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tener en cuenta al analizar los alcances que la planetarización de la economía de mercado acarrea consigo. La diferencia principal en el capitalism...

tener en cuenta al analizar los alcances que la planetarización de la economía de mercado acarrea consigo. La diferencia principal en el capitalismo es que la imagen especular pierde su simetría y comienza a adquirir ribetes de monstruosidad, por un lado, y desvanecimiento, por el otro. Es justamente en este polo donde encontramos que las escenas locales de continuo se ven despojadas de su fuerza de trabajo y de su naturaleza. En efecto, el capitalismo se sustenta en una triple alienación que separa a las personas entre sí, a las personas de sus medios de vida y de la naturaleza, y a las personas de la cultura. Semejante alienación tiene la consecuencia adicional de invisibilizar las interrelaciones entre los diversos quehaceres humanos y su impacto en los mundos de vida. Este artículo se inscribe en el marco del Proyecto Fondecyt Proyecto F-1090465: “Los Paisajes del Agua: Prácticas Sociales y Sustentabilidad en la Cuenca Hidrográfica del Río Valdivia”. La operación de la economía descarnada prescinde del mundo que le sirve de asiento y el conjunto de sus operaciones pasan a ser ilusoriamente autorreferenciales, tal como lo sugiere Pierre Bourdieu (2002). La actuación de sus agentes, los procesos de toma de decisión y la dinámica de sus operaciones resultan ya no del mundo que hay allí, sino de los indicadores que artificiosamente buscan representarlo y las valoraciones que de las cosas se hacen a través del dinero. Por esta vía terminan por imponerse mercados virtuales referidos ya no al mundo de las cosas (ni siquiera de las futuras) sino al de la negación de las cosas: el mercado de las carteras vencidas, de las deudas y de los inviables. Entretanto, el drenaje de los recursos locales, como quiera que hayan sido definidos, continúa (Leff, 1998). El futuro de cualquier entramado de seres humanos y no humanos depende de las prácticas culturalmente informadas que modelan el decurso de lo que llamamos “economía”, esto es, de los procesos de alocación y de apropiación de aquellos medios requeridos, tierra y trabajo, para hacer posible su sostenimiento (Polanyi, 1944). La economía, en este sentido, se inscribe en los procesos sociales a los que sirve. Lo que ha logrado el desarrollo del capitalismo es desalojar la economía de su entramado social, vuelco que somete el orden social al imperativo de la ganancia. A través del dinero como medio de cambio universal, la economía neoliberal logra consolidar la perspectiva según la cual todo es intercambiable por todo y, al establecer una correlación ficticia, encubre las desigualdades profundas que concurren en la constitución del hecho económico. Tales desigualdades se definen en función del trabajo y la tierra, encarnados en las mercancías comerciadas. Alf Hornborg (2007) demuestra, por ejemplo, que en 1850, en el comercio de 1000 libras esterlinas de textil de algodón por 1000 libras esterlinas de algodón crudo de las colonias, Gran Bretaña ha canjeado 4000 horas de su trabajo por 33000 horas de trabajo ejercido en ultramar, y menos de una hectárea usada para la producción de los textiles por 60 hectáreas en el extranjero. La dependencia de los centros respecto de la vastedad de sus hinterlands resulta así evidente. La “gran transformación” corresponde al proceso creciente de des-localización que termina con las autonomías locales, torciendo el curso de vida de las comunidades y sus entornos según las demandas del capital (Polanyi, 1944). La des-localización no es, obviamente, un proceso gratuito, y, sin mediar procesos de acumulación primitiva, resultan limitados sus alcances. Y es que la operación de esta gran transformación requiere “liberar” tierra y fuerza de trabajo para asegurar la acumulación propiamente capitalista (Marx, 1980). Innecesario resulta insistir en el impacto que estos procesos han tenido en términos de pauperización, desigualdad y deterioro ambiental. No obstante, la globalización no puede dejar de sostenerse sino en lo local y, por lo tanto, la paradoja es inevitable: la erosión creciente de la base constituye una perpetua amenaza para la aventura cosmopolita del mercado. La antropología económica se encuentra actualmente en una encrucijada donde su quehacer puede tornarse prolífico. De una parte, un conjunto de definiciones y prácticas que operan al modo de un aeternitate mundi contra murmurantes (o, si se prefiere, el síndrome thatcheriano TINA, there is no alternative), y, del otro, intersecciones cuya naturaleza inestable las vuelve de modo ostensiblemente inescrutable. De una parte, se construye un mundo de definiciones que, paradojalmente, son arrancadas de los imaginarios de mundos anteriores y que, por lo mismo, se vuelven lábiles. La empresa como familia, su banco amigo, son definiciones que articulan una nueva forma de organizar las relaciones sociales (Bourdieu, 2002). No obstante ello, las mismas definiciones, provenientes de horizontes culturales anteriores, pueden efectivamente reconstituirse en relación a nuevos contenidos. En este contexto el neoliberalismo aparece como una ideología que, en nombre de la libertad individual, se constituye en una poderosa maquinaria cuyo fin último es desagregar cuantas piezas sea necesario a objeto de constituirlas en mercancía, individuos o partes de ellos incluidos, transables en el mercado por el uso del dinero (Bourdieu, 2002; Bourdieu y Wacquant, 2001). El aspecto más significativo que la cosmovisión neoliberal que Ricardo ayudó a consolidar es el de invisibilizar los contenidos sustantivos de los procesos económicos, a saber, la tierra y el trabajo (Honborg, 2007). En adelante sólo se consideran las “utilidades”, cuantificables en dinero. De aquí la incomodidad que a los economistas plantea la noción de “intercambios desiguales”: las transacciones de mercado son, si es que son los precios la única medida que ha de considerarse, iguales. Se procura trocar la realidad en bienes y servicios valorizados y, a objeto de asegurar la realización del capital, se ensancha la capacidad de consumo a través del endeudamiento progresivo. La deuda y la inversión se inmiscuyen en un circuito de permanente reconstitución. Los efectos de la expansión mercantil son contradictorios. Sujetos históricamente oprimidos aprovechan las nuevas condiciones para reorganizar sus luchas. Los pueblos originarios, los movimientos ambientalistas y las mujeres han sido pioneros en ello. La recomposición de los grupos migrantes y las estrategias ideadas desde posiciones subalternas a fin de negociar los límites de la subordinación son circunstancias que ponen de manifiesto la multidireccionalidad de los procesos desencadenados a partir de la expansión capitalista, sin pretender con ello negar la fuerza hegemónica que, en efecto, polariza aún más la divisoria entre quienes padecen la historia y quienes la hacen (o creen hacerla). Desde esta perspectiva, lo que interesa es identificar las vías de escape o de confrontación ante la expropiación o el despojo. Estas vías importan dos niveles: las definiciones y las intersecciones o interfases. De una parte es preciso desenmarañar las raíces culturales que informan las prácticas de los actores económicos y, de la otra, proponer medios para encarnar la economía, esto es, para procurar su reapropiación por parte de la sociedad. II. COSMOLOGÍA OCCIDENTAL NATIVA Y LAS AMENAZAS DEL NEOLIBERALISMO Marshall Sahlins (1983; 1988) provee de un marco de referencia importante para entender la economía como un sistema de creencias. Los ingredientes que el autor plantea se refieren entre otros, a los siguientes aspectos: (i) el concepto de escasez depende de la definición que los actores den a sus necesidades, (ii) de igual modo, la transformación de la realidad en un conjunto de valores de carácter económico es fruto de los significados que se impongan (¿Qué es lo comestible?, por ejemplo), y (iii) la naturaleza de los intercambios se relaciona de modo dialéctico con la naturaleza de las relaciones sociales en que se sostienen (desde el intercambio generalizado al intercambio negativo). La propuesta de Sahlins se complementa con la contribución de autores como Kopytoff (1991), Baudrillard (1996), Appadurai (1986) y Taussig (1993), e invita a problematizar el desarrollo capitalista a partir de definiciones culturales cuyo sentido se torna determinante en la sociedad contemporánea. Ideas según las que la satisfacción del interés propio

Esta pregunta también está en el material:

Revista Il Quattrocento
316 pag.

Antropologia Econômica Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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