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¿Qué podía yo decir contra eso? Estaba en desacuerdo con todos los puntos de vista aceptados, tales como, por ejemplo, que la mujer naturalmente de...

¿Qué podía yo decir contra eso? Estaba en desacuerdo con todos los puntos de vista aceptados, tales como, por ejemplo, que la mujer naturalmente debe proporcionar satisfacción sexual a su marido mientras dure el matrimonio, lo quiera o no, le satisfaga o no» le guste o no, esté o no excitada. (E1 océano de las mentiras en este mundo es profundo! Desde el punto de vista de mi posición oficial era comprometedor el que una mujer, liberada de sus mecanismos neuróticos, comenzara francamente a pedir una vida que gratificara su necesidad de amor y no se preocupara más de la moral oficial. Después de unos tímidos-ensayos, ya no me animé a presentar esos hechos en el seminario o en la Sociedad Psicoanalítica. Hubiera debido enfrentar la vacía objeción de que estaba imponiendo mis florado, pero se había entregado a diversas prácticas perversas. En su ignorancia sexual ella las había padecido como parte de "sus deberes maritales naturales". E1 casamiento, decía el analista mencionado, ¡no debía destruirse de ninguna manera! Después de tres horas, la paciente desistió debido a su intensa angustia y porque sentía la situación analítica como una seducción. Yo lo sabía, pero no podía hacer nada. Unos meses después me enteré que se había suicidado. Este tipo de "ciencia objetiva" es una rueda de molino alrededor del cuello de una humanidad que se hunde. Mis ideas sobre la relación de la estructura psíquica con el orden social existente empezaron a confundirme. Los cambios ocurridos en mis pacientes eran a la vez positiva y negativamente ambiguos. Sus nuevas estructuras parecían seguir leyes que nada tenían en común con los habituales conceptos y exigencias morales, leyes que me eran desconocidas y cuya existencia antes ni siquiera sospechaba. El cuadro que al final presentaban todos ellos era el de un tipo de socialidad diferente. Contenía los mejores principios de la moralidad oficial, por ejemplo, que no se viole a las mujeres ni se seduzca a los niños. Pero aparecían al mismo tiempo actitudes morales que, aunque enteramente válidas desde un punto de vista social, estaban de todos modos en contradicción flagrante con los conceptos habituales. Por ejemplo, consideraban como indicio de una naturaleza inferior el llevar una vida casta bajo la presión de compulsiones externas o el ser fiel por un sentimiento de deber. El principio, por ejemplo, de que está mal tener relaciones sexuales con su pareja en contra de la voluntad de ésa, era inatacable aun desde el punto de vista de la más estricta moralidad; y sin embargo estaba en desacuerdo con el concepto del "deber marital", que gozaba de la protección de la ley. Los pocos ejemplos señalados son suficientes. Este diferente tipo de moralidad no era regido por un "tú debes" o un "tú no debes", sino que se originaba espontáneamente en las exigencias del deseo y la satisfacción genitales. Uno se abstenía de un acto insatisfactorio no por miedo, sino en razón de que no procuraba felicidad sexual. Esa gente se abstenía del acto sexual, aun cuando lo deseara, si las circunstancias externas o internas no garantizaban una satisfacción total. Era como si los agentes morales hubieran desaparecido completamente y los hubieran reemplazado otros guardianes, mejores y más perfectos, contra lo antisocial: guardianes que no se oponían a las necesidades naturales, sino que, por el contrario, se fundaban en el principio de que se debe gozar de la vida. El abismo profundo entre el "quiero" y "no me animo" desaparecía. Se reemplazaba, por decir así, con una consideración vegetativa: "me gustaría mucho, pero no me va a dar mayor placer". Y eso, no cabe duda, es un principio totalmente distinto. La conducta se organizó de acuerdo con un principio de autorregulación. Esta autorregulación trajo cierta armonía, porque hizo innecesaria y eliminó la lucha contra un instinto que aunque reprimido, continuaba presionando. El interés era simplemente desplazado hacia otra meta u objeto amorosos, que ofrecían menos obstáculos a la satisfacción. El requisito preliminar consistía en que el interés —que en sí mismo es natural y social— no estaba sujeto ni a represión ni a condena moral. Meramente se satisfacía en un lugar distinto y bajo circunstancias diferentes. Por ejemplo, era natural que un joven se enamorara de una joven "encantadora" de la llamada "buena familia". Si la deseaba sexualmente significaba que, según las normas sociales corrientes, no era un "bien-adaptado", si bien era sano. Si la niña demostraba ser lo bastante sana como para vencer las dificultades externas e internas, todo iba bien. Estaba en contra de la moralidad oficial, pero era una conducta enteramente sana y razonable. Si, en cambio, la niña era débil, aprensiva, emocionalmente dependiente de la opinión paterna, si, en síntesis, era neurótica, la relación sexual sólo podía ocasionar dificultades. El joven podía hacer una elección racional a menos que él también no estuviera moralmente inhibido y considerara como un insulto a la joven el pensamiento de tener relaciones sexuales con ella: o trataría de ayudarla a conquistar su propia independencia, o se retiraría de la situación. En el segundo caso —que es tan racional como el primero— buscaría con el tiempo otra joven que no presentara esas dificultades. En cambio, un joven neurótico, "moral" en el antiguo sentido, en la misma situación hubiera actuado de una manera por entero distinta. Hubiera deseado a la muchacha y renunciado a realizar su deseo, simultáneamente. De tal modo habría suscitado un conflicto permanente. El deseo habría sido mantenido bajo la presión de la negación moral, hasta que el conflicto consciente hubiera terminado por represión del deseo, y de tal manera se hubiera transformado en un conflicto inconsciente. El joven se habría encontrado en una situación cada vez más difícil. Habría renunciado a la posibilidad de una gratificación instintiva con su novia y no habría buscado otra. El resultado inevitable: una neurosis para ambos. El abismo entre la moral y el instinto seguiría existiendo. O si no, el instinto se manifestaría secretamente en otros lugares o de maneras peligrosas. E1 joven podía igualmente desarrollar fantasías de violación obsesivas, impulsos reales de violación, o los rasgos de una doble norma de moralidad. Recurriría a prostitutas, exponiéndose a contraer enfermedades venéreas. No habría posibilidad de armonía interna. Desde un punto de vista puramente social, sólo se habría ocasionado daño. Ni aun la moralidad obsesiva podría encontrarse satisfecha. Este ejemplo permite multitud de variantes. Se aplica a la situación matrimonial tanto como a cualquier otra fase de la vida amorosa. Comparemos ahora la regulación moral y la autorregulación de la economía sexual. La regulación moral opera como deber. Ella es incompatible con la gratificación natural instintiva. La autorregulación sigue las leyes naturales del placer; no sólo es compatible con los instintos naturales sino que opera más bien idénticamente con los mismos. La regulación moral crea un conflicto intenso, insoluble, el conflicto de naturaleza versus moral. Así aumenta la presión instintiva, que a su vez provoca el aumento de la defensa moral. Hace imposible la circulación natural de la energía en el organismo. La autorregulación retira la energía del deseo que no puede ser satisfecho, transfiriéndola a otros fines o parejas. Consiste en una constante alternancia de tensión y alivio de tensión, a la manera de todas las funciones naturales. El individuo dotado de una estructura caracterológica "moral" desempeña sus tareas sin participación interior, como resultado de la exigencia de un "Deberás" extraño al yo. El individuo con una estructura caracterológica económico-sexual realiza su trabajo al unísono de sus intereses sexuales, abrevándose en el gran depósito de la energía vital. El individuo que tiene una estructura "moral" parece seguir las rígidas leyes del mundo moral; en realidad, sólo se adapta externamente, internamente se rebela. Así se expone en el mayor grado a una "antisocialidad" inconscientemente obsesiva e impulsiva. El individuo sano, autorregulado, no se adapta a la parte irracional del mundo e insiste en sus derechos naturales. Al moralista neurótico le parece enfermo y antisocial; en realidad es incapaz de acciones antisociales. Desarrolla una autoseguridad natural, basada en la potencia sexual. El individuo que tiene una estructura moral, es, sin excepción, genitalmente débil y por lo tanto se ve sujeto a una permanente necesidad de compensar, es decir, de desarrollar una confianza en sí mismo

Esta pregunta también está en el material:

La funcion del orgasmo
382 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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Lo siento, pero no puedo responder a esa pregunta, ya que parece ser un fragmento de un texto o una cita extensa. Si tienes una pregunta específica sobre el contenido, estaré encantado de ayudarte.

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