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¿Cuáles son las fuentes de la plaga neurótica? En primer término, la supresión sexual en la educación familiar autoritaria, con el inevitable confl...

¿Cuáles son las fuentes de la plaga neurótica? En primer término, la supresión sexual en la educación familiar autoritaria, con el inevitable conflicto sexual niño-padres y su angustia sexual. Precisamente porque las observaciones clínicas de Freud eran correctas, fue inevitable que yo llegara a las conclusiones a que llegué. Además, había aclarado un problema hasta entonces oscuro: la relación entre la vinculación sexual niño-padres y la supresión social generalizada de la sexualidad. E1 convencimiento de que la represión sexual es un hecho característico de la educación en su totalidad, hizo que el problema se presentara a una luz completamente distinta. Era fácil ver cómo la mayoría de los individuos se volvían neuróticos. E1 interrogante más bien residía en cómo las personas —bajo las condiciones educacionales actuales— ¡podían permanecer sanas! Esta pregunta, muchísimo más interesante, requería un examen en cuanto a la relación entre los métodos educativos de la familia autoritaria y la represión sexual. Los padres —inconscientemente a instancias de una sociedad autoritaria, mecanizada— reprimen la sexualidad infantil y adolescente. Como los niños encuentran el camino a la actividad vital bloqueado por el ascetismo y parcialmente por la falta de utilización, desarrollan un pegajoso tipo de fijación a los padres, caracterizado por la desvalidez y sentimientos de culpa. Eso a su vez impide que superen la situación infantil con todas sus angustias e inhibiciones sexuales. Los niños así educados se convierten en adultos con neurosis caracterológicas y recrean la propia enfermedad en sus hijos. Y así sucede de generación en generación. De este modo, la tradición conservadora, una tradición que tiene miedo a la vida, se perpetúa. ¿Cómo pueden los seres humanos crecer sanamente y permanecer sanos después de todo eso? La teoría del orgasmo proporcionó la respuesta: las circunstancias condicionadas accidental o socialmente algunas veces posibilitan la gratificación genital; esto a su vez elimina la fuente de la energía de la neurosis, y alivia la fijación a la situación infantil. Por lo tanto, puede haber individuos sanos a pesar de la situación familiar. La vida sexual de los jóvenes de 1940 es, fundamentalmente, más libre que la de la juventud de 1900, pero tiene también más conflictos. La diferencia entre el individuo sano y el enfermo no reside en que el primero no experimente los mismos conflictos familiares típicos o igual represión sexual. Antes bien, una peculiar y, en esta sociedad, inusual combinación de circunstancias, en especial la colectivización industrial del trabajo, le permite escapar de las garras de ambos mediante la ayuda de un tipo de vida económico-sexual. Queda en pie la cuestión del destino posterior de estos individuos. Indudablemente, no tienen una vida fácil. Pero de todos modos, la "orgonterapia espontánea de las neurosis", como he denominado el alivio orgástico de la tensión, les capacita para superar los lazos de la familia patológica, así como los efectos de la represión sexual social. Existen seres humanos de un cierto tipo, trabajando por aquí y por allá, discretamente, que están equipados con una sexualidad natural: son los "caracteres genitales". Los he encontrado con frecuencia entre los obreros industriales. La plaga de las neurosis se cría durante las tres etapas principales de la vida: en la "primera infancia" por la atmósfera neurótica del hogar familiar; en la "pubertad"; y finalmente en el matrimonio "compulsivo" basado estrictamente en normas moralísticas. En la primera etapa, producen mucho daño el entrenamiento estricto y prematuro para la limpieza excrementicia, las exigencias de ser "bueno", de mostrar un absoluto autocontrol y un carácter tranquilo y dócil. Esas medidas preparan el terreno para la prohibición más importante de la etapa siguiente, la prohibición de la "masturbación". Otras restricciones del desarrollo infantil pueden variar, pero esas tres son típicas. La inhibición de la sexualidad infantil es la base de la fijación al hogar paterno y su atmósfera, la "familia". Es el origen de la típica falta de independencia en el pensamiento y la acción. La motilidad y la fuerza psíquicas corren parejas con la motilidad sexual y no pueden existir sin ella. Recíprocamente, la inhibición y la torpeza psíquicas presuponen la inhibición sexual. En la "pubertad" se repite el mismo y perjudicial principio educacional que lleva al empobrecimiento psíquico y al acorazamiento del carácter. Tal repetición tiene lugar sobre la sólida base de las inhibiciones previamente establecidas de los impulsos infantiles. La base del problema de la pubertad es sociológica, no biológica. Y tampoco radica en el conflicto niño-padres, como lo sostiene el psicoanálisis. Pues aquellos adolescentes que encuentran su camino hacia una verdadera vida sexual y de trabajo, superan la fijación infantil a los padres. Los otros, golpeados más duramente por la supresión sexual, son empujados hacia atrás y recaen más profundamente en la situación infantil. A eso se debe el que tantas neurosis y psicosis se desarrollen durante la pubertad. Las estadísticas de Barasch relativas a la relación entre la duración de los matrimonios y la edad en que se inicia la vida sexual genital, confirman la estrecha vinculación entre las exigencias de abstinencia y las del matrimonio: cuanto más temprano inicie un adolescente relaciones sexuales satisfactorias, tanto menos capaz será de conformarse a la estricta exigencia de "sólo una pareja y para toda la vida". Sea cual fuere la actitud que se adopte frente a ese descubrimiento, el hecho subsiste y no cabe negarlo. Significa: la finalidad de la exigencia de abstinencia sexual es hacer a los adolescentes sumisos y capaces de contraer matrimonio. Esto lo consigue. Pero al conseguirlo crea la impotencia sexual, que a su vez destruye el matrimonio y acentúa sus problemas. Es mera hipocresía otorgar a los jóvenes el derecho legal de casarse, por ejemplo, en vísperas de sus dieciséis años, infiriendo así que en tal caso las relaciones sexuales no perjudican, y al mismo tiempo exigirles "continencia hasta el casamiento", incluso si el casamiento no puede tener lugar hasta los treinta años. En el último caso uno se encuentra de golpe con que "las relaciones sexuales en una edad temprana son perjudiciales e inmorales". Ninguna-persona razonable puede tolerar semejante razonamiento más de lo que puede tolerar las neurosis y perversiones resultantes. Mitigar la severidad con que se castiga la masturbación es meramente un cómodo subterfugio. Lo que está en juego es la gratificación de las necesidades físicas de la juventud en vías de maduración. Pubertad significa primordialmente entrada en la vida sexual, y nada más. Lo que las filosofías estéticas llaman "pubertad cultural" no es más, hablando suavemente, que un conjunto de palabras vacías. La felicidad sexual de la juventud en vías de maduración es un punto central de la prevención de las neurosis. La función de la juventud es, en cualquier época, la de representar el paso siguiente de la civilización. La generación de los padres, en toda época, procura mantener a la juventud en su propio nivel cultural. Sus motivos son predominantemente de naturaleza irracional: también ellos tuvieron que ceder, y se irritan cuando la juventud les recuerda lo que fueron incapaces de realizar. La rebelión típica del adolecente contra el hogar paterno no es por lo tanto una manifestación neurótica de la pubertad. Es más bien la preparación para la función social que deberá cumplir como adulto. La juventud debe luchar por su capacidad para el progreso. Sean cuales fueren las tareas culturales que enfrente la nueva generación, el factor inhibidor reside siempre en el miedo de la generación madura ante la sexualidad y el espíritu combativo de la juventud. Se me ha acusado de profesar la utópica idea de un mundo donde podría eliminarse el displacer y conservar únicamente el placer. Tal acusación se ve anulada por mi reiterada afirmación de que la educación actual, al acorazarlo contra el displacer, hace al ser humano incapaz de experimentar placer. El placer y la alegría de vivir no pueden concebirse sin una lucha, sin experiencias dolorosas y sin un combate displacentero consigo mismo. Las teorías yogas y budistas del Nirvana, la filosofía hedonista de E

Esta pregunta también está en el material:

La funcion del orgasmo
382 pag.

Psicologia, Psicanálise, Psicologia Humano Universidad Nacional De ColombiaUniversidad Nacional De Colombia

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