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II. TENSIONES ESTRUCTURALES Y TRANSFORMACIONES DENTRO DEL MODO DE PRODUCCIÓN COLONIAL A FINES DEL SIGLO XVIII Y COMIENZOS DEL SIGLO XIX El desarrol...

II. TENSIONES ESTRUCTURALES Y TRANSFORMACIONES DENTRO DEL MODO DE PRODUCCIÓN COLONIAL A FINES DEL SIGLO XVIII Y COMIENZOS DEL SIGLO XIX El desarrollo de la economía colonial en Chile consistió, básicamente, en mantener disociados los dos ciclos básicos de la economía capitalista: la producción y la acumulación de capital, si bien existía un proceso de acumulación importante, ésta no era reinvertida en la expansión de fuerzas productivas. Tal situación se explica por el predominio del capital mercantil dentro de la economía chilena y su llamada ‘vocación exportadora’ que se desarrolló desde los inicios del período colonizador. Tal situación se agudizó a principios del siglo XIX, con la exponencial apertura de la economía nacional al mercado mundial (Salazar & Pinto, 1999b). Una serie de procesos tendieron a consolidar tal orientación, entre ellos, la consolidación autoritaria (1833) y el triunfo en la guerra de la Confederación (1837-1839), asegurando el predominio en el Pacífico, además del auge agrícola y minero experimentado a partir de la demanda externa desde América, Europa e incluso Asia y Oceanía (Cariola & Sunkel, 1999). II.1 Primer nivel del conflicto de intereses: del arribo de comerciantes europeos y la germinación del neopacto colonial Al alero del mismo proceso de apertura comercial, se produce la llegada a Chile de numerosos comerciantes extranjeros (principalmente ingleses) quienes constituyeron un nuevo núcleo empresarial hegemónico sobre la economía nacional (Salazar & Pinto, 1999b). Constituirían lo que Tulio Haperin denomina como ‘nuevo pacto colonial’ (Haperin, 2001). Tal situación produjo una serie de efectos que repercutieron directamente en el sistema económico chileno: un descenso de precios de las manufacturas europeas lo que desfavorece la producción nacional, producto de las importaciones a manos de los comerciantes del viejo mundo, quienes deseaban vender los bienes de capital que, en buena parte, ya estaban quedando obsoletos en el mercado europeo. “Las manufacturas inglesas, que la economía chilena requería para sus inversiones y consumo, incrementaban las importaciones y daban lugar a la instalación, en nuestros principales puertos y ciudades, de agentes y casas comerciales británicos, que desplazaban al tradicional comerciante español de los tiempos coloniales. Además, la creación de depósitos en Valparaíso y la transformación del puerto en emporio comercial lo llevaron a disputar la primacía del comercio del Pacífico con Lima, que la había tenido durante la Colonia por ser asiento del Virreinato y estar en la ruta a Europa por Panamá. Significó también el desarrollo de la navegación por el Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes, lo que más adelante interesaría al Gobierno de Chile en la ocupación del extremo Sur” (Cariola & Sunkel, 1999: 25-26). Tal aumento de manufacturas multiplicó los intercambios puramente mercantiles haciendo desaparecer el circulante monetario interno, aumentando así el precio del dinero (el cual poseía patrón en oro y plata). El agotamiento del circulante detuvo los intercambios de las propias manufacturas europeas, razón por la cual los mercaderes extranjeros tienen que quedarse en el país esperando el cierre de los círculos mercantiles, asentando así una segunda oligarquía mercantil, junto a la ya constituida oligarquía mercantil criolla. Una situación importante es que este nuevo grupo dominante comenzó a intercambiar sus manufacturas por mercancías (cobre y plata), dinamizando el sector exportador minero (principalmente del Norte Chico), pero, aumentando la sequía de circulante. No obstante, una característica importante del primer ciclo expansivo (desde 1830 a mediados del siglo XIX) es la presencia de un grupo de empresarios nacionales, con vocación emprendedora, los cuales forjaron una gran fortuna a través de la minería, el comercio y las finanzas ligadas a ellas.76 II.2 Segundo nivel del conflicto de intereses: explotación proto-esclavista y sofocamiento de los intereses productivistas en el siglo XIX La investigación histórico-social reciente señala que es posible apreciar una vocación productivista en los grupos marginados de la sociedad y la vida política en este período. Serían los primeros labradores y gañanes quienes, lejos de optar por una vida nómada, muchas veces prefirieron asentarse y producir para si sus medios de subsistencia. Es así como muchos de ellos solicitaron la asignación de títulos propietarios de pequeños terrenos a fin de hacerlos producir, primero para sí, y luego con el tiempo, para solventar la demanda del mercado interno. “El título de propietario es muchas veces para ellos un estímulo que les obliga a hacer nuevas economías… desde luego, los campesinos de las cercanías de las grandes ciudades se hacen de más en más económicos e industriosos… tratan de aumentar el número de sus animales… emplean sus economías en la compra de carretas para transportar a las ciudades sus propios frutos o las de otras personas” (Claudio Gay, citado en: Salazar, 2000). Sin embargo, es importante señalar que los terrenos ocupados, ya sea asignados oficialmente u ocupados de facto, no constituían en su mayor parte territorios de propiedad pública sino que pertenecían a las grandes propiedades hacendales, las que si bien eran ricas en recursos naturales no eran explotadas. Por tanto, serían estos primigenios productores quienes vinieron a suplir la subutilización de estos recursos cuyos propietarios tenían una clara orientación (en su mayoría) mercantil (Salazar, 2000). Para cumplir esta función de mercaderes y mayoristas, los ‘patrones estancieros’ de la época tuvieron que responder a los estímulos del mercado mediante un sistema de trabajo proto-esclavista, tal como técnicamente se había necesitado desde comienzos del siglo XVII, es decir, a costa del aumento de la opresión sobre trabajadores y productores (Salazar, 2000). De esta manera, no es difícil darse cuenta que el proceso de acumulación de capital mercantil en este período no remite a un proceso de explotación moderna, toda vez que el régimen capitalista no estaba asentado aún de modo moderno en el territorio nacional: es decir, no existían las relaciones sociales de producción específicas que alimentaran procesos de explotación que Marx describiera. En Chile los procesos de proletarización ocurren al alero de intentos de industrialización posteriores, básicamente desde mediados del siglo XIX a través del influjo de la producción minera. En este período se trata más bien de una expoliación sobre los productores directos como condición de ganancia del patriciado criollo, sobre la base de comprar a bajo costo las mercancías producidas en las haciendas, dado el precio fijo de venta de las mismas, a partir de la hegemonía del capital extranjero77. Las medidas para lograr tal sistema proto-esclavista de expoliación se pueden distinguir en dos. En primer lugar, a nivel concreto opera un control de los medios de comercialización: los mercaderes monopolizaban todas las articulaciones estratégicas del proceso de acumulación campesina: bodegas portuarias, molinos, créditos sin garantía frente a pérdidas por plagas, que muchas veces no eran más que excusas baratas frente al movimiento de mercancías que hacían los propios mercaderes nacionales con el capital extranjero, etc. (Salazar,

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Revista Il Quattrocento
316 pag.

Antropologia Econômica Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

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