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Pero por el solo hecho de entrar y leer, Andrés sostenía que ya se había participado de la conversación, que la imprenta ya había quedado. Naturalm...

Pero por el solo hecho de entrar y leer, Andrés sostenía que ya se había participado de la conversación, que la imprenta ya había quedado. Naturalmente, y como todos los días le sucede a las personas, hay conversaciones transcendentales, algunas que lo son menos, y también puro chismorreo, pues exactamente lo mismo ocurre en la red. No tiene nada de particular, el mismo Twitter, el mismo Facebook, o los blogs sirven para abordar cosas que nos interesan mucho, menos, nada o que son puro chismorreo. Una vez más el medio no es definitorio, él creía que lo era mucho menos de lo que algunos dicen, lo importante es como actúan las personas que utilizan el medio, ahí está todo, como siempre. Laura recordaba claramente la pasión que él había puesto en su disertación sobre la red. Ella percibió claramente que aunque era informático, no era solo un informático. Trataba de explicarse cabalmente, o tan cabalmente como podía: lo que sucedía, lo que pasaba en el mundo que le había tocado vivir. Naturalmente eso no hizo otra cosa que provocar que Andrés le gustara un poco más. Esa conversación había excitado, por así decirlo, la curiosidad de Laura, y casi sin darse cuenta se vio envuelta en algo parecido a una investigación. Tenía y no tenía claro su objetivo. Quería saber más, como Andrés, y al mismo tiempo quería explorar las posibilidades de la comunicación digital. Su alma humanista —que si alguna tenía, por fuerza, debía de ser ésa— la empujó hacia el mundo de los blogs, donde, de acuerdo con Andrés, la conversación podía ser algo más pausada y con derecho a intervenir o no. Sabía lo que debía hacer, empezar y dejarse llevar de enlace en enlace. Lo que trataba de ver era si era posible categorizar de alguna forma el contenido de las conversaciones, ver qué estilo tenían, qué ritmo, qué extensión. Se confesó que de entrada parecía que tuviera un interés que aparentaba ser como muy literario, sin embargo acabó por darse cuenta de que también estaba buscando una posible y particular ventana al mundo. Se daba perfecta cuenta de que, aunque los acontecimientos de Pueblo Verde podían tenerla bastante entretenida, al cabo aquello no era más que un rincón recóndito del planeta; que quizás fuera bueno tener contactos con el “resto de la Humanidad”. Tiró del calificativo con el que, mal que bien, había definido a su alma: humanista. Y navegó. Desde luego no estuvo mal, encontró webs que trabajaban en la definición de ese calificativo, blogs que querían su progreso en el mundo, no faltaron espacios decididamente espirituales que animaban claramente a que las expresiones “espiritual” y “humano” fueran tratadas como sinónimas. Especialmente interesantes fueron los que trataban acerca de la fraternidad. Justamente estaba navegando en uno de esos espacios, cuando algo que ya le había sucedido más de una vez se presentó. Aunque en las anteriores ocasiones casi siempre estaba vinculado a un aviso publicitario. Una ventana emergente formalizó un saludo, un escueto: ”¡Hola!, ¿Qué tal?”, al tiempo que (la) animaba a contestar desde un nick totalmente recurrente: “invitado”. Laura normalmente cerraba sin pensar estas ventanas, ya que las consideraba un poco como intrusas, normalmente no aparecían previa solicitud, surgían al navegar en un determinado espacio que hacía pensar al emisor de la ventana que su mensaje podía ser de interés para el navegante. La ventana portaba consigo un espacio chat. Esta vez, Laura no cerró la pantalla, el nick que precedía al “Hola, ¿Qué tal” despertó su interés: “Humanos1”. Un tanto irreflexivamente, como después reconoció, contestó desde su nick. Invitado: Bien. ¿Quién eres? Humanos1: Alicia. Encantada de conocerte. Invitado: ¿Humanos1? Humanos1: Sí, eso es, una red de los que pensamos que todos somos uno. Invitado: Y tú ahora estás de guardia. Laura sabía lo suficiente de contactos virtuales como para conocer que convenía formular una pregunta así, inesperada; eso le permitiría comprobar si estaba ante un simple contestador automático o si realmente había una persona al otro lado. Humanos1: Sí, de guardia, de hecho somos muchos los que estamos de guardia ahora mismo, un poco nos repartimos por el mundo. Invitado: Ya veo. Quizás no se llamara realmente Alicia la persona con la que estaba hablando, pero, desde luego, alguien de carne y hueso estaba conversando con ella. Humanos1: En primer término, permíteme que te pida disculpas por la forma de aparecer, pero tú estás navegando en una web muy particular y además has mostrado interés por aspectos muy concretos de la fraternidad. Cuando eso pasa, nos permitimos lanzar esta ventana. Invitado: Gracias por pedir disculpas. ¿Y ahora? Humanos1: Ahora esta forma de contacto se acaba. Te invito, por favor, a que puedas conocernos mucho mejor a partir del enlace que aparecerá en un momento. Si te interesa lo que verás en nuestro blog, entonces tú misma podrás hacerte miembro de la red. Y a partir de ahí, tú escribes tu historia con nosotros. Invitado: ¿No hay trampas? Humanos1: Ninguna, verás que en nuestro blog hay un apartado de privacidad, y una opción que dice “borrar todos mis datos”. Si lo pulsas, borraremos cualquier registro que tengamos relacionado contigo. Nos hemos conocido a partir de una web que habla de la fraternidad. Sólo concebimos contigo un trato fraterno, no es posible ningún otro. Invitado: Alicia, me llamo Laura. Humanos1: Quizás nos veamos, quizás trabajemos juntas, o quizás nada de eso pase, pero en cualquier caso Laura, tú y yo somos una. Ahí va el enlace. Hasta siempre. Invitado: Hasta siempre, Alicia. El blog de lo que resulto ser toda una red era imponente, y contenía tanta información que Laura fue incapaz de recorrerla toda ni de lejos. Una cosa la convenció lo suficiente como para hacerse miembro. Estaba claro qué era la red y dónde se ubicaba, se daba una dirección física en Londres y el nombre de personas delegadas o responsables en más de cincuenta, y también se citaba con nombres y apellidos a los miembros del equipo coordinador, el de Londres; Unos cuantos clics de verificación fueron suficientes. Justo antes de salir se fue al canal chat y buscó “Alicia”. Se dio cuenta de que había sido un intento un tanto infantil, aparecieron más de cincuenta personas con el nombre de Alicia, pero sólo uno de esos nombres tenía algo así como una pequeña luz encendida. La pulso y escribió un mensaje: —Alicia, estoy dentro. La respuesta fue también muy corta. —¡Bienvenida! Laura supo que una invisible y radiante sonrisa había enlazado sus palabras. Abrió un documento nuevo en su ordenador. No es que lo hiciera siempre, pero a veces sentía la necesidad de escribir sus pensamientos; de alguna manera eso permitía que dejaran de ocupar espacio en su mente, de liberarla. Encabezó el texto con un simple “qué me pasa”, no lo expresó en forma de pregunta, tenía una intención descriptiva, de mera anotación de lo que le estaba pasando. Y así fue, lo que escribió fue algo muy parecido a un informe que relataba hechos sin apuntar ni juicios ni valoraciones. Qué me pasa 1º Decido en un segundo irme al sur del sur, sabiendo que no aceptar la designación no es especialmente grave. Lo sé y sin embargo me voy. 2º Decido qué hacer con las cenizas de mi padre, y aunque es lo más increíble del mundo, lo hago con una seguridad pasmosa en lo que estoy haciendo. 3º Sé que nunca volveré a pisar la Alameda. 4º Conozco a alguien, Manuel, e inmediatamente sé que va a ser muy importante para mí. 5º Parece como si algo me estuviera hablando constantemente de morir y de nacer. 6º He reconocido, horrorizada, que no tengo ni idea de lo que estoy haciendo en Pueblo Verde, ni de por qué estoy aquí, pero sigo aceptando sin pestañear verme rodeada por una historia de Capuletos y Montescos, en pleno siglo XXI. 7º Por primera vez que yo recuerde, acepto a la primera una relación “plena” con un hombre, que además es ocho años más joven que yo. 8º Dialogo con una ventana emergente, y encuentro tan razonable su propuesta, que me asocio a su organización y todo. Laura marcó con negrita que no volvería a pisar la Alameda, su certeza de eso era absoluta. Por supuesto que ella no sabía lo que era “una anticipación”, pero pensaba que si a algo se podía parecer, ésa era la sensación que ella tenía. No, no volvería a pisar la Alameda; ella no, estaba segura. Tras leer y releer, no fue capaz de encontrar un factor común: a veces aparecía totalmente segura de sí misma y de lo que hacía, otras la inseguridad era también total. Desde su posición de profesora

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348 pag.

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