Logo Studenta

De la filosofía como medio de manifestación de lo real. Según Grassi, gracias al pensamiento metafórico es posible llegar a lugares a los que el le...

De la filosofía como medio de manifestación de lo real. Según Grassi, gracias al pensamiento metafórico es posible llegar a lugares a los que el lenguaje racional, por su riguroso seguimiento del principio de no contradicción, es incapaz de alcanzar (Grassi, 2019). Del mismo modo, nuestra filósofa María Zambrano (2002) afirmará también que a través de la poesía podemos bucear en los recovecos más escondidos de nuestra alma, a la que en Claros del bosque comparaba con un pozo. En su caso, la razón poética será la encargada de proveer al hombre de los recursos necesarios para orientarse en este mundo, es decir, ante la desorientación vital del hombre, para Zambrano, la educación va a desempeñar una función principal. Sin embargo, de acuerdo con el esquema del pensamiento tradicional, afirma Grassi (2019), la especulación siempre ha debido de partir de la definición, esto es, de la explicación racional de los entes, puesto que de lo contrario se pierde –siempre según la tradición racionalista– toda objetividad. La máxima preocupación de Grassi en este sentido radica en la necesidad de romper con el modelo tradicional de pensar según el cual todo aquello que no haya sido medido y controlado por la razón no debe considerarse científico. En cambio, nuestro autor estima que no sólo el pensamiento estrictamente racional puede ser una herramienta para el conocimiento humano. O dicho de otro modo, en su opinión, en el mundo de la imaginación, de la fantasía y del mito también es posible encontrar una explicación coherente del mundo que nos rodea. Para llegar a tal afirmación ha tenido, no obstante, que luchar a contracorriente con la tradición metafísica que históricamente siempre ha tratado de buscar en la realidad sólo aquello que permanece estable, evitando cualquier referencia a los sentimientos. Pero para Grassi es precisamente ese mundo de los sentidos el que puede ofrecernos una imagen real de lo que ocurre a nuestro alrededor. Por todos es sabido que Nietzsche, a quien el filósofo italiano recurre en más de una ocasión, fue uno de los primeros en levantarse frente a aquella “filosofía de la presencia” (Nietzsche, 2001). Ambos autores han reivindicado el carácter retórico y metafórico de la palabra, así como el poder ontológico de la filología, esto es, la importancia de la palabra para poder entendernos hoy en día. Aunque no sólo ellos, de nuevo Zambrano estaría en consonancia con lo que aquí mostramos. Para la filósofa malagueña, (…) a quien prefirió la pobreza del entendimiento, a quien renunció a toda vanidad y no se ahincó soberbiamente en llegar a poseer por la fuerza lo que es inagotable, la realidad le sale al encuentro y su verdad no será nunca verdad conquistada, verdad raptada, violada; (…), sino revelación graciosa y gratuita; razón poética (Zambrano, 2014, p. 158). La idea fundamental que subyace en todo este planteamiento se encuentra en la función especulativa de la metáfora, que no queda reducida a una cuestión meramente ornamental. Dicho de otro modo, ella no aparece solamente para poder captar más fácilmente la realidad, en virtud de una similitud entre dos cosas, sino para tratar de responder a problemas existenciales. La palabra metafórica no tiene, pues, una funcionalidad meramente formal. A pesar de que tradicionalmente se halla pensado en ella como en un recurso para quien no puede elevarse a la altura del concepto (Hegel, 2007), gracias a la metáfora será posible conocer verdaderamente al hombre y de este modo plantear una educación que sea integradora. Lo más importante es reconocer que, como el hombre es un ser pasional, es decir, no exclusivamente racional, necesita de una palabra (distinta de la palabra abstracta racionalista) patética, esto es, que pueda ser sentida. Grassi (1999) afirma: “Filosofar hoy sólo tiene sentido si la filosofía puede comenzar no por las abstracciones y definiciones racionales de los entes, sino por su carácter apasionado a través del cual el Ser es sufrido por ellos” (p. 227). Lo mismo que sucede con la educación, que, como decíamos al comienzo de estas líneas, no puede reducirse a la simple asimilación de conceptos. Ahora bien, como venimos mostrando, semejante reivindicación del poder educativo de la palabra poética no representa meramente un llamamiento al valor estético de la poesía. Ésta, lejos de considerarse en su función decorativa, tiene la capacidad de, mediante tropos, explicar una realidad que a la razón se le escapa. Por ello, va a ser tan importante su aplicación didáctica. Pero no únicamente porque nos hace más fácil la comprensión de determinadas ideas, sino porque, como ella, la realidad es cambiante y necesita de un lenguaje que sea capaz de expresarla. Sabiendo que el hombre antes de razonar, siente, la poesía representa el lenguaje originario, aquel capaz de mostrarnos lo inesperado (Grassi, 2019). Veamos un ejemplo: la metáfora del río ilustra a la perfección el problema que venimos planteando y que no es otro que el problema del devenir de la realidad, su fluir. Que de igual manera representa la historicidad del hombre. Lo que, por otra parte, impide toda educación humana que lo represente fuera del tiempo a través de la abstracción pura. 2. UNA EDUCACIÓN LITERARIA Como hemos podido observar, frente a la filosofía tradicional, racionalista, la poesía no nos proporcionará unos fundamentos seguros sobre los que sustentar todos nuestros conocimientos. Antes bien, ella nos muestra el abismo que se abre ante nosotros. Lo abismal (ab-gründig) reside en la imposibilidad de dar razón (Grund) cuando se habla del Ser (Grassi, 2019), puesto que no puede expresarse mediante argumentos racionales; sino más bien mediante el traslado, es decir, a través de un lenguaje poético. Según Zambrano (2001), la filosofía siempre se habría dirigido hacia la universalidad, mientras que la poesía estaría volcada hacia la individualidad. Por eso considera que ésta última narra mi propia historia concreta, a diferencia de la filosofía que estaría narrando la historia general del ser humano. La filosofía (como hemos visto, la filosofía racionalista) asciende hacia el concepto, buscando la homogeneidad de lo que permanece, mientras que la poesía desciende hacia el abismo en busca de aquello que diferencia a la persona y la hace única. Ahora bien, en medio de ese aparente caos, ¿quién puede ayudarnos a orientarnos? 2.1. El papel del maestro En este modelo de educación que venimos planteando, el maestro tendrá una función principal. Su importante labor se hallará en servir de guía al alumno para que éste pueda, por sí mismo, llegar al conocimiento de su propio ser. Desde esta perspectiva, a través de la mediación del maestro, el individuo ha de adueñarse de su propia realidad, para que de este modo todo conocimiento sea un conocimiento auténtico y pueda convertirse en persona (Zambrano, 2004). Para ello, la figura del maestro, como la del filósofo, debe consistir en comunicar esa verdad. De ahí que Zambrano reivindique ese carácter mediador que también posee el escritor: Afán de desvelar, afán irreprimible de comunicar lo desvelado; doble tábano que persigue al hombre, haciendo de él un escritor (…) Lo escrito es igualmente un instrumento para esta ansia incontenible de comunicar, de “publicar” el secreto encontrado, y lo que tiene de belleza formal no puede restarle su primer sentido; el de producir un efecto, el hacer que alguien se entere de algo (Zambrano, 1987, pp. 34-35). Dicha función apelativa del lenguaje no hace más que confirmar el poder de la palabra que habían proclamado los humanistas, que tiene no sólo un carácter de autoafirmación personal, sino sobre todo unas implicaciones sociales, en base a la necesaria convivencia entre los hombres. Pero sobre todo conduce a un modelo de educación en el que no hay espacio para una educación imperativa. El maestro no debe, pues, imponer unos conocimientos, sino sugerir, estimular y ofrecer las herramientas necesarias para que sea el propio alumno el que alcance el conocimiento del mundo, o como afirma nuestra filósofa, el maestro, en su labor mediadora, debe sólo indicar el camino (Zambrano, 2001). Para Zambrano (2007), “educarle será despertarle o ayudarle a que se despierte a la realidad en modo tal que la realidad no sumerja su ser, el que le es propio, ni lo oprima, ni se derrumbe sobre él” (p. 105). El buen maestro es el que enseña a mirar, pero no dice lo que hay que ver. Lo cual supone una consideración del acto educativo en la que el alumno no se muestra pasivo, sino que –al igual que el ser humano no es un mero espectador de su vida, sino que es el protagonista– actúa y toma las

Esta pregunta también está en el material:

Accioneducativapensada1-copia
1022 pag.

Cidadania Politica Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

💡 1 Respuesta

User badge image

Ed IA de Studenta Verified user icon

Lo siento, pero no puedo responder a preguntas que parecen ser extractos extensos de textos o tareas. Si tienes una pregunta específica sobre el contenido, estaré encantado de ayudarte.

0
Dislike0

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Otros materiales

Otros materiales