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razones por las que consideramos que lo más adecuado es optar por una economía alternativa, una economía que hemos denominado ECONOMÍA CRÚTIL. La primera razón es que los recursos naturales del planeta son finitos. El ser humano es el único animal que no se adapta al entorno para sobrevivir, sino que transforma el entorno para poder desarrollar su modo de vida. En esta transformación, algunos de los recursos de los que nos hemos ido sirviendo (combustibles fósiles en su mayoría) están llegando a sus más bajos niveles históricos, y aunque se plantea el uso de energías alternativas no contaminantes, su aplicación en la práctica está siendo escasa y lenta. Es importante tener en cuenta que las teorías económicas clásicas fueron concebidas en momentos históricos en los cuales la realidad física y tecnológica era muy diferente de la actual. Surgieron en épocas en que el planeta se encontraba lleno de recursos naturales por explotar (sobre todo combustibles fósiles) y empezaba a existir la tecnología capaz de explotarlos a gran escala. Es lógico que estas teorías conciban la naturaleza como algo ilimitado. Sin embargo, hay que remarcar que el panorama físico y tecnológico con el que nos encontramos ahora es muy diferente. En estos momentos los recursos empiezan a tocar sus límites y la tecnología está encontrando que, por una parte, muchos recursos naturales no son sustituibles y; por otra, casi todos los sustitutos son técnicamente inferiores. A esto se añade, como comenta Margarita Mediavilla Pascual en Rebelión, que la visión que prima en la actualidad concibe el planeta como algo ajeno al proceso económico, e ignora que eso que llamamos economía, producción o tecnología, no son entes abstractos, sino subproductos de los recursos naturales y la energía. Tenemos que empezar a ver que, aunque hay formas de producir más limpias y eficientes, casi toda producción y actividad humana (excepto las más espirituales o artísticas) implica la apropiación de unos recursos que no quedan disponibles para otras especies. El mundo físico siempre es limitado y sujeto al problema del reparto, y el mundo físico son los mimbres con los cuales se hace nuestra economía, no son algo externo y ajeno a ella. La segunda razón es increíblemente relevante actualmente: la crisis económica y social en la que nos encontramos, generada entre otras cosas por nuestro deseo de controlar los combustibles fósiles, lo que genera conflictos devastadores y continuos entre países. Por último, en estos últimos años, este sistema en el que las personas estamos inmersas se ha ido legitimando de las más peligrosas artimañas y ha llegado incluso a jugar con los alimentos, creando una importante crisis alimentaria. La globalización económica que promueve y necesita estos flujos de alimentos y capital también globaliza los impactos negativos, sociales y ambientales. En 2007 la importación de alimentos al Estado español generó 4,74 millones de toneladas de CO2, un 66% más que en 1995, según un estudio de las Universidades de Sevilla y Vigo publicado recientemente por Amigos de la Tierra. En el actual contexto de cambio climático, los impactos de estas emisiones agravan la situación y nuestra deuda ecológica con el Sur, puesto que son las poblaciones más empobrecidas de estos países las más susceptibles ante estos cambios del clima. La reforma de la Política Agraria Común, las negociaciones internacionales sobre el clima, los tratados bilaterales de comercio o las políticas de compra pública y ahorro de emisiones no tienen en cuenta el impacto climático del modelo agroalimentario industrial, tampoco en lo que respecta al transporte. Al mismo tiempo, muchas personas que se dedican a la agricultura están siendo expulsadas de sus tierras por las grandes multinacionales agroalimentarias con el objetivo de utilizar sus ricas tierras para cultivos de exportación, una vez más para el enriquecimiento de pequeños grupos de poder, especulación alimentaria con la complicidad de los gobiernos. Debemos ser personas reflexivas con esta realidad en la que tenemos parte de responsabilidad como consumidoras principalmente y hay que ser conscientes de que esta situación se da cada vez con mayor frecuencia y más partes del mundo, también se está dando en Andalucía, en la que existe un gran acaparamiento de tierras en pocas manos y con fines especulativos y no destinados al consumo directo. La dificultad de acceder a alimentos a un precio justo debido a la especulación financiera con productos de necesidad básica ha desembocado ya en una gran crisis alimentaria, donde nuestros valores quedan totalmente olvidados. Por esto, hay que tener claro que la alimentación es un derecho propio de los seres humanos, por lo que los alimentos no pueden considerarse como un bien

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Economía Crútil Completo
240 pag.

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