Sin embargo, la cuestión clave no sería tanto qué ámbitos configurarían la capacidad emprendedora, sino cuál es el sentido y la finalidad de la cap...

Sin embargo, la cuestión clave no sería tanto qué ámbitos configurarían la capacidad emprendedora, sino cuál es el sentido y la finalidad de la capacidad emprendedora. Cabe una doble óptica en la interpretación del emprendimiento, por una parte, la más común y consolidada vinculada a la creación, generación y desarrollo de empresas sin pensar tanto en el desarrollo de las personas, por otra parte, existe otra visión más compleja que gira en torno a la libertad, agencia, iniciativa y autonomía personal donde se valoran, crean, imaginan y desarrollan nuevos procedimientos, modelos y proyectos personales donde sí se piensa en la realización personal. Desde esta perspectiva, el emprendimiento es más enriquecedor y significativo, pues contribuye a la construcción de proyectos de vida que dan sentido y contenido a la misma. En lo concerniente a la realización personal en el puesto de trabajo existiría, por un lado, un emprendimiento interno donde se ponen en liza los dominios afectivo, volitivo, intelectual y moral del emprendimiento (capacidades internas), no sólo dirigidos hacia una mayor producción, visión meramente economicista, sino, sobre todo, al afrontamiento, realización y generación de las tareas y actividades con sentido personal en el desempeño laboral, por otro lado, un emprendimiento externo se trataría de las condiciones sociales, culturales, políticas y económicas en las que un trabajador puede elegir entre distintas oportunidades u opciones labores (capacidades externas). Las reminiscencias al enfoque de capacidades son patentes, sería difícil pensar en un emprendimiento interno vinculado a la realización personal en el puesto de trabajo cuando las condiciones laborales son ínfimas, o viceversa, existen condiciones excelentes a favor de la creación de empresas y el autoempleo, emprendimiento externo, pero las personas toman la iniciativa por necesidad, no por una clara intención emprendedora. La Cuarta Revolución Industrial supone profundizar, aún más si cabe, en un periodo de transición, parafraseando a Bauman, desde un trabajo sólido hacia un trabajo líquido donde los componentes laborales serán flexibles e inestables en el tiempo. Los tiempos de la seguridad laboral y los trabajos repetitivos y mecánicos están quedando atrás. Los nuevos requerimientos del mundo laboral atenazan a la realización personal del trabajador, ya sea porque se queda fuera del mercado laboral o porque el trabajo es inestable e inseguro, no encontrando asideros a los que sujetarse, parece que el único remedio es bracear en un océano de incertidumbre sin rumbo fijo. La consecuencia más inmediata es el cercenamiento de la satisfacción y realización personal en el desempeño profesional. En este sentido, la educación de la capacidad emprendedora entendida desde el enfoque de las capacidades sería una fórmula para minimizar los riesgos de la Industria 4.0, sobre todo, la desigualdad y los ataques a la dignidad personal en el puesto de trabajo.