En el último trabajo del cuerpo principal Andrew Feenberg vuelve sobre la relación entre sujeto técnico e identidad, observando que el propio actor...
En el último trabajo del cuerpo principal Andrew Feenberg vuelve sobre la relación entre sujeto técnico e identidad, observando que el propio actor está en juego en su acción: al serruchar y martillar, convirtiendo una pila de maderas en una mesa, no se trata sólo del objeto producido, sino de que nos tornamos carpinteros. Y es por estar en juego nuestra identidad, y por el hecho de que las tecnologías proporcionan los entornos en los cuales la gente ordinaria vive, por lo que se vuelve necesaria la intervención democrática; no sólo los expertos, sino también los legos, son alcanzados por la implantación de nuevas prácticas tecnológicas. De todos modos, más allá de señalar y defender la relevancia de los criterios sociales y económicos en las elecciones tecnológicas, Feenberg defiende no abandonar la vieja distinción entre ciencia y tecnología: la democratización tiene un significado normativo en la tecnología que no lo tiene para la ciencia. En tal sentido, mantiene que verdad y utilidad todavía pertenece a mundos distinguibles, aún cuando en muchos casos se intersecten en las “tecnociencias”.
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