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fundamentar mediante la experimentación biológica la teoría de la libido. Había que hacerse responsable por la adquisición de un conocimiento impor...

fundamentar mediante la experimentación biológica la teoría de la libido. Había que hacerse responsable por la adquisición de un conocimiento importante, conocimiento que tendría que enfrentar a un mundo hundido en la trivialidad y el formalismo. Era necesario ser capaz de estar solo, y esto no favorecía las amistades. Hoy, muchos de los que conocen esta nueva rama biopsicológica de la medicina, se dan cuenta de que la teoría caráctero-analítica de la estructura es la legítima continuación de la teoría del inconsciente. El resultado más importante de una aplicación sistemática del concepto de la libido abrió el nuevo camino para abordar el problema de la biogénesis. La historia de la ciencia es una larga cadena de continuaciones y elaboraciones, de creaciones y reformas, de críticas, de renovaciones y de nuevas creaciones. Es un camino duro y largo, y sólo estamos en el comienzo de su historia. Incluyendo largos tramos vacíos, se extiende sobre casi dos mil años. Siempre sigue adelante y fundamentalmente nunca retrocede. El ritmo de la vida se vuelve acelerado y la vida más complicada. E1 trabajo científico y honesto de avanzada ha sido siempre su guía y siempre lo será. Aparte de esto, todo el resto es hostil a la vida. Y ello nos impone una obligación. CAPÍTULO II PEER GYNT El tema del psicoanálisis era amplio y variado. Para el hombre de la calle fue como una cachetada. ¿Creen ustedes que sus acciones están determinadas por su propia libre voluntad? ¡Por cierto que no! Las acciones conscientes son sólo una gota en la superficie de un océano de procesos inconscientes, de los cuales nada puede conocerse y cuyo conocimiento atemorizaría. ¿Los individuos están orgullosos de "la individualidad de su personalidad" y de la "amplitud de su pensamiento"? Todo eso es mera ingenuidad. Sólo se es juguete de los instintos, se hace lo que ellos quieren. Por supuesto, eso ofende la vanidad de la gente, pero también se ofendió cuando tuvo que aprender que descendía de los monos y que la Tierra sobre la cual se arrastra no era el centro del universo, como creyó algún día. Todavía se cree que la Tierra es el único astro, entre millones, que está habitado. En pocas palabras, se está condicionado por procesos que no cabe controlar ni conocer, que se teme e interpreta erróneamente. Hay una realidad psíquica que va más allá de la conciencia. El inconsciente es como la "cosa en sí" de Kant: no puede ser captado en sí mismo, sólo puede ser reconocido por sus manifestaciones. El Peer Gynt de Ibsen siente esto cuando dice: "¡Adelante o atrás, es lo mismo! Fuera o dentro, todo es igual. ¡Él está aquí! ¡Y allí! ¡Alrededor mío! Creo haber salido del círculo, pero estoy en él. ¡Dime tu nombre! ¡Déjame verte! ¿Quién eres? Leí Peer Gynt una y otra vez, y tantas interpretaciones como pude encontrar. El rechazo emocional de la teoría freudiana del inconsciente no puede explicarse únicamente por las defensas tradicionales contra los pensamientos nuevos y grandes. El hombre debe existir, material y psíquicamente; existe en una sociedad que sigue un camino determinado. La vida diaria lo exige. Las desviaciones de lo conocido, lo usual, lo acostumbrado, muchas veces significan caos y desastre. El miedo del hombre a lo desconocido, lo insondable, lo cósmico, está justificado o por lo menos es comprensible. Quien se desvía del camino bien trillado puede fácilmente convertirse en un Peer Gynt, un soñador, un lunático. Peer Gynt parecía querer comunicarme un gran secreto sin poder llegar a trasmitirlo del todo. Es la historia del individuo insuficientemente equipado, que no puede ajustar su paso al de la columna en marcha del rebaño humano. No comprendido. Se ríen de él cuando es débil, tratan de destruirlo cuando es fuerte. Si no comprende la infinidad de la cual forman parte sus propios pensamientos y acciones, se desintegra automáticamente. E1 mundo se encontraba en un estado de transición e incertidumbre cuando leí y comprendí a Peer Gynt, y cuando conocí a Freud y penetré su significado. Me sentí un extraño, igual que Peer Gynt. Su destino me pareció el resultado más probable de una tentativa de alejarse de los caminos de la ciencia oficial y del pensamiento tradicional. Si la teoría freudiana del inconsciente era correcta —de lo cual no dudaba— entonces se podía aprehender lo interno, la infinitud psíquica. Uno se convertía en un pequeño gusano dentro del mar de los propios sentimientos. Todo eso lo sentí en forma muy vaga, de ningún modo "científicamente". La teoría científica, considerada desde el punto de vista de la vida tal como es vivida, ofrece algo artificial donde asirse en el caos de los fenómenos empíricos. De tal manera, sirve a modo de protección psíquica. No se está en tan grave peligro de hundirse en el caos si uno ha subdividido, registrado y descrito sus manifestaciones y cree que las ha comprendido. Mediante ese procedimiento se puede hasta cierto punto dominar al caos. Sin embargo, trátase de un consuelo mediocre. Durante los últimos veinte años me ha preocupado constantemente la dificultad de poder ver mi propio trabajo científico, finito, neto y delimitado, en función de la infinitud de la vida. En el fondo de toda esa labor minuciosa experimentaba siempre la sensación de no ser más que un gusano en el universo. Cuando se vuela sobre una carretera a una milla de altura, los automóviles parecen arrastrarse con excesiva lentitud. Durante los años siguientes estudié astronomía, electrónica, la teoría del quantum de Planck, y la teoría de la relatividad de Einstein. Los conceptos de Heisenberg y Bohr cobraron vida. La similitud entre las leyes que gobiernan el mundo de los electrones y las que gobiernan los sistemas planetarios comenzó a significar algo más que una teoría científica. Por científico que sea todo eso, no es posible eludir un solo momento la sensación de la magnitud del universo. La fantasía de estar suspendido, absolutamente solo, en el universo, es algo más que una fantasía del útero materno. Los automóviles que se arrastran, al igual que los tratados altisonantes sobre los electrones, nos afectan como una cosa insignificante. Yo sabía que la experiencia del insano se desarrollaba fundamentalmente en esa dirección. La teoría psicoanalítica afirmaba que, en el insano, el inconsciente irrumpe en la conciencia. El paciente pierde entonces la barrera contra el caos de su propio inconsciente, así como la capacidad de verificar la realidad en el mundo que lo rodea. En el esquizofrénico, el derrumbe mental se anuncia con fantasías, de diversos tipos, sobre el fin del mundo. Me conmovió profundamente la seriedad vehemente con que Freud trataba de entender al psicótico. Descollaba como una montaña sobre las opiniones pedantes y convencionales que los psiquiatras de la vieja escuela profesaban acerca de los desórdenes mentales. Este o aquel era "loco", decían, y eso era todo. En mis días de estudiante me familiaricé con el cuestionario para los pacientes mentales; me sentí avergonzado. Escribí una obrita de teatro en la cual describía la desesperación del paciente mental incapaz de dominar la marea de las fuerzas vitales y que clama por ayuda y claridad. Considérense las estereotipias de un paciente catatónico, gestos como el de apoyar constantemente un dedo contra la frente en un esfuerzo para pensar; o la mirada profunda, escrutadora, lejana, de estos pacientes. Y es entonces cuando el psiquiatra le pregunta: "¿Qué edad tiene?", "¿Cómo se llama?", "¿Cuánto es 3 por 6?", "¿Cuál es la diferencia entre un niño y un enano?" Encuentra desorientación, escisión de la conciencia, delirios de grandeza y nada más. El "Steinhof" de Viena albergaba casi 20.000 individuos de ese tipo. Cada uno de ellos sentía que su mundo se derrumbaba, y para poder aferrarse a algo, había creado un imaginario mundo propio en el cual podía existir. En consecuencia, yo podía comprender muy bien el concepto-freudiano del delirio como un intento de reconstruir el yo perdido. Sin embargo, sus puntos de vista no eran totalmente satisfactorios. Me parecía que su concepto de la esquizofrenia no iba más allá de la reducción de la enfermedad a una regresión autoerótica. Freud pensaba que una fijación en el período de narcisismo primario durante la infancia, constituía una disposición a la esquizofrenia.

Esta pregunta también está en el material:

La funcion del orgasmo
382 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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Lo siento, pero no puedo responder a esa pregunta.

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