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Considerando elementos como estos, autores como Siún Hanrahan (2000) han señalado que aspectos como la objetividad no constituyen un patrimonio exc...

Considerando elementos como estos, autores como Siún Hanrahan (2000) han señalado que aspectos como la objetividad no constituyen un patrimonio exclusivo de la ciencia sino que operan también en el razonamiento visual y kinestésico del arte9. Si bien estas posiciones conciliadoras han contribuido a salvar intelectualmente la brecha entre las “dos culturas”, no ha sido sino muy recientemente el que esta “tercer cultura” parece haber tomado forma. Desde hace poco más de diez años, un conjunto de instituciones públicas y privadas, entre ellas Wellcome Trust Foundation, Calouste Gulbenkian Foundation, Arts Catalyst, Leonardo, YLEM, Foro Dialogue Science and Art, Edge Foundation y Art and Science Collaborations, impulsan acciones de vinculación entre la ciencia y el arte. Éstas han contribuido a institucionalizar un espacio de interacción entre el arte digital y la investigación científica primordial –aunque no exclusivamente–, hecho experimental novedoso en cuanto a sus implicancias sociológicas para las “dos culturas”. Este espacio de interacción supone a la tecnología como condición de posibilidad. Aquí las herramientas informáticas y los microscopios y telescopios de alta resolución, aparecen como una vía para la reunificación de las “dos culturas”. Lejos de la incidencia unilateral de uno sobre otro dominio, el arte y la ciencia experimentan en este contexto una sinergia positiva, que redunda tanto en la exploración del lugar del ser humano en el universo mediante formas estéticas que trascienden otras vertientes del arte contemporáneo, como en el desarrollo de técnicas de visualización imprescindibles para el estudio de fenómenos complejos. Las actuales tecnologías de visualización científica como condición de posibilidad para un diálogo entre las “dos culturas” Si bien no exclusivamente, esta “tercer cultura” se ha constituido en torno a los recursos representacionales de la ciencia contemporánea. Al igual que los recursos representacionales de la ciencia clásica, éstos pueden caracterizarse según rasgos como: su inmutabilidad –ofrecen la impresión de que el resultado de la investigación es durable en el tiempo–, su escala –permiten observar fenómenos que no serían visibles en otras circunstancias debido a su tamaño, grado de abstracción o duración–, su combinabilidad –permiten combinar resultados diversos para revelar nuevas conexiones entre fenómenos o piezas de información–, su transportabilidad -pueden ser incorporados a distintos circuitos de difusión de conocimiento-, y su poder de persuasión -constituyen un recurso activo en la negociación del conocimiento- (Latour, 1990). No obstante, a diferencia de los recursos representacionales clásicos, la mayoría de los actuales recursos representacionales no pueden existir como tales sin la mediación tecnológica. Este hecho fue advertido quizás por vez primera en un informe de la National Science Foundation de Estados Unidos, titulado Visualization in Scientific Computing (Mc Cormick, DeFanti y Brown, 1987), donde se promovía el uso y desarrollo de: los gráficos computacionales, el procesamiento de imágenes, la visión artificial, el diseño asistido por computadora, la interacción humano-computadora, y el procesamiento de señales. En virtud de este hecho, los recursos representacionales actualmente utilizados en la investigación científica pueden referirse tanto a sistemas físicos reales como a procesos informáticos que no encuentran correlato directo en éstos. Y he aquí su aspecto más novedoso. Tal referencia se corporiza en un objeto que, independientemente de que el fenómeno estudiado tenga características visuales o no, lo representa como si las tuviera. Por tal razón, a diferencia de otros formatos representacionales, los recursos representacionales a los que dan lugar las herramientas informáticas son dinámicos y autónomos. Por un lado, están sujetos a la manipulación del científico, quien puede rotarlos, modificar su escala, deformarlos, eliminar información espuria o innecesaria e incorporarles nuevos datos con el objeto de visibilizar con mayor precisión el fenómeno estudiado. Por el otro, devienen en materia prima para el análisis científico adquiriendo un estatus de realidad propio (Danston y Galison, 2007). Esta versatilidad y autonomía de la visualización científica computacional pone de manifiesto que la misma es una “ilusión de realidad”, independiente del tiempo y el espacio. Un rasgo que, veremos, permite conciliar las “dos culturas” al posibilitar que a partir de este tipo de recurso representacional, se generen objetos visuales susceptibles de ser reconocidos como productos del arte digital (Rand, 2008)10. Algo similar ocurre con aquellos recursos representacionales generados mediante tecnologías de visualización de alta resolución, como los microscopios y los telescopios, caso en el cual la versatilidad y la autonomía de la visualización científica está dada por las técnicas de composición aplicadas al equipamiento, las condiciones de luminosidad, los ángulos de cámara y los tiempos de exposición. Lejos de la reproducción fotomecánica y del naturalismo objetivista (Nickel, 2001), estas representaciones resultan de una cuidadosa elección estética que tiene por objeto no sólo “crear orden a través de la visualización”, sino también atraer al observador (Malin, 1999; Frankel, 2002). En sintonía con lo ocurrido en la fotografía artística, la generación de estas representaciones supone una labor sobre la codificación e interpretación de la imagen bidimensional. Al igual que lo ocurrido en la generación de visualizaciones computacionales, ello supone decisiones arbitrarias por parte del científico en torno a la determinación de la escala, la perspectiva, el contraste, las sombras y la intensidad del color. Sin embargo, en el caso de las representaciones generadas mediante tecnologías como los microscopios y telescopios estas decisiones pueden llegar a contradecir principios básicos de la ciencia, algo que claramente no ocurre con las visualizaciones computacionales. Frecuentemente ello no ocurre, tal como lo ejemplifica la técnica de “sintetización” de colores desarrollada por David Malin –químico experimen- tado en la generación de imágenes mediante microscopios electrónicos y ópticos y técnicas de difracción de rayos X– para distinguir planos y distancias en la representación de objetos cosmológicos distantes (Malin, 1999). Pero excepcionalmente sí, tal como ocurre con las técnicas de “visibilización” de Felice Frankel (2002) –una científica del Massachusetts Institute of Technology, quien sugiere cultivar dos cepas de hongos en un mismo plato a fin de aumentar visualmente el contraste entre su morfología. Aún en estos casos se reconoce la relevancia cognitiva de la manipulación del objeto y las circunstancias de la visualización. Pues, análogamente a la “ilusión de realidad” de la visualización computacional, los recursos representacionales generados mediante microscopios y telescopios no suponen una correspondencia necesaria con los objetos “retratados”. Éstos no existen tal como muestran las fotografías digitales, del mismo modo que no existen los fenómenos físicos o informáticos tal como son mostrados por las visualizaciones computacionales. Bien sea generado mediante herramientas informáticas, bien sea generado mediante tecnologías de visualización de alta resolución, el objeto visual sobre el cual trabaja actualmente el científico resulta de un proceso compositivo que responde tanto al imperativo científico de identificar patrones y agrupamientos de patrones como al imperativo artístico de instituir al observador como protagonista en la atribución de significado de lo que es observado. Visualizar científicamente los fenómenos implica “componer”, es decir, volver visible lo que necesariamente no lo es mediante nuevas formas de mirar el mundo. La exploración de estas “nuevas formas de mirar el mundo”, supone una concepción de la representación de la realidad que ciertamente concilia las divergencias otrora asociadas a la concepción del mundo de las “dos culturas”: un mundo externo a la espera de ser descubierto por el científico, un mundo construido fenomenológica y simbólicamente por el artista. Es esta concepción de la representación lo que contribuye a explicar no sólo el hecho de que los científicos contemporáneos hablen más de belleza y de elegancia que los propios artistas (Ede, 2005), sino también el que, proceso mediante, los objetos visuales generados a partir de la visualización científica encuentren similares posibilidades que los objetos

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culturas-cientificas-y-alternativas-tecnologicas
314 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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