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No puedo acostumbrarme al estudio del derecho. Mefistófeles. Lejos de mí la idea de reprenderos por ello, pues demasiado sé lo que es aquella cienc...

No puedo acostumbrarme al estudio del derecho. Mefistófeles. Lejos de mí la idea de reprenderos por ello, pues demasiado sé lo que es aquella ciencia. Las leyes y los derechos se suceden como una eterna enfermedad y se les ve pasar de generación en generación y arrastrarse sordamente de un punto a otro: la razón se convierte en locura, y el beneficio en tormento. ¡Desdichado de ti, de tus padres, por no tratarse nunca del derecho que nació con nosotros! El estudiante. Aumentáis aún la repugnancia que sentía por aquella ciencia. ¡Ah! ¡Dichoso a que sea instruido por vos! Casi estoy por estudiar teología. Mefistófeles. No quisiera que os atrevieseis, por que es en esta ciencia muy fácil extraviar la senda que se debe seguir, en cuyo caso no habría para vuestro mal remedio alguno. Lo mejor que debe hacerse en materia tan delicada en no escuchar más que a uno solo, y afirmar por la palabra del maestro. En suma... ateneos a las palabras si deseáis llegar con pie firme y seguro al templo de la verdad. El estudiante. Sin embargo, toda palabra debe contener siempre una idea. Mefistófeles. Según, pero no debe uno inquietarse mucho por esto, porque cuando faltan ideas, hay palabras que pueden sustituirlas; con ellas puede discutirse enérgicamente, y hasta con ellas erigirse un sistema. Como son las palabras tan fácilmente creídas, no se borraría de ella ni una coma. El estudiante. Dispensadme el que os interrumpa con mis preguntas, pues tengo aún que molestaros. ¿No podríais decirme algo acerca de la medicina? ¡ Tres años pronto se pasan, y es, por otra parte, tan vasto el campo que ofrece! Aun cuando no sea más que un dedo el que nos señala el camino, se siente uno animado para seguir adelante. Mefistófeles (parte.) Este tono magistral ya empieza a fastidiarme: adoptemos nuevamente el papel del diablo. (En voz alta.) El espíritu de la medicina puede comprenderse fácilmente; estudiad bien el grande y pequeño mundo, para dejarlos ir al fin donde Dios mejor quiera. En vano intentaríais profundizar la ciencia, puesto que sólo aprende cada cual lo que logra aprender; sólo las circunstancias, o mejor dicho, el saber aprovechar la ocasión, puede haceros grande hombre. Vos tenéis buena traza, y me parecéis además bastante aventurero; así que, basta que tengáis confianza en vos mismo, para que no os falte de los demás. Sobre todo, dedicaos a la curación de las mujeres; esos eternos dolores mil veces repetidos se curan todos por un mismo tratamiento, y con tal que seáis con ellas respetuoso a medias, las dominaréis por completo. Basta un título para atraer su confianza y convencerlas de que nuestra ciencia excede con mucho a todas las demás; podréis entonces permitiros ciertas cosas que apenas lograrían otros después de años enteros de adulación y de lisonja: tomadlas luego el pulso, dirigiéndolas al propio tiempo una ardiente mirada, y pasad luego el brazo en derredor de su esbelto talle, como por ver si el corsé les aprieta demasiado. El estudiante. Eso me parece ya mucho más claro, pues al menos se ve aquí el fin y el medio. Mefistófeles. Mi querido amigo, toda teoría es tan seca como verde y lozano es el árbol de la vida. El estudiante. Os juro que todo esto se me antoja un sueño. ¿Me atreveré a importunaros de nuevo sólo por oíros y aprovecharme de vuestra ciencia? Mefistófeles. Podéis contar siempre con todo lo que de mí dependa. El estudiante. No puedo ausentarme sin presentaros antes mi álbum: dignaos concederme una línea. Mefistófeles. Con mucho gusto. (Escribe y le devuelve el álbum.) El estudiante (lee.) Eristis sicut Deus, Scientes bonum et malum. (Cierra el álbum con respeto, saluda y se retira.) Mefistófeles. Sólo falta que practiques la vieja sentencia de mi prima la serpiente, para que tu semejanza con Dios te atormente algún día. (Entra Fausto.) Fausto. ¿Adónde debemos dirigirnos? Mefistófeles. A donde tu desees. Podemos ver el grande y el pequeño mundo. ¡Con cuánto gusto y provecho vas a seguir su animado curso! Fausto. Sí; pero, a pesar de mi larga barba, puedo asegurarte que no sé vivir; así que dudo mucho del éxito de mi empresa; nunca he sabido comportarme en el mundo: me ciento tan pequeño en presencia de los demás, que a cada paso me veré turbado. Mefistófeles. Mi buen amigo, todo esto se adquiere fácilmente, sólo te falta tener confianza en ti propio para saber vivir. Fausto. ¿Cómo vamos a salir de aquí? ¿Dónde tienes caballos, criados y coche? Mefistófeles. No tenemos más que extender esta capa para emprender un viaje aéreo, pero te encargo que no lleves grandes líos, porque no deja de ser nuestra ascensión bastante atrevida. Voy a preparar un poco de aire inflamable que no tardará en levantarnos del suelo y ya verás, si no pensamos demasiado, cuán rápido va a ser nuestro viaje

Esta pregunta también está en el material:

Fausto de J. W. Goethe
131 pag.

Literatura e Ensino de Literatura Universidad Bolivariana de VenezuelaUniversidad Bolivariana de Venezuela

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