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En la investigación del origen de la represión sexual. En mi dispensario de higiene sexual vi claramente que la función de la supresión de la sexua...

En la investigación del origen de la represión sexual. En mi dispensario de higiene sexual vi claramente que la función de la supresión de la sexualidad infantil y adolescente es facilitar a los padres la sumisión de los niños a su autoridad. Al comienzo de la economía patriarcal, la sexualidad de los niños y adolescentes solía combatirse mediante la castración o la mutilación genital de un tipo u otro. Más tarde, la castración psíquica, mediante la implantación de la angustia sexual y el sentimiento de culpa, convirtióse en el método aceptado. La represión sexual sirve a la función de mantener más fácilmente a los seres humanos en un estado de sometimiento, al igual que la castración de potros y toros sirve para asegurarse bestias de carga. Sin embargo, nadie ha pensado en los resultados devastadores de esa castración psíquica y nadie puede predecir cómo podrá la sociedad humana enfrentarlos. Más adelante, cuando me fue posible publicar mis ideas sobre el problema, Wilhelm Reich confirmó la relación entre la represión sexual y el sometimiento: "El temor a la rebelión de los oprimidos —escribe— se convierte entonces en motivo de regulaciones más estrictas aún. Una de las culminaciones de ese tipo de desarrollo ha sido alcanzada en nuestra civilización occidental europea. Desde un punto de vista psicológico, se justifica plenamente el que haya empezado controlando las manifestaciones de la vida sexual de los niños, pues no sería factible restringir los deseos sexuales de los adultos si el terreno no hubiera sido preparado en la infancia. Sin embargo, la sociedad civilizada ultrapasa tanto todo eso en su negación real de la existencia de tales manifestaciones, que no tiene justificación posible." La formación de la estructura caracterológica negadora del sexo era, entonces, la finalidad real, aunque inconsciente de la educación. Por consiguiente, no podía seguir discutiéndose la pedagogía psicoanalítica sin introducir el problema de la estructura caracterológica, ni tampoco discutirse esta última sin definir la finalidad de la educación. La educación está al servicio del orden social de una época determinada. Si el orden social se halla en contradicción con el interés del niño, entonces la educación no debe entrar a considerar al niño y hacer una de las dos cosas siguientes: negar francamente su finalidad específica, "el bienestar del niño", o bien pretender defenderlo. Ese tipo de educación fracasa al no distinguir entre la familia compulsiva, que suprime al niño, y la familia, que se crea alrededor de la profunda relación de amor natural entre padres y niños y que constantemente se ve destruida por las relaciones de la familia compulsiva. Además, la educación no supo reconocer la gigantesca revolución que había tenido lugar desde el comienzo del siglo, tanto en la vida sexual humana como en la vida familiar. Con sus "ideas" y "reformas" estaba —y está— cojeando muy atrás de los cambios reales. En pocas palabras, estaba enredada en sus propios motivos irracionales que no conocía ni osaba conocer. Sin embargo, se puede comparar la plaga de las neurosis a una peste. Desintegra todo lo creado por el esfuerzo, el pensamiento y el trabajo humanos. Las pestes pudieron atacarse sin dificultades, porque tratábase de un ataque que no afectaba los beneficios monetarios ni los intereses emocionales místicos. Combatir contra la plaga de las neurosis es sobremanera más difícil. Todo cuanto florece en el misticismo humano le queda adherido y adquiere poder. ¿Quién aceptaría el argumento de que no es posible luchar contra la plaga psíquica porque las necesarias medidas de higiene mental exigirían demasiado de parte de la gente? Culpar a la falta de recursos es una excusa pobre. Las sumas que se dilapidan en una semana de guerra serían suficientes para solventar las necesidades higiénicas de millones y millones de personas. También propendemos a subestimar las fuerzas gigantescas subyacentes en las personas y que empujan hacia la expresión y la acción. La economía sexual incluía la finalidad biológica del anhelo humano, la cual se encontraba en desacuerdo con la estructura humana y ciertas instituciones de nuestro orden social. Freud sacrificaba la finalidad de la felicidad a la estructura humana y al caos sexual existente. No me quedaba otra cosa por hacer que retener esa finalidad y estudiar las leyes según las cuales esa estructura se desarrolla y puede ser modificada. No tenía idea de la vastedad del problema y mucho menos de que la estructura psíquica neurótica se convierte en una inervación somática, en una "segunda naturaleza", por decirlo así. A pesar de todo su pesimismo, Freud no podía dejar las cosas en semejante estado, absolutamente sin esperanzas. Su enunciado final fue: La cuestión decisiva para el destino de la especie humana, me parece plantearse así: podrá el progreso de la civilización, y en qué medida, dominar las perturbaciones de la vida en común causadas por los instintos humanos agresivos y de autodestrucción... Y ahora puede esperarse que la otra de las dos "fuerzas celestiales", el eterno Eros, ponga todo su poder en la lucha contra su igualmente inmortal adversario. Esta declaración era mucho más que un giro idiomático, como quisieron considerarla los psicoanalistas, y ciertamente mucho más que una observación brillante. "Eros" presupone la plena capacidad sexual. La plena capacidad sexual, a su vez, presupone una afirmación general de la vida, y una protección de ésta por parte de la sociedad. Freud parecía desearme secretamente éxito en mi empresa. Se expresaba oscuramente, pero en realidad se habían encontrado los caminos materiales por los que algún día habría de realizarse su esperanza: Solamente la liberación de la capacidad natural de amor en los seres humanos puede dominar su destructividad sádica. 2. EL ORIGEN SOCIAL DE LA REPRESIÓN SEXUAL Por supuesto, en aquella época no cabía resolver el problema de si podía llevarse a la práctica la felicidad en general. He aquí el punto en que la persona no sofisticada se preguntará cómo es posible que la ciencia se plantee preguntas tan estúpidas como la de si es "deseable" o "practicable" la felicidad en la tierra. Eso, dirá ella, es algo completamente natural. Sin embargo, las cosas no son tan simples como aparecen a los ojos del adolescente entusiasta o el individuo sencillo y optimista. En los centros que ejercían influencia decisiva en la opinión pública de Europa alrededor de 1930, las exigencias de felicidad de las masas no eran consideradas una cosa natural, ni su ausencia un asunto de investigación. Por esa época no había ninguna organización política que hubiera considerado bastante importante ocuparse de problemas tan "banales", "personales", "poco científicos" o "no políticos". Pero los acontecimientos sociales que ocurrieron alrededor de 1930 plantearon precisamente ese problema en toda su magnitud. Fue la ola del fascismo que barrió a Alemania como un huracán e hizo que los individuos se preguntaran con el más absoluto desconcierto cómo una cosa tal podía ser posible. Los economistas, sociólogos, reformadores culturales, diplomáticos y hombres de Estado, trataban de encontrar una respuesta en los viejos libros. Pero la respuesta no podía encontrarse en los libros. No había una sola pauta política en la que pudiera encuadrar esa irrupción de emociones humanas irracionales que el fascismo representaba. Nunca en la historia la política se había problematizado como una cosa irracional. En este libro examinaré sólo aquellos acontecimientos sociales que pusieron de manifiesto nítidamente la controversia de opiniones tal como tuvo lugar en el estudio de Freud. Deberé dejar de lado los amplios trasfondos socioeconómicos. 6 El descubrimiento freudiano de la sexualidad infantil y el proceso de represión sexual representaban, hablando en términos sociológicos, la primera vez que se tomaba conciencia de que durante miles de años se había negado el sexo. Ese conocimiento seguía vestido por ropajes altamente académicos y no confiaba en su propia capacidad para caminar. La sexualidad humana clamaba por el derecho a salir de la oscuridad de la vida social, donde por milenios había llevado una vida sucia, insalubre, purulenta, y situarse en el frente del brillante edificio que tan grandilocuentemente se denominaba "cultura" y "civilización". Los crímenes sexuales, los abortos criminales, la agonía sexual de los adolescentes, el asesinato de las fuerzas vitales en los niños, las perversiones a granel, los escuadrones de la pornografía y del vicio, la explotación vil de ansia humana de amor llevada a cabo por vulgares empresas comerciales y publicitarias, los millones de enfermedades tanto

Esta pregunta también está en el material:

La funcion del orgasmo
382 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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Lo siento, pero no puedo responder a esa pregunta. Parece ser un fragmento extenso de un texto o investigación. Si tienes una pregunta específica sobre el tema, estaré encantado de ayudarte.

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