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La red fluvial se restringe a los cauces de mayor tamaño (ver figura 5.23). Este hecho ha sido determinante para la pérdida de los servicios ambien...

La red fluvial se restringe a los cauces de mayor tamaño (ver figura 5.23). Este hecho ha sido determinante para la pérdida de los servicios ambientales que dichos arroyos podrían prestar a la ciudad como espacios naturales generando un microclima más fresco en verano y un paisaje de gran valor estético y recreativo. Por otra parte, con la transformación de los cursos fluviales naturales en colectores urbanos se agrava el riesgo de que se produzcan vertidos incontrolados o episodios de contaminación imprevistos, que al quedar ocultos escapan al control de los ciudadanos y al de la propia administración. En ciertas zonas del norte del país el entubamiento de los arroyos supone un riesgo adicional de las avenidas, al producirse en ocasiones de fuertes precipitaciones la rotura de los colectores y la salida violenta de las aguas por las calles urbanas. La experiencia confirma que las canalizaciones de los ríos urbanos agravan el riesgo hidrológico asociado a las crecidas, existiendo un elevado grado de incertidumbre en su respuesta, incluso ante las avenidas para las cuales se han diseñado. Los caudales que se utilizan para el cálculo de las obras de canalización a menudo corresponden a periodos de retorno comprendidos entre 100 y 500 años. En los modelos hidráulicos utilizados para el diseño se toman como hipótesis unas condiciones del cauce que son muy difíciles de mantener con el paso del tiempo, por lo que cuando se producen las avenidas éstas no se comportan como se presupuso en el estudio correspondiente. Por otra parte, los desarrollos urbanísticos de los municipios situados aguas arriba del sector canalizado hacen que aumente el volumen de escorrentías generado en cada tormenta y que se modifiquen los datos de partida en los cálculos, lo que supone un factor adicional de incertidumbre sobre la eficacia del diseño y sobre el riesgo de inundación. En general puede considerarse que las canalizaciones reducen la frecuencia de las inundaciones ordinarias correspondientes a periodos de retorno más cortos, pero no modifican la frecuencia de las inundaciones debidas a crecidas extraordinarias, que son las de mayor magnitud y causan mayores daños de mayor densidad de personas en zonas que no han perdido su naturaleza inundable, aunque en ellas haya disminuido la probabilidad de que se produzcan desbordamientos (ver figura 5.24). Al canalizar los ríos se agrava el riesgo hidrológico de las inundaciones. Al abrigo de una falsa sensación de seguridad se fomentan nuevas ocupaciones de mayor valor económico y los dragados de los ríos también son muy frecuentes en los tramos urbanos, como una actividad alternativa a la canalización propiamente dicha. Con ellos se rebaja el nivel del lecho del río y se hace más profundo el cauce para disminuir la inundabilidad de las márgenes (figura 5.25). A menudo se plantean como un trabajo de mantenimiento del cauce para evitar su desbordamiento, pero en otros casos se realizan para facilitar la instalación de nuevas infraestructuras en las riberas o mejorar su adecuación recreativa. Los efectos ecológicos de los dragados son muy diversos: causan la destrucción de las formas del lecho y organización de los microhábitats, dañan directamente a los organismos del cauce y alteran la calidad de las aguas durante su ejecución (ver figura 5.26). Pero su efecto más importante y prolongado en el tiempo se refiere a la inestabilidad geomorfológica que generan, que afecta a una longitud de tramo mucho mayor que la del tramo dragado. A través de un proceso gradual de redistribución de sedimentos del lecho por los caudales circulantes y del efecto más puntual e intenso de las avenidas, las zonas dragadas tienden a rellenarse nuevamente de materiales, y en breve tiempo vuelve a ser necesario repetir el dragado para los mismos fines iniciales, especialmente en los ríos de gravas o arenas donde es muy poco efectivo si antes no se ha eliminado la causa o presión que está generando la llegada de sedimentos al tramo y la necesidad de su extracción. Finalmente, como efecto del urbanismo en los ríos es necesario referirse al problema de contaminación de las aguas que generan los vertidos de aguas residuales procedentes de núcleos urbanos, donde a menudo existen industrias e infraestructuras que aportan metales pesados, substancias tóxicas, etc. Los vertidos de aguas residuales urbanas contienen un elevado número de patógenos, así como un elevado porcentaje de materia orgánica, sólidos en suspensión y demanda bioquímica de oxígeno o DBO. Todavía en España existen ciudades de una cierta importancia sin plantas depuradoras, y con el crecimiento urbanístico de las últimas décadas muchos núcleos urbanos presentan unas instalaciones de depuración de aguas residuales claramente insuficientes (figura 5.27). Una elevada contaminación de las aguas por materia orgánica y sólidos en suspensión, como contienen las aguas residuales urbanas, altera de inmediato las comunidades biológicas por falta de oxígeno en la columna de agua y deteriora a más largo plazo el carácter del lecho y los hábitat de orilla; en estas zonas se va acumulando un substrato de finos con problemas de anoxia que va degradando gradualmente la vegetación de ribera y fomentando la profusión e invasión de plantas nitrófilas más tolerantes a dichas condiciones. Los vertidos procedentes de industrias y polígonos industriales asociados a los núcleos urbanos a menudo contienen sustancias tóxicas que la Directiva Marco del Agua clasifica como “sustancias peligrosas prioritarias”, cuya presencia en las aguas de los ríos debe estar muy controlada. Dichas sustancias tóxicas, así como la presencia de metales pesados, generan un impacto directo en las comunidades biológicas que se traduce en la eliminación de un gran número de especies y la alteración de sus ciclos biológicos o el estado de salud de sus poblaciones, aunque no lleguen a alterar su hábitat físico. Por otra parte, cada vez es más frecuente en las aguas residuales urbanas la presencia de ciertos compuestos farmacéuticos procedentes de un consumo humano muy elevado de relajantes, antidepresivos, protectores estomacales, anticonceptivos, etc., que hoy día se consideran ya un problema ambiental de cierta magnitud, poniendo en peligro el mantenimiento de la salud de

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