Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
JOSÉ I. BAILE AYENSA PROFESOR TITULAR DE PSICOLOGÍA. UNIVERSIDAD A DISTANCIA DE MADRID (UDIMA) MARÍA J. GONZÁLEZ CALDERÓN PROFESORA CONTRATADA DOCTORADA EN PSICOLOGÍA. UNIVERSIDAD A DISTANCIA DE MADRID (UDIMA) TRATANDO... ANOREXIA NERVIOSA TÉCNICAS Y ESTRATEGIAS PSICOLÓGICAS Contenido 1. Introducción PRIMERA PARTE. Definición, evaluación y tratamientos de la anorexia nerviosa 2. Definición y evaluación de la anorexia nerviosa 2.1. Definición de la anorexia nerviosa 2.2. Manifestaciones biomédicas y psicológicas de la anorexia nerviosa 2.3. Evaluación y diagnóstico de la anorexia nerviosa 3. Tratamientos eficaces para intervenir en anorexia nerviosa 4. Plan de intervención general en un caso tipo de anorexia nerviosa 4.1. Plan de intervención psicológica 4.2. La necesidad de un equipo multidisciplinar 4.3.Cómo afrontar los casos graves SEGUNDA PARTE. Relación de sesiones en el proceso de intervención psicológica en anorexia nerviosa 5. Sesiones de evaluación pretratamiento 5.1. Sesión 1.ª: concretando el motivo de consulta 5.2. Sesión 2.ª: continuación de la evaluación y establecimiento del perfil de trastorno del comportamiento alimentario 5.3. Sesión 3.ª: continuación de la evaluación y descarte de alteraciones comórbidas 6. Sesiones para comunicar el análisis funcional y establecer los objetivos de la intervención 6.1. Sesión 4.ª: explicación de la primera propuesta de análisis funcional 6.2. Sesión 5.ª: definición de los objetivos, elección de las técnicas a emplear y promoción de la motivación para el cambio 7. Sesiones de tratamiento 7.1. Sesión 6.ª: implicando a la familia 7.2. Sesiones 7.ª a 11.ª: modificación de hábitos de alimentación y restauración de un peso normalizado 7.3. Sesión 12.ª: psicoeducación e inicio de la reestructuración cognitiva 7.4. Sesiones 13.ª a 17.ª: reestructuración cognitiva e intervención en imagen corporal 7.5. Sesiones 18.ª a 19.ª: modificación de hábitos vinculados a la actividad física 7.6. Sesiones 20.ª a 22.ª: promoción de habilidades sociales y actividades gratificantes 8. Sesiones de finalización del tratamiento 8.1. Sesión 23.ª: educación en prevención de recaídas 8.2. Sesión 24.ª: terminación de la terapia TERCERA PARTE. Seguimiento de un caso de anorexia nerviosa 9. Sesiones de seguimiento 9.1. Facilitando el seguimiento durante la terapia 9.2. Acciones de seguimiento 9.3. Situaciones y retos que se pueden plantear durante el período de seguimiento y sus posibles soluciones 9.4. A modo de cierre 10. Anexos 11. Referencias bibliográficas Créditos Debet semper plus esse virium in vectores quam in onere L. A. SÉNECA, s. I d.C. La psicoterapia individual es el único tipo de terapia que deberían incluir en su tratamiento todas las personas que padecen trastornos de la alimentación. Es el medio para cambiar más efectivo. M. APOSTOLIDES (Vencer la anorexia y la bulimia, relato autobiográfico; 1999, p. 179) 1 INTRODUCCIÓN Ya bien entrado el siglo XXI, el mundo sigue enfrentándose desde hace décadas a unas extrañas paradojas: mientras en muchos países siguen muriendo personas por desnutrición, en otros se extiende una epidemia de obesidad. En algunos países occidentales dicha epidemia de obesidad convive con ciertos individuos que deciden no comer, aun viviendo en la abundancia, para mantener cierto aspecto físico, lo que incluso les lleva a la muerte. La anorexia o la bulimia nerviosa han adquirido la categoría de trastornos psicológicos o mentales a finales del siglo XX, coincidiendo con un incremento de su prevalencia que se ha asociado a los valores estéticos imperantes en las sociedades occidentalizadas. Sin embargo, se conocen casos de mujeres con alteraciones del comportamiento alimentario desde la Edad Media; si bien fueron casos anecdóticos, la perspectiva histórica es muy ilustrativa de la existencia de un riesgo (¿psicobiológico?) de alteración grave del comportamiento alimentario cuando una persona se impone ayunos extremos (Baile y González, 2010). Los trastornos del comportamiento alimentario son, desde el punto de vista psicopatológico, fascinantes. La psique se debate, por razones psicosociales, entre los instintos y los hábitos, y puede llegar a sojuzgar al instinto más elemental, el de supervivencia. Por razones aún no del todo bien conocidas, una chica 1 con anorexia nerviosa puede preferir dejarse morir por desnutrición a tener determinado aspecto físico, que según ella no es bello. Los profesionales de la salud se enfrentan a un reto inmenso en el tratamiento de la anorexia nerviosa, que puede sintetizarse en las siguientes dificultades: — Las chicas con anorexia nerviosa no suelen reconocer su trastorno y, si lo hacen, no suelen solicitar ayuda para recuperarse. — Los efectos biológicos que tiene la desnutrición interactúan con los aspectos psicológicos alterados, provocando que las intervenciones sean necesariamente multifacéticas, lo que no siempre es posible. — El arsenal terapéutico disponible es amplio, si bien no ha sido del todo contrastado. Asimismo, diferentes corrientes tanto médicas como psicológicas defienden su propio modelo. Por otro lado, la farmacología no termina de hallar un tratamiento eficaz que permita superar esta enfermedad. — En el campo de la psicología, las investigaciones sobre cuáles son los tratamientos más eficaces tampoco determinan claramente un enfoque psicológico o protocolo de intervención superior a los demás. Sin duda el psicólogo es uno de los profesionales que deben intervenir en el tratamiento de la anorexia nerviosa, dado que estamos ante un trastorno del comportamiento alimentario, y existe un consenso entre todos los profesionales a la hora de reconocer el importante papel de la alteración psicológica en su origen y manifestación. No obstante, si bien en el ámbito médico se ha intentado protocolizar la intervención de la anorexia nerviosa y existen diversas guías terapéuticas, en el psicológico no existe mucha literatura al respecto, de manera que el profesional de la psicología se encuentra, en este sentido, más desprovisto de herramientas o estrategias protocolizadas. Este libro pretende ayudar al psicólogo en esta tarea de intervención con la anorexia nerviosa. Por una parte, presentando un tratamiento psicológico individualizado y sistematizado fundamentado en una perspectiva cognitivo-conductual dirigida a una mujer joven o adulta 2 ; por otra, lado, revisando las posibles situaciones y/o dificultades que pueden presentarse en una terapia psicológica en el ámbito de la anorexia nerviosa y proponiendo posibles respuestas terapéuticas que las resuelvan. A este respecto, en el texto se plantean más de setenta y cinco situaciones difíciles o retos hipotéticos que pueden tener lugar en terapia, así como las posibles acciones terapéuticas que permitan su resolución. El enfoque teórico del libro se enmarca dentro del paradigma cognitivo-conductual, cuya eficacia dispone de cierto aval en comparación con otros tratamientos psicológicos en el ámbito de la intervención en trastornos del comportamiento alimentario, como se expondrá en el primer capítulo. Por otro lado, los autores consideran que el acercamiento multidisciplinar es el más adecuado para abordar, de una manera lo más integral posible, un problema que presenta facetas tanto biomédicas como psicológicas y psicosociales. El médico, el nutricionista o el trabajador social, entre otros, deben ser profesionales que, según el caso, estén claramente llamados a formar parte del equipo de intervención junto con el psicólogo. NOTAS 1 Dado que la inmensa mayoría de los casos de anorexia nerviosa son padecidos por mujeres, en el texto se optará por usar el femenino, si bien no debe por ello obviarse que también hay varones afectados. 2 Para el tratamiento de niñas o adolescentes jóvenes se podría plantear una intervención específica familiar, cuyo formato no está recogido en este libro. PRIMERA PARTE DEFINICIÓN, EVALUACIÓN Y TRATAMIENTOS DE LA ANOREXIA NERVIOSA 2 DEFINICIÓN Y EVALUACIÓNDE LA ANOREXIA NERVIOSA 2.1. DEFINICIÓN DE LA ANOREXIA NERVIOSA La anorexia nerviosa es un trastorno del comportamiento alimentario que se caracteriza por un rechazo a mantener un determinado peso en función del género y edad del individuo y se manifiesta, principalmente, a través de una exigente restricción en la ingesta alimentaria. Dadas la complejidad de la manifestación sintomática y la falta de un criterio único definitorio o un marcador biológico claro, la definición operativa del trastorno se suele hacer atendiendo a los criterios diagnósticos de alguna de las dos clasificaciones de enfermedades más aceptadas a nivel mundial: la décima edición de la Clasificación Internacional de Enfermedades, elaborada por la Organización Mundial de la Salud (CIE-10; OMS, 1992), o el Manual de Diagnóstico de los Trastornos Mentales, editado por la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM-5; APA, 2013). En esta última clasificación, la anorexia nerviosa es uno de los tres trastornos específicos del comportamiento alimentario (TCA), junto a la bulimia nerviosa y el trastorno por atracón. Los criterios diagnósticos de ambas clasificaciones se presentan en las tablas 2.1 y 2.2. TABLA 2.1 Definición y criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa, según la Clasificación Internacional de Enfermedades de la OMS (CIE-10; tomado de MSC, 2009) Anorexia nerviosa (F50.0) Trastorno caracterizado por la presencia de una pérdida deliberada de peso, inducida o mantenida por el mismo enfermo. El trastorno aparece con mayor frecuencia en muchachas adolescentes y mujeres jóvenes, aunque en raras ocasiones pueden verse afectados varones adolescentes y jóvenes, así como niños prepúberes o mujeres maduras hasta la menopausia. La AN constituye un síndrome independiente, en el siguiente sentido: a) Los rasgos clínicos del síndrome son fácilmente reconocibles, de tal forma que el diagnóstico resulta fiable con un alto grado de concordancia entre clínicos. b) Los estudios de seguimiento han demostrado que, de entre los enfermos que no se recuperan, una proporción considerable continúa mostrando de manera crónica las características principales de la AN. A pesar de que las causas fundamentales de la AN siguen sin conocerse, hay una evidencia cada vez mayor de que existen una serie de factores socioculturales y biológicos que interactúan entre sí contribuyendo a su presentación, en la que participan también mecanismos psicológicos menos específicos y una vulnerabilidad de la personalidad. El trastorlicas, así como una serie de trastornos funcionales. Aún hay dudas sobre si el trastorno endocrino característico se debe únicamente a la desnutrición y al efecto directo del comportamiento que lo ha provocado (por ejemplo, restricciones en la dieta, ejercicio físico excesivo con alteraciones del equilibrio metabólico, vómitos autoinducidos y abuso de laxantes, con los consiguientes desequilibrios electrolíticos) o si intervienen otros factores aún desconocidos. Criterios diagnósticos: Para poder diagnosticar la anorexia nerviosa, deben estar presentes todas las alteraciones siguientes: a) Pérdida significativa de peso (Índice de Masa Corporal <17,5 kg/m2). Los enfermos prepúberes pueden no experimentar la ganancia de peso propia del período de crecimiento. (Véase el apartado 2.3 del libro para conocer cómo se calcula el IMC.) b) La pérdida de peso está originada por el propio enfermo, a través de: 1) evitación de consumo de «alimentos que engordan»; y por uno o más de los síntomas siguientes: 2) vómitos autoinducidos; 3) purgas intestinales autoprovocadas; 4) ejercicio excesivo, y 5) consumo de fármacos anorexígenos o diuréticos. c) Distorsión de la imagen corporal que consiste en una psicopatología específica caracterizada por la persistencia, con el carácter de idea sobrevalorada intrusa, de pavor ante la gordura o la flacidez de las formas corporales, de modo que el enfermo se impone a sí mismo permanecer por debajo de un límite máximo de peso corporal. d) Trastorno endocrino generalizado que afecta al eje hipotálamo-hipofisario-gonadal y que se manifiesta en la mujer como amenorrea y en el varón como una pérdida del interés y de la potencia sexual (una excepción aparente la constituye la persistencia de sangrado vaginal en mujeres anoréxicas que siguen una terapia hormonal de sustitución, por lo general con píldoras contraceptivas). También pueden presentarse concentraciones altas de hormona del crecimiento y de cortisol, alteraciones del metabolismo periférico de la hormona tiroidea y anomalías en la secreción de insulina. e) Si el inicio es anterior a la pubertad, se retrasa la secuencia de las manifestaciones de ésta, o incluso se detiene (cesa el crecimiento; en las mujeres no se desarrollan las mamas y hay amenorrea primaria; en los varones persisten los genitales infantiles). Si se produce una recuperación, la pubertad suele completarse, pero la menarquía es tardía. TABLA 2.2 Criterios diagnósticos de la anorexia nerviosa, según el Manual de Diagnóstico de la Asociación Americana de Psiquiatría (traducción del DSM-5; APA, 2013) CRITERIOS: A. Restricción de la ingesta de energía en relación con las necesidades que deriva en un peso significativamente bajo respecto a la edad, sexo, desarrollo y salud física. Se entiende por peso significativamente bajo aquel que es menor al límite inferior considerado normal o, en el caso de niños y adolescentes, menor que el mínimamente esperable. B. Miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, o comportamiento persistente que interfiere en la ganancia de peso, incluso teniendo un peso significativamente bajo. C. Alteración en la forma en la que se experimenta el propio peso o figura corporal, influencia desproporcionada del peso o figura corporal sobre la autoevaluación o ausencia de la aceptación de la gravedad del bajo peso corporal existente. Especificar el tipo: Tipo restrictivo: durante los últimos tres meses, el individuo no se ha visto involucrado en episodios recurrentes de atracones o conductas purgativas (por ejemplo, vómitos autoinducidos o abuso de laxantes, diuréticos o enemas). Este subtipo describe situaciones en las cuales la pérdida de peso se consigue principalmente mediante dietas, ayunos y/o ejercicio excesivo. Tipo atracón/purgativo: durante los últimos tres meses, el individuo se ha visto involucrado en episodios de atracones o conductas purgativas (por ejemplo, vómito auto-inducido o abuso de laxantes, diuréticos o enemas). Especificar si: En remisión parcial: después de haber cumplido todos los criterios para anorexia nerviosa previamente, el criterio A (bajo peso corporal) no se ha cumplido durante un período prolongado de tiempo, si bien aún se cumple el criterio B (miedo intenso a ganar peso o a convertirse en obeso, o comportamiento persistente que interfiere en la ganancia de peso, incluso teniendo un peso significativamente bajo) o el criterio C (alteración en la forma en la que se experimenta el propio peso o figura corporal influencia desproporcionada del peso o figura corporal sobre la autoevaluación o ausencia de la aceptación de la gravedad del bajo peso corporal existente). En remisión total: tras haber cumplido todos los criterios para anorexia nerviosa previamente, ninguno de ellos se ha cumplido durante un período prolongado de tiempo. Especificar la severidad actual: El nivel mínimo de severidad se basa, en adultos, en el índice de masa corporal (ICM) actual (véase más abajo) o, en el caso de niños y adolescentes, en el percentil de IMC. Los rangos señalados más abajo se derivan de las categorías de delgadez para adultos de la Organización Mundial de la Salud; para niños y adolescentes deberán emplearse sus correspondientes percentiles de IMC. El nivel de severidad puede ser incrementado de un nivel a otro superior para reflejar los síntomas clínicos, el grado de alteración funcional y la necesidad de supervisión. Leve: IMC ≥ 17 kg/m2 Moderado: IMC 16-16,99 kg/m2 Severo: IMC 15-15,99 kg/m2 Extremo: IMC < 15kg/m2 2.2. MANIFESTACIONES BIOMÉDICAS Y PSICOLÓGICAS DE LA ANOREXIA NERVIOSA El cuadro de signos y síntomas presente en las chicas con anorexia nerviosa puede llegar a ser muy florido y grave, dado que la inanición continuada termina por afectar a numerosos aparatos y sistemas biológicos. Sin intención de ser exhaustivos, puesto que no es el objetivo de este libro, a continuación se hace un bosquejo de posibles manifestaciones biomédicas y psicológicas de este trastorno. Según García-Camba (2001), en pacientes con anorexia nerviosa pueden tener lugar los siguientes tipos de complicaciones médicas: — Metabólicas y endocrinas: hipotermia y deshidratación, alteraciones electrolíticas, hipoglucemia, amenorrea, retraso de la pubertad y del crecimiento u osteoporosis, entre otras. — Cardiovasculares: hipotensión, bradicardia, arritmias, disminución del tamaño cardíaco, atenuación de la respuesta al ejercicio, etc. — Neurológicas: anomalías en el EEG, crisis convulsivas o alteración de la actividad autónoma, entre otras. — Hematológicas e inmunológicas: anemia, leucopenia, hipoalbuminemia, etc. — Renales: diabetes insípida parcial, insuficiencia renal tanto aguda como crónica, cálculos renales, etc. — Endocrinas: bajas concentraciones de gonadotropinas, estrógenos y testosterona, elevación del cortisol o elevación de la hormona del crecimiento, entre otras. — Musculoesqueléticas: calambres, tetania, debilidad muscular, osteopenia, fracturas por estrés, etc. — Gastrointestinales: esofagitis, alteraciones en las pruebas de función hepática, retraso en el vaciamiento gástrico, estreñimiento, colon irritable o disminución de lipasa, entre otras. — Orofaciales: inflamación de las glándulas salivales, caries y erosión del esmalte dental, queilosis, adenopatías submandibulares, etc. — Cutáneas: sequedad de piel, sequedad y pérdida de cabello, pelo lanugo (vello corporal muy fino que suelen tener los bebés, pero que también aparece como protección ante la disminución de grasa corporal) o coloración anaranjada por hipercarotinemia, entre otras. En relación con las manifestaciones psicológicas, Raich (2011) destaca las siguientes: — Alteraciones emocionales: sentimientos depresivos, ansiedad, insatisfacción corporal o sentimientos de culpa tras la ingesta. — Alteraciones del pensamiento: distorsiones cognitivas, como el pensamiento dicotómico, creencias irracionales, pensamientos obsesivos y pensamientos perfeccionistas. — Alteraciones comportamentales: aumento de la actividad física, conductas específicas relacionadas con la comida (comer poco, esconder comida...), comportamientos relacionados con el cuerpo (pesarse mucho o nunca, cubrirse con mucha ropa...), etc. 2.3. EVALUACIÓN Y DIAGNÓSTICO DE LA ANOREXIA NERVIOSA Como se indicaba anteriormente, no existe una prueba médica o psicológica que sirva para determinar de forma fehaciente que alguien presenta anorexia nerviosa; su diagnóstico debe hacerse, por tanto, recurriendo a diversas fuentes. Por una parte, la comprobación del cumplimiento de los criterios diagnósticos de la clasificación CIE-10 o del manual DSM-5 permitirá «calificar» a alguien como una persona con anorexia nerviosa y, por otra, la aplicación de ciertas técnicas de evaluación posibilitará perfilar dicho diagnóstico y realizar un análisis funcional del caso que permita encarar el tratamiento. A las técnicas específicas de evaluación se dedicarán dos sesiones en el plan de intervención que se desarrollará más adelante en este libro. En este apartado vamos a recordar un índice antropométrico que nos permite realizar una valoración del estado físico asociado al peso, muy utilizado en el diagnóstico y seguimiento de casos de anorexia nerviosa, además de servir de referencia para calificar la severidad de un cuadro de anorexia en la última versión del manual diagnóstico de la APA, el DSM-5. El Índice de Masa Corporal (IMC) es el indicador más reconocido y utilizado a nivel mundial para la valoración corporal asociada al peso, ya que este último no se utiliza directamente al no considerar la altura y estructura corporal de la persona, a diferencia del IMC, que sí relaciona el peso de un individuo con su altura. Se obtiene mediante una sencilla fórmula, dividiendo el peso en kilogramos entre la altura al cuadrado en metros: Por ejemplo, el IMC de una persona que mida 1,72 y pese 53 kg se calcularía de la siguiente manera: En el caso de pacientes adultos, una vez obtenido dicho valor deberíamos compararlo con los datos indicados en la tabla 2.3. En ésta se recogen intervalos de IMC, así como su correspondiente clasificación (delgadez, bajo peso, normopeso, sobrepeso u obesidad, entre otros) y valoración con relación al estado de salud. El empleo de intervalos se debe a que para una misma altura existe un rango de pesos que generan la misma valoración, de forma que se da cabida en este índice a las diferencias de género y/o diversas estructuras corporales existentes. TABLA 2.3 Interpretación del Índice de Masa Corporal Valor de IMC Clasificación Valoración > 50 Obesidad extrema (Tipo IV). Riesgo muy alto para la salud. 40-50 Obesidad grave, mórbida (Tipo III). Riesgo alto para la salud. 35-40 Obesidad elevada (Tipo II). Riesgo importante para la salud. 30-35 Obesidad (Tipo I). Riesgo para la salud. 27,5-30 Sobrepeso (Grado II). Riesgo para la salud. 25-27,5 Sobrepeso (Grado I). Bajo riesgo para la salud. 20-25 Peso normal o Normopeso. Sin riesgo para la salud. 16-20 Bajo peso. Riesgo para la salud. < 16 Delgadez peligrosa. Riesgo alto-muy alto para la salud. El ejemplo indicado, el de una persona que ha obtenido un IMC de 18, se clasificaría dentro de la categoría «bajo peso», la cual conlleva cierto riesgo para su salud. Según el DSM-5, el grado de severidad de los casos de anorexia nerviosa en adultos se obtendrá atendiendo al IMC, tal y como se ha indicado en la tabla 2.2, y se clasificará en alguna de estas cuatro categorías: leve (IMC ≥ 17 kg/m2), moderado (IMC 16-16,99 kg/m2), severo (IMC 15-15,99 kg/m2) y extremo (IMC < 15 kg/m2). En el caso de sujetos menores de 18 años, los datos de IMC obtenidos se compararán con los presentados en gráficas poblacionales como las proporcionadas en el anexo I de este libro. Existen otros indicadores antropométricos que permiten conocer el estado corporal de un individuo, si bien son más utilizados en la valoración de la obesidad o el sobrepeso que en la evaluación de la anorexia nerviosa. Puede ampliarse información al respecto en la revisión que sobre ellos recogen Baile y González (2013). Además del IMC, existen otros indicadores más o menos específicos que nos proporcionan información sobre la gravedad de un TCA, los cuales deberían alertar al profesional de que cierto caso presenta un especial riesgo para la salud y, por ende, un peor pronóstico. Entre los índices de gravedad más importantes destacan los siguientes: — Duración del trastorno. — Edad tardía en el inicio del tratamiento. — Presencia de comorbilidades biomédicas y/o psicológicas. — Presencia de conductas compensatorias, tales como vómitos, consumo de medicamentos laxantes o diuréticos, etc. — Historial de pérdidas de peso muy rápidas. 3 TRATAMIENTOS EFICACES PARA INTERVENIR EN ANOREXIA NERVIOSA Aunque se han documentado desde la Edad Media casos de mujeres con trastornos del comportamiento alimentario, alguno de los cuales incluso se ha estimado que podría responder a una anorexia nerviosa (Baile y González, 2010; Toro, 1996), realmente la identificación del trastorno como tal comienza en la década de los años sesenta del siglo XX y, desde entonces, conocemos distintos enfoques terapéuticos que han tenido más o menos probabilidad de éxito. La investigación sobre la eficacia de los distintos tratamientos de la anorexia nerviosa es aún escasa y presenta importantes lagunas metodológicas. Ello es entendible dadas la singularidad y gravedad del trastorno; por ejemplo, es muy habitual que las pacientes abandonen los tratamientos y, por tanto, esmuy difícil realizar un seguimiento sobre el efecto real de éstos; también lo es establecer grupos control o «placebo», que habría que asignar a personas enfermas con alto riesgo vital durante meses para que sirvieran de comparación con los grupos sometidos a diferentes modalidades de tratamiento. En la actualidad, basándonos en las revisiones más recientes de la literatura científica sobre la eficacia de los tratamientos de la anorexia nerviosa (Brown y Keel, 2012; Saldaña, 2010), se puede concluir que no existe un consenso sobre cuál es la mejor terapia o cuál es la más eficaz; asimismo, solamente disponemos de datos que avalan ciertas terapias en determinadas poblaciones, así como de algunas orientaciones acerca de aquellos objetivos que sería recomendable establecer en el proceso de intervención. Brown y Keel (2012) han revisado recientemente diversas investigaciones sobre la eficacia de diferentes terapias (psicofarmacológicas, psicodinámicas, cognitivo-conductuales, la terapia interpersonal y la familiar) y concluyen que únicamente se ha encontrado evidencia de una cierta eficacia en los siguientes tratamientos: a) psicofarmacológico con olanzapina, cuando éste se emplea en individuos adultos como coadyuvante a otros tratamientos, así como b) la terapia familiar, cuando ésta es utilizada con adolescentes. Saldaña (2010), tras una revisión exhaustiva de la literatura, concluye que el abordaje mutidisciplinar es el enfoque terapéutico más recomendable en casos de anorexia nerviosa. Otros autores consideran que «la psicoterapia — los tratamientos verbales— es el más eficaz y satisfactorio» (Treasure, Smith y Crane, 2011, p. 52). Los enfoques cognitivo-conductuales han recibido cierto apoyo en relación con su eficacia según diversas investigaciones recientes llevadas a cabo mediante estudios controlados, como el de Touyz, Le Grange, Lacey, Hay, Smith, Maguire et al. (2013). El Ministerio de Salud y Consumo español, a través de su Guía de Práctica Clínica en los Trastornos del Comportamiento Alimentario, una vez revisadas numerosas aportaciones procedentes de investigaciones y la práctica clínica, recomienda los siguientes objetivos en el tratamiento de los TCA (MSC, 2009): 1. Restaurar o normalizar el peso y el estado nutricional a un nivel saludable para la paciente con anorexia nerviosa. El soporte nutricional podrá ir desde una dieta basal, si la persona afectada presenta normonutrición, o bien dietoterapia específica (dieta oral), si coexiste con alguna patología asociada, hasta la práctica de una nutrición artificial (enteral oral o parenteral intravenosa) , en casos de malnutrición energético-proteica grave. En contextos ambulatorios, la realimentación habitual suele incluir el seguimiento de una dieta normal, mientras que en el hospital de día el tratamiento es más intensivo y prolongado. Cuando ambas modalidades de tratamiento son insuficientes, o la paciente presenta algún problema agudo, está indicado el ingreso hospitalario. 2. Tratar las complicaciones físicas. 3. Proporcionar educación sobre patrones de alimentación y nutricionales sanos. Además, se pueden entregar unas recomendaciones generales sobre los principios de la dieta equilibrada, en proporción, variedad y frecuencia de alimentos, o más específicas, según el tipo de TCA. Con la educación nutricional se pretende orientar a la persona afectada y a la familia respecto de la conducta a seguir e incrementar la motivación de la paciente para que coopere y participe en el tratamiento. 4. Modificar las disfunciones previas o adquiridas a consecuencia de los TCA (pensamientos, actitudes, sentimientos, conductas inadecuadas, etc. ), así como incrementar el peso, reducir o eliminar los atracones y purgas o mejorar la sintomatología depresiva, entre otras variables clínicas de interés. Para lograr estos objetivos se dispone de diferentes tratamientos: terapias psicológicas, tratamientos farmacológicos o la combinación de distintas intervenciones. 5. Tratar los trastornos asociados (comorbilidades), tanto psiquiátricos (incluyendo las alteraciones del estado de ánimo, la baja autoestima o los problemas de conducta, entre otros) como físicos (diabetes mellitus. .. ). 6. Conseguir el apoyo familiar de la persona afectada por el TCA y proporcionar a ésta asesoramiento y ayuda terapéutica cuando lo solicite. 7. Prevenir las recaídas. Este objetivo incluye abordar y prevenir situaciones que puedan favorecerlas y planificar estrategias para enfrentarse a ellas si éstas tienen lugar. Entre los aspectos a controlar cabe mencionar las variaciones del peso corporal, la solicitud de dietas y de fármacos por parte de la paciente, el control de los hábitos de alimentación correctos, el uso de conductas purgativas, la práctica de ejercicio físico excesivo, el control de un correcto desarrollo pondoestatural y psicomotor, la detección de cualquier desequilibrio emocional o presión ambiental, así como el control y la atención a la familia de la paciente. De manera similar, Saldaña (2010) recoge los siguientes objetivos que, según la investigación, deberían incluirse en el tratamiento de las pacientes con anorexia nerviosa: 1. Restaurar el peso a un nivel saludable para la paciente. En mujeres, hasta que la menstruación y la ovulación se normalicen; en hombres, hasta que los valores hormonales y el deseo sexual vuelvan a niveles considerados normales, y en niños/as y adolescentes, hasta que se restaure el crecimiento y desarrollo sexual a un nivel normal para la edad. 2. Tratar las complicaciones físicas. 3. Incrementar la motivación de la paciente para que coopere en la restauración de patrones alimentarios sanos y participe en el proceso de tratamiento. 4. Proporcionar educación relacionada con patrones de alimentación y nutricionales sanos. 5. Modificar el conjunto de pensamientos, actitudes y sentimientos inadecuados relacionados con el trastorno alimentario. 6. Tratar los trastornos psiquiátricos asociados, incluyendo las alteraciones del estado de ánimo, la baja autoestima y la conducta. 7. Conseguir el apoyo de la familia y proporcionar a ésta asesoramiento y terapia cuando sea necesario. 8. Prevenir la recaída. Como puede apreciarse en los anteriores listados sobre objetivos terapéuticos recomendados en base a la experiencia clínica y la investigación, existen varios núcleos temáticos en el tratamiento de la anorexia nerviosa que se pueden resumir en los siguientes: 1. Psicoeducación. 2. Modificación de hábitos de alimentación. 3. Modificación de hábitos de actividad física. 4. Modificación de pensamientos, actitudes y sentimientos. 5. Tratamiento de psicopatología asociada. 6. Tratamiento en el núcleo familiar de la paciente. Si bien el enfoque cognitivo-conductual no ha tenido, al igual que la mayoría de aproximaciones terapéuticas, un extenso apoyo empírico en el tratamiento específico de la anorexia nerviosa, aunque existen trabajos recientes como el de Touyz et al. (2013) que lo avalan, sí lo ha obtenido de forma reiterada en lo referente al abordaje y mejoría de los seis aspectos previamente enumerados. Por ello, la orientación interventiva básica que se utilizará en este libro es la cognitivo-conductual, sin por ello renunciar a un planteamiento multidisciplinar y asumiendo las numerosas aportaciones útiles que se vienen realizando desde otros enfoques teóricos. Aunque no disponemos aún de un protocolo específico para el tratamiento cognitivo- conductual de la anorexia nerviosa, sí existen algunos para la intervención genérica de un TCA o, específicamente, de la bulimia nerviosa, como la terapia transdiagnóstica de Fairburn (2008). Por ese motivo, en este libro emplearemos el protocolo habitual para el tratamiento cognitivo- conductual en el ámbito de la psicología clínica, adaptándolo a las singularidades de la anorexia nerviosa. 4 PLAN DE INTERVENCIÓN GENERAL EN UN CASO TIPO DE ANOREXIA NERVIOSA 4.1. PLAN DE INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA En este libro se va a proponer una guía terapéutica para llevara cabo una intervención psicológica estándar con adultos que presentan anorexia nerviosa. Ésta se plantea como una intervención individualizada que pueda realizarse desde el modelo tradicional de consultas periódicas. Existen otras modalidades de tratamiento que, dependiendo del caso, serán preferibles a una intervención individualizada, como son la terapia familiar, la terapia en pareja o la terapia en grupo. No obstante, en el plan que presentamos se asume que existe un contexto familiar, dado que muchos de los casos de anorexia nerviosa ocurren en la adolescencia y la juventud temprana, momentos en los que la paciente no suele vivir de forma independiente; es por ello por lo que debería intervenirse de alguna forma con la familia. La guía o plan de intervención se presenta siguiendo un orden cronológico de sesiones terapéuticas, adscritas al modelo cognitivo-conductual de intervención, el cual recoge aquellas áreas que se han estimado más adecuadas en el tratamiento de la anorexia nerviosa, y que ya se han indicado en el capítulo anterior. El objetivo prioritario de la intervención es recuperar un estado de salud integral que permita reducir o eliminar los riesgos médicos y psicosociales de la anorexia nerviosa; para alcanzarlo, se trabajarán aquellos aspectos cognitivos, conductuales y familiares que elicitan y/o mantienen los hábitos inadecuados o poco saludables según se recoge en la literatura. No obstante, la mera modificación de hábitos no puede considerarse por sí misma un éxito terapéutico dado que deben obtenerse, además, una mejoría subjetiva en la calidad de vida de la paciente, una normalización de sus parámetros antropométricos, como el IMC, así como la reducción objetiva de los riesgos de salud asociados. El plan de intervención se fundamenta en cuatro fases: evaluación del caso; análisis funcional y establecimiento de objetivos; tratamiento, y, por último, finalización de la terapia y seguimiento. En cada una de ellas se persiguen unos determinados objetivos en función de los cuales se aplicarán unas u otras técnicas del amplio catálogo que se ofrece desde la modificación de conducta. La estructura general de dicho plan puede verse en la tabla 4.1. TABLA 4.1 Plan de intervención psicológica en un caso de anorexia nerviosa Fase Objetivos generales de intervención Estrategias generales de intervención Evaluación 1. Valorar la existencia de un verdadero caso de anorexia nerviosa. Diagnóstico inicial. Empleo de técnicas antropométricas, especialmente IMC, para obtener la «línea base antropométrica». Entrevista estructurada. Análisis de criterios diagnósticos. 2. Valorar el modelo de intervención (hospitalización, ambulatorio), así como los profesionales que deben intervenir y establecer el perfil de TCA. Uso de protocolos de decisión. Derivación a un profesional de la medicina para su valoración. Valoración de síntomas. Cuestionarios específicos para TCA. 3. Valorar las alteraciones comórbidas. Entrevista clínica. Cuestionarios específicos de screening psicopatológico. 4. Evaluar hábitos relacionados con la ingesta y la actividad física. Entrevista y autorregistros. Establecimiento de línea base de hábitos de alimentación y actividad física. Análisis funcional y establecimiento de objetivos 5. Elaborar un análisis funcional explicativo del caso de anorexia nerviosa. Empleo de la técnica gráfica de Haynes para elaborar análisis funcionales. 6. Establecer los objetivos y metas de la intervención. Elaboración de una tabla deobjetivos/metas. Tratamiento 7. Promover la motivación para el cambio. Explicación del modelo transteórico. Elaboración de un listado con los problemas actuales y las ventajas del cambio. Tratamiento 8. Implicar a la familia. Psicoeducación. Establecimiento de un plan de trabajo con la familia. Aplicación de técnicas cooperativas, como los contratos conductuales. 9. Aplicar un paquete multicomponente de intervención cognitivo- conductual (modificación de hábitos de alimentación, pensamientos asociados a la imagen corporal o la ingesta, hábitos de actividad física, comportamiento social...). Psicoeducación nutricional. Entrenamiento y aplicación de técnicas de manejo de contingencias. Reestructuración cognitiva. Técnica de autoinstrucciones y resolución de problemas. Entrenamiento en habilidades sociales. sociales. 10. Intervenir sobre posibles alteraciones psicológicas concomitantes. Aplicación de las técnicas cognitivo-conductuales validadas para cada posible trastorno detectado. Terminación y seguimiento 11. Finalizar la terapia de una forma no traumática. Reestructuración de la terapia. Preparación de la paciente para la finalización de la terapia. 12. Asegurar el mantenimiento de los logros y reducir el riesgo de recaídas. Planificación de las acciones de seguimiento. De todos los objetivos y técnicas expuestos en la tabla 4.1, en el presente texto se van a analizar y desarrollar los más significativos, aquellos que se consideran imprescindibles en cualquier caso de anorexia nerviosa. Como es lógico, puede haber sesiones y técnicas que un paciente determinado pudiera requerir y que no se han recogido en la tabla mencionada, dado que no se puede abarcar la amplia variedad de casos y situaciones posibles. Asimismo, en este libro tampoco se van a desarrollar las técnicas de intervención concretas, dado que no es el objetivo de esta colección, y puesto que pueden encontrarse en libros específicos sobre anorexia nerviosa, como el de Raich (2011), o en manuales de carácter general dedicados a la modificación de conducta, como los de Labrador (2009) o Gavino (2009). El fin de esta obra es ofrecer un plan estructurado de intervención, mencionando los objetivos y las técnicas cuyo empleo se considera más recomendable en cada una de las sesiones o momentos terapéuticos en cuestión, centrando la atención en aquellos aspectos de la relación terapéutica que pueden generar mayores dificultades o contratiempos durante el proceso. Por cuestiones de organización didáctica en la estructura de este libro, los objetivos y las técnicas se plantean de forma secuencial, pero dicho orden no debe interpretarse rígidamente, ya que lo más común es que varios objetivos y técnicas se trabajen de manera paralela; por ejemplo, la modificación de hábitos de alimentación es un objetivo que habrá que trabajar desde fases tempranas y a lo largo de toda la terapia, lo que supondrá inevitablemente compaginarlo con otros objetivos. En cuanto al desarrollo de las sesiones, como pauta general se recomienda inicialmente llevar a cabo una sesión semanal, pudiéndose espaciar temporalmente las últimas para facilitar la terminación de la terapia. Por último, en la fase de seguimiento se recomienda espaciar aún más las sesiones, e incluso puede establecerse un período de varios meses entre una y la siguiente. Cada sesión puede tener una duración aproximada de una hora, estructurada de la siguiente manera: — Primeros 10-15 minutos: palabras de saludo, acogida y análisis de la realización de las tareas encomendadas en la última sesión. — Siguientes 40 minutos: entrenamiento y/o aplicación de las técnicas previstas para dicha sesión. — Últimos 5-10 minutos: repaso de lo aprendido en la sesión y organización de las tareas a realizar durante el período interconsultas. La organización temporal sugerida es un mero ejemplo que cada terapeuta deberá adaptar a su propio estilo terapéutico, así como a las necesidades del caso y al momento concreto de la terapia. La propuesta del libro plantea un tratamiento de varios meses (aproximadamente ocho o nueve), que en algunos casos podría ser suficiente y en otros no, ya que el tratamiento de la anorexia nerviosa requiere en muchos pacientes varios años de intervención y, en algunos casos, se mantienen secuelas de orden biomédico y/o psicológico que requerirán de cuidados crónicos. Por tanto, esta distribución de 24 sesiones es meramente una orientación temporal que deberá ampliarse o reducirse tanto como lo requiera el casoparticular. 4.2. LA NECESIDAD DE UN EQUIPO MULTIDISCIPLINAR Si la recomendación de llevar a cabo intervenciones multidisciplinares es aconsejable en la mayor parte de los problemas de salud, en anorexia nerviosa se convierte prácticamente en imprescindible. Junto a la del psicólogo, la intervención del médico de familia, la del endocrino y la del nutricionista son prácticamente irrenunciables; en algunos casos será necesaria también la participación de otros profesionales como el psiquiatra o el trabajador social. En los casos graves de gran emaciación, la recuperación de cierto peso mínimo y mejora fisiológica se hace imprescindible antes de comenzar y que surta efecto cualquier terapia psicológica; en esos casos, la intervención médica debe ser la primera en cuanto a las prioridades temporales y de actuación. Lamentablemente, no siempre es posible plantear actuaciones multidisciplinares por razones organizativas, económicas o de otra índole. En esos casos conviene que el profesional que está llevando el peso del tratamiento adquiera unos conocimientos mínimos acerca de las otras disciplinas que sería conveniente que intervinieran aunque no lo estén haciendo. Si ese papel lo desempeña el psicólogo, éste necesitaría cierta formación en alteraciones endocrinas, nutrición, farmacología (por ejemplo, para entender cómo están actuando diuréticos o laxantes), etc. No obstante, si el psicólogo constituye el referente principal en el tratamiento, por las razones que fueren, es indispensable que al menos se lleven a cabo seguimientos médicos básicos, aunque sólo sean los del médico de familia de los servicios públicos de salud. 4.3. CÓMO AFRONTAR LOS CASOS GRAVES Si el psicólogo es el primer profesional que asiste a un caso de anorexia nerviosa en situación severa o extrema, o que presenta diversos trastornos comórbidos, debe comprobar si se cumplen los criterios para una hospitalización urgente o de curso normal y/o la atención psiquiátrica, que se señalarán en la primera sesión, y, por tanto, derivar a la paciente al servicio correspondiente. Por ejemplo, una persona con una pérdida de peso muy elevada presentará gran parte de sus funciones psicológicas alteradas debido a su debilidad fisiológica, como sus niveles de consciencia y alerta, la atención, la concentración, las distintas capacidades cognitivas, etc., las cuales son fundamentales para que una terapia psicológica pueda surtir algún efecto. Por ello, en dichas situaciones, la recuperación de cierto peso y estado físico asociado es un objetivo prioritario y urgente, algo que quizá por medios expeditivos sólo resulta viable en el contexto de una hospitalización. Sólo cuando se haya ganado algo de peso y comiencen a mejorar o a recuperarse ciertas capacidades psicológicas básicas, se podrá iniciar la terapia psicológica. Por otra parte, podemos tener casos que no son tan graves por la situación corporal de la paciente pero sí por su resistencia al cambio y el riesgo de elevada cronicidad. En este sentido, investigaciones recientes proponen que realizar ajustes en la prioridad de los objetivos de tratamiento puede ayudar a que éste sea más eficaz. Por ejemplo, Touyz et al. (2013) proponen que en casos de anorexia nerviosa resistente se priorice la intervención sobre los aspectos psicosociales (reducción del malestar asociado a los trastornos del estado de ánimo, mejora del ajuste social...), en vez de que la terapia se centre en la recuperación del peso, lo que según estos autores permitiría incrementar la adhesión terapéutica y mejorar notablemente la calidad de vida de los pacientes. SEGUNDA PARTE RELACIÓN DE SESIONES EN EL PROCESO DE INTERVENCIÓN PSICOLÓGICA EN ANOREXIA NERVIOSA 5 SESIONES DE EVALUACIÓN PRETRATAMIENTO 5.1. SESIÓN 1.ª: CONCRETANDO EL MOTIVO DE CONSULTA 5.1.1. Introducción En esta sesión se procede a concretar el motivo de la consulta y a comprobar que realmente estamos ante un caso de anorexia nerviosa susceptible de ser tratado desde una perspectiva psicológica. Por ello, es una sesión fundamentalmente de recogida de información e intercambio de impresiones, que permita generar un diagnóstico inicial provisional. Dada la habitual falta de conciencia de enfermedad en las chicas con anorexia nerviosa, es probable que deban desplegarse las mejores habilidades terapéuticas para atraer la atención y compromiso terapéutico. Deberá atenderse con especial énfasis a las informaciones, motivaciones y explicaciones que pudieran aportar los familiares que probablemente acompañarán a la paciente en esta primera cita, estableciendo si fuera necesario entrevistas conjuntas y por separado. El terapeuta, ya desde esta primera sesión, debe ir decidiendo qué modalidad de terapia quiere imprimir al caso (individual o familiar), dado que lo habitual es que en un caso de anorexia nerviosa nos encontremos con una paciente acompañada por un familiar en la consulta (a veces, incluso obligada). 5.1.2. Objetivos de la sesión — Concretar el motivo de consulta. — Realizar un análisis antropométrico para determinar la existencia de un verdadero problema de anorexia nerviosa. — Realizar un diagnóstico inicial provisional. — Valorar si existe una situación de urgencia médica. — Analizar los objetivos y motivaciones de la paciente. — Proponer ciertas tareas evaluativas para el período intersesiones. 5.1.3. Técnicas y estrategias para evaluar e intervenir Además de las técnicas y/o estrategias que el caso concreto requiriese, en esta sesión se llevarán a cabo fundamentalmente las acciones que se enumeran a continuación: — Se realizará una entrevista semiestructurada para explorar determinados datos sociodemográficos, la historia clínica de la paciente y el motivo de su consulta. De igual forma, se obtendrá información básica sobre cómo vive el problema que la lleva a consulta, de modo que puedan obtenerse las primeras impresiones sobre su posible motivación para revertir su situación. — Se estimará el Índice de Masa Corporal (kg/m2), para lo que se pesará y medirá a la paciente. En este primer momento de la intervención se establecerá una línea base con este dato. — Se estudiará el cumplimiento de los criterios diagnósticos CIE-10 y/o DSM-5 para anorexia nerviosa. — Se administrará un cuestionario general de salud para conocer posibles facetas alteradas en este aspecto. También se recomienda evaluar la calidad de vida de la paciente. — Se iniciará la evaluación de hábitos mediante la realización de autorregistros. 5.1.4. Acciones y actitudes terapéuticas La actitud terapéutica deberá ajustarse a la conciencia o no de enfermedad por parte de la paciente. Si ésta es claramente consciente de que tiene un problema de anorexia nerviosa y desea resolverlo, el terapeuta puede centrarse desde las primeras sesiones en trabajar el núcleo central del trastorno. Sin embargo, lo habitual es que haya escasa conciencia de enfermedad (por ejemplo, en aquellos casos en los que la paciente acude a consulta por insistencia de otra persona, como un familiar); en esos casos deberán acentuarse las habilidades terapéuticas que incrementen la adhesión a la terapia, tales como una actitud empática, el empleo de estrategias de enganche terapéutico, como la aceptación incondicional (de la paciente, no de su problema de salud) o dedicar más de una sesión a ganarse la confianza de la paciente. Si existe falta de colaboración a la hora de proporcionar información, se puede modificar el estilo de entrevista o emplear otras fuentes para recabarla. Entre otras estrategias, pueden llevarse a cabo las siguientes: — Sustituir la entrevista estructurada por un diálogo menos invasivo, en el que se pueda ir extrayendo información valiosa sin dejar de explorar las áreas más sustanciales. — Si la paciente se niega a pesarse y medirse, realizar el cálculo del IMC a partir de los últimos datos conocidos proporcionados por la persona que la acompañe. Algunos autores, en aras de incrementar la confianza de la paciente, recomiendan el empleo de diversas acciones,como las que se indican en la tabla 5.1, en especial cuando la consulta se realiza conjuntamente con un familiar y existe cierto conflicto, pues no comparten la misma visión de la situación. TABLA 5.1 Recomendaciones para incrementar la confianza de una paciente con anorexia nerviosa (Martínez-Fornés, 2006) — Escuchar a la joven su relato, aunque admitiendo alguna discreta corrección o matización materna. — Desdramatizar los conflictos que surgen desde el inicio de la primera consulta, sin tomar partido por nadie. — Anteponer la mejoría de los trastornos caracterológicos al simple aumento de peso. — Consensuar con ella y los padres un moderado aumento de peso, incluso inferior al que recomiendan las tablas según su edad, sexo y estatura. — Ofrecerle la libertad frente a la tiranía de no poder comer casi de nada y en pequeñísimas cantidades, y a su obsesión por el peso y los estudios. — Ayudar a la paciente a salir de la tremenda soledad en que se encuentra. El terapeuta debe tener, como mínimo, unos conocimientos elementales que le permitan realizar una valoración antropométrica, estimar el estado corporal de la paciente y concluir, junto a los otros criterios diagnósticos, si realmente estamos ante un caso de anorexia nerviosa. Para realizar esta primera evaluación, una vez pesada y medida la paciente, pueden utilizarse los datos de referencia, que a su vez permiten establecer el grado de severidad del trastorno según el DSM- 5, como se ha indicado previamente en la tabla 2.2. Las cifras de IMC se calcularán en base a los datos observados por el terapeuta, no en función de aquellos proporcionados por el propio paciente, salvo que en la primera consulta se considere oportuno no «forzar» a la paciente a pesarse si ésta se niega de una forma muy rotunda. No obstante, en las siguientes sesiones los datos antropométricos deberán ser obtenidos por el terapeuta o facilitados fehacientemente por otro profesional que esté participando en el equipo de tratamiento. Será siempre necesario valorar si la situación es de extrema gravedad; en tal caso se decidirá si se requiere el tratamiento médico de urgencia e incluso la hospitalización, para lo cual pueden utilizarse criterios de hospitalización o protocolos de decisión como los que se incluyen en el siguiente apartado de materiales prácticos. 5.1.5. Materiales prácticos Para el desarrollo de esta sesión se sugieren, además de los materiales o recursos que un caso concreto pudiera requerir, los siguientes: — Báscula y tallímetro, que deben ser los mismos para todas las sesiones. — Modelos de entrevista clínica. Se recomienda que se utilice una entrevista específica para TCA, como la Interview for the Diagnosis of Eating Disorder-IV (IDED-IV; Kutlesic, Williamson, Gleaves, Barbin y Murphy-Eberenz, 1998), de la que puede encontrarse una versión en castellano en la obra de Raich (2011). Dicha entrevista incluye diferentes apartados, tales como información demográfica, evaluación general e historia del problema, estado actual del problema, información familiar, análisis de criterios para anorexia nerviosa (que habrá que adaptar al nuevo DSM-5) o análisis de criterios diagnósticos para otros TCA. Raich (2011) también recoge la propuesta de factores que deberían evaluarse en una entrevista diagnóstica de TCA según Peterson (2005), incluyendo las siguientes áreas: peso corporal y altura (patrón histórico, ideal...), conducta alimentaria (tipo, cantidad, morfología...), patrones de conducta y restricción (ayunos, frecuencia, tipos...) e imagen corporal. — En el caso de que una entrevista tan específica sobre los TCA no se considere oportuna, por la negativa de la paciente a hablar de «su problema», se puede optar por una entrevista clínica más general, que incluya los aspectos básicos de evaluación, como la propuesta por Baile (2011). — Tests o cuestionarios para evaluar el estado de salud general de la paciente y/o su calidad de vida. Se recomienda el Cuestionario de Salud General-28 (GHQ-28; Goldberg y Hillier, 1979), validado en España por Lobo, Pérez-Echeverría y Artal (1986), del que pueden encontrarse diferentes versiones en castellano. Este instrumento permite obtener información sobre cuatro áreas fundamentales en el ámbito de la salud psicosocial: síntomas psicosomáticos, ansiedad-insomnio, disfunción social y depresión. — Cuestionarios que evalúen el nivel de motivación para el cambio, por ejemplo, la Escala de Evaluación de Cambio de Rhode Island (URICA; McConnaughy, DiClemente, Prochaska y Velicer, 1989). — Para la elaboración de la línea base y posterior seguimiento de los valores antropométricos, se puede utilizar una gráfica como la que se presenta en la figura 5.1. Dicha gráfica deberá llevarse a consulta en todas las sesiones, en las que se procederá a anotar los distintos valores registrados. La gráfica incluye valores de IMC altos para una chica con anorexia nerviosa, a partir de 25, pero tiene el objetivo de que ella vea siempre su línea de evolución por la parte baja de la gráfica y pueda así darse cuenta de lo lejos que está de los niveles de normalidad o sobrepeso; asimismo, con esta gráfica la paciente podrá percibir fácilmente que el objetivo que se proponga para ella sigue ubicándose dentro de los parámetros de delgadez. NOTA: la anotación realizada en esta primera sesión en la gráfica constituirá la línea base o punto de partida. Posteriormente las puntuaciones de la gráfica se utilizarán como indicador de la evolución de la paciente. Figura 5.1. Ejemplo de gráfica que permite registrar la evolución del IMC. — Criterios de derivación a una hospitalización urgente, por ejemplo, los recomendados por el Ministerio de Sanidad español en el ámbito de la atención primaria, los cuales se recogen en la tabla 5.2. TABLA 5.2 Criterios para derivar a una paciente con anorexia nerviosa a atención especializada según el Ministerio de Sanidad y Consumo (MSC, 2009) CRITERIOS PARA DERIVAR A VALORACIÓN PSIQUIÁTRICA URGENTE: — Negativa absoluta a comer o beber. — Sintomatología depresiva, con riesgo de autolisis. — Conductas autolesivas importantes. CRITERIOS PARA DERIVAR A HOSPITALIZACIÓN URGENTE: — Pérdida de peso > 50 por 100 en los últimos seis meses (30 por 100 en los últimos tres meses). — Alteraciones de la consciencia. — Convulsiones. — Deshidratación. — Alteraciones hepáticas o renales severas. — Pancreatitis. — Disminución de potasio (< 3 mEq/l) o sodio (< 130 o > 145). — Arritmia grave o trastorno de la conducción. — Bradicardia (< 40 bpm). — Otros trastornos ECG. — Síncopes o hipotensión (TAS < 70 mm Hg). — HDA: hematémesis, rectorragias. — Dilatación gástrica aguda. CRITERIOS PARA DERIVAR A POSIBLE HOSPITALIZACIÓN COMPLETA: — Estado biológico que implique riesgo de complicaciones graves (nula ingesta de alimentos y especialmente de líquidos, IMC < 16, alteraciones iónicas, vómitos autoinducidos continuados, abuso de laxantes y uso de diuréticos, hematémesis y rectorragias). — Síntomas depresivos importantes con riesgo de autolisis. — Conductas autolesivas importantes. — Protocolos de actuación o algoritmos de decisión que guían las intervenciones multidisciplinares, como los que pueden encontrarse en el anexo II de este libro. Los indicados en dicho anexo están pensados para el ámbito de la atención primaria del Sistema Nacional de Salud español, si bien, a modo de orientación, donde se indica atención primaria podría interpretarse como atención médica y/o psicológica. De este modo, si un paciente que presenta anorexia nerviosa recibe la primera atención por parte de un profesional de la salud, consistente en una intervención psicológica, ésta deberemos ubicarla dentro de la atención primaria, aunque no haya sido realizada en un centro de salud público en dicho ámbito de la atención primaria, en el que por el momento no existen psicólogos clínicos. 5.1.6. Situaciones y retos que se pueden plantear en la sesión y sus posibles soluciones En esta sesión puede presentarse alguna de las siguientes situaciones,para las cuales puede desplegarse alguna de las acciones que se recomiendan a continuación: SITUACIÓN 1 A consulta sólo asiste un familiar, por ejemplo la madre, que indica que su hija probablemente tiene anorexia nerviosa y que no sabe cómo actuar para hablar con ella de este tema o para traerla a consulta. ■ Posibles soluciones a) Lo primero es aclarar si realmente su hija tiene un TCA y de qué tipo, para lo cual se realizará una entrevista confirmatoria de los diagnósticos y se elaborará una breve historia clínica. b) Posteriormente, conviene explorar cuáles son las razones para que en la familia no se hable de un posible trastorno de salud de uno de sus miembros y si existe un determinado estilo comunicativo en el seno familiar que esté influyendo de alguna forma en el mantenimiento del trastorno. c) Aclarados estos aspectos, pueden proporcionarse algunas recomendaciones al familiar, como las siguientes: — Primero explorar cuál es el grado de apertura de la hija para hablar del supuesto problema. Para ello puede ser útil preguntarle sobre algún aspecto secundario de su trastorno, por ejemplo el hecho de que tenga más frío o que ya no se compre nunca ropa... e ir tirando del «hilo» hasta avanzar a aspectos más nucleares. Es recomendable no comenzar este tipo de conversaciones a la hora de comer; tampoco conviene que el primer tema a tratar sea específicamente sobre comida. — Una vez conseguida cierta apertura de la paciente a hablar de determinados problemas que padece, aunque no reconozca que presenta un trastorno de la alimentación, se podrá abundar en el conjunto de sintomatología negativa y, posteriormente, plantear que quizá algún profesional de la psicología pudiera ayudarla, ofreciéndose a asistir conjuntamente a una primera sesión. — Si claramente se observa que la hija sabe que tiene un TCA pero que no lo vive como un problema, se recomienda intentar convencerla de que asista a consulta para tratar los otros problemas que presenta: el frío, la hinchazón de estómago, la debilidad muscular, la falta de concentración... Obviamente, en ese caso se deberá advertir al terapeuta que se ha logrado que la paciente asista a terapia a través de esta estrategia, para que adapte las primeras sesiones a esta circunstancia particular. d) En estos casos el familiar debe mostrar mucha empatía y paciencia. Conviene dejar claro que nos preocupa la situación de la hija sin ser alarmantes ni acusadores, mostrando cariño, abriendo vías de comunicación y ofreciendo colaboración y ayuda. e) Según el caso, la recomendación de asistir a una primera sesión terapéutica puede ser favorecida si el profesional que se va a visitar es un psicólogo o un médico. Ciertas pacientes verán más amenazante un enfoque psicológico, y otras, un enfoque médico, por lo que será la familia la que deberá valorar qué es lo más adecuado para conseguir un inicio satisfactorio de atención terapéutica. SITUACIÓN 2 La paciente viene obligada por un familiar, y toda la consulta se desarrolla desde el conflicto y entre acusaciones mutuas, o con un soliloquio materno y el mutismo de la chica. ■ Posibles soluciones a) Eliminar la tensión de la situación. Establecer turnos claros de intervención para que cada uno explique lo que quiere decir. Extinguir o castigar los comentarios agresivos y que no aportan nada y reforzar aquellos facilitadores de la comunicación y del respeto mutuo. b) Explicar la diferencia entre describir y valorar y hacer ver cuándo se está utilizando una u otra estrategia comunicativa, promoviendo, por el momento, las descripciones. c) Asumir tiempos de silencio, de recogimiento y de reflexión, evitando ocupar toda la sesión con conversaciones si éstas se desarrollan de manera poco edificante. d) Valorar la posibilidad de realizar las primeras consultas de forma separada. Primero se recibe al familiar, el cual proporciona la información que considera conveniente; posteriormente se ve a la paciente, y se trabaja con ella lo establecido para la sesión, y, finalmente, se termina la sesión con ambas partes para establecer los objetivos a conseguir durante el período intersesiones. SITUACIÓN 3 La paciente tiene una clara falta de conciencia de enfermedad. ■ Posibles soluciones a) El terapeuta debe saber que es un mito considerar que muchas pacientes con anorexia no tienen conciencia de enfermedad, ya que la mayoría de ellas saben que tienen un trastorno del comportamiento alimentario, y muchas lo asumen como una situación de la que no quieren salir. Conocer esto es importante, pues las estrategias para explicarle a una persona que padece anorexia nerviosa o informarle de las características del trastorno no deben ser generales en todas las pacientes; por el contrario, se debe realizar un esfuerzo de individualización. b) Una de las habilidades que debe mostrar el terapeuta en estos casos es la de ser capaz de averiguar algunos aspectos del trastorno que claramente son considerados negativos por la paciente (o que «lleva mal») para, desde ahí, construir un argumentario de lo negativo que es el trastorno y cómo otros síntomas y signos negativos también están presentes en el caso aunque no hayan sido reconocidos o incluso hayan sido asumidos como normales. Esto puede conocerse a través de la propia evaluación de la paciente, así como de la información procedente de terceros. c) Analizar con la paciente cuánto se incrementa el riesgo de padecer determinadas enfermedades en función de su IMC actual, en comparación con índices superiores. Existen diversos estudios que pueden mostrarse a la paciente en los que se analiza, incluso, el incremento del riesgo de muerte asociado al IMC según éste se aleja de la «normalidad» (consúltese Baile y González, 2013). SITUACIÓN 4 La paciente centra su conversación en un síntoma concreto, por ejemplo una desagradable sensación de hinchazón de su estómago cuando come algo, pero sin asumir todo el cuadro. ■ Posibles soluciones a) Explorar si el síntoma o signo puede conllevar cierta gravedad médica o psicológica y si, por tanto, requiere una atención especializada. b) Si el síntoma no requiere atención especializada, habrá que integrarlo en la terapia, lo cual puede resultar útil de dos maneras: — Para hacer hincapié en que la situación actual no es sostenible en el tiempo debido a los efectos perniciosos que posee sobre la salud, y con ello intentar incrementar la adherencia terapéutica. — Para incluir el tratamiento de dicho síntoma dentro de los objetivos de la terapia, incluso si es posible como una de las primeras metas de la intervención, haciéndoselo ver a la paciente. Se pretende con ello incrementar su confianza en la terapia, al reflejar que el terapeuta es sensible a sus demandas y que la terapia sirve para resolver sus problemas, no sólo aquello que los demás dicen que le pasa. Por ejemplo, en el caso propuesto de hinchazón del estómago, suele ser muy eficaz enseñar ciertos masajes abdominales y ejercicios de respiración. SITUACIÓN 5 La paciente se muestra recelosa a ser pesada en consulta. ■ Posibles soluciones a) Eliminar la tensión asociada al acto de pesar y medir. Indicarle que, tras comprobar los datos, el terapeuta no le va a hacer ninguna recriminación, sólo los va a anotar en la gráfica y otro día se analizarán conjuntamente. b) Explicar a la paciente la importancia de la exactitud de las medidas y que éstas han de tomarse siempre en las mismas circunstancias (por ejemplo, vistiendo ropa similar) y empleando los mismos aparatos de medida, lo cual sólo puede garantizarse gracias al control del terapeuta. c) El terapeuta debe ser cauto a la hora de pesar y medir a la paciente. Con objeto de falsear las medidas, hay casos en los que las pacientes utilizan estrategias para pesar más momentáneamente, como puede ser llevar ropas pesadas u objetos en los bolsillos, querer pesarse con ciertos zapatos o botas, beber hasta litro y medio de agua inmediatamente antes de la consulta (equivalente a 1,5 kg), etc. Estas estrategias deben ser impedidas,y también hay que remarcar la importancia de establecer una relación terapéutica basada en la confianza mutua. SITUACIÓN 6 La paciente afirma estar dispuesta a asistir a consulta psicológica pero no quiere que le vea también un médico. ■ Posibles soluciones a) El terapeuta debe valorar si la revisión médica, imprescindible en todo caso de anorexia nerviosa, puede esperar cierto tiempo o no. Para tomar esa decisión debe guiarse por los indicadores antropométricos de que dispone, así como por la información que le haya suministrado la paciente y/o su familia. Si los indicadores son graves (un IMC excesivamente bajo y/o informaciones alarmantes, como calambres, mareos, desmayos, etc.), la atención médica será imprescindible e irrenunciable. Si la paciente se niega a visitar a un profesional médico, el terapeuta deberá intentar convencerla por todos los medios posibles de la necesidad de dicha valoración y seguimiento médico. Ante una negativa mantenida, se valorará suspender la intervención psicológica, pues se corre el riesgo de ser un mero espectador de un proceso de deterioro sin freno. b) Si la situación no es grave (el IMC no es muy bajo o no se tiene noticia de afectaciones importantes del estado de salud) , el terapeuta, aunque seguirá insistiendo en la necesidad de una valoración y seguimiento médicos, podrá retrasar la «obligatoriedad» de éstos algunas sesiones con la esperanza de ir ganándose poco a poco la confianza de la paciente y que ésta acabe por entender su necesidad y utilidad. c) Si la paciente se niega a una valoración médica debido a experiencias negativas en el pasado, el terapeuta puede intentar invitar a un médico a una de las sesiones de terapia psicológica, algún profesional especialmente habilidoso en estos trastornos, para que realice un primer análisis médico junto al psicólogo. Quizás integrando en el mismo espacio ambas intervenciones, psicológica y médica, se obtenga una mayor colaboración. SITUACIÓN 7 En la primera sesión ya se observa un patrón de relación familiar poco favorecedor para la recuperación de un caso de anorexia nerviosa. ■ Posibles soluciones a) Adelantar el manejo de la implicación familiar, que está previsto en este programa para ser llevado a cabo en sesiones futuras, y realizarlo de manera simultánea a las sesiones de evaluación. b) Proporcionar diversas indicaciones relativas al comportamiento familiar que permitan empezar a trabajar este aspecto lo antes posible. Dependiendo del caso, éstas, que deben ser breves y sencillas, podrían consistir en: — No transmitir valores relacionados con el aspecto, la imagen corporal o la necesidad de estar delgada. — Asumir que estamos ante un trastorno complejo, en el que toda la familia está implicada y que requiere la buena disposición y ayuda de todos. — Cuidar la comunicación: reducir comentarios o actitudes agresivos e incrementar la comunicación asertiva. — Eliminar la tensión asociada a todo lo relacionado con la comida, no agobiar a la paciente en los períodos de tiempo dedicados a la alimentación y, si debe haber discusiones, procurar que éstas no tengan lugar en dichos momentos. SITUACIÓN 8 La paciente señala claramente que se niega a recibir tratamiento. ■ Posibles soluciones a) Asesoramiento legal del terapeuta. El terapeuta debe tener claro cuál es la normativa legal española referente a los consentimientos informados y los tratamientos involuntarios. El principio general es que todo adulto, y todo menor con madurez para opinar, sólo debe ser tratado si existe un consentimiento informado. Una primera aproximación al respecto se puede encontrar en MSC (2009). b) Los referentes básicos que se pueden obtener de dicha guía son los siguientes: — A partir de los 16 años el consentimiento debe ser prestado directamente por el paciente, salvo en situaciones de grave riesgo inminente para la salud. Por tanto, si no existiera dicho riesgo, la negativa de la paciente debería ser atendida. — Entre los 12 y los 16 años, el menor debe ser escuchado y atendido en la toma de decisiones sobre el proceso terapéutico, si bien prevalecerá la opinión de los responsables legales. — En situaciones de internamiento sin consentimiento informado por la urgencia de la situación, se deberá recabar la autorización judicial previa u obtenerla en las 24 horas siguientes al internamiento. 5.1.7. Tareas para que la paciente realice en el período interconsultas — Si la paciente no va a ser atendida por un profesional médico en un centro terapéutico multidisciplinar, tras esta primera consulta psicológica deberá solicitar atención médica para recabar determinada información, incluidos análisis bioquímicos, y llevar el informe médico resultante a la próxima consulta con el psicólogo. Convendría que dicho profesional médico fuera el que se encargara de realizar un seguimiento periódico y mantuviera un contacto fluido con el psicólogo. — Se propondrá a la paciente elaborar un autorregistro genérico de alimentación y de actividad física, insistiendo en que es crucial incluir toda la información, por insignificante que le parezca. Puede emplearse como modelo básico el presentado en la tabla 5.3, el cual se irá modificando en futuras sesiones para adaptarse a los avances terapéuticos o los objetivos específicos de cada fase del programa. TABLA 5.3 (DESCARGAR O IMPRIMIR) Autorregistro de hábitos alimentarios, de actividad física y del sueño Mañana Mediodía Tarde Noche Comida* Actividadfísica** Comida * Comida* Actividad física** Comida* Actividad física** Sueño *** * Deberán indicarse los alimentos ingeridos durante el desayuno y a lo largo de la mañana (en la casilla «mañana»), a la hora del almuerzo (en la casilla «mediodía»), a la hora de la merienda y el resto de la tarde (en la casilla «tarde»), así como para cenar o a lo largo de la noche (en la casilla «noche»). ** Deberá indicarse el tiempo aproximado dedicado a realizar actividad física. *** Deberá indicarse la hora aproximada a la que la paciente se ha acostado, así como el número de horas de sueño totales. — Si la situación de deterioro físico es preocupante, puede ser aconsejable reducir el período intersesiones habitual, de modo que la segunda cita (y, si es necesario, alguna más) se realice en cuatro o cinco días, sin esperar toda una semana. 5.2. SESIÓN 2.ª: CONTINUACIÓN DE LA EVALUACIÓN Y ESTABLECIMIENTO DEL PERFIL DE TRASTORNO DEL COMPORTAMIENTO ALIMENTARIO 5.2.1. Introducción En esta sesión, perteneciente también a la fase de evaluación, se continúa la tarea de recogida de información iniciada en la primera. En este momento interesa especialmente ir configurando una fotografía del caso, en cuanto a la determinación de las variables implicadas en él y las relaciones entre ellas, para poder así elaborar un análisis funcional explicativo. En esta sesión se debe estar muy atento a las primeras reacciones de la paciente a una rutina de sesión psicológica y cómo está aceptando una posible terapia. Dado que se le va a pedir completar varios cuestionarios, su sinceridad es muy importante, por lo que si no existe garantía de dicho compromiso quizá convenga retrasar su aplicación para más adelante. Si en esta sesión se finaliza ya con el convencimiento de que se va a realizar una terapia http://www.edistribucion.es/piramide/268020/tabla_5_3.pdf psicológica, puede ser el momento de plantear el contrato terapéutico. 5.2.2. Objetivos de la sesión — Continuar con la revisión de los valores antropométricos a partir de los cuales se hizo el diagnóstico en la primera sesión. — Analizar los hábitos de alimentación y actividad física a partir del autorregistro realizado en el período intersesiones. — Realizar un perfil de trastorno del comportamiento alimentario. — Acordar un contrato terapéutico. — Proponer nuevas tareas para la siguiente sesión que permitan profundizar en la evaluación del caso. 5.2.3. Técnicas y estrategias para evaluar e intervenir Además de las técnicas y/o estrategias que el caso concreto requiriese, en esta sesiónse llevarán a cabo fundamentalmente las acciones que se enumeran a continuación: — De nuevo se obtendrá el Índice de Masa Corporal (kg/m2). Dicho dato se apuntará en la gráfica de seguimiento (véase figura 5.1). — Para realizar el perfil del trastorno del comportamiento alimentario se recomienda el empleo de diversos tests, aquellos ampliamente reconocidos y validados para alcanzar este objetivo. 5.2.4. Acciones y actitudes terapéuticas Las actuaciones del terapeuta en esta sesión, así como sus actitudes, son las propias de la fase de evaluación en un proceso de intervención estándar, en la que se valora la adecuación de una determinada modalidad de tratamiento. En esta sesión conviene dar voz a la paciente y preguntarle qué opina de la primera sesión y de un posible tratamiento psicológico, y analizar cómo vive esta posibilidad, sus resistencias y/o motivaciones. El análisis del primer autorregistro realizado durante el tiempo que ha transcurrido desde la última sesión debe permitir al terapeuta lo siguiente: — Ir configurando la morfología de hábitos de la paciente. Esto posibilitará, además, conformar el análisis funcional del caso en cuestión. — Comprobar la actitud y capacidad de la paciente para realizar tareas de autoobservación y registro, así como para respetar las indicaciones terapéuticas. Si la paciente asiste a consulta sin haber hecho el registro, con excusas débiles, o habiéndolo realizado claramente de forma indisciplinada, estará proporcionando una importante información al terapeuta, que éste deberá integrar en su planificación de acciones terapéuticas. Con el perfil de trastorno de comportamiento alimentario que obtendremos a partir de la información procedente de entrevistas, el primer autorregistro y los cuestionarios que se apliquen en esta sesión, el terapeuta debe ir configurando el análisis funcional del caso. Las informaciones obtenidas en los cuestionarios que se sugieren en el siguiente apartado permitirán obtener datos cuantificables del cuadro, los cuales pueden terminar de configurar el diagnóstico y servir de futuros indicadores de evolución y/o recuperación si se vuelven a administrar en sesiones postratamiento. Asimismo, uno de los cuestionarios propuestos ofrece, en particular, un perfil que incluye diversos factores implicados en los TCA, el cual permitirá matizar el caso concreto que nos ocupe, así como orientar la intervención, dado que muestra qué áreas están más implicadas. También es el momento de acordar un contrato terapéutico, si se confirma que la terapia psicológica es la indicada en el caso. Éste puede ser firmado a tres bandas, entre el terapeuta, la paciente y el familiar, o sólo entre el terapeuta y la paciente; dependerá de la edad de la paciente y su contexto familiar. En dicho contrato debe quedar claro el formato de la terapia, así como los compromisos que adquiere la paciente y/o familiar de cumplir las indicaciones terapéuticas (cumplimentación de registros, cambio de hábitos, asistencia a las sesiones, etc.). Se recomienda no usar la palabra «engordar» ni en las conversaciones ni en los documentos que se manejen con la paciente, ya que las personas con anorexia nerviosa suelen presentar una fobia a la gordura; si se insiste en que el terapeuta o la terapia tienen como objetivo que ella engorde, puede tener lugar una reacción muy negativa por su parte, así como un fuerte riesgo de falta de compromiso o de adherencia terapéutica. Es mucho más adecuado, por el momento, hablar de «mejorar la salud» o «mejorar el IMC», y sólo cuando se haya trabajado dicha fobia, hablar sin riesgos de engordar. 5.2.5. Materiales prácticos Para el desarrollo de esta sesión se sugieren, además de los materiales o recursos que un caso concreto pudiera requerir, los siguientes: — Báscula y tallímetro. — Tests o cuestionarios para evaluar el perfil de trastorno de comportamiento alimentario. Se recomienda utilizar los siguientes: • Eating Attitudes Test (EAT; Garner y Garfinkel, 1979), adaptado al castellano por Castro, Toro, Salamero y Guimera (1991), el cual indica la existencia de un trastorno del comportamiento alimentario si la puntuación global supera el punto de corte establecido. Existen dos versiones de este test, una de 40 ítems y otra de 26 ítems; ambos pueden encontrarse en MSC (2009). • Eating Disorder Inventory (EDI; Garner, Olmsted y Polivy, 1983), del que existen diversas versiones. Para población española está adaptada la tercera de ellas, el EDI-3 (Garner, 2010). Según la página web de la propia editorial que comercializa este test, la última versión está compuesta de 91 ítems, organizados en doce escalas principales, tres específicas de los TCA y nueve escalas psicológicas generales que son altamente relevantes para los TCA aunque no específicas para evaluar éstos (véase TEA, 2013). Este inventario también proporciona seis índices: uno específico de los TCA (riesgo de TCA) y cinco referidos a constructos psicológicos integradores (ineficacia, problemas interpersonales, problemas afectivos, exceso de control y desajuste psicológico general). Incorpora, respecto a las versiones anteriores, tres escalas de validez que permiten al profesional detectar patrones de respuestas inconsistentes o extraños (inconsistencia, infrecuencia e impresión negativa). En la figura 5.2 se reproduce el ejemplo de un caso de anorexia nerviosa restrictiva, evaluado mediante el EDI-3. Se observa cómo en todas las escalas la paciente puntúa, en cuanto a percentil, muy por encima de la población no clínica de referencia (zona sombreada); además, este instrumento nos permite observar en qué variables la puntuación es muy acusada (bulimia, desajuste personal...), lo que puede ayudar a establecer ámbitos o prioridades de intervención. Figura 5.2. Caso de una chica con anorexia nerviosa restrictiva: perfil del Eating Disorder Inventory EDI-3 de Garner (2010) (reproducido con permiso de © TEA Ediciones S. A.). (DESCARGAR O IMPRIMIR) • Body Shape Questionnaire (BSQ; Cooper, Taylor, Cooper y Fairburn, 1987), adaptado a población española por Raich, Mora, Soler, Ávila, Clos y Zapater (1996). Se trata de un cuestionario específico para evaluar la insatisfacción corporal, que es uno de los factores http://www.edistribucion.es/piramide/268020/figura_5_2.pdf asociados más claramente a los TCA, hasta el punto de ser uno de los mejores indicadores de gravedad de la anorexia, así como un buen predictor de su recuperación. — Además del perfil obtenido mediante cuestionarios, se puede realizar una valoración de la gravedad del caso, así como su mejor o peor pronóstico temporal, empleando para ello criterios como los indicados en la tabla 5.4. — Gráfica de IMC (véase figura 5.1). TABLA 5.4 Indicadores de peor pronóstico de una recuperación prolongada en el tiempo en un caso de TCA (tomado de Treasure et al., 2011) — Una larga duración del trastorno. — Gravedad de la pérdida de peso. — Vómitos y prácticas purgativas. — Problemas psicológicos adicionales, como un trastorno obsesivo-compulsivo. — Dificultad para ganar peso una vez comenzado el tratamiento. — Incapacidad de recuperar el peso normal (IMC de 19 a 24 en adultos) una vez instaurado el tratamiento como paciente interno. — Factores familiares que generan niveles de estrés elevados. 5.2.6. Situaciones y retos que se pueden plantear en la sesión y sus posibles soluciones En esta sesión puede presentarse alguna de las siguientes situaciones, para las cuales puede desplegarse alguna de las acciones que se recomiendan a continuación: SITUACIÓN 1 La paciente insiste reiteradamente en su deseo de no engordar, e indica que si la terapia busca alcanzar dicho objetivo, entonces no le interesa continuar en ella. ■ Posibles soluciones a) El terapeuta debe evitar las palabras «engordar» y «coger kilos», o expresiones de este tipo, que suelen ser vividas con mucha ansiedad por la paciente con anorexia. b) Se pueden sustituir las expresiones anteriores por otras como «puedes seguir delgada, como quieres, pero
Compartir