Logo Studenta

ído y entendido las intervenciones de los demás, pues rompe las normas regulativas del diálogo el intervenir fuera de contexto, ya que supondría im...

ído y entendido las intervenciones de los demás, pues rompe las normas regulativas del diálogo el intervenir fuera de contexto, ya que supondría impedir el avance hacia la uni­ dad de fin. Los dialogantes no pueden limitarse a asentir, o a estar presentes para que el interlocutor disponga de un Tú, ya que esta situación es la típica del monólogo, pero no la del diálogo, que es proceso interactivo. Pragmática 55 Las llamadas normas sociales no son, pues, normas de mera cortesía, ya que afectan a las leyes constitutivas del diálogo y deri­ van de su propia naturaleza de proceso semiótico interactivo. Es indudable, sin embargo, que en lo que tienen de «cortesía», las normas que rigen las fases previas y el desarrollo de un diálogo, pueden cambiar en el tiempo y en el espacio. Los hablantes de una determinada edad soportan difícilmente el silencio en compañía y suelen sentir desasosiego en la situación previa al diálogo o a la conversación, si no se rompe el silencio; la juventud actual suele, por el contrario, y según se puede observar con relativa frecuencia, adoptar una actitud indiferente, incluso irónica, ante el esfuerzo de los mayores por romper el silencio; sin embargo se sienten también desasosegados, si nadie rompe el silencio previo al diá­ logo. Una vez que se inicia el diálogo propiamente dicho, se imponen las normas que S. Stati denomina de «cortesía intraconversacio­ nal», exigidas por «il codice dell’ intercambio verbale», y que se refieren a los contenidos, no a los turnos: es cortés responder a un saludo, es descortés no contestar a las preguntas o no intervenir, es cortés explicar por qué no se accede a un ruego, es cortés contes­ tar al verbo modalizado, no al modalizante, por ejemplo, sería des­ cortés contestar «no» a la pregunta «¿puede usted decirme qué ho­ ra es?», sin otras explicaciones, etc. (Stati, 1982). Por último, en el desarrollo de los turnos y dentro de las nor­ mas de cortesía lingüística y social, señalamos las que se refieren a las modalidades, es decir, a los modos de presentar las cuestiones. Es consustancial al diálogo que los interlocutores tengan las mis­ mas posibilidades en los turnos, y es importante que tengan las mismas posibilidades modalizantes, es decir, que quieran, puedan y sepan dialogar. Únicamente en estas circunstancias se establece un equilibrio lingüístico y se garantiza la libertad de intervención. Las modalidades lingüística afectan a la competencia de los su­ jetos y a su disposición (saber, poder, querer). No es posible esta­ blecer un diálogo con quien no quiere, no puede o no sabe dialo­ gar. En tales casos puede haber comunicación, información, u otra actividad sémica, pero difícilmente habrá diálogo. Las modalidades se refieren también al otro aspecto, al escu­ char. Es posible querer, saber y poder escuchar lo que los otros interlocutores dicen, y todavía podríamos añadir que se refieren a la relación locutiva: se puede, se debe y se quiere dejar hablar a los otros. En todos estos supuestos pueden darse transgresiones o se pueden seguir las normas constitutivas del diálogo. Las normas de cortesía afectan también a la formulación moda­ lizada de los enunciados del discurso: resulta cortés formular las preguntas evitando un planteamiento de alternativa binaria, pues obliga al interlocutor a decidirse por el si o por el no, sin dejarle posibilidad de elegir matices o de aportar explicaciones. Claro que este tipo de cortesía resulta la mayor parte de las veces en la reali­ dad más formularia que efectiva, por lo que ya hemos aclarado más arriba: la pregunta «¿puede decirme la hora que es?», no pre­ tende una respuesta al puede, si no a decir la hora; otro tipo de modalización podría resultar incluso descortés, porque lleva implí­ cita una duda sobre el conocimiento o la voluntad de interlocutor: «¿sabe / quiere decirme la hora?», y desde luego resultaría insólita la pregunta sin modalizar, que equivaldría a una orden: «dígame la hora que es». La cortesía impone formular las preguntas del diálogo en forma modalizada, con el verbo adecuado, y espera una contestación al verbo central, no al modalizante. La trangresión de estas normas suele aprovecharse en el diálogo dramático para conseguir efectos cómicos o de otro tipo. El diálogo efectivo se construye teniendo en cuenta, no en for­ ma expresa, sino como costumbre, todas estas normas previas al desarrollo y las del mismo diálogo. No suelen formularse nunca directamente, pero sí se advierte su transgresión y se reclama su cumplimiento. El desconocimiento de tales normas da lugar a desajustes que se superan mediante el que Grice denomina «principio de coopera­ ción», que veremos en un apartado que sigue. Y si el conocimiento y dominio del diálogo y sus normas son desiguales entre los interlo­ cutores, y no rige el principio de cooperación, es muy verosímil que el intercambio verbal no sea verdadero diálogo, sino una rela­ ción intersubjetiva en la que, bajo formas verbales, se encubra una relación extralingüística de dominio y sumisión. El equilibrio en las intervenciones dialogales se apoya en todas las circunstancias pragmáticas del diálogo, como lenguaje en situa­ ción cara a cara, de modo que los diferentes interlocutores aporten lo que se espera de ellos en cada momento y en cada fase del desa­ rrollo verbal. Los signos concurrentes de los sistemas no verbales, los paraver­ bales, kinésicos y proxémicos principalmente, que son dinámicos (frente a los de maquillaje o vestido, que son estáticos en el sujeto), se rigen por normas generales semejantes a las de los signos verba­ les en su uso, y adoptan variantes en cada época, en cada autor (si se recogen en el texto literario), pero cualquier alteración ad­ quiere un sentido y esto indica que tales normas son constitutivas del diálogo en todos sus aspectos, lingüístico, pragmático y litera­ rio. EL DIÁLOGO COMO ACTIVIDAD POR TURNOS Los estudios de etnometodología realizados por Mehan y Wood (1975), tratan de hacer «una caracterización del modo en que las personas crean situaciones o reglas, y al mismo tiempo se crean ellas mismas y sus realidades sociales». Al considerar las normas del diálogo en el apartado anterior, hemos pensado que la repetición de situaciones dialogales ha dado lugar a una conducta típica de los sujetos, que los crea efectivamen­ te como dialogantes. La persona se convierte en «sujeto de diálo­ go» cuando sigue las normas constitutivas de una interacción verbal que se pueda llamar diálogo. Las normas del diálogo, aunque alguien las niegue (sobre todo en su particularidad, pues nadie las niega radicalmente) y aunque no estén formuladas expresamente, se reconocen negativamente en la conducta de los sujetos que las infringen. La caracterización del dialogante se realiza a la vez que la definición de diálogo. Las per­ sonas, en su actividad social, crean situaciones de diálogo y se cons­ tituyen a sí mismo en sujetos dialogantes si toman parte y producen un discurso dialogado. La naturaleza misma del diálogo da origen a una serie de nor­ mas que lo rigen como actividad social que está realizada por varios sujetos y se diferencia de otras actividades lingüísticas de carácter interactivo (normas pragmáticas). Por otra parte, todo discurso es un proceso sometido a normas de tipo lógico que afectan a lo que se dice (semántica) y de tipo gramatical, que efectan a la forma de decirlo (sintaxis). Si un hablante quiere participar en un diálogo, es decir, si quie­ re hacerse a sí mismo «dialogante», tendrá que seguir las normas lógicas para saber él mismo lo que dice y hablar con sentido; tendrá que someterse a las normas gramaticales para dar oportunidad a los interlocutores de interpretar lo que dice, y tendrá que someterse a las leyes pragmáticas que son constitutivas del diálogo, porque en caso contrario no hará diálogo. En un conocido artículo, «Logic and Conversation» (1975), H. P. Grice define el diálogo como un discurso en el que el sentido convencional de los términos y de los enunciados y el sentido gene­ ral del discurso deben dar cuenta no sólo de las referencias, es de­ cir, de lo que se dice verbalmente, a fin de transmitir información, sino además de las implicaciones pragmáticas que afectan a los enun­ ciados y a los sujetos. Pero pensamos que estas circunstancias y tales exigencias se re­ fieren no sólo al diálogo, sino a todo lenguaje en situación, es decir, l

Esta pregunta también está en el material:

O Diálogo na Sociedade Atual
356 pag.

Literário Fundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -FetFundacion Escuela Tecnologica De Neiva - Jesus Oviedo Perez -Fet

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, parece que has copiado y pegado un texto extenso. ¿Puedes formular una pregunta específica o resumir lo que necesitas saber?

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales