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Realmente, ya que todo sistema de normas se inspira, necesariamente en la promoción de valores sustantivos y conduce de manera ineludible a ellas. ...

Realmente, ya que todo sistema de normas se inspira, necesariamente en la promoción de valores sustantivos y conduce de manera ineludible a ellas. Lógicamente, porque en el todos de la norma se encuentra necesariamente implicado, algo que trasciende al individuo. En el más simple de los casos, para preservar la autonomía de cada uno, la norma debe interferir en la autonomía de cada uno, lo que es decir de todos. Este todos anónimo e indefinido no es ni un individuo determinado, ni una colección concreta de individuos determinados, sino la posibilidad abstracta de continuar la vida social como tal (ídem, p. 165). Es desde esta perspectiva que estoy planteado la centralidad de la reflexión, en nuestra sociedad contemporánea, sobre la finalidad del avance tecnocientífico. En este sentido, Castoriadis destaca la importancia de enfrentar el hecho de que Mientras el desarrollo de la tecnología y la tecnociencia se acelera y se convierte en autónomo… va a la par del triunfo, durante este período, del imaginario capitalista y de un retroceso cada vez más marcado del movimiento democrático, del movimiento hacia la autonomía en el plano social y político (ídem, p. 103). En tanto prácticas humanas, las prácticas científicas tienen múltiples dimensiones, y por consiguiente, diversos niveles por donde se despliega lo valioso. Cuando juzgamos enunciados descriptivos, teorías o modelos, los valores son cognitivos, y cuando juzgamos las transformaciones introducidas con base a nuestro conocimiento, lo valioso se asocia de modo diverso con nuestras múltiples ideas sobre el ideal de hombre y de sociedad4. Aquí la exactitud y el rigor no quedan cuestionados, sino puestos en relación con nuestra identidad y, en este sentido, limitado por ella. De modo general, este límite tiene que ver con lo que consideramos legítimo, digno de ser mantenido, y en ciertos casos promocionado5. Cuando hablamos de comprender, lo valioso está relacionado con la verdad, con lo que vamos a considerar verdadero y base de nuestra reflexión a futuro; y esto más allá de que nuestro acceso a ello sea empírico-sistemático, o creativo-intuitivo. Pero cuando hablamos de nuestras acciones con relación a lo que comprendemos, también serán valorados otros aspectos, como no mentir o no distorsionar frente a otros lo que consideramos íntimamente cierto. Esta consideración se vuelve importante cuando transitamos del plano estrictamente teórico y semántico al plano pragmático, donde diversos actores pujan para alcanzar sus objetivos individuales y corporativos. Por este motivo, una mirada crítica e integral sobre las relaciones CTS nos lleva a que las prácticas tecnológicas no puedan ser evaluadas exclusivamente en términos cognitivos, sino que sus condiciones de legitimidad dependen de atender a los diversos modos en que podemos valorar sus propios procedimientos, resultados y consecuencias6. Creo entonces que, en definitiva, podemos decir que pensar el conocimiento en sociedades democráticas es pensar la relación entre identidades abiertas a la información (mediante la cual es posible aprender sobre el otro, sobre el medio y sobre sí mismas), e informaciones que sólo cobran sentido y relevancia, a partir de un núcleo de identidad. El marco de legitimidad Cuando hablamos de prácticas tecnológicas, los valores fundamentales parecen ser los de eficacia y eficiencia. Estos valores tecnológicos han ido sedimentándose con el paso del tiempo y naturalizándose como parte de nuestra cultura material, a través de las prestaciones obtenidas de las aplicaciones y sistemas tecnológicos. Cada vez que alguien saca dinero del banco o hace un depósito, enciende casualmente la luz, abre una canilla o llama por teléfono, está implícitamente reconociendo las grandes áreas de acciones y eventos seguros y coordinados que hacen posible la vida social moderna. Está claro que, pueden surgir todo tipo de dificultades y problemas, originando una actitud de escepticismo o antagonismo que haga que los individuos se desvinculen de uno o más de tales sistemas. Pero la mayor parte del tiempo, la manera segura con que las acciones cotidianas son engranadas en sistemas abstractos presta testimonio de la eficacia con que éstas operan (dentro del contexto de lo que se espera de ellas, dado que también producen muchas clases de consecuencias indeseables) (Giddens, 1991, p. 116). Si embargo, como desarrollé en la sección anterior, hay una dimensión no material de nuestra cultura que excede las consideraciones funcionales y afecta los valores que consideramos como parte de nuestra identidad. Es con relación a esta distinción, entre el aspecto material y el aspecto simbólico de nuestra cultura, que quiero insistir en la distinción entre “conservar” y “preservar” –a la que ya recurrí anteriormente (2008, pp. 395 y ss.)– y que tomo de S. Bleichmar. Tratamos de conservar todo lo que tiene que ver con nuestro aspecto material, nuestros bienes, nuestro cuerpo, nuestra salud y nuestra vida; pero intentamos preservar, los que le da sentido a la vida que llevamos y a la manera como nos representamos, nuestros valores y nuestra identidad (Blichmar, 2002). En caso de conflicto, se abren dos caminos: o aferrarse al aspecto material, resignando o marginando nuestros aspectos identitarios; o preservar nuestra identidad, a pesar del costo y pérdida material. Es en este punto donde se conecta la política interior (mediante la cual intentamos disminuir la distancia entre lo que somos y lo que quisiéramos ser) con la política social, donde lo central es la creación de espacios de participación y su ejercicio (en los cuales, de modo colectivo, buscamos instituir mecanismos para avanzar en el cumplimiento de metas sociales). Esto supone algo que no siempre sucede, y es haber conseguido salir tanto de las representaciones desencantadas, meramente materialista, y de las evaluaciones estrictamente personales, propias del individualismo. Cuando esto sucede, se pierde el interés colectivo, y una parte significativa del mundo exterior. En términos de Christopher Lasch: En la medida en que el mundo va asumiendo un aspecto cada vez más amenazador, la vida se torna una interminable búsqueda de salud y bienestar a través de ejercicios, dietas, drogas, regímenes espirituales de varios tipos, auto-ayuda psíquica y psiquiátrica. Para aquellos que perdieron el interés por el mundo exterior, excepto en la medida en que él permanece como una fuente de gratificación y frustración, el estado de su propia salud se torna una preocupación totalmente absorbente (Lasch, 1977, Haven in a Hearless World, Basic, Nueva York, p. 140; citado en Giddes, op. cit., p. 125). Como bien observa A. Giddens al respecto, aquí reside gran parte del problema actual. En sus términos, la relación entre lo individual y lo colectivo reside en el siguiente dilema ¿Es la búsqueda de la auto-identidad una forma algo patética de narcisismo, o es, al menos en parte, una fuerza subversiva de las instituciones modernas? (ídem). Ahora bien, si logramos pasar del plano individual al colectivo y si, atentos a lo señalado en la sección anterior, consideramos que nuestro objetivo principal es el desarrollo social efectivo, entonces podemos estar de acuerdo con el economista bengalí Amayrta Sen (Premio Nobel, 1998), para quien la economía del desarrollo y la ética deben discutirse de modo simultáneo. Sólo por este camino alcanzaremos una concepción integral del florecimiento humano y social (Putnam, 2004, p. 3 y ss.). En gran medida este trabajo acepta como adecuado el diagnóstico de C. Castoriadis con relación a las transformaciones que requieren las sociedades neoliberales modernas (marcada por el acrecentamiento de las brechas sociales, y la profundización de los patrones de consumo): principalmente, de una nueva actitud de los individuos que nos permita salir ... del dominio del imaginario capitalista de expansión ilimitada del consumo por el consumo, o sea por nada, y de la tecnociencia autónoma en su curso, que forma parte, evidentemente, de la dominación del imaginario capitalista. Otro camino debería abrirse: no está trazado de ningún modo. Puede abrirse únicamente a través de undespertar de social y político, un renacimiento, un nuevo resurgir del proyecto de autonomía individual y colectiva, es decir, de la voluntad de libertad. (Castoriadis, 2005, p. 109). Desde esta perspectiva estamos en posición de llevar adelante una reflexión crítica sobre el valor simbólico de la optimización constante, el cual en muchos casos ha estado guiado sólo por el aspecto material de las aplicaciones y sistemas tecnológicos. Desde aquí puede decirse, además, que el éxito alcanzado

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culturas-cientificas-y-alternativas-tecnologicas
314 pag.

Democracia Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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