sentirse merecedor no solo de la solidaridad social sino como sujeto de derechos con capacidad de aportar al mundo su experiencia y su saber; neces...

sentirse merecedor no solo de la solidaridad social sino como sujeto de derechos con capacidad de aportar al mundo su experiencia y su saber; necesidad de dar sentido al proyecto vital, integrar la biografía, sanar las heridas y abrirse a los interrogantes sobre la existencia. Además de las necesidades económicas, de vivienda o de regularización administrativa, la tarea de intervención socioeducativa tiene que ver con la dignificación. Comprobamos que asistencia no es suficiente. Y aunque la intervención socioeducativa ha evolucionado, la relación educativa no lo ha hecho en la misma dirección. En demasiadas ocasiones la relación que se establece con las personas responde a una lógica de asistencia, especialmente ante situaciones de cosificación. La empatía y la protección de los educadores conduce a relaciones de acogida y compresión, muy importantes para la sanación de las personas. Pero, en demasiadas ocasiones el refugio necesario se torna en un lazo de dependencia que impide crecer y formarse a las personas. La complejidad de la historia de las mujeres, la humillación que han sufrido y las necesidades vitales que deben afrontar las secuestra en un lugar de víctimas del que es difícil salir. La condición de víctima es importante para reclamar el resarcimiento de derechos, pero en la relación educativa, las mujeres no pueden estar condicionadas a ocupar siempre el lugar de víctima. El peligro es una eterna infantilización del trabajo pedagógico. La relación educativa requiere de nuevas ópticas que recojan lo mejor del parámetro de acompañamiento pero que se orienten con más determinación a una óptica de emancipación y reconocimiento.