Vista previa del material en texto
Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.1 Urresti, Marcelo. Las culturas juveniles. Ponencia presentada en Cine y Formación Docente, Neuquén, 23 septiembre 2005. Ficha bibliográfica Resumen: El autor intenta superar las limitaciones del enfoque puramente centrado en la edad para definir la adolescencia y propone procesarla culturalmente Realiza un análisis antropológico para discutir la idea de juventud y adolescencia en diferentes grupos sociales hasta llegar al presente, y trata de identificar cómo distintas sociedades construyen sus categorías. Aborda, de esta manera, el concepto de juventud a partir del sistema social y de las identificaciones que lo definen. Incorpora la idea de moratoria social. Caracteriza la experiencia histórica de las generaciones jóvenes de la actualidad, y señala la lejanía entre la escuela y la cultura juvenil. Analiza el papel de los medios en el debilitamiento del lugar ocupado por la escuela, e intenta definir las alternativas en las cuales los adolescentes y jóvenes buscan formas de identificación. Desarrolla los conceptos de paleo-culturas juveniles y de neo-culturas juveniles, destacando el papel del consumo y la renovación cultural Las culturas juveniles La adolescencia y la juventud desde una perspectiva sociocultural Adolescencia y juventud son dos términos a través de los cuales las sociedades modernas han intentado ordenar segmentos poblacionales a partir de la edad. En todo orden social la edad funciona como un criterio clasificatorio y al igual que el sexo, son los primeros determinantes de diferencias básicas que serán luego procesadas por la cultura. De uno y de otro lado quedarán las categorías por ellos definidas: los géneros y los grupos de edad. A primera vista puede parecer transparente el conjunto de los actores definidos por el criterio etario, pero a poco que se adentre la observación en los límites, todo aquello que aparecía en principio claro y diferenciable comienza a tornarse vidrioso para volverse opaco. Si bien términos como adolescencia y juventud definen “grupos de edad”, no se los puede demarcar con la exactitud que suponen los criterios de edad, puesto que sus límites son variables, como todo límite de edad; y sus fronteras son sociales y por lo tanto, varían histórica, geográfica y culturalmente. Los grupos jóvenes comienzan a existir históricamente cuando se une a cierta bonanza demográfica la capacidad cultural de elaborar la diferencia que la estructura reproductiva de esa sociedad hace posible. Geográficamente, es posible constatar que hay sociedades que no tienen jóvenes. Si la juventud es ese período a través del cual se vive un tiempo intermedio que va desde el abandono de la infancia hasta el paso definitivo que supone pasar a formar parte del mundo de los adultos, entonces, no existe la misma juventud en todas Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.2 las sociedades. Es muy extendido, entonces, el tipo de sociedades sin juventud, ya que como lo prueba la antropología, con un rito de pasaje que suele consistir en un período breve de alejamiento de los púberes de sus aldeas, seguido de un bautismo, una circuncisión o alguna otra ceremonia de marcación corporal, los miembros de estas sociedades pasan casi sin transición o directamente desde la infancia a la adultez. Es decir que la madurez corporal es suficiente como condición para entrar en el mundo adulto, condición que es legitimada por un rito que hace las veces de frontera oficial entre un grupo de edad y el otro. Por lo tanto, ese dato inmediato de la experiencia social, casi incuestionado, de que hay algo natural en el desarrollo humano y dentro de él un período que se engloba en la categoría juventud, es altamente discutible. En sociedades modernas las curvas demográficas tienden a extenderse cada vez más, las estructuras socioeconómicas se complejizan, surgen nuevos saberes y prácticas institucionales, se combinan y pluralizan los sistemas educativos, se diversifican las producciones culturales y sus consumos, situación en la que el juego de las diferenciaciones sociales se multiplica. El presente actual en constante explosión se encuentra con una variedad creciente de grupos de edad, producto de esta diversificación: hoy en día hay niños, púberes, adolescentes, jóvenes, jóvenes adultos, maduros, mayores, tercera edad, gerontes, y hasta comienza a surgir una cuarta edad. En este contexto, la pregunta por la adolescencia y la juventud toma otras características. Tanto una como la otra son categorías construidas social e históricamente y articulan un “material” escaso, la temporalidad hecha cuerpo, la vida de un cuerpo, su duración cronológica traducida en los términos de un sistema de oposiciones significantes, es decir, de una cultura. Las diferencias entre adolescencia y juventud, responderán al tipo de cultura al que se hace referencia, a sus rituales oficiales u oficiosos de pasaje, a las marcas de sus tránsitos y a los sistemas de categorización de edades vigentes en la sociedad de la que se trate. Atenta a estas características, la teoría social dedicada al tema ha comenzado a considerar una perspectiva relativamente aceptada: adolescentes y jóvenes, serán todos aquellos que una determinada sociedad considere como tales. El papel de la investigación consiste en tratar de definir cómo distintas sociedades construyen sus categorías. De este modo, para las sociedades modernas actuales, se considerarán los elementos que constituyen al adulto y se verán las vías de acceso que llevan, socialización mediante, a los sujetos desde su madurez corporal hasta la plena madurez social. Es decir que para aclarar de qué se habla cuando se habla de jóvenes, en la medida en que se trata de una transición, primero hay que detenerse en las características que definen a un adulto normal, el final de la transición, para ver luego qué es lo que conduce hasta él. Un adulto se define como alguien que ha establecido su vida al margen de su familia de origen, que se autosustenta, que ha constituido su propia familia, que tiene hijos, que ha definido exitosamente un destino laboral. La juventud sería ese período de mora en el cual cierto segmento de la población llegado a la madurez sexual, a su plena capacidad biológica para reproducirse, no termina de consumarse como un adulto y se encuentra a la espera de adquirir los atributos que lo identifiquen como tal. De esto se desprende que distintas clases sociales tendrán distintos tipos de maduración social, más o menos acelerada según las presiones materiales Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.3 a que estén expuestas, y por ende, de extensión de ese período intermedio entre la niñez y la adultez al que se denomina juventud. Por lo tanto no todos los individuos que tienen la edad de ser jóvenes se encuentran, socialmente hablando, en la misma situación. No todos entran en la formación de las familias a la misma edad, ni tienen la misma presión económica por definirse laboralmente. Es decir que no todas las clases gozan de esta ventajaque produce la vida social actual, hecho que en su desigual distribución hace que haya clases con jóvenes y clases que no los tienen, o cuya duración, mínima, casi los torna invisibles. Maternidad y paternidad adolescentes, cortes en la permanencia en el sistema educativo, necesidad de trabajar, producirían entre los sectores populares una reducción de la moratoria social. Los planteos centrados en la moratoria, eficaz herramienta conceptual para comprender de manera más crítica la construcción social de la juventud, se encuentra con un problema: casi no hay juventud en los sectores populares. De modo tal que superado el problema de corte de edad como criterio y partiendo hacia indicadores constructivos en el orden social, surgen nuevos obstáculos: en la definición social del modelo de juventud está operando un sistema de dominación social que hace aparecer como jóvenes sólo a los miembros de una clase, excluyendo implícitamente a los miembros de otras clases que no acceden objetivamente a la moratoria social. Con la adolescencia sucede algo parecido. En los términos impuestos por nuestra cultura la adolescencia aparece como el período previo a la juventud o en menor medida como la primera juventud, y supone, el momento problemático en que se consuma la madurez corporal y se discute por primera vez la herencia familiar en la constitución de la personalidad. Se manifiesta como un período de crisis en el que se abandonan maneras habituales de situarse en el mundo de las edades y se asumen nuevas posiciones de rol junto con una corporalidad en desarrollo. Se trata de una etapa transicional de la vida de las personas en la que se atraviesa una crisis profunda, un interregno que se origina con la madurez sexual y que se va definiendo con el proceso de las moratorias hasta desembocar en el reconocimiento social que supone ser adulto. Según Erikson, el período adolescente escenifica una crisis: por un lado un abandono, una pérdida, la del cuerpo y el lugar del niño, y por otro, una búsqueda, la de la identidad en el mundo adulto. En sociedades como las nuestras, la crisis se manifiesta en el cuestionamiento que el adolescente hace del sistema de referencias que constituyen la identidad que ha heredado de la familia. En la experiencia habitual del niño, la familia aparece como el grupo de pertenencia natural, espontáneo e incuestionado durante la infancia, que constituye al niño como sujeto y su lugar en el entorno próximo y en el mundo que lo rodea. La familia funciona como la primera matriz de sentido en la que se elabora una representación del sí mismo y del mundo social. La adolescencia comienza en lo corporal con la madurez sexual y en lo psicosocial con el cuestionamiento de esta herencia recibida, y a través de las búsquedas posteriores afirma la necesidad de constituirse frente al mundo de los padres, en oposición y conflicto frente a él. La familia otorga una historia en la que se es individuado, y la adolescencia supone el primer paso en la construcción autónoma de esa nueva historia que constituirá la nueva identidad. Es por ello que aparece como un período crítico en el que, sobreviene la madurez Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.4 psicológica propia de la constitución del adulto promedio sano: con un nuevo sistema de identificaciones que lo define y una forma de sexualidad asumida El conflicto generacional puede ser entendido a esta luz como la discusión de la herencia familiar y la progresiva decisión del sujeto en la elección de lo que serán sus grupos de pertenencia. Tanto el proceso de juvenilización en el que la moratoria parecería resolverse, como el de la conversión de la adolescencia en un estado, llegan a un mismo nudo problemático: si bien se trata de descripciones creativas, que conducen la atención hacia tendencias de actualidad, confunden un aspecto parcial de las definiciones con la definición completa. En principio toman algo puramente estético y de clase, el aspecto corporal en el caso de la adolescencia y las vías diferenciales de acceso a la adultez en el caso de la moratoria social, y esta operación obstruye la mirada. Detrás de la definición social de esas agrupaciones existe una lucha clasificatoria en la que distintos sectores tratan de darle su contenido, definiéndoles un perfil. Hay modelos dominantes de ser joven o de ser adolescente, que tienen por detrás la articulación de estrategias sociales de dominación que luchan por establecer modelos que, funcionan como herramientas de esa dominación. Detrás de estas clasificaciones la sociedad disputa el acceso a recursos, a su distribución, a la lucha por su control y monopolización. En esas disputas se expresan distintas visiones, distintas experiencias, y eso es lo que constituye el motor de las luchas sociales por la clasificación. Si hay algo que define el ser joven no es tanto una estética o una moratoria social como el posicionamiento fáctico frente a las generaciones precedentes. La juventud es esa facticidad que señala como un dato duro quiénes son precedentes y quiénes son posteriores. Y esto está más acá o más allá tanto de las estéticas que “definen” un grupo de edad, que en última instancia es un juego de apariencias sociales en disputa, como de las moratorias sociales desigualmente distribuidas en distintos sectores de la población. Con esto se trata de recuperar esa base “material” de la edad pero procesándola culturalmente: tener una edad y no otra supone pertenecer a una generación y no a otra, supone haber sido socializado en un momento histórico determinado, ser hijo de una coyuntura y darle un tipo de relieve temporal a la propia experiencia. Ese tiempo diferencial que distancia de la muerte es el mismo que se expresa en la asociación de cadenas de acontecimientos, dándole un sentido temporal a la existencia, un sistema de referencias de momentos anteriores o posteriores, simultáneos o sucesivos, centrales o periféricos dentro de los cuales un sujeto posiciona su propia duración en el conjunto de las duraciones sociales e históricas. El crédito temporal disponible y la facticidad son los que le dan profundidad histórica a la experiencia personal en la que cada sujeto construye su propia identidad. La juventud, más que una estética o una moratoria social, ambas pertenecientes a sectores sociales que se la apropian con relativa exclusividad, es un posicionamiento objetivo en el conjunto de las distintas generaciones que luego toma características de clase específicas, pero que comparte la definición de situarse en uno y solo en un momento de la historia, por eso es una experiencia singular e intransferible de cada uno, común con aquellos “hermanos de generación”. Por eso, por más que una estética promocionada por el mercado pueda ofrecer sus signos exteriores como mercancías, y alguien las pueda adquirir, jamás tendrá su núcleo, ese Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.5 capital temporal de que se dispone, que se pierde irremediablemente y no se puede recuperar, por más sano y saludable que esté el cuerpo, por más que se demore la llegada de los hijos. De igual manera y a la inversa: por más que los sectores populares, en virtud de sus modelos estéticos, de sus dietas y rutinas laborales, no tengan el cuerpo adolescente del modelo impuesto, por más que tengan hijos en edades muy tempranas, o por más que su moratoria socialsea mínima o inexistente y su apariencia no los identifique con los grupos adolescentes por su estética, si su edad así lo determina, si su capital temporal excedente es grande, entonces serán jóvenes, aunque socialmente, según los modelos sociales impuestos, no lo parezcan. Entonces, la juventud es una condición de facticidad, un modo de encontrarse arrojado en el mundo, que articula la moratoria vital, la historicidad de la generación en la que se es socializado y la experiencia de las duraciones y de la temporalidad. Ser joven es una forma de la experiencia histórica atravesada por la clase y el género, pero que no depende exclusivamente de ellos, sino que adquiere modalidades diferenciales en ellos. La juventud es una condición que se articula social y culturalmente con la edad con la generación a la que se pertenece, con la clase social de origen y con el género. La experiencia histórica de las generaciones jóvenes de la actualidad La juventud crece en un ambiente contradictorio: por un lado, expuesta a una inducción permanente de aspiraciones al consumo y por el otro, abandonada a una situación con altos índices de desempleo, en la que la obtención de los recursos que exige la lógica de mercado para adquirir bienes se encuentra cada vez más lejana. En estas condiciones la doble presión social se resuelve con estrategias que exceden los modos tradicionales y hasta los marcos legales en los que funciona la economía para la gran mayoría de la población. Con una inserción laboral precaria, cuando la obtienen, con salarios más bajos que los de los mayores cuando hacen la misma tarea, con tareas de baja calificación o nulo atractivo, con escasas probabilidades de crecimiento, la mayoría de los empleos que obtienen los jóvenes funcionan más como necesidades dolorosas que como medios de realización personal. Muchas veces, estas dificultades ligadas con el mundo del trabajo llevan a opciones en las que se desenvuelven lazos reproductivos ligados con economías marginales e ilegales. Para las generaciones anteriores, el trabajo, la escuela y el ahorro, se asociaban con un mundo de valores en los que estaba inscripta esta maquinaria del sacrificio: los esfuerzos del presente se compensarían en un futuro mejor Trabajo no sólo significaba tener un empleo, desarrollar una tarea, implicaba además ocupar un lugar en la vida social, tener una identidad que ostentar orgullosamente ante los otros ; ser un trabajador era obtener respeto y reconocimiento, mostrarse común, y a través de ello, exteriorizar una de las formas de la virtud moral más extendidas históricamente en nuestra sociedad: la honestidad. La escuela también funcionó en cierta lógica valorativa moralizante. Al igual que el trabajo, aparecía en el marco de la promesa, tangible, del ascenso social. La escuela -no sólo la primaria-, implicaba además la posibilidad de acceder a mundos valorados como los del saber, la formación y la cultura. Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.6 Estos espacios tradicionalmente vinculados con el poder de las clases altas, eran verdaderos emblemas para las clases alejadas de ellos, y su prestigio era una meta legítima a la que se aspiraba a llegar sólo por la escuela. Es decir que como mejora en la posición laboral o como medio de acceso a un mayor prestigio para las familias, la escuela funcionaba en esa lógica en la que los sacrificios presentes implicaban, con alto grado de probabilidad, recompensas futuras. El halo sagrado que la envolvía tenía este casi irresistible poder de atracción sobre sectores sociales amplios que creían en sus promesas, altamente razonables Hoy en día se asiste a la crisis de estos dos tradicionales ámbitos, el trabajo y la escuela, como canales de inserción social. Es la compleja crisis social general la que ha desplazado el lugar imaginario de la recompensa que durante tanto tiempo ha rodeado a estas instituciones. En este contexto, no es casual, pierden fuerza atractiva. Los jóvenes, en medio de estos cambios, parte misma de estos cambios, sin la inercia valorativa que suele pesar sobre las generaciones precedentes, comienzan a valorar positivamente otras instituciones tradicionalmente desvalorizadas, como es el caso de los circuitos de la marginalidad y la ilegalidad, muchas veces forzados, muchas veces elegidos. Las dificultades que los jóvenes encuentran para insertarse socialmente en los canales aún reconocidos como “normales” genera la visión que los patologiza. Complementario con el factor ambiente de exclusión actúa cierta lejanía existente entre la escuela y la cultura juvenil tal como está tomando forma en la actualidad. Parte de la pérdida de eficacia de la escuela sobre los alumnos radica en la crisis de sentido que afecta a la institución en el contexto histórico y social de fin de siglo: se va desmoronando como parte del gran articulador social centrado en el eje trabajo-estudio. Esta articulación simbólica está ausente en la cultura de los sectores juveniles y cuando se la encuentra se parece más a un residuo discursivo que a una matriz eficaz de producción de prácticas. Hoy en día, la crisis de los ascensores sociales (trabajo, estudio, inversión a largo plazo, sacrificio) cuestiona la validez de la escuela como instrumento de socialización y de producción de sentido. La escuela y el trabajo aparecen más pesimista, visión que se agrava cuando se trata de sectores populares, azotados por el desempleo, la desalarización, la precarización laboral y la amenaza de la exclusión social. El papel imaginario de la escuela vinculado con la apertura hacia nuevos horizontes de mejora social, básicamente laborales, se disloca. Al mismo tiempo, con el avance creciente de la influencia de los medios masivos de comunicación sobre la vida cotidiana de la población, esta tendencia a la extensión de la “cultura de lo fácil” se agudiza. Con el avance de los medios audiovisuales, sistema que se complejiza y diversifica cada vez más, participando de lo que algunos autores llaman la “virtualización de lo real”, se abren nuevos canales de circulación de mensajes que tienden a desplazar a los tradicionales, entre estos, la escuela. Esta tendencia es más fuerte cuando se trata de los segmentos más jóvenes de la población, muchas veces socializados electrónicamente. En este contexto, la autoridad tradicional de padres y maestros se ve crecientemente compartida, asediada y hasta jaqueada por la omnipresencia del sistema mediático. Si bien esto no debe llevar a pensar que los medios se imponen sin resistencias, debe ser tenido en cuenta como un factor de peso en Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.7 el debilitamiento general del lugar ocupado por la escuela. Obviamente dependerá de cada familia el grado de resistencia que se oponga a la presión de los medios, situación que condicionará su eficacia. Pero también es cierto que la tendencia general en la cultura presente, se inclina hacia una eficacia cada vez mayor. En este sentido, y en la medida en que se propone como entretenimiento, con el sistema mediático tiende a facilitarse el camino para la imposición de la “cultura de lo fácil”. Esta cultura en la que el esfuerzo y el trabajo para obtener algo ceden como puntos máximos en las escalas valorativas para ser desplazados por otros valores de tipo cortoplacista, y hasta de inspiración “mágica” como el exitismo,el consumismo desenfrenado, el hedonismo y el narcisismo, es el marco en el que hay que ubicar a las culturas compartidas por los jóvenes. Estas culturas dentro de las que se estarían forjando las nuevas subjetividades protagonistas de fin de siglo XX, se alejan del lugar tradicionalmente ocupado por la escuela. Comprender esto es fundamental para acercarse a uno de los rasgos definitorios de las culturas juveniles que se han ido extendiendo a lo largo de los últimos treinta años por el cuerpo social en su totalidad. Ante la crisis de sentido que sufren las instituciones tradicionales de la socialización surgen alternativas en las cuales los adolescentes y los jóvenes buscan formas de identificarse, reconocerse entre sí, establecer grupos, forjándose cierta idea de sí mismos, de los otros y del mundo que los rodea. Ese mundo se les aparece como el mundo de “los otros”, de los adultos, en el cual tratan de reconocerse como legítimos afirmando consumos y preferencias comunes en los cuales se encuentran a sí mismos y entre ellos. La afirmación en ciertos valores de las culturas juveniles implica en parte la búsqueda de una malla protectora, contenedora, frente a un mundo ancho y hostil en el cual, en términos generales, no pueden ver una salida. De allí que se expresen en conductas que describen un arco que va desde la rebeldía más radical a la resignación más apática e indiferente, y hasta incluso suele darse también la convivencia casi acrítica de ambas tendencias en mezclas confusas Las nuevas formas de socialización en las que se traban las culturas juveniles tienen un horizonte utópico y hasta redentor, aunque ello conviva con los más hostiles distanciamientos frente a las prácticas de transformación que muchos de sus imaginarios deberían implicar. Las paleo-culturas juveniles Las paleo-culturas juveniles expresan una experiencia generacional de búsquedas que marca el origen de cierto modo juvenil de estar en el mundo, diferenciado del de los adultos, casi en paralelo con su modo de vida, algo que con el tiempo se generaliza en todas las sociedades occidentales modernas a partir de los años setenta. El primer momento de ruptura cultural juvenil estuvo representado por la aparición del rock. El surgimiento del rock a fines de los años cincuenta conmociona las culturas parentales tradicionales, al colocar en la escena por primera vez una música hecha por jóvenes y destinada exclusivamente al consumo de los jóvenes, música que les proporcionaría un lenguaje propio, altamente significativo para la toma de conciencia de su propio lugar como generación. A partir del rock y sus posteriores derivaciones queda demostrada la Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.8 importancia que tiene la música industrializada y comercializada para los jóvenes de las sociedades contemporáneas que buscan en ella los signos de su identidad. Esta reacción musical– corporal abre las puertas a una discusión sobre los valores que rigieron por décadas la socialización de las generaciones menores, permitiendo una mayor autonomía moral en los jóvenes y una consiguiente disminución del poder y de la autoridad de los mayores. En esos años también tiene lugar la revolución sexual –protagonizada fundamentalmente por los jóvenes–, una impugnación de los roles tradicionales de género a favor de figuras menos estereotipadas y rígidas y el surgimiento de nuevas formas de concebir las relaciones amorosas y los arreglos de convivencia, no necesariamente familiares. Este espíritu de rebeldía y cuestionamiento de la vida cotidiana y sus herencias naturalizadas será inseparable de las culturas juveniles y se extenderá con ellas a través de la música y el complejo audiovisual que la acompaña. La sexualidad no reproductiva, ligada al goce corporal, la posibilidad de cambiar de pareja sin que ello implicara un estigma seguro, la moderación del alcance y la fuerza de los compromisos formales, la búsqueda de la realización del deseo en distintos ámbitos de la vida, fueron reivindicaciones que gracias a la acción de las culturas juveniles se extendieron primero a casi toda una generación y a la sociedad en general veinte años después. Se da entonces una lucha contra la postergación y el sacrificio por hombres y mujeres jóvenes que se niegan a aceptar condiciones de vida impuestas, negativa que, cuestiona la autoridad de los padres y de las instituciones. Así es como se radicaliza el conflicto generacional, algo que hasta el momento estaba contenido en ciertos marcos estables, y comienza a hablarse de una brecha entre generaciones, expresión que señala una mayor radicalidad respecto de las diferencias. Con esta ruptura primera se inicia una revolución generacional permanente. Supone una revolución cultural pacífica en la que se enfrentaron por primera vez padres e hijos, separados por concepciones diferentes en temas tan centrales como la corporalidad y la sexualidad, pero también la ética del trabajo, la valoración del consumo, la espiritualidad y la religión y hasta incluso respecto de temas políticos, como el orden socioeconómico e institucional dominante o la guerra. La música y los imaginarios que la acompañaban desempeñaron un rol central: la canción de protesta en sus diversas formas y ritmos hace de vehículo para el pacifismo y un esbozo de contrapoder juvenil que pone en el centro de su crítica a la violencia estatal, al cinismo de los grupos gobernantes, al belicismo de los grandes poderes, junto con los que también caen el pretendido progreso material, la sociedad de consumo, el industrialismo, la carrera armamentista y, en un plano más cotidiano, la alienación laboral, la rutina estupidizante de la sociedad del espectáculo, lo que puede entenderse como una impugnación total de la vida mediocre del hombre común. Este ideario fue impulsado por distintas vanguardias artísticas e intelectuales, de la época. En este cuadro la escuela ocupa un lugar negativo: estas primeras culturas reivindican una espontaneidad inmediata, una forma de libertad “salvaje” que se relaciona muy conflictivamente con la escuela, a la que coloca como lugar de adoctrinamiento y “ceguera discreta”, pues deja de lado inconscientemente lo que no quiere ver, lo que el “sistema” no deja pensar y elaborar. Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.9 En este sentido, la educación proveniente de los agentes parentales – padres, escuelas, universidades– es vista y criticada como parte del problema, como mecanismo auxiliar de la opresión que cae sobre los jóvenes. El antiautoritarismo de las culturas juveniles encierra un gesto casi nihilista en contra de las instituciones de la educación escolar, aunque esto no signifique necesariamente una oposición a la educación o a la adquisición de conocimientos, a los que se valora como medios para acceder a la conciencia crítica o liberada de la opresión rutinaria. Esta marca de origen rebelde plantea desde el inicio una relación ambigua y conflictiva entre culturas juveniles, instituciones escolares y procesos de enseñanza y de aprendizaje. Las “neo-culturas juveniles” Las neo-culturas juveniles se encuentran atravesadas por una creciente fragmentación genérica, retórica y estilística, en buena medida impulsada por las industrias fonográficas y audivisuales que explotan mercados a dos velocidades, apuntando a la masividad indiferenciada con algunos productosy al nicho específico con otros, estrategia que aprovecha y refuerza la división interna preexistente entre capas de consumidores más o menos conformistas y consumidores más activos, rebeldes y radicales, entre los que se libran sordas batallas por la diferenciación. Las neo-culturas juveniles en sus diversas manifestaciones expresan dispersión de formas y estilos, alternativismo y translocalidad. En este marco, actúan también las fuerzas de mercados localizados en diferentes niveles y territorios, internacionales, regionales y locales, con lo cual se complejiza aún más el circuito que va de la producción al consumo efectivo de los bienes específicos que circulan en estos medios. Por último, la dimensión performativa de las culturas juveniles aporta un elemento de diferenciación mayor en su funcionamiento concreto: la escenificación más o menos ritualizada de las representaciones genera algo más que el mero consumo doméstico y privado de música e imágenes. En la medida en que las culturas juveniles son también rituales de encuentro y de interacción, participan en la conformación de una corporalidad y una presentación del sí mismo ante la mirada de los otros: de este modo, tienden a definir espacios y territorios específicos en diversos intersticios de las grandes ciudades, contribuyendo fuertemente a la construcción de un “nosotros” próximo, emotivo y cálido que se distingue de otros, con lo que se definen verdaderas microescenas y subculturas urbanas con sus marcas específicas de reconocimiento, códigos encriptados y significaciones esotéricas para los que no participan de ellas, aunque sean miembros de las mismas generaciones. Las culturas juveniles son rápidamente metabolizadas por una industria que aprovecha su masividad para mercantilizar expresiones culturales espontáneas, fetichizando algunas de sus imágenes recurrentes –como la rebeldía, los atuendos o el cabello–, sacando de contexto propuestas fuertemente localizadas o clasistas para lavarlas de particularismos y radicalidad dejando un producto vendible, a veces inocuo, destinado al consumo de grandes audiencias indiferenciadas. A consecuencia de este procedimiento, las primeras expresiones autónomas y espontáneas no tardan en industrializarse y sus protagonistas se someten a las leyes del show bussines, ocupando el lugar de rebeldes consagrados en el star-system específico de la música juvenil. Federación de Educadores Bonaerenses D .F. Sarmiento Tel: (0221) 425-1800 Departamento de Apoyo Documental e-mail: documentacionfeb@uolsinectis.com.ar MATERIAL DE DISTRIBUCIÓN GRATUITA CON FINES DIDÁCTICOS. PARA USO EXCLUSIVO DE LOS AFILIADOS. PROHIBIDA SU REPRODUCCIÓN O VENTA Pág.10 Este enorme consorcio de ramas y empresas de comunicacionales y de entretenimiento constituye prácticamente un canal alternativo en el que los adultos casi no entran y que se diversifica día a día en la medida en que vive de propuestas variadas, se afirma sobre la producción de una diferencia constante y explota la lógica del acontecimiento: la aparición de nuevas bandas, el surgimiento de nuevos estilos, la proliferación de looks novedosos y variados, la presentación de los consagrados. De modo tal que en las nuevas culturas juveniles la diversificación de estilos y la complejización del panorama general resultante se han vuelto marca dominante. También está la diversificación estilística y retórica, formal en el nivel musical, pero también de propuestas poéticas vinculadas con el mensaje de las letras y el discurso audiovisual, que tienden a separar géneros entre sí, a emancipar subgéneros donde reinaba cierta homogeneidad aceptada, a especificar estilos y formas encriptadas compartidas por minorías de allegados comprometidos y militantes. La antigua cultura juvenil se subdividía radicalmente, aunque en pocos grupos; las culturas juveniles actuales lo hacen más levemente, sus diferencias están más aceptadas, pero con una mayor dispersión general. Y esto obedece también a la evolución interna de las culturas juveniles y de los que las sostuvieron en su momento, pues aquellos primeros cultores son hoy padres de familia, incluso abuelos, que siguen de algún modo identificados con las primeras búsquedas, no siempre compartidas por sus propios hijos, que en virtud de la lucha generacional en la que participan se oponen a la cultura heredada de sus padres. La renovación cultural constante tiene que ver en parte con la lógica de la ruptura generacional por la que los hijos intentan diferenciarse de sus padres. Aquellos que no lo hacen, son los típicos jóvenes que reciben acríticamente los consumos de sus padres, reproduciendo intacta la herencia legada casi en forma de tradición. Estos grupos son los que en tiempos de paz intergeneracional conforman la corriente principal y se identifican con cierto conformismo cultural. Pero están también los grupos de inconformistas, que intentan ir más allá de los gustos convencionales, con gestos renovadamente radicales y provocativos. Por lo general no constituyen grupos masivos, aunque suelen adelantarse a los gustos que serán masivos, y tienden a ser numerosos en coyunturas de conflicto intergeneracional. Estos rebeldes generacionales son los que a través de sus acciones y preferencias llevan a la renovación de la ruptura cultural permanente, apoyándose en búsquedas cada vez más radicales si se las compara con las precedentes. Esto deja como efecto general un sistema de géneros, gustos y preferencias al que se ha bautizado como “supermercado del estilo”, es decir, una coexistencia más o menos pacífica de estilos y de estéticas, donde toda diferencia tiene derecho a existir, a radicalizarse, a mezclarse y a proliferar.