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El segundo se uniformiza el substrato y las profundidades y velocidades del agua son muy similares en toda la sección, excluyendo a las especies qu...

El segundo se uniformiza el substrato y las profundidades y velocidades del agua son muy similares en toda la sección, excluyendo a las especies que necesitan un hábitat léntico en aguas altas, y a las especies que necesitan mayor profundidad y refugio en aguas bajas. (Brookes, 1994). Las secciones transversales, aunque se desplace lateralmente a través de la migración de sus meandros. La evolución del trazado en planta durante las últimas décadas aumentando o disminuyendo su sinuosidad, así como los cambios detectados en la pendiente longitudinal del cauce pueden ayudar a valorar el nivel de estabilidad o desequilibrio que presenta el río en la actualidad, y predecir cualitativamente su evolución a corto o medio plazo. Por otra parte, los procesos observados en las secciones transversales también reflejan el grado de equilibrio geomorfológico de los ríos y sus procesos de ajuste. Cuando estas secciones son excesivamente profundas evolucionan por erosión de los taludes laterales haciéndose cada vez más anchas, mientras que cuando son excesivamente anchas disminuye la capacidad de transporte de los caudales y en este caso evolucionan por sedimentación, haciéndose cada vez más reducidas con la ayuda del crecimiento de la vegetación en su interior. El grado de estabilidad o equilibrio geomorfológico de los ríos también puede observarse a partir de otros síntomas. Determinados efectos como el descalce de los pilares de puentes, estructuras de protección o sistemas radicales de la vegetación de más edad de las orillas, la aparición de nuevos estratos en el perfil edáfico de las orillas, o el descenso del nivel de las aguas y del nivel freático disminuyendo la frecuencia de los desbordamientos, pueden ser claros indicios de problemas de incisión y erosión del lecho, mientras que la presencia de estructuras aterradas, la disminución de la altura de paso de los puentes, la elevación gradual del nivel de las aguas con aumento de la frecuencia de los desbordamientos, el crecimiento de la vegetación en el interior del cauce, etc. pueden estar indicando un efecto contrario de falta de capacidad de transporte de los caudales y acumulación de sedimentos en el tramo correspondiente. Finalmente, el estudio de las condiciones morfológicas de los ríos debe completarse con un análisis detallado de las principales inundaciones que han tenido lugar en las últimas décadas, haciendo un estudio comparativo de los niveles alcanzados por las aguas y el comportamiento de cada avenida en relación a las precipitaciones caídas, y al estado del cauce y llanura de inundación en el momento de producirse. La cartografía de zonas inundables por avenidas correspondientes a diferentes periodos de retorno ayuda a comprender el comportamiento del sistema fluvial, y a detectar dónde se encuentran las zonas de mayor vulnerabilidad y cuál es el origen de los desbordamientos. La simulación hidráulica de los ríos tiene muchas limitaciones, debidas a la irregularidad espacial del cauce, a su movilidad y variación a lo largo del tiempo, a la dificultad de estimar su rugosidad, especialmente con el crecimiento de la vegetación, pero puede ser muy útil para tener una visión cualitativa del comportamiento de las crecidas y valorar el riesgo hidrológico ante diferentes escenarios teóricos de usos del suelo y modificaciones en la morfología fluvial. Para valorar las condiciones ambientales de las riberas es necesario realizar un análisis de los atributos que configuran las dimensiones y estructura del corredor de vegetación, así como un estudio de las características que determinan su funcionamiento formando parte del sistema fluvial. También en esta valoración se debe incluir un estudio de los usos y ocupaciones existentes en las márgenes, que pueden estar suponiendo una limitación al desarrollo de las funciones riparias o ser un condicionante para su restauración. A continuación, se comentan distintos atributos que sirven para caracterizar la estructura y el funcionamiento de las riberas, con los que se puede realizar una estimación integrada de su calidad ambiental a través del índice RQI propuesto por González del Tánago et al. (2006). 1. Continuidad longitudinal del corredor de vegetación riparia Esta continuidad permite el desarrollo de las funciones de corredor biológico del río, y asegura el movimiento y dispersión de numerosas especies en su interior favoreciendo la biodiversidad. La degradación de este atributo se pone de manifiesto a través del grado de fragmentación de la vegetación riparia, la distancia entre manchas o bosquetes de vegetación, o el porcentaje de perímetro del cauce en contacto con usos del suelo no relacionados con el medio fluvial (cultivos agrícolas, zonas abiertas sobrepastoreadas, urbanizaciones, vías de infraestructura, etc.). Cuanto mayor sea esta fragmentación mayor será la vulnerabilidad de la ribera a ir perdiendo sus especies características en favor de las más oportunistas, y mayor la pérdida de funciones ecológicas tales como la retención de sedimentos y materia orgánica, el sombreado del cauce o la asimilación de nutrientes, dejando tramos o sectores sin el efecto de filtro o barrera que desarrolla el bosque ripario. 2. Dimensiones en anchura del espacio ocupado por vegetación asociada al río- En condiciones naturales las riberas ocupan lateralmente todo el espacio que está afectado por la presencia del río, llegando a contactar con la vegetación natural o climatófila de las laderas. La anchura de este espacio, que es el que ocupan las avenidas cuando se desbordan, depende de la forma del valle, pudiendo ser muy pequeña (menor de 5 m) en los ríos pequeños de valles cerrados de cabecera, y muy amplia (mayor de 500 m) en los ríos de mayor tamaño en valles abiertos, donde es más extensa la llanura de inundación. Cuanto mayor sea el espacio de que dispone el río para su desbordamiento mayor será la disipación de energía de los caudales de avenida, la retención temporal del agua en cada tramo y su infiltración y percolación hacia los acuíferos, el espacio disponible para la creación de hábitat, el desarrollo de reacciones geoquímicas, el almacenamiento y la descomposición de materia orgánica, la retención de sedimentos, etc. La valoración de las dimensiones en anchura de las riberas de cada tramo debe hacerse en relación a las dimensiones que corresponderían a las condiciones naturales o de referencia. Como criterio general, y atendiendo a los resultados de muchos trabajos científicos, se puede considerar que a partir de una anchura entre 30 y 50 m a cada lado del cauce, en función del tamaño de este último, el río dispone de una franja protectora que puede evitar la llegada de nutrientes, sedimentos y contaminantes a las ag

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