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La palabra “restauración” alude a la reparación de algo que está dañado o deteriorado. La Real Academia de la Lengua Española define el término de ...

La palabra “restauración” alude a la reparación de algo que está dañado o deteriorado. La Real Academia de la Lengua Española define el término de restauración como “la acción y efecto de restaurar”, que a su vez significa “recuperar, recobrar, reparar, renovar o volver a poner algo en el estado o estimación que antes tenía”. Cuando hablamos de restauración de ríos también aludimos a su recuperación o reparación, reconociendo que en la actualidad se encuentran degradados y que es conveniente mejorar el aspecto y funcionamiento que presentan, tratando de recuperar el estado que tuvieron en tiempos pasados, que asociamos a una condición más “natural”. De los ríos, igual que de otro tipo de ecosistemas naturales, se pueden recuperar o restaurar distintos tipos de elementos o atributos, según sean los objetivos propuestos. Por ello en nuestro caso resulta más preciso hablar de “restauración ecológica”, indicando de forma explícita que la finalidad de dicha restauración es la recuperación del funcionamiento ecológico del río y sus riberas, y el logro de una estructura más natural, tal y como establece la Directiva Marco del Agua. Existen muchas definiciones sobre la restauración de los ríos, expresadas por diferentes autores. Así, se puede entender la restauración fluvial como el “reestablecimiento de las funciones acuáticas y las características físicas, químicas y biológicas relacionadas con ellas” (NRC, 1992); “el proceso de reparación del daño causado por el hombre a la diversidad y a la dinámica de los ecosistemas primitivos” (Jordan et al., 1987); el completo retorno de la estructura y el funcionamiento (de los ríos) al estado previo a su perturbación” (Cairns, 1991); o el “fomento de la recuperación, estableciendo el retorno del ecosistema a un estado que asemeja el de sistemas adyacentes no perturbados” (Gore, 1985). Quizás la relación más completa de estos conceptos sea la ofrecida por el Consejo Nacional de Investigación de Estados Unidos (NRC, 1992), que entiende la “restauración” como el retorno de un ecosistema a un estado próximo a la condición previa a su deterioro. Con la restauración, el daño ecológico causado al ecosistema queda reparado; ambos, su estructura y sus funciones son recuperados. Cuando solo se recuperan o recrean las formas sin las funciones, o se reintroducen las funciones atendiendo a una configuración artificial que se asemeja poco al ecosistema natural, no debe entenderse como restauración. El objetivo de esta acción es emular el sistema natural, autorregulado, que existe de forma natural en el contexto geográfico en que aparece. La Sociedad para la Restauración Ecológica extiende estos conceptos, y define la restauración ecológica como “el proceso de asistencia a la recuperación y gestión de la integridad ecológica. La integridad ecológica incluye un rango crítico de variabilidad en la biodiversidad, en las estructuras y procesos ecológicos, en el contexto regional e histórico, y en las prácticas culturales sostenibles” (Society for Ecological Restoration, 1996). Más recientemente se ha adoptado una definición asumida por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, que considera la “restauración ecológica como el proceso de asistencia a la recuperación de un ecosistema que ha sido degradado, dañado o destruido” (SER, 2002). Atendiendo a estas definiciones, y de una forma sencilla y muy concreta, podríamos definir la restauración fluvial como el “conjunto de actividades encaminadas a devolver al río su estructura y funcionamiento como ecosistema, de acuerdo con unos procesos y una dinámica equivalentes a las condiciones naturales, o que establecemos como de referencia del buen estado ecológico”. Hay dos aspectos que destacan por su importancia en este concepto de restauración ecológica de los ríos. En primer lugar, a través del proceso de la restauración el río recupera algo que era suyo, que formaba parte de su estructura y funcionamiento como ecosistema natural, y que por diferentes motivos lo ha perdido o se ha deteriorado, degradado, etc. Y en segundo lugar, con la restauración ecológica pretendemos conseguir que el río se aproxime a su estado natural, lo que requiere que dicho estado se conozca o defina previamente, como una condición de referencia a seguir en las actuaciones propuestas de restauración, que debe estar avalada por una documentación histórica con base científica. La restauración de los ríos surge como una necesidad ante el deterioro progresivo de los ecosistemas fluviales, y hoy día es una actividad que forma parte de la gestión de los ríos y sus recursos hídricos en un número cada vez mayor de países y regiones. Como se ha comentado anteriormente, si bien la actividad de la restauración ecológica todavía está en el ámbito del “arte”, con muchas incertidumbres en cuanto a la respuesta de los ríos a las distintas intervenciones, se va disponiendo ya de muchos ejemplos y experiencias llevadas a cabo en diferentes países europeos y de Norte América, que permiten valorar los logros obtenidos no sólo en los aspectos estéticos y de mejora del entorno, sino también en el funcionamiento hidrológico y ecológico de los tramos fluviales restaurados, en la mejora de la cantidad y calidad de los recursos fluviales y en el potencial de uso para las poblaciones ribereñas. En la figura 2.1 se pueden observar diferentes vistas del río Isar a su paso por la ciudad de Munich en Alemania. El proyecto de restauración de este río tradicionalmente canalizado con motas y escolleras se inició en la década de los 90, mediante una colaboración entre las autoridades del agua y las municipales, y en él ha participado un equipo muy numeroso y multidisciplinar de técnicos y colectivos sociales. Los trabajos principales han consistido en la recuperación del trazado primitivo del río, la ampliación de la anchura del cauce eliminando las escolleras existentes y la substitución de las traviesas por rampas de piedras, logrando con ello la recuperación de la dinámica natural de las gravas, tratándose de un río torrencial alpino, y la recuperación de los hábitats de orillas con su vegetación primitiva. Hoy día el río Isar es un referente internacional de rehabilitación de tramos urbanos, habiendo tenido una gran aceptación por parte de los habitantes de la ciudad; en la actualidad su restauración continua en otros tramos contiguos, según se va disponiendo de los permisos y los presupuestos necesarios para ello.

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