Una comprensión profunda de las implicaciones de esta definición para el mundo laboral precisa de una descripción de los componentes configurativos...

Una comprensión profunda de las implicaciones de esta definición para el mundo laboral precisa de una descripción de los componentes configurativos y latentes que se encuentran incluidos en la misma. Estos elementos constitutivos son conceptos tecnológicos sobre los cuales se va a sustentar la Cuarta Revolución Industrial y que van a permitir cambios profundos y rápidos en distintos ámbitos de la sociedad y del contexto laboral. La Industria 4.0 es un campo emergente de investigación donde está surgiendo una amalgama de conceptos llegando a confundir al neófito tecnológico. A este respecto, diversos estudios bibliométricos (Da, Xu, y Ling, 2018; Oztemel y Gursev, 2018) han arrogado cierta luz sobre los conceptos tecnológicos constitutivos de la Industria 4.0, entre los más pertinentes y sin llegar a una explicación exhaustiva de los mismos destacamos: primero, sistemas ciber-físicos (CPS) entendidos como dispositivos que integran capacidades de computación, almacenamiento y comunicación con la funciones de seguimiento, control e interacción de objetos en un proceso físico. Los CPS suelen conectarse entre ellos, con el mundo virtual y las redes digitales globales (Lee y Seshia, 2017). Segundo, Internet de las Cosas (IoT) consiste en la interconexión de máquinas y dispositivos a través de Internet, mediante sensores, actuadores y procesamiento integrado de la información lo cual permite crear datos, proporcionar información analítica y apoyar nuevas operaciones (Horn, Koohang y Paliszkiewicz 2019; Ryan y Watson 2017). Tercero, Internet de los Servicios (IoS) entendido como el conjunto de servicios conectados que pueden ser comprados, vendidos y utilizados por proveedores y consumidores (Buxmann, Hess y Ruggaber, 2009). Cuarto, la industria inteligente o smart factory, con ello hacemos referencia al conjunto de prácticas de fabricación que utilizan datos en red y tecnologías de la información y la comunicación para organizar, mejorar y dirigir los procesos de fabricación y producción (Mital, Ahmad, Romero y Wuest 2019). Estos componentes tecnológicos básicos, junto a otros y que por su especificidad tecnológica no vamos a describir, posibilitan la integración, interconectividad y digitalización de los procesos de producción y manufacturación de la industria. La llegada de estas tecnologías marcará profundos cambios inimaginables hasta hace poco tiempo. Airbnb, Uber, Amazon, Alibaba, Cabify, WhatsApp, Siri, conducción autónoma de coches o geolocalización instantánea, entre otros, son algunos ejemplos ilustrativos de cómo estas tecnologías van formando parte de nuestra cotidianidad facilitándonos nuestra vida. A este respecto, las luces y sombras de estas transformaciones no se hacen esperar, ya sea desde posturas tecnofílicas como si la Industria 4.0 fuese una panacea a los problemas laborales actuales, o desde posicionamientos tecnofóbicos donde se augura el final de los puestos de trabajo por la digitalización. El impacto sobre las formas de producción, el ámbito del trabajo y las relaciones laborales es indudable e irrevocable suponiendo una metamorfosis sin igual en la sociedad (Schwab, 2016). La velocidad, amplitud y profundidad de la Cuarta Revolución Industrial generará retos de gran envergadura que incidirán directamente y negativamente sobre la desigualdad, el empleo y el mercado de trabajo. A corto y medio plazo, la automatización y digitalización supondrán la sustitución de los puestos de trabajo. La evidencia a este supuesto se encuentra en las nuevas industrias que generan mayor productividad con menor fuerza de trabajo que sus predecesoras en las etapas industriales anteriores (Schwab, 2016). En este sentido, se plantea que en las próximas dos décadas un alto porcentaje de puestos de trabajo estén en alto riesgo de desaparecer por la implementación de la Industria 4.0, sobre todo, empleos que se ejecutan mediante tareas mecánicas, rutinarias o repetitivas (Frey y Osborne, 2013). La amplitud de esta tipología de empleos y tareas pone en jaque a un considerable número de trabajadores. Una muestra de la futura destrucción de trabajo por la digitalización y automatización serían: por un lado, el proyecto piloto Amazon Go, un supermercado donde no existen trabajadores, ya que han sido sustituidos por inteligencia artificial, por otro lado, la creación por parte de Google de Waymo la empresa para desarrollar coches autónomos sin necesidad de conductor. Esta ejemplificación nos acerca a la incertidumbre de qué ocurrirá y cómo será el mundo laboral en las próximas décadas. Entre los peligros que adelantan Smit, Kreutzer, Moeller y Carlberg (2016) se encuentran el desfase de las industrias y la capacitación de los trabajadores para adaptarse a los cambios impuestos por la Industria 4.0. Estamos abocados a la Cuarta Revolución Industrial evitarla es imposible, aunque sí podemos hacer frente a sus retos para menguar, en la medida de lo posible, los efectos negativos sobre el mundo laboral. En este sentido, la agencialidad o proactividad de la persona es la clave para ello. Esta actitud de afrontamiento se encuentra afectada por la percepción del cambio que nos acontece, ya sea como una amenaza o una oportunidad. A su vez, esta percepción del cambio se encuentra influenciada por las capacidades personales y de aprendizaje que posee la persona para afrontar los desafíos. Una percepción óptima de las capacidades personales y de aprendizaje dispondría al sujeto para un mejor afrontamiento de la situación problemática y viceversa. De este modo, formar en capacidades relacionadas con la iniciativa personal o emprendimiento resultaría esencial para contrarrestar los envites de la Cuarta Revolución Industrial en el mundo laboral.