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janzas, al margen del hecho de que ninguna cosa humana, por así decirlo, se está quieta». También quiere decir que la ley, como imperativo general ...

janzas, al margen del hecho de que ninguna cosa humana, por así decirlo, se está quieta». También quiere decir que la ley, como imperativo general impuesto de la misma manera a todos, no es sin duda para el pastor de multitudes «el procedimiento de gobierno más correcto». Para terminar, esto también significa que solo podrá desempeñar su papel de pastor si se acerca y está junto a cada oveja: al tomar en cuenta su edad, su naturaleza, su fuerza y su debilidad, su carácter y sus necesidades, es necesario que «prescriba con exactitud lo que le conviene» a ella, y solo a ella(55). Este es sin duda uno de los rasgos más característicos de la modalidad pastoral del poder: el pastor tiene a su cargo todo el rebaño, pero debe modular la atención que prestará a cada una de las cabezas que lo componen. Poder sobre multiplicidades que él unifica y al mismo tiempo poder de descomposición que individualiza. Omnes et singulatim, según una fórmula que será durante mucho tiempo lo que podríamos llamar la «paradoja del pastor», el gran desafío al que debe enfrentarse sin cesar la pastoral del poder. 5. Salvar. La tarea final del pastor consiste en hacer regresar sano y salvo al rebaño. En este caso la salvación comporta cuatro tareas esenciales: lograr que el rebaño escape a los peligros que lo amenazan en el lugar donde se encuentra –y que lo fuerzan a buscar refugio en otra parte–, y, por lo tanto, fijar la partida oportuna, despertar a los animales dormidos, en suma, convocar: «Os haré salir de entre los pueblos y os reuniré de los países donde fuisteis dispersados»(56). Rechazar a los enemigos que puedan presentarse en el camino, mantenerlos a distancia como hacen los perros guardianes, defender(57). Saber evitar los riesgos del viaje, los cansancios, el hambre y las enfermedades, curar las heridas y sostener a los más débiles; en suma, cuidar(58). Y por último, al encontrar el buen camino, ocuparse del regreso de todos los animales al redil, hacerlos volver. El buen pastor debe salvar a todo el mundo, pero también a la más pequeña de las ovejas que esté en peligro. En ese punto la paradoja del pastor se convierte en una prueba decisiva. En efecto, hay casos en que, para salvar a la totalidad del rebaño, es preciso excluir al animal cuya enfermedad amenaza con infectar a todos los demás: hay que «seleccionar entre los elementos que son sanos y los que no lo son, los que son de buena raza y los que no son de buena raza», cuidar de unos y expulsar a otros, conservar únicamente «lo que hay de sano y no contaminado»(59). Pero existe el caso inverso, y es tal vez allí donde la singularidad del poder pastoral se distingue mejor del papel del magistrado o del hábil soberano: estos saben que siempre hay que salvar la ciudad, el Estado, el imperio, aunque algunos de deban perecer por la salvación de todos. El pastor, por su parte, está dispuesto, por uno solo que esté amenazado, a hacer por un instante como si el resto no existiera. Para él, ninguna de sus ovejas tiene precio, su valor nunca es relativo. Moisés, en los tiempos en que era pastor de Jetró, perdió una vez uno de sus corderos, salió en su búsqueda, lo encontró cerca de un manantial(«no sabía que te habías escapado porque tenías sed; debes de estar cansado»), lo trasladó de regreso sobre los hombros y Yahvé, al ver todo eso, dijo: «Porque tienes piedad del rebaño de un hombre, serás el pastor de mi rebaño, el pastor de Israel»(60). Entre la salvación de todos y la salvación de cada uno, imperativos absolutos uno y otro, el poder pastoral multiplica obligaciones inconciliables. 6. Rendir cuentas. La inminencia del hambre y la muerte, la necesidad de una protección incesante y la preocupación por la salvación dominan las relaciones entre las ovejas y el pastor y eliminan la posibilidad de que este sea jamás inocente de los infortunios que les sobrevienen; la más mínima de sus faltas –negligencia, avidez, egoísmo, rigor excesivo– amenaza con llevar a los animales a su perdición: «un día de ajetreo bastaría para que muriese todo el rebaño»(61). Falta por la cual el propio pastor pagará de inmediato, puesto que si extravía el rebaño, él mismo se perderá, y de la misma forma si lo reduce a la hambruna pasará hambre a su vez: «Es que han sido torpes los pastores […]; así no obraron cuerda

Esta pregunta también está en el material:

Historia Sexualidad IV Las confesiones de la carne
338 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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