En consecuencia, uno de los retos que se define en este panorama, es la superación del dualismo que ha caracterizado la educación tradicional, respecto a la riña entre razón y el sentir, dicho de otro modo, la razón debe controlar al sentimiento, puesto que sentir, en algunos casos es considerado signo de debilidad, marcada por patrones afectivos dados desde la crianza o los procesos de socialización primaria que fueron dados en el seno familiar y que se constituyen en patrones donde se cohíbe la capacidad de sentir y expresar, que a la postre, aumentan los factores que pueden desencadenar trastornos afectivos que están afectando en algún sentido la sensibilidad para comprender la realidad de las practicas educativas cotidianas que se alejan de las particularidades de los estudiantes, lo que a su vez, los distancia aún más de la experiencia que trae consigo un enriquecimiento mutuo en un contexto que cambia día a día. Resulta contradictorio que un docente pretenda generar una sintonía con su clase, si antes no ha sido capaz de conectarse con sus propios sentimientos, lo que deriva en una franca falta de comprensión de las subjetividades humanas que llegan a entorpecer el desarrollo de la emocionalidad privilegiando la formación de carácter cognoscitivo.