Logo Studenta

ó con su acostumbrado aspecto de filósofo. Habló poco, como siempre; no dijo nada del motivo que le había impulsado a regresar, y pasó algún tiempo...

ó con su acostumbrado aspecto de filósofo. Habló poco, como siempre; no dijo nada del motivo que le había impulsado a regresar, y pasó algún tiempo antes de que sus hijas tuvieran el valor de hablar del tema. Por la tarde, cuando se reunió con ellas a la hora del té, Elizabeth se aventuró a tocar la cuestión; expresó en pocas palabras su pena por lo que su padre debía haber sufrido, y éste contestó: ––Déjate. ¿Quién iba a sufrir sino yo? Ha sido por mi culpa y está bien que lo pague. ––No seas tan severo contigo mismo replicó Elizabeth. ––No hay contemplaciones que valgan en males tan grandes. La naturaleza humana es demasiado propensa a recurrir a ellas. No, Lizzy; deja que una vez en la vida me dé cuenta de lo mal que he obrado. No voy a morir de la impresión; se me pasará bastante pronto. ––¿Crees que están en Londres? ––Sí; ¿dónde, si no podrían estar tan bien escondidos? ––¡Y Lydia siempre deseó tanto ir a Londres! ––añadió Catherine. ––Entonces debe de ser feliz ––dijo su padre fríamente–– y no saldrá de allí en mucho tiempo. Después de un corto silencio, prosiguió: Lizzy, no me guardes rencor por no haber seguido tus consejos del pasado mayo; lo ocurrido demuestra que eran acertados. En ese momento fueron interrumpidos por Jane que venía a buscar el té para su madre. ––¡Mira qué bien! ––exclamó el señor Bennet––. ¡Eso presta cierta elegancia al infortunio! Otro día haré yo lo mismo: me quedaré en la biblioteca con mi gorro de dormir y mi batín y os daré todo el trabajo que pueda, o acaso lo deje para cuando se escape Catherine... ––¡Yo no voy a escaparme, papá! ––gritó Catherine furiosa––. Si yo hubiese ido a Brighton, me habría portado mejor que Lydia. ––¡Tú a Brighton! ¡No me fiaría de ti ni que fueras nada más que a la esquina! No, Catherine. Por fin he aprendido a ser cauto, y tú lo has de sentir. No volverá a entrar en esta casa un oficial aunque vaya de camino. Los bailes quedarán absolutamente prohibidos, a menos que os acompañe una de vuestras Austen,Jane: Orgullo y Prejuicio hermanas, y nunca saldréis ni a la puerta de la casa sin haber demostrado que habéis vivido diez minutos del día de un modo razonable. Catherine se tomó en serio todas estas amenazas y se puso a llorar. ––Bueno, bueno ––dijo el señor Bennet––, no te pongas así. Si eres buena chica en los próximos diez años, en cuanto pasen, te llevaré a ver un desfile. CAPITULO XLIX Dos días después de la vuelta del señor Bennet, mientras Jane y Elizabeth paseaban juntas por el plantío de arbustos de detrás de la casa, vieron al ama de llaves que venía hacia ellas. Creyeron que iba a llamarlas de parte de su madre y corrieron a su encuentro; pero la mujer le dijo a Jane: Dispense que la interrumpa, señorita; pero he supuesto que tendría usted alguna buena noticia de la capital y por eso me he tomado la libertad de venir a preguntárselo. ––¿Qué dice usted, Hill? No he sabido nada. ––¡Querida señorita! ––exclamó la señora Hill con gran asombro––. ¿Ignora que ha llegado un propio para el amo, enviado por el señor Gardiner? Ha estado aquí media hora y el amo ha tenido una carta. Las dos muchachas se precipitaron hacia la casa, demasiado ansiosas para poder seguir conversando. Pasaron del vestíbulo al comedor de allí a la biblioteca, pero su padre no estaba en ninguno de esos sitios; iban a ver si estaba arriba con su madre, cuando se encontraron con el mayordomo que les dijo: ––Si buscan ustedes a mi amo, señoritas, lo encontrarán paseando por el sotillo. Jane y Elizabeth volvieron a atravesar el vestíbulo y, cruzando el césped, corrieron detrás de su padre que se encaminaba hacia un bosquecillo de al lado de la cerca. Jane, que no era tan ligera ni tenía la costumbre de correr de Elizabeth, se quedó atrás, mientras su hermana llegaba jadeante hasta su padre y exclamó: ––¿Qué noticias hay, papá? ¿Qué noticias hay? ¿Has sabido algo de mi tío? ––Sí, me ha mandado una carta por un propio. ––¿Y qué nuevas trae, buenas o malas? ––¿Qué se puede esperar de bueno? ––dijo el padre sacando la carta del bolsillo––. Tomad, leed si queréis. Elizabeth cogió la carta con impaciencia. Jane llegaba entonces. ––Léela en voz alta ––pidió el señor Bennet––, porque todavía no sé de qué se trata. «Gracechurch Street, lunes 2 de agosto. »Mi querido hermano: Por fin puedo enviarte noticias de mi sobrina, y tales, en conjunto, que espero te satisfagan. Poco después de haberte marchado tú el sábado, tuve la suerte de averiguar en qué parte de Londres se encontraban. Los detalles me los reservo para cuando nos veamos; bástete saber que ya están descubiertos; les he visto a los dos.» Entonces es lo que siempre he esperado exclamó Jane––. ¡Están casados! Elizabeth siguió leyendo: «No están casados ni creo que tengan intención de estarlo, pero si quieres cumplir los compromisos que me he permitido contraer en tu nombre, no pasará mucho sin que lo estén. Todo lo que tienes que hacer es asegurar a tu hija como dote su parte igual en las cinco mil libras que recibirán tus hijas a tu muerte y a la de tu esposa, y prometer que le pasarás, mientras vivas, cien libras anuales. Estas son las condiciones que, bien mirado, no he vacilado en aceptar por ti, pues me creía autorizado para ello. Te mando la presente por un propio, pues no hay tiempo que perder para que me des una contestación. Comprenderás fácilmente por todos los detalles que la situación del señor Wickham no es tan desesperada como se ha creído. La gente se ha equivocado y me complazco en afirmar que después de pagadas todas las deudas todavía quedará algún dinerillo para dotar a mi sobrina como adición a su propia fortuna. Si, como espero, me envías plenos poderes para actuar en tu nombre en todo este asunto, daré órdenes enseguida a Haggerston para que redacte el oportuno documento. No hay ninguna necesidad de que vuelvas a la capital; por consiguiente, quédate tranquilo en Longbourn y confía en mi diligencia y cuidado. Contéstame cuanto antes y procura escribir con claridad. Hemos creído lo mejor que mi sobrina salga de mi casa para ir a casarse, cosa que no dudo aprobarás. Hoy va a venir. Volveré a escribirte tan pronto como haya algo nuevo. »Tuyo, E. Gardiner.» ––¿Es posible? ––exclamó Elizabeth al terminar la carta––. ¿Será posible que se case con ella? ––Entonces Wickham no es tan despreciable como creíamos ––observó Jane––. Querido papá, te doy la enhorabuena. ––¿Ya has contestado la carta? ––No, pero hay que hacerlo en seguida. Elizabeth le rogó vehementemente que no lo demorase. ––Querido papá, vuelve a casa y ponte a escribir inmediatamente. Piensa lo importante que son los minutos en estos momentos. ––Deja que yo escriba por ti ––dijo Jane––, si no quieres molestarte. ––Mucho me molesta ––repuso él––, pero no hay más remedio. Y regresó con ellas a la casa. ––Supongo que aceptarás añadió Elizabeth. ––¡Aceptar! ¡Si estoy avergonzado de que pida tan poco! ––¡Deben casarse! Aunque él sea como es. ––Sí, sí, deben casarse. No se puede hacer otra cosa. Pero hay dos puntos que quiero aclarar: primero, cuánto dinero ha adelantado tu tío para resolver eso, y segundo, cómo voy a pagárselo. ––¿Dinero, mi tío? ––preguntó Jane––. ¿Qué quieres decir? ––Digo que no hay hombre en su sano juicio que se case con Lydia por tan leve tentación como son cien libras anuales durante mi vida y cincuenta cuando yo me muera. ––Es muy cierto ––dijo Elizabeth––; no se me había ocurrido. ¡Pagadas sus deudas y que todavía quede algo! Eso debe de ser obra de mi tío. ¡Qué hombre tan bueno y generoso! Temo que esté pasando apuros, pues con una pequeña cantidad no se hace todo eso. ––No ––dijo el señor Bennet––, Wickham es un loco si acepta a Lydia por menos de diez mil libras. Sentiría juzgarle tan mal cuando vamos a empezar a ser parientes. ––¡Diez mil libras! ¡No lo quiera Dios! ¿Cuándo podríamos pagar la mitad de esa suma? El señor Bennet no contestó, y, ensimismados todos en sus pensamientos, continuaron en silencio hasta llegar a la casa. El padre se metió en la biblioteca para escribir, y las muchachas

Esta pregunta también está en el material:

Orgullo_y_prejuicio-Jane_Austen
362 pag.

Empreendedorismo Faculdade das AméricasFaculdade das Américas

Todavía no tenemos respuestas

Todavía no tenemos respuestas aquí, ¡sé el primero!

Haz preguntas y ayuda a otros estudiantes

✏️ Responder

FlechasNegritoItálicoSubrayadaTachadoCitaCódigoLista numeradaLista con viñetasSuscritoSobreDisminuir la sangríaAumentar la sangríaColor de fuenteColor de fondoAlineaciónLimpiarInsertar el linkImagenFórmula

Para escribir su respuesta aquí, Ingresar o Crear una cuenta

User badge image

Más contenidos de este tema