Logo Studenta

las relaciones sexuales son, entre esposos, objeto de obligación. El matrimonio no tiene por fin la procreación. En realidad, Crisóstomo no lo dice...

las relaciones sexuales son, entre esposos, objeto de obligación. El matrimonio no tiene por fin la procreación. En realidad, Crisóstomo no lo dice de este modo. Encontramos tres series de formulaciones. En unas, al enumerar los fines para los cuales Dios instauró el matrimonio, se conforma con no hacer mención alguna de la procreación. ¿Por qué, se pregunta en la tercera homilía sobre el matrimonio, Dios ha dado a los hombres esta institución? Para que evitáramos las fornicaciones, para que reprimiéramos nuestra concupiscencia, para que viviéramos en la castidad, para que fuéramos del agrado de Dios al contentarnos con nuestra propia mujer(54). En otros textos, Crisóstomo pone efectivamente la procreación entre los fines del matrimonio, pero en una posición secundaria y solo de modo provisorio. Esa es la tesis del De virginitate: El matrimonio se ha dado, sin duda, con vistas a la procreación, pero mucho más para mitigar el fuego del deseo inherente a nuestra naturaleza. Lo testimonia Pablo cuando dice: «Para evitar la fornicación, que cada uno tenga su mujer»; no dice: para hacer hijos. Y cuando invita (a marido y mujer) a retomar la vida en común, no es para que tengan una descendencia numerosa(55). Sin embargo, las homilías sobre el matrimonio apenas si dicen otra cosa: «Hay dos razones por las cuales se ha instituido el matrimonio: a fin de que seamos continentes y a fin de que seamos padres. Pero de esos dos motivos, el más importante es el de la continencia»(56). Y después de explicar las razones de esa importancia y los motivos que llevaron a Dios a establecer el matrimonio, concluye que este tiene un fin, y uno solo: impedir la fornicación. Así, al final del análisis la procreación ha desaparecido. Para terminar, también encontramos en Crisóstomo la negativa a establecer una correlación teológica entre matrimonio y procreación. El primero puede ser perfectamente valedero sin dar lugar a ningún nacimiento, además de que sin la voluntad de Dios no sería en sí mismo capaz de poblar la tierra. En cuanto a la procreación, Dios podría perfectamente realizarla sin pasar por el matrimonio ni por los lazos del cuerpo(57). Esta desvinculación es importante si se había destacado en toda la cultura helenística el vínculo entre el matrimonio y la paidopoiia, la producción de niños. Recuérdese al Pseudo Demóstenes cuando decía que las esposas están hechas para dar una descendencia legítima y que el estado matrimonial se reconoce en el hecho de procrear hijos propios, y recuérdese también a todos los filósofos que hacen de la procreación el fin esencial del matrimonio(58). Hay motivos para sorprenderse ante la postura de Crisóstomo, cuando se piensa que Clemente de Alejandría había retomado, como una evidencia, esa tesis antigua(59), pero también sorprende si se tiene en cuenta que muy pronto, y de manera general en el cristianismo a partir de Agustín, la procreación volverá a aparecer en el primer plano de la teología del matrimonio y de la ética sexual: se la definirá, junto al sacramento y la fidelidad, como uno de los bienes del matrimonio y la primera de las finalidades legítimas que puede proponerse el acto sexual entre esposos. ¿Crisóstomo es una excepción? ¿Marca simplemente un episodio, un momento de fluctuación que la doctrina y la práctica no harán suyo? Excepción, ciertamente no, visto que desde Orígenes hasta él, el matrimonio se concibió no en función de sus fines procreadores, sino en relación con su posición jerárquica respecto de la virginidad y el celibato voluntario: el punto esencial del debate era la cuestión de la continencia, no la de los hijos. Crisóstomo debe ser considerado como integrante de la corriente de pensamiento que tiene por referencia a San Jerónimo en Occidente, y que se planteaba el siguiente problema: ¿cómo establecer una pastoral de las relaciones conyugales (de la que ya no es posible prescindir en nombre de una valorización unilateral del ascetismo) sobre la base de una moral de la continencia? Y si esa misma corriente constituye un episodio, es uno importante: porque fue en ese marco donde se reelaboró la cuestión de las relaciones sexuales en el matrimonio, y, en virtud de esa corriente, la proposición según la cual la procreación es uno de sus fines no encuentra el mismo sentido en San Agustín y sus sucesores que en autores anteriores, ya sean paganos, como Musonio, o cristianos, como Clemente de Alejandría. Crisóstomo lleva adelante la desvinculación entre matrimonio y procreación a partir de la historia general del hombre, su caída y su salvación. En efecto, destaca que la procreación se anuncia en el Génesis en el momento mismo de la creación del hombre –«Creced y multiplicaos»(60)–, y por lo tanto antes de la creación de la mujer, antes de la caída, antes de la muerte y el dolor que la sancionan. Es, pues, anterior a la institución del matrimonio. ¿Qué puede significar entonces ese precepto dado por Dios al hombre solitario? Sabemos que Gregorio de Nisa ve en él el anuncio de una generación que se produciría a la manera angélica y habría permitido poblar el paraíso tal como el cielo está poblado de ángeles. Crisóstomo lo ve antes bien como un anuncio y una promesa: la fundación, desde la creación del hombre, de una posibilidad que se realizará a continuación(61). Y se realizará después de la caída. ¿A causa de ella? No directamente, al menos, sino de manera indirecta, dado que la caída provoca la muerte y la progenitura se da al hombre en carácter de compensación. Hay que señalar además que no es para llenar una tierra que la muerte habría despoblado rápidamente, sino para dar al hombre, con el pensamiento de las generaciones futuras, la imagen de una inmortalidad de la que había sido expulsado, o bien de una resurrección que lo salvaría. La procreación como imagen de la inmortalidad perdida es lo que menciona la primera de las tres homilías sobre el matrimonio: «Cuando no había esperanza de resurrección, […] Dios

Esta pregunta también está en el material:

Historia Sexualidad IV Las confesiones de la carne
338 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, no puedo responder a esa pregunta.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales