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En medio de la mentira me descubro a mí misma mintiendo y me dan ganas de decir: "¡Detente! Eso es una mentira, no es verdad. Comencemos de nuevo",...

En medio de la mentira me descubro a mí misma mintiendo y me dan ganas de decir: "¡Detente! Eso es una mentira, no es verdad. Comencemos de nuevo", pero me da mucha pena hacerlo. No sé si tenía que mentir mientras crecía. Sólo sé que lo hacía. Acostumbraba inventar mentiras para ser notada, creo, y acaso me sentía mal por no ser descubierta, porque si la gente me hubiera hablado y escuchado y conocido, habría sabido que todo era un embuste y que me salía realmente bien. Comencé simulándome enferma algunas veces y después me enfermaba de verdad. Realmente era toda una experta. Era mucho más fácil hacer eso que decir sencillamente que no podía hacer lo que otros sí podían. Me sentía como si fuera terrible no poder detenerlo. Hubiera perdido el prestigio. Era triste, después de todo, y no me gustaba hacerlo. Siempre tenía terror de ser descubierta. No me habría importado ser descubierta para poder detener la farsa. Parecía que me importaba porque no creía poder mantenerlo. Sencillamente no sabía cómo hacerlo, y luego comenzaba a inventar las cosas. Se vuelve muy complicado. En el pasado he tenido la necesidad de terminar amistades porque dejaba de seguir con atención todas las mentiras y controlarlas. Quiero dejar de mentir. De verdad quiero dejarlo. Cuando me descubro en medio de una mentira, me asusto enormemente. Me dan ganas de sólo decir "¡Detente!" y retroceder e ir a la verdad. Realmente no sé qué hacer. Cuando es solamente una mentirita tonta e intrascendente, me siento como una imbécil. Alfonso, un ingeniero de 30 años con dos padres alcohólicos en recuperación, declaró: Recuerdo que una vez dije una mentira grandísima. Estaba en una excursión en los Montes Blancos con unos amigos. íbamos caminando en la nieve desde una cabaña hasta otro sitio a algunos kilómetros. La temperatura descendió bruscamente y hacía muchísimo frío. No había desayunado, teníamos una prisa enorme por empacar, y acababa de comer unos caramelos o algo así. Corrí tras los demás. En el camino comenzamos a desplegarnos. El viento soplaba muy fuerte y había nieve por todas partes. Comencé a quedarme rezagado y recuerdo que estaba extremadamente resentido de que no aminoraran la marcha y me esperaran, pero al mismo tiempo me sentía enfadado conmigo por no poder seguir el ritmo de ellos. Tenía un libro sobre la hipotermia. Sabía cómo hacerlo y los engañé. Desaceleré detrás de ellos, y parte de los síntomas eran la vaguedad y la confusión mental, así que empecé a salirme del sendero. Para cuando se juntaron y empezaron a preguntarse dónde estaba yo, había pasado por lo menos una hora. Regresaron e hicieron todo lo que normalmente se hace para tratar de sacar a alguien de la hipotermia. De verdad necesitaba esa atención, y supongo que acababa de llegar al punto en que estaba dispuesto a hacer lo que fuera por obtenerla. Me estaban dejando. Me estaba quedando atrás y nadie se había dado cuenta. Estábamos en las montañas, podía morir congelado; con lo que me iba diciendo a mí mismo resultó fácil seguir el hilo. De acuerdo, lo haré, voy a morir congelado. Veamos cómo responden ustedes cuando me desplome por la hipotermia. En realidad, había gastado 200 dólares en el equipo de lujo, y podría haber estado tirado en la nieve durante un mes sin morir congelado. Así que sencillamente lo fingí. Estaba nervioso por la posibilidad de que me descubrieran. Sabía cómo hacerlo, pero no tenía la capacidad física de hacer lo que los demás estaban haciendo. Sabía que cuando era niño la verdad no tenía importancia. Cuando mis padres estaban ahogados no importaba qué decías o qué no decías. Cuando mi madre se emborrachaba, estaba en su propio mundo y la conversación giraba en torno a los años que llevábamos con la lavadora o el refrigerador, o algo por el estilo. Yo no tenía ningún papel allí. Nunca se decía "No tienes buenas calificaciones" ni nada por el estilo. Yo sencillamente no estaba allí. Con mi padre pasaba prácticamente lo mismo. Él también estaba aislado, así que no había ni verdades ni mentiras. Podías decir lo que se te antojara. Podías bailar desnudo con una rosa entre los dientes; ellos sencillamente no se daban cuenta. Esteban, orientador especializado en el alcoholismo, hijo de dos padres alcohólicos, señaló: ¿Y qué me dicen acerca del deseo de sobrevivir? Cuando era niño, me volví un mentiroso consumado, sobre todo por elegir lo que diría. Cada vez que mi padre me preguntaba algo, si le daba una respuesta franca siempre la criticaba. Dejé de darle respuestas francas y me di cuenta de que funcionaba muy bien. Si él criticaba la respuesta no franca, yo podía desechar su crítica por carecer de valor práctico, porque de cualquier manera lo que le había dicho no era verdad. A través

Esta pregunta también está en el material:

Janet Geringer Woititz - Hijos Adultos de Padres Alcoholicos
177 pag.

Psicologia Universidad Nacional Autónoma De MéxicoUniversidad Nacional Autónoma De México

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Lo siento, pero parece que el texto que proporcionaste es muy extenso y no puedo procesarlo en su totalidad. Por favor, si tienes una pregunta específica sobre el texto, estaré encantado de ayudarte.

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