como fuente de historias individuales, para la definición de estilos artístico-culturales específicos, y para, a través del estudio iconográfico, la construcción de modelos cosmológicos e ideológicos de las distintas culturas mesoamericanas. Últimamente, las imágenes del cuerpo humano también han servido para conocer el ejercicio significativo de la agencia y para describir y representar los modelos idealizados de la corporalidad humana (Bachand, et. al., 2003:239). Con respecto a los mayas prehispánicos, hasta el momento son pocos los estudios que se han interesado en el estudio de las imágenes del cuerpo en general y la experiencia vivencial del cuerpo en lo particular. Tradicionalmente, en los estudios mayistas ha predominado la visión del cuerpo como artefacto, donde han sido los estudios bioarqueológicos los que han comenzado a tomar importancia con respecto a estudiar el cuerpo en relación al ámbito físico o esquelético en cuestiones como las modificaciones, las diferencias en la dieta, la nutrición y la enfermedad (Danforth, et al., 1997; Haviland, 1997; Tiesler y Romano, 2008). Por otra parte, el cuerpo también es visto también como representación y la arqueología ha sido la encargada de enfocarse tanto a su percepción como a su experiencia en el pasado, a través de las huellas materiales que sobrevivieron al tiempo, contribuyendo como una dimensión única para las llamadas antropologías de la encarnación (Joyce, 2005:141). Sin embargo, como menciona Ardren en un trabajo reciente ―although embodiment studies are still somewhat rare in New World archaeological studies of gender, this theoretical approach is quite significant in Europe and other regions where archaeology is less embedded in discourses of science‖ (Ardren, 2008:10). Entre los pocos trabajos que se han interesado en documentar el performance del género a partir de las imágenes corporales están los realizados por Joyce (1996; 1998; 2001; 2002a; 2002b; 2003), quien ha planteado que a

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