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Veamos ahora qué ocurre con la segunda dimensión de la elección. Elegir políticos es la principal ambición de los europeístas de cara las eleccione...

Veamos ahora qué ocurre con la segunda dimensión de la elección. Elegir políticos es la principal ambición de los europeístas de cara las elecciones europeas de 2014. Para contrarrestar la desafección hacia Europa y la lejanía con la que se perciben las instituciones europeas, los partidos políticos europeos han acordado que los votantes sepan de antemano quién de los candidatos de cada familia política optará a la Presidencia de la Comisión Europea. De ahí que se presente un candidato socialista (el alemán Martin Schulz), uno conservador (el ex primer ministro luxemburgués y expresidente del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker), un liberal (el eurodiputado belga Guy Verhofstadt), uno verde (el tándem formado por el activista francés antiglobalización José Bové y la Verde alemana Ska Keller) y uno de Izquierda Europea (el griego Alexis Tsipras). Como se ha señalado en el capítulo anterior, la distribución de escaños en el Parlamento Europeo, especialmente ante el auge de los populistas, hace muy difícil que la Comisión Europea se pueda dotar de un gobierno monocolor. Pero hay obstáculos adicionales a la hora de convertir a la Comisión Europea en un gobierno. La Comisión es la clave de bóveda del proyecto europeo. Como guardiana de los Tratados y defensora del interés general de Europa, se encuentra a medio camino entre una agencia con grandes capacidades de supervisión y sanción (como es el caso en el ámbito de la política de la competencia) y de un agente político con un gran grado de iniciativa para maximizar las posibilidades de integración que conceden los Tratados. En su primer papel, como agencia, debe ser independiente y neutral de los Estados, pues de ellos depende su legitimidad y eficacia. En su segundo papel, como agente integrador, debe trascender las diferencias de partido y lograr la integración de diferentes sensibilidades y visiones (Norte-Sur, izquierda-derecha, liberales-intervencionistas, miembros de la zona euro-no miembros de la zona euro, etc.). Ir hacia una Comisión ideológica, orientada solamente hacia la izquierda o la derecha, supone un desafío importante pues las ganancias en legitimidad democrática que se derivan de la politización de la institución pueden muy bien perderse por el cuestionamiento que algunos harían de sus decisiones sobre materias clave, atribuyéndolas a una perspectiva ideológica o partidista, no técnica (Grabbe y Lehne, 2013). Aunque la dimensión izquierda-derecha es muy importante en la política europea, y más aún en la política parlamentaria europea, esa tensión no agota ni mucho menos la política europea. La UE es un complejo equilibrio entre fuerzas y visiones, pesos y contrapesos y diferentes instituciones en el que no es fácil introducir los elementos mayoritarios típicos de la democracia parlamentaria. Al contrario, un gran número de instituciones europeas, como el Consejo Europeo o la Comisión, son “contramayoritarias”, es decir, tienen una composición política contraria a la mayoría que emerge en las elecciones europeas.

Esta pregunta también está en el material:

Torreblanca2014quiengobiernaenEuropa-catarata-final1
176 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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