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acrecentadas –laborales-, pero no hay referencia a los procesos de análisis y crítica frente al uso y las implicaciones de las nuevas tecnologías tanto en su propio contexto local, nacional o en el de la aldea global. En la medida en que el docente asume roles de diseñador de tareas, guía, administrador, supervisor y productor de conocimiento, términos más bien cercanos al lenguaje económico o empresarial que al académico, se va invisibilizando y alejando de procesos que en palabras de Martha Nussbaum (1998), le permitan “el cultivo de la humanidad”. Retomando el objetivo primordial de los Estándares, es decir proporcionar lineamientos para los programas de formación de docentes, el documento reconoce en la formación profesional del docente un componente fundamental en la conformación de sistemas educativos de calidad y en las mejoras de la educación –sin perder de vista los objetivos ya planteados-. Así como los sistemas educativos y el docente en su labor deben propender por desarrollar en los estudiantes las habilidades que les permitan contribuir al progreso económico de su país, los programas de formación deben hacer eco de ese mismo objetivo y ofrecer programas que “pueden contribuir a orientar el desarrollo de capacidades y competencias específicas del personal docente, que se adecuen tanto a la profesión como a las metas naciones de desarrollo económico y social.” (UNESCO, 2008, p. 4), esto es formar docentes que sean una fuerza laboral competitiva y adecuada para los sistemas educativos y los enfoques propuestos. Las nuevas propuestas de formación de docentes deben contribuir a que el docente sea un elemento que promueva la mejora de la educación mediante su desarrollo profesional permanente. Los programas deben contribuir a que los docentes adquieran las destrezas que necesita para aplicar los tres enfoques propuestos por la UNESCO. El profesor no sólo dará forma al estudiante del siglo XXI, sino que es además de un reflejo simétrico del producto de los sistemas educativos propuestos para alcanzar las metas de desarrollo fijadas por cada nación. Es válido entonces preguntarse hasta donde los programas de formación para docentes regidos por estos estándares llevarán al docente a ser desarrollar aptitudes analíticas y a ser crítico y reflexivo frente al uso y las implicaciones de las nuevas tecnologías tanto en su propio contexto local, nacional o en el de la aldea global.
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