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visto como la demostración de que, si el capitalismo cognitivo es capaz de movilizar a los pobres en cuanto que pobres, por medio de la segmentació...

visto como la demostración de que, si el capitalismo cognitivo es capaz de movilizar a los pobres en cuanto que pobres, por medio de la segmentación, esto no significa que sus mecanismos de acumulación puedan ir más allá de cierto nivel de homologación del consumo y de la composición social. La expansión terminó por golpear el techo, frenada por la propia necesidad de controlar el proceso de acumulación o sea de movilización de las fuerzas de trabajo. Finalmente, el tercer factor es de tipo político. El pacto de gobernabilidad se transformó en un consenso gradualmente más totalitario, que comenzó a mostrar las garras en todos los niveles. En el inicio de septiembre y en el día 15 de octubre, esas garras se mostrarán explícitamente en Río de Janeiro y en la gestión del interés propio (por el sistema de poder, incluido el Partido de los Trabajadores local) del sistema judicial y de la policía para reducir drásticamente –e inconstitucionalmente– la libertad de manifestación y de disenso. Ese consenso asumió tres formas y produjo dos grandes consecuencias (el tornarse explícito e inmoral de la corrupción sistémica y la crisis de la escisión derecha- izquierda). La primera forma de consenso es la convergencia significativa de la oposición política (y también de la prensa) alrededor de la figura de la presidenta. Dilma es considerada una gerente competente, subsiste a un gran consenso sobre las políticas sociales, y también convergencia significativa sobre los proyectos de desarrollo (sus técnicas de gestión), con una disputa bastante tímida sobre las inflexiones de la política económica. La segunda forma de consenso es el agotamiento de la dinámica de movimiento dentro del PT. A esta altura, este partido emerge como mucho más burocratizado internamente, visceralmente afectado por el funcionamiento del Estado de lo que podría imaginar y prever. Aunque no se trata sólo del PT: también de todos los movimientos organizados y de los partidos de extrema-izquierda –por no hablar de los sindicatos– que fueron superados, algunas veces repelidos, o de toda suerte de incapaces de leer al movimiento. La tercera forma es más estructural. Se trata del régimen de valores que se transformaron en hegemónicos en la coalición de gobierno, cooptados acríticamente por el PT: no en la construcción de un nuevo horizonte radiante (probablemente socialista o solidario), sino en la homologación dentro del viraje de la “nueva clase media”. El gobierno Lula-Dilma y el partido terminaron por depositar la confianza en el marketing que les permitió los grandes sucesos electorales de la misma manera que aquellos administradores que confían en títulos ultrainflacionados e invierten en ellos para obtener una performance milagrosa en la bolsa. Solamente que un día esa falencia en esa fe se convierte en suicidio político. Y esto es lo que sucede en junio de 2013. Para tener una idea, podemos sustituir la metáfora del castillo de naipes por la imagen de un bello y nuevo transatlántico, recién zarpado del puerto del subdesarrollo. Se llama Brasil Mayor y está navegando por el océano de la crisis del capitalismo, en ruta segura para el continente de los países desarrollados. En el puesto de comando, desfilan confiados los partidos de la coalición de gobierno, en cuanto los pasajeros de primera clase brindan la opulencia, seguros de un consenso inquebrantable. Eventualmente se colocan hasta un pañuelo en la cabeza, para enfatizar la alegría de la fiesta. Un motor doble garantiza la propulsión del navío, producto de la ingeniería de la gobernabilidad: el primero es el “neo-desarrollo”, el segundo es aquel de la “nueva clase media”. Sólo que la considerada “nueva clase media” no encontró nada interesante para permanecer en el área de la segunda clase y, junto a los pobres de la tercera, decidió ocupar el puente principal, vertiendo agua en la cerveza de la primera. Se acabó la orgia del consenso. El primer motor era el neo desarrollo. Era el modelo abrazado por el gobierno de Lula, y sobre todo de Dilma, como acción estratégica en medio de la crisis del capitalismo y como sensacional máquina de amplificación de la performance electoral, por la multiplicación de flujos espurios de financiamiento de las campañas y de los niveles de vida de los dirigentes. Eso significa el retorno del economicismo: con incentivos y subsidios millonarios a la industria “nacional” –en realidad, multinacionales automovilísticas y de electrodomésticos, a fin de inundar hasta la obstrucción la ciudad de máquinas –y los grandes proyectos (represas hidroeléctricas, submarino nuclear, industria extractiva) y mega eventos (Copa de Confederaciones, Jornada Mundial de la Juventud, Copa del Mundo, Olimpíadas). El segundo motor es el régimen discursivo destinado a establecer el consenso sobre los efectos de movilidad social ascendente, construidos por el gobierno del PT dentro de la idea –economicista y neoliberal– de la emergencia de una “nueva clase media”, esto es, de un nuevo estamento de consumidores, electoralmente mayoritario y políticamente conservador, de pie gracias al crecimiento económico moderado. Aunque la fiesta se fue agua abajo. Es justo de esta composición social que el régimen discursivo de la gobernabilidad, de Brasil “emergente” y “grande”, de esto que era considerado la “nueva clase media”, que irrumpe orgullosamente en el puente donde se celebraba una atmósfera auto comprensible y soberbia. El peligro no está afuera, en algún iceberg: el peligro mostró ser un monstruo que ya está adentro, devorando las entrañas del propio transatlántico, perturbando el determinismo de su ruta preestablecida y supuestamente “necesaria”. La multitud del trabajo metropolitano se presenta como proceso constituyente capaz de producir y afirmar otros valores, transmitiendo el impulso de las grandes ciudades hacia las más pequeñas, las periferias y los rincones. La nueva composición social de Brasil es un terreno de lucha abierto como alternativa radical, entre su homologación dentro de los valores agotados del capital global, y la formación salvaje de una nueva composición del trabajo metropolitano. Como anticipa Hugo Albuquerque, lo que vimos en junio fue la emergencia salvaje de la clase sin nombre. De junio hasta hoy, esa potencia salvaje está buscando inventar las instituciones comunes metropolitanas y ocupando las cámaras municipales, manifestaciones y “decretos de la plebe”. La fuerza de esos decretos está sometida a una dura prueba en 2014. Aunque, después de junio, la historia cambió de manera irreversible.

Esta pregunta también está en el material:

Activismo digital y nuevos modos de ciudadania- Una mirada global
287 pag.

Tecnologia e Cidadania Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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