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En el fragmento narrativo transcrito (cuya relativa extensión j se debe a la necesidad de ilustrar las dos unidades estructurales en causa) es posi...

En el fragmento narrativo transcrito (cuya relativa extensión j se debe a la necesidad de ilustrar las dos unidades estructurales en causa) es posible desvelar, con cierta nitidez, la frontera que separa lo dinámico de lo estático y, consecuentemente, la narración de la descripción. Así, el período inicial (hasta «ajedrez») y los dos finales (a partir de «El padre Tomás») representan la narración. Que se trata de una unidad estructural marcada por el dinamismo, lo prueba el relieve asumido ahí por la acción, esto es, por la sucesión encadenada de acontecimientos susceptibles de ser temporalmente referenciados: «fuimos entonces a los dormitorios», «un pequeño tren silbó», «El padre Tomás llamó con palmadas» son, entre otros, sucesos que podrían, en cierto sentido, sujetarse el análisis estructural de las acciones tal como anteriormente lo hemos descrito. Más importante que esa posibilidad es, sin embargo, y para que se aprehendan debidamente las incidencias microestructurales de la narración, considerar el relieve de que en ella se reviste la componente temporal. Así, en el dominio de la narración, las acciones evocadas lo son sistemáticamente con un carácter de instantaneidad; reflejando el carácter dinámico de esta unidad estructural, la instantaneidad referida se refleja en la utilización preferente del indefinido («fuimos», «silbó», «llamó», «nos arrastramos», «bajamos», «atravesamos») o formas afínes, tales como su variante estilística que es el presente histórico 5é o el pluscuamperfecto. De ahí que sea posible ordenar cronológicamente los hechos de la narración o, en el caso de su eventual presentación anacrónica (lo que no sucede en el ejemplo de que nos servimos), denunciar esa anacronía, detectándose entonces en el texto expresiones adverbiales de tiempo con carácter retrospectivo («antes de eso», «anteriormente», «en los años precedentes», etc.). Además de todo esto, la narración goza todavía de cierta elasticidad temporal, en la medida en que no sé somete siempre a una velocidad de evolución constante: de la posibilidad de resúmenes más o menos reductores a la tentativa de fidelidad cronológica consumada por los diálogos, hay diferencias considerables que pueden estar en relación directa con el grado de importancia de los acontecimientos sujetos a esa variación. No menos importante en términos estructurales y semánticos que la narración es la descripción, unidad que, al decir de Philippe Hamon, es «le lieu oú le récit s'arréte, oú il se suspend, mais aussi l'endroit indispensable oú il se «met en conserve», oú il «stocke» son information, oü il se noue et se redouble, oú personnages et décor, en une sorte de «gymnastique» sémantique pour reprende un terme de Valéry, entrent en redondance; le décor confirme, precise ou dévoile le personnage comme faisceau de traits significatifs simultanés, oü bien il introduit une annonce (ou un leurre) pour la suite de l'action». De la extensa cita transcrita, podemos, desde ahora, extraer dos elementos preciosos para el análisis de las funciones estructurales de la descripción; reflejados en el fragmento de Manhá submersa que ilustra esta materia, esos elementos son la. noción de suspensión temporal y la carga de sentido eventualmente concentrada en la zona descriptiva del texto. Con la primera noción reencontramos el carácter tendencialmente estático de la descripción ya referido varias veces; en efecto, es visible en el pasaje de Manhá submersa que, desde que se inicia el segundo período («Ya la mañana rayaba...»), la acción hasta entonces narrada sufre un corte en su dinámica para dar lugar a la definición de un escenario encajado en la artificial inmovilidad de la descripción. Y esa inmovilidad resulta precisamente de una particular elaboración del tiempo proyectada a nivel microestructural. Así, si en la narración el tiempo era el de la instantaneidad, asistimos ahora al privilegio del pretérito imperfecto, estilísticamente apto para representar acciones iterativas («resonaban los golpes») e incoativas («la mañana rayaba»), unas y otras desprovistas de la vivacidad de los actos puntuales expresados por el indefinido; pero además de eso, el tiempo en cuestión se ajusta sobre todo a la representación de un cuadro («tenía una grandeza», «estaba al pie de una ventana que daba a la cerca») cuya contemplación detenida contrasta con la movimentación de las acciones anteriores y subsecuentes. De ahí que, por lo que respecta a su aparición, los elementos descritos no se sujeten a una ordenación de tipo cronológico; pudiendo ser descrito indiferentemente a partir de cualquier componente, el escenario se subordina a un orden de evocación muchas veces determinado solamente por la especificidad de las situaciones representadas en cada texto: en el caso que nos ocupa, es el punto de vista del personaje y su vagaroso desplazamiento (casi un travelling cinematográfico) el que va seleccionando objetos, pormenores y situaciones que la impresionan especialmente. Si la delimitación de las zonas textuales de predominio de narración o descripción (así como la de los respectivos elementos microestructurales) es una operación fundamental para su análisis, no lo es menos el establecimiento de una relación entre las dos unidades, la cual pasa necesariamente por la valorización de la información semántica presente en la narrativa. De este modo, la lectura estructural del fragmento en que nos hemos fijado no se contentará solamente con la comprobación de la superioridad cuantitativa de la descripción sobre la narración; además de eso, es necesario justificar esta relación de proporción (que en el fondo apunta a la necesidad de no considerar narración y descripción independientemente una de la otra) atendiendo a las circunstancias diegéticas específicas que determinan las dos unidades estructurales: puestas al servicio de dos actividades diferenciadas —narración = acción; descripción = contemplación por parte del personaje—, es el propio relieve de la segunda de esas actividades la que lleva al de la respectiva elaboración textual. Porque lo que más interesa es el conocimiento gradual, sorprendido e intimidado de un universo desconocido (el del seminario al que llega el nuevo seminarista), la narrativa privilegia la unidad estructural que, propiciando la suspensión temporal, faculta también la expresión de todo lo que de emoción infantil envuelve ese primer contacto. Lo que, pudiendo llevar una lectura más detenida a otros dominios técnico-formales (recursos estilísticos, perspectiva narrativa, etc.), confirma la posibilidad de que se complete el análisis estructural de la narrativa con la valorización de los sentidos plasmados por ella.

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REIS_Carlos_1985_FUNDAMENTOS_Y_TECNICAS
216 pag.

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