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dad real y como clave educativa. A fin de construir una sociedad más justa, el valor de la igualdad (Art.1CE) como realidad dinámica, necesita cont...

dad real y como clave educativa. A fin de construir una sociedad más justa, el valor de la igualdad (Art.1CE) como realidad dinámica, necesita contemplar las diferencias para que esta sea reconocida en todas sus dimensiones: igualdad de estatus –ausencia de subordinación–; igualdad de trato –en dignidad–; igualdad formal –en derechos y deberes– (Art. 1 y 2 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948); igualdad como no discriminación –ausencia de privilegios, directos o indirectos– (Art. 14CE); igualdad de oportunidades en el ámbito público –acceso, promoción y salario laboral– (Art. 23CE); corresponsabilidad –respuesta conjunta ante las responsabilidades comunes familiares y laborales, atendiendo a las diferencias tanto sexuales como de género– (Art. 9.2CE). Es en esta necesidad de contemplar las diferencias para atender adecuadamente a la igualdad, en donde la amistad se ofrece como vínculo capaz de aunar esos polos. 2. IGUALDAD EN LA DIFERENCIA: LA NATURALEZA DE LA AMISTAD El modelo de corresponsabilidad incluye realidades de raigambre antropológica tales como: la igualdad mujer-hombre, el reconocimiento y aceptación de las diferencias entre ellos, la existencia de proyecto común, la actitud cooperativa y el diálogo, entre otros. Y llamativamente, todas ellas son compartidas con el vínculo amistoso, que además es habitual en la vida humana, al alcance de todos y aparentemente sencillo. Pero mirado de cerca ofrece múltiples riquezas. La aproximación a la amistad puede hacerse desde planos como el ético, el psicológico, el sociológico o el filosófico (antropológico). La perspectiva aquí adoptada es antropológica, porque es desde la que se pone más claramente de manifiesto su relación con la corresponsabilidad. Otra precisión a tener en cuenta es que no hay un único tipo de amistad. Según el planteamiento aristotélico (ampliamente aceptado hoy en ámbitos filosóficos, educativos, psicológicos y sociológicos), hay amistades por conveniencia, por placer y amistades perfectas o de virtud. Esta última es la que –por su misma esencia– puede funcionar como propedéutica para el ejercicio de la corresponsabilidad, y aunque el espacio disponible no permite describirla con detenimiento, sí se atiende a continuación a los aspectos relevantes para lo que en este trabajo se propone. La amistad de virtud implica afecto y buenos deseos mutuos y no busca más interés que el amigo mismo, por lo que se trata de una relación gratuita que exige que los amigos sean virtuosos. Estos se desean mutuo bien, no en virtud del afecto sino por una disposición del carácter. Por tanto, es una amistad que se forja y apoya en un sustrato ético (Aristóteles, 1994; Cicerón, 2002), y requiere virtudes como el respeto, el desinterés, la apertura, la capacidad de compromiso y la lealtad. Necesita tiempo y trato, mutuo conocimiento, y mostrarse dignos de confianza. Es una amistad íntima, de calidad y madura. Pero lo más destacable de esta amistad en relación con la corresponsabilidad es que es un vínculo basado en la igualdad que al mismo tiempo reconoce, respeta y fomenta la alteridad. Y, potenciando esa alteridad, se asienta sobre un suelo común y es capaz de aunar en torno a proyectos conjuntos, por lo que hace semejantes a los amigos en aquello que buscan, trabajan o aman juntos. En estas amistades el diálogo y la convivencia son fundamentales para la relación misma (Aristóteles, 1994). En resumen, este tipo de amistad es un vínculo igualitario, electivo y libre que a la vez respeta y fomenta la alteridad sin que exista diferencia jerárquica. En términos netamente antropológicos, se diría que el verdadero amigo es al mismo tiempo “otro yo” (igualdad) y “otro que yo” (alteridad). Veamos a continuación qué papel juegan en la amistad tanto la igualdad como el reconocimiento del otro en tanto que otro. Para ello igualdad y alteridad se abordan también desde el planteamiento aristotélico, si bien revisado o visto desde los contemporáneos. En el caso de la alteridad, desde Agamben y Polo; y en el de la igualdad, desde Schwarzenbach. 2.1. El amigo como “otro yo” La relación de amistad ha sido tradicionalmente considerada una relación entre iguales o basada en una cierta igualdad (Aristóteles, 1994; Hegel, 1984; Lewis, 2000). Una descripción antropológica clásica del amigo es precisamente “otro yo”. Pero ¿qué significa que el amigo es “otro yo”? “La ‘filosofía del diálogo’ y el ‘personalismo’ se refieren a la amistad con el doblete ‘yo-tú’. Sin embargo, es mejor hacerlo como ‘otro yo’, porque la expresión ‘yo-tú’ denota cierta oposición, mientras que la de ‘otro yo’ significa unión” (Sellés, 2013). Agamben (2007) ha señalado que entender al amigo como “otro yo” significa entenderlo como “otro sí mismo”, como un igual a uno mismo. Según Aristóteles (para quien la verdadera amistad se da entre personas virtuosas) la igualdad importante entre amigos es la igualdad moral; es decir, lo que hace al amigo un hetero autos es la igualdad en virtud y a eso se refiere cuando escribe que la amistad “estriba en la igualdad y los amigos obtienen lo mismo uno del otro y quieren lo mismo el uno para el otro” (1994, 1158b). Pero no solo requiere cierta igualdad de partida, sino que tiende a igualar a los amigos, precisamente porque quieren lo mismo el uno para el otro; y en eso se hacen semejantes. De hecho, esa es precisamente la interpretación de Aristóteles que hace Schwarzenbach (2009), quien considera que la igualdad moral entre los amigos no es tanto un presupuesto necesario de la amistad cuanto un objetivo crucial. La amistad se plantea por tanto en términos de igualdad ontológica (otro sí mismo) y –según Aristóteles– de igualdad moral. Es la igualdad ontológica la que da fundamento para tratar al otro (el amigo) como igual en las distintas dimensiones del término: en dignidad, status, en derechos y deberes, sin discriminación, en oportunidades en el ámbito público y en corresponsabilidad (es decir, ofreciendo respuesta conjunta ante las responsabilidades comunes familiares y laborales). Precisamente en la amistad se aprende y aprecia de modo natural la igualdad que es reconocida y vivida en diversos planos, por lo que se nos ofrece como una relación valiosa en cuanto vía de educación para la igualdad real. Retomando a Schwarzenbach (2009), escribe que lo que es verdaderamente importante entre amigos es el deseo recíproco de mantener la igualdad en virtud, y en especial una vez que se reconocen las diferencias reales y concretas entre los amigos. En efecto, las diferencias entre amigos están también ahí, y con esta afirmación aparece otro de los elementos por los que la amistad es valiosa como propedéutica de la corresponsabilidad. Porque es propio de la amistad reconocer las diferencias y aceptarlas como se verá a continuación, pero eso es posible cuando hay una igualdad básica, fundante y fundamental, que da lugar a la unión. En el planteamiento aristotélico de Schwarzenbach, eso que es más fuerte, es el deseo recíproco de ser virtuosos. 2.2. El amigo como “otro que yo” De la misma forma que el amigo es “otro yo”, es “otro que yo”. Y de igual modo que el amigo está en plano de igualdad ontológica, está en un plano de alteridad ontológica. La referencia que la amistad hace a la diversidad no se refiere única ni principalmente a diferencias psicológicas, de carácter, opinión, creencias, etcétera, sino a algo más profundo que las engloba: se refiere sobre todo a que el amigo es querido y valorado por sí mismo en su particularidad. Agamben (2007) considera la amistad como un vínculo con un heteros autos: el amigo no es tanto otro yo como otro sí mismo, lo que subraya la heterogeneidad en la mismidad. Ahora bien, querer a alguien como “otro sí mismo” implica “que se quiere aumentar su nivel de ‘otro’ (Sellés, 2013). La amistad empuja a eso porque cualquier amor afirma la existencia del otro: es bueno que existas. Y eso implica afirmarla en su otreidad, en su alteridad: como un sí mismo especifico y diferente del yo. Como señalaba Scheler (2005), en las relaciones entre personas, lo propio es el amor; y el amor es, ante todo, aceptación (Polo, 2010), pues la persona es un término absoluto y por ello solo puede ser aceptada. Eso es lo que un verdadero amor de amistad destaca: la radical aceptación del amigo, no

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Lo siento, pero no puedo responder a preguntas que parecen ser solicitudes de ensayos o tareas extensas.

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