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Las personas en condición de dependencia —ya sea por etapa de vida, como ocurre en la infancia y la adolescencia, por enfermedad o discapacidad, o ...

Las personas en condición de dependencia —ya sea por etapa de vida, como ocurre en la infancia y la adolescencia, por enfermedad o discapacidad, o por la combinación de etapa de vida y enfermedad— demandan un mayor apoyo para las AVD y para el cuidado de la salud, pero en realidad, en lo cotidiano todas las personas requerimos cuidados para construir los proyectos de vida que consideramos valiosos. Ello solo es posible en condiciones adecuadas en calidad y cantidad. Esto permite dar cuenta que la normalización actual de los cuidados como responsabilidad casi exclusiva de las familias y particularmente de las mujeres, constituye una injusticia. El siguiente elemento que identificamos y proponemos es la complejidad de los cuidados que está determinada por una interacción entre la magnitud de la necesidad de cuidados (tipo de acciones de cuidados y la temporalidad) y las condiciones en que se prestan (recursos materiales y humanos del entorno social y físico), y que causan un cierto efecto (resultado en las metas). A continuación, explicamos cada componente de la complejidad y los elementos de los componentes. La magnitud está dada por el tipo de acción requerida y la temporalidad. Para el tipo de acción requerida, proponemos tres variantes, con base en: - Si se trata de una acción sencilla o no especializada, es decir, que no implica habilidades técnicas, - Si se trata de una acción especializada que implica habilidades técnicas y, - Cuál es el propósito de la acción —mantener la salud o el soporte de la vida diaria, o ambos. De esta manera, las categorías del tipo de acción requerida son: a) Acción menor (m): Aquella no especializada dirigida a la salud o al soporte de la vida diaria b) Acción intermedia (I): Aquella no especializada dirigida a la salud y al soporte de la vida diaria. O bien, acción especializada dirigida a la salud o al soporte de la vida diaria c) Acción mayor (M): Aquella especializada dirigida a la salud y al soporte de la vida diaria Con respecto a la temporalidad, consideramos la frecuencia con que se requiere la acción —sea esporádica, periódica o continua— y la duración del período en el que se requiere —corto, mediano o largo—. De la combinación de esas posibilidades, proponemos cuatro categorías de temporalidad: I. Acciones esporádicas por un periodo corto, mediano o largo. Acción periódica por un período corto. Acción continua por un período corto. II. Acciones periódicas por un período mediano. III. Acciones periódicas por un período largo Acciones continuas por un período mediano IV. Acciones continuas por un período largo Como condiciones bajo las que se prestan los cuidados consideramos a los recursos materiales y las características del entorno, tanto físicas como sociales (personas, redes de apoyo, instituciones, etc. que participan en las acciones de cuidado, presencia de violencia, etc.). Esto incluye tanto a las condiciones propias de la unidad de cuidado como aquellas disponibles —ya sea a través del mercado o a través del Estado (en forma de programas públicos)— y que pueden ser accesibles o no, y resolutivos o no, de los cuidados. Finalmente, el efecto es la consecuencia en la unidad de cuidados y está determinado por la complejidad de cuidados y las condiciones en las cuales se prestan los cuidados. Este efecto puede ser de adaptación (A) es decir, se generan cambios que son tolerados por la unidad sin afectar su estructura o bien, de afectación (B) cuando los cambios alteran la estructura —el trabajo, la educación, la economía o la salud— de quien requiere o de quien proporciona cuidados. Para una misma complejidad de cuidados, las condiciones generan efectos positivos o negativos. Cuando son deficientes, pueden convertir a los cuidados en una carga y comprometer la consecución de los objetivos y metas del cuidado tanto para los quien recibe como para quien los proporciona. Por el contrario, cuando las condiciones son adecuadas, se logran los objetivos y metas para quien recibe y para quien proporciona cuidados. Con todo lo anterior, se evidencia que la complejidad de las necesidades de cuidados y las condiciones generan un tipo de demanda de cuidados. Por sencilla que sea la necesidad, si las condiciones son inadecuadas, se torna en una demanda de trabajo de cuidados alta y desproporcionada para quien los brinda. Es decir, la misma demanda tiene efectos muy diferentes en función de la capacidad de respuesta del núcleo de cuidado. Inicialmente puede existir un proceso de adaptación, pero si la demanda se mantiene o aumenta, ocurren afectaciones a la salud física y mental, a la capacidad laboral y a las posibilidades de desarrollo de la persona que cuida o incluso de la red de apoyo en su conjunto, disminuyendo la calidad de los cuidados para la persona que los requiere y también de quien los presta. Tal demanda en ocasiones implica una alta habilidad técnica. Tal asignación inequitativa de trabajo de cuidados se convierte en una carga de cuidados. En la actualidad existe una naturalización de la satisfacción de cuidados como responsabilidad única de las familias y diversos programas se han dirigido a capacitar o a dar un apoyo económico que no resuelve la necesidad, dejando fuera los aspectos estructurales de esta condición injusta. Reiteramos que el cuidado expresado en prácticas de cuidados no puede ser nocivo, pero las condiciones inadecuadas o insuficientes al proveer cuidados —así como su distribución inequitativa— generan desigualdad, inequidad e injusticia, y merman la salud y la calidad de vida de las personas. Esto convierte a los cuidados en una carga de cuidados que hoy rebasa a las familias y que no puede naturalizarse. Tipología Enseguida proponemos una tipología encaminada a mejorar la comprensión del Cuidado y los cuidados mediante la identificación y delimitación de lo que consideramos componentes esenciales de los cuidados y como parte muy importante de esos componentes, las interacciones entre sus elementos. Esta propuesta está dirigida a que las atribuciones a los cuidados sean más precisas y se identifiquen las características de los cuidados que requieren mayor apoyo, de tal forma que sean protegidos por el Estado. Las posiciones que subyacen en el modelo son: a) Es necesario pensar en proyectos de vida digna, solidarios y sustentables. b) Es indispensable proponer cambios estructurales que contribuyan a lograr una realidad más justa. c) El reconocimiento del derecho al cuidado debe considerar la necesidad de cuidados tanto de quien los recibe como de quien los presta. d) El reconocimiento del derecho al cuidado no puede atribuir responsabilidades que rebasen la capacidad de respuesta, o causen daño, a quienes prestan cuidados. Para la construcción de la tipología nos basamos en las dimensiones ética y epistémica identificadas. La dimensión ética considera los objetivos de los cuidados —que son proteger, mantener, recuperar y promover las capacidades de las personas—, así como la complejidad de los cuidados requeridos y el efecto de ello para la consecución de las metas del cuidado en las personas del núcleo de cuidado. Tanto la dimensión ética como los objetivos epistémicos son transversales a todos los cuidados para todas las personas. En nuestra tipología asumimos que los cuidados son procesos delineados por necesidades que implican acciones en una temporalidad y en condiciones particulares a cada entorno, determinados por los modos de vida. Es importante recordar que en la interacción de la complejidad y las condiciones pueden propiciarse consecuencias y alcances muy distintos de los cuidados. En las tablas uno y dos mostramos la tipología de forma esquemática con los cruces de los diferentes elementos del cuidado y tales cruces deben leerse en realidad, como interacciones que generan un efecto. El lector puede identificar de la siguiente manera. Por ejemplo, para el primer cruce de la tabla 2, en el que se indica m-I-A, se corresponde una acción no especializada dirigida a la salud o al soporte de la vida diaria (m) brindada de forma esporádica por una período corto, mediano o largo, o brindada de forma periódica o continua por un período corto (I) y que genera un efecto adaptativo en el núcleo de cuidado (A). En la casilla ubicada a la derecha, la diferencia está marcada por la letra “B” que indica que el efecto fue un cambio estructural. Si el le

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Libro_salud_colectiva_2018 (1)
238 pag.

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