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SEMIOTICA 2 - DEL COTO

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UNIDAD 1
Del Coto, María Rosa: De los códigos a los discursos. Una aproximación a los lenguajes contemporáneos
La semiótica de inspiración saussureana
La lingüística saussureana procura efectuar un acercamiento descriptivo a la lengua, analizar “objetivamente” su funcionamiento.
Preocupada por encontrar las causas que motivan ciertos cambios históricos, la lingüística que precedió a la de Saussure realiza un estudio diacrónico (a lo largo del tiempo). La lingüística saussureana, por el contrario es sincrónica: no le interesan las cuestiones relativas a la evolución lingüística, sino la descripción exhaustiva de un estado de lengua. Eje de la lingüística saussureana: lengua-habla. La lingüística previa a la saussureana es, una “lingüística del acto individual”; es decir, una lingüística del habla, a diferencia de la saussureana que es una lingüística de la lengua.
La critica a la lingüística tradicional pasa por no tomar en consideración los estados de lengua. Este olvido limita la validez de sus conclusiones. Lo que Saussure interpreta como el aporte de la vertiente desempeña un papel importante en su propia obra. Le permite desplegar uno de los principios estructurantes de su teoría, el del binarismo.
Para Saussure, el rejuvenecimiento de la lingüística depende de que esta “tome el punto de vista estático (sincrónico) de la gramática tradicional, pero (que lo haga) con el espíritu nuevo y con otros procedimientos; un “espíritu” que reconozca
a) Que además de los fenómenos lingüísticos sincrónicos, sin dudas los fundamentales, existen los diacrónicos y, esto es lo esencial.
b) Que los órdenes a los que remiten ambos tipos de fenómenos se oponen entre sí
Si suele afirmarse que el fundamento rector de la obra de Saussure es el binarismo es porque todo en ella reposa en oposiciones; o, dicho de otro modo, en dualidades cuyos términos, por oponerse entre sí, al tiempo que operan como dicotomías, son interdependientes, es decir que, tal como sucede, por ejemplo, con los formantes del signo (significado y significante) o con los del lenguaje (lengua y habla), se suponen recíprocamente.
Este modo inédito de situarse ante los fenómenos lingüísticos no sólo se caracteriza, como dijimos, por el binarismo, lo hace además y especialmente por no prestar atención a lo sustancial, a lo sustantivo, sino por detenerse, por el contrario, sólo en, lo relacional.
Saussure no apela al clásico gesto de pensar al signo en relación con aquello que el signo representa. Por eso indica que “lo que el signo lingüístico une no es una cosa y un nombre sino un concepto y una imagen acústica”; y, de inmediato, agrega “la imagen acústica no es el sonido material, cosa puramente física, sino su huella psíquica”.
Pero, para Saussure, el signo lingüístico no sólo es psíquico. Es también arbitrario, convencional, que el vínculo que relaciona imagen acústica con concepto, o, lo que es lo mismo, significante con significado, no responde a ninguna motivación, a ningún lazo natural. A la arbitrariedad hay que adjudicarle el hecho de que el concepto perro se corresponda, según las lenguas, con las imágenes acústicas /perro/, /dog/, etc.
Ahora bien, señalar el carácter convencional del signo implica otorgarle carácter sistemático. Lo que importa en la palabra no es el sonido por sí mismo, sino las diferencias fónicas que permiten distinguir esas palabras de todas las demás
Si Saussure indica que una lengua es un sistema de valores puros es porque entiende que las unidades que la componen se definen no positivamente, es decir, no en sí mismas, no por su contenido, (pues carecen de realidad en sí mismas – los sistemas son redes de relaciones -), sino por su forma – en virtud de un vinculo solidario, de una relación de negación (de oposición) interna con las otras – toda unidad es lo que las otras unidades no son. O sea, cada elemento es lo que no son los otros con los que hace sistema. Esto quiere decir que un elemento va a tener en común con todos los otros elementos del sistema muchas características. Pero va a tener siempre una que lo defina de cada uno de los demás. Esto conforma la noción de sistema.
La lingüística saussureana: el modelo binario
Lengua / Habla 
Binarismo: Este principio se relaciona con el hecho de que toda la teoría se organiza en función de pares de oposiciones. Cuando hay oposiciones, siempre se desecha un término y se elige otro. Ni esta dualidad, ni las demás, hubieran sido planteadas si Saussure no se hubiera sentido profundamente preocupado por un tema: la problemática del objeto de estudio. Su objeto de estudio es la lengua entendida como sistema de signos.
Para Saussure, el lenguaje, ente que se correspondería con el conjunto de los “hechos” lingüísticos, pertenece a varios dominios a la vez, por eso no se puede estudiar con rigurosidad 
Al igual que todos los componentes de un par opositivo, lengua y habla se presuponen y se excluyen.
La lengua es, para Saussure
· “un sistema de signos en el que sólo es esencial la unión del sentido y de la imagen acústica;
· Un conjunto de convenciones, de hábitos lingüísticos que le permiten a un sujeto comprender y hacerse comprender;
· Es psíquica. No remite a la materialidad 
· El individuo por sí solo no puede ni crearla, ni modificarla;
· No existe más que en virtud de una especie de contrato establecido entre los miembros de una comunidad”. Por eso es un fenómeno social. Que la lengua es un elemento coercitivo, que ejerce una fuerza restrictiva, condicionante, sobre los sujetos hablantes y oyente (contrario a lo que pasa con el habla, en donde el individuo es libre)
El habla “es un acto individual de voluntad y de inteligencia en el cual conviene distinguir:
1. Las combinaciones por las que el sujeto hablante utiliza el código de la lengua con miras a expresar su pensamiento personal;
2. El mecanismo psico fisiológico que le permite exteriorizar esas combinaciones
El habla es sustancia: material, no esencial y un fenómeno físico: porque cuando hablamos se ponen en juego las ondas sonoras que se desplazan en el aire, y la disciplina de la cual se ocupa, que trata de las ondas sonoras y las define, es la física. Pero, a su vez, como en esta instancia del lenguaje. se producen efectivamente sonidos, y estos sonidos son escuchados, entra aquello que tiene que ver con lo fisiológico
Pero, la teoría saussureana no sólo ordena, es decir, clasifica los fenómenos lingüísticos que componen el lenguaje, repartiéndolos en las dos clases indicadas, sino que también los jerarquiza.
En virtud de esta jerarquización, a una de tales clases, la lengua, se le otorga carácter esencial; mientras que a la otra, el habla, se le adjudica carácter aleatorio. Dado que la lingüística va a ocuparse de la parte esencial del lenguaje, la lengua será su objeto de estudio. A su vez, es importante que la lengua se entienda como sistema de signos porque tal definición permite que el objeto de estudio se presente como un todo en sí mismo y se constituya en principio de clasificación.
La consideración de la lengua como sistema de signos implica la puesta en juego de lo que se conoce como principio de inmanencia. Soporte fundamental de la lingüística saussureana, el principio de inmanencia impone que el análisis de la lengua sea interno, que, puesto que ella se presenta como un todo en sí mismo, se desarrolle dentro del marco del sistema. Por el punto de vista elegido, la lingüística saussureana extiende sus dominios hasta la oración; ella constituye el último nivel de análisis que le incumbe. O sea, para definir un elemento de la lengua, yo no tengo que salir del sistema de la lengua; dicho de otra manera, no tengo que relacionarlo con lo extra lingüístico nunca, me quedo siempre en el dominio de lo lingüístico. Y la inmanencia es aquello que se le critica a la semiótica, lo habrán oído mil veces: “la semiótica se queda en la descripción interna, nunca se relacionan los elementos textuales con el exterior, con lo social
Otro par de oposiciones es el de las relaciones asociativas versus las relaciones sintagmáticas. Así lo presenta Saussure, pero autores posteriores van a hablar de paradigma y sintagma o de relaciones paradigmáticas y relaciones sintagmáticas. La lengua puede ser considerada como un conjunto de paradigmas. Los paradigmas instalan relaciones “en ausencia” y forman parte de la lengua; mientras que los sintagmas establecen relaciones “en presencia”. Lo que importa es que, para Saussure y sobre todo para los lingüistas posteriores a él pero que siguen sus principios y conceptualizaciones, es el primer término el que se va a tomar. Es el paradigma. El sintagma está relacionado con el habla e importa menos, no se lo va a considerar.
Significante/ significado
El signo es una unidad lingüística de índole psicológica compuesta por dos caras: concepto o significado e imagen acústica o significante.
Cuando hablamos del significante, el significante se define como “la imagen acústica”, o sea, es la imagen que queda en el cerebro del sujeto, imagen mnémica ―que queda registrada en la memoria― que se produce a través de los sonidos que efectivamente oye esa persona: ese es el mecanismo.
Dos tipos de unidades, las denominas unidades emic, por un lado, y las denominadas unidades etic, por el otro.
El signo, también llamado monema, es la unidad significativa elemental. Puede coincidir con la palabra o no. En efecto en la palabra gato, por ejemplo, se encuentras dos unidades significativas: gat (cuyo significado es felino domestico adulto) y o (cuyo significado es masculino y singular).
Las unidades significativas son formas abstractas dotadas de sentido y compuestas por unidades más pequeñas. Estas unidades pertenecen al mismo nivel que los signos. No son unidades significativas sino distintivas. Reciben tal denominación porque 
a) No conllevan sentido 
b) Permiten distinguir sentidos
La transformación del sentido se realiza mediante una operación que los lingüistas llaman conmutación. La conmutación, que consiste en trocar un elemento por otro, permite determinar qué elementos son unidades distintivas y cuáles no.
El que todos y cada uno de los idiomas existentes cuenten con las dos clases de unidades de las que estamos hablando ha hecho que los lingüistas postularan que las lenguas son sistemas de doble articulación; a la primera corresponden las unidades mínimas de significado, en tanto que a la segunda corresponden las unidades mínimas desprovistas de sentido.
Principios fundamentales de las teorías discursivas
Diferencias entre Peirce y Saussure
Las vertientes de la lingüística del discurso, en particular, y, en general, las teorías del discurso, se caracterizan por no considerar pertinente el principio de la inmanencia. Todas ellas, pues, trabajan con la noción de “contexto”. Tales teorías están ligadas, de manera muy estrecha, con una teoría de la enunciación que se centra privilegiadamente en la identificación y descripción del “comportamiento” de esa clase de palabras que, según la teoría pierciana, son símbolos dotados de una fuerte dosis de indicialidad, y que en términos benvenistianos son denominadas deícticos.
La lingüística saussureana planteaba el carácter lineal de la significación. Esta se producía por mera yuxtaposición de signos. Los teóricos del discurso no aceptan tal punto de vista. Porque parten de la idea de que el significado global de un texto no es efecto de la sumatoria del de las palabras ni del de las frases que lo componen.
Para la lingüística saussureana el sujeto hablante es una entidad psicológica, una persona. El modelo Saussureano está pensando a un sujeto que está ubicado en el lugar de la emisión como el dueño del sentido, como el origen del sentido. Esto, en resumidas cuentas, quiere decir que sólo está condicionado por la lengua. Esa es la idea de sujeto que, en última instancia, presenta la teoría saussureana; una visión, digamos, simple, que piensa que la norma es que haya acuerdo entre emisión y recepción, y que, por el contrario, considera la presencia de un desvío en cualquier malentendido que se produzca. O sea, la teoría lo piensa como un ser consciente que sabe lo que quiere decir y no tiene obstáculo que se le interponga a ese deseo; esto es, que puede decir aquello que quiere decir, que sabe lo que quiere decir y lo dice
¿Cómo conciben las teorías del discurso al sujeto? Dar una única respuesta a tales preguntas es imposible.
Uno de los aspectos que destacamos tiene que ver con la conceptualización sobre la significación. Acá el contraste entre las dos teorías pasa porque se enfrenta un modelo binario con un modelo ternario de significación. La gran diferencia es que hay una serie de elementos que hacen diferente a un modelo del otro. Uno de ellos tiene que ver con que el modelo saussureano es un modelo estático de las significaciones. Cuando Saussure define el signo lo define como una entidad bifásica, habla de que estos dos elementos están en solidaridad, y que de esta relación solidaria surge la significación. Entonces, esto quiere decir que, para Saussure y para los lingüistas saussereanos que vinieron después de él, cada signo poseía una significación. En el caso de Peirce, la significación es un proceso. Visión dinámica del proceso.
Otra diferencia: para Saussure, signo es algo que es convencional y arbitrario. O sea, el signo para él tiene que ser arbitrario y convencional, como lo es el signo lingüístico Hay mayor amplitud de la noción de signo en la teoría de Peirce.
Verón nunca dice que el modelo peirceano trabaja la problemática de la materialidad del sentido o que trabaja la problemática de la construcción social de lo real, frente al modelo saussureano que no la trabaja. No, no dice eso. Dice que el modelo peirceano es más apto que el modelo saussureano para permitir que se trabajen esas problemáticas, mientras que el otro modelo directamente no lo permite. Por eso él toma partido por el pensamiento de Peirce. Además, dirá Verón, no hay manera de tomar el modelo saussureano porque este no permite trabajar la problemática de la materialidad del sentido, mientras que el modelo de Peirce sí lo permite. ¿Por qué lo permite? Porque el representamen se definía como “algo que” y ese algo tiene que ver con que es perceptible para los sentidos y si es perceptible para los sentidos, o sea, tiene materialidad. Ahora nos quedamos en el último punto que es la problemática de la construcción social de lo real. Se trata de una problemática que Verón también trabaja. Y que tiene que ver, además, con lo que planteamos hoy hace un rato, que está en el escrito también. La cuestión de que lo real se construye socialmente. Por eso, para Verón, lo que importa de Peirce ―cuando hablaba del objeto dinámico― era una de las definiciones porque coincide con el pensamiento que tiene Verón. En el caso de Saussure, no se puede trabajar esta problemática con su teoría porque precisamente hay un principio que es el de la inmanencia
Peirce, Charles Sanders: Fragmentos de La Ciencia de la semiótica
Decíamos que Peirce era un lógico. Ahora bien, ¿Por qué se va a preocupar un lógico ―y le va a dedicar cuarenta años de su vida― a definir lo que es un signo y a clasificarlos en tipos de signos? Porque, en realidad, lo que le preocupa y le interesa a Peirce es responder la pregunta de ¿Cómo el hombre conoce? parte de la idea de que el hombre conoce a través y a partir de signos.
Todo el edificio teórico de Peirce, se basa en las categorías; para él ―aparece esto en Las Cartas a Lady Welby― sólo hay tres categorías. A estas categorías él las piensa también de un modo sumamente abstracto y por eso las denomina Primeridad, Secundidad y Terceridad. Entonces, la Primeridad, tiene que ver con el modo de ser de aquello que es tal como es sin que ese elemento se relacione con ningún otro; se trata de la categoría más simple y tiene que ver con sentimientos o cualidades que no están en objeto concretos. La Secundidad ya tiene un grado de complejidad intermedio,
involucra un esfuerzo. Considera la idea de cualquier relación diádica que no implique ningún tercero como una idea de Secundidad; y por último la Terceridad es la más compleja. La Secundidad nunca puede abarcar la Terceridad. Considerando que no se puede entender la Terceridad sin la Secundidad. La acción bruta es secundidad y cualquier aspecto mental implica la terceridad. En su forma genuina, la Terceridad es la relación tríadica existente entre un signo, su objeto y el pensamiento interpretante. Un Tercero es algo que pone a un primero en relación con un segundo. Un signo es una especie de tercero. La secundidad es el modo de hacer de aquello que es en relación con un segundo elemento. Siempre lo que aparece como segundo implica una relación entre dos constituyentes; y, por último, tenemos la categoría de la Terceridad, que implica una relación con un segundo y un tercero, una relación entre tres. (O sea, para Peirce, el tercero es siempre el “interpretante”. Interpretante no es sinónimo de “intérprete ) Acá es cuando se inserta el Representar, cuando Peirce da ejemplo acerca de la terceridad, habla de Representar: estar en el lugar de algo, es decir, encontrarse en relación tal con otro, que para ciertos fines, es tratado por alguna mente como si fuera ese otro”.
¿Para qué se utilizan estos signos? Para que el hombre pueda actuar mejor, podríamos decir, para que pueda desempeñarse mejor en la realidad que le ha tocado vivir. Lo signos son elementos fundamentales, y tienen ese carácter de herramienta, digamos, para actuar también sobre la realidad y para descubrir cómo ella está hecha y para accionar sobre ella con el objetivo de beneficiarnos.
Definiciones de signo
- Peirce define al signo (se refiere a signos en general) o representamen (algo concreto y determinado. Algo que puede percibirse por los sentidos, tiene materialidad) como: “Un primero que está en una relación tríadica genuina tal con un segundo, llamado su objeto, que es capaz, de determinar un tercero, llamado su interpretante, para que asuma la misma relación tríadica con su objeto que aquella en la que se encuentra él mismo respecto del mismo objeto”. El representamen siempre es un primero y el objeto un segundo. El objeto al que se hace referencia en la teoría de Peirce es llamado “dinámico” (porque como el saber nunca es absoluto por parte del hombre, siempre hay cualidades ocultas que nunca va a poder conocer. Dinámico representa a las cualidades que el hombre puede ver) El interpretante es un tercero, por ende es una terceridad, por ende, otro signo, que tiene otro objeto y otro interpretante y así infinitamente. Este interpretante puede ser incluso más desarrollado que “el primero” (los signos para el autor nacen, crecen y se desarrollan) Un ejemplo de signo equivalente. Supongamos que decimos la palabra “manzana” y que el Interpretante sea una representación gráfica, un dibujo o una fotografía de la manzana o la palabra manzana en cualquiera de las lenguas existentes. Éstos son ejemplos de interpretante como signo equivalente. Un signo más desarrollado es cuando se produce el crecimiento de la semiosis. En los otros casos no hay crecimiento, es como si estuviéramos diciendo lo mismo de maneras distintas
Estamos en presencia de una condición imprescindible para que podamos hablar de signo en la teoría peirceana: que se dé una relación entre tres elementos. A esta relación ternaria, él la va a llamar “Relación tríadica genuina”. Si, en el caso de la teoría de Peirce, falta el tercer elemento, si de alguna forma nos enfrentamos a una relación binaria, él va a decir que estamos en presencia de un signo degenerado. Cuando Peirce dice degenerados es que la relación es diádica, que falta el último elemento, el Interpretante. El “interpretante” es el elemento que permite establecer esa conexión y es siempre un acuerdo entre mentes, siempre implica la idea de acuerdo para un conjunto de mentes.
- Otra definición de signo que él da es: “un signo o representamen es algo que representa algo para alguien en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de una persona un signo equivalente, o quizás aun más desarrollado. A este signo creado, lo llamo el interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su objeto. Representa este objeto no en todos sus aspectos”. El signo no representa todas las cualidades de su objeto, sino algunas. Si las representara todas, se confundiría con el objeto que representa. 
Clasificación de objetos
Hay 2 tipos de objetos: el inmediato (objeto tal como es representado en una representación tríadica genuina) y el dinámico, que tiene 2 definiciones: es un objeto en sí y es la suma de representaciones pasadas y futuras del objeto. El objeto dinámico puede ser: 1) Imaginable: fruto de la imaginación humana. Relacionado con la primeridad y con el ícono 2) Inimaginable: conectado con los símbolos (necesitan de replicas para poder materializarse. Por ejemplo un llavero de la torre Eiffel, es una réplica) 3) Existente: perceptible a través de los sentidos y se encuentra en la realidad. Todos estos objetos, conforman, según el autor, lo real.
Verón está de acuerdo con la 2 definición de objeto dinámico porque dice que ayuda a la construcción real de lo social. Lo real es construido y además es construido socialmente.
Verón además, rechaza “el objeto determina al signo” , ya que nunca el segundo (objeto) puede determinar a un tercero (signo) Con excepción de que ese objeto sea un tercero, es decir, un signo (y un objeto inmediato: objeto definido como suma de representaciones )
23 de Diciembre de 1908 (Verdad/Lógica/Retorica/Signo )
A menos que la verdad sea reconocida como publica no habrá nada capaz de impedir que cada uno de nosotros adopte creencias completamente fútiles de su propia cosecha que no serán creídas por los demás.
El significado que yo le asigno a la palabra fe es creer en algo sin tener conocimiento alguno o proximidad al conocimiento sobre el tema a creer, pero teniendo, como dicen los católicos “creencia implícita”, es decir, creencia en ello, derivada de la propia creencia de que quien así atestigua no lo haría de no ser ello cierto.
He definido la lógica como la doctrina de las condiciones formales de verdad de los símbolos; es decir, de la referencia de los símbolos a sus objetos. Aquellos que se dediquen al descubrimiento de la verdad sobre las referencias de los símbolos a sus objetos estarán obligados a investigar también la referencia s su interpretantes, además de otros aspectos de los símbolos; y no solamente de los símbolos, sino de toda clase de signos.
14 de Marzo de 1909 
Sentido, Significado y Significación.
Tres clases de Interpretrantes
El inmediato, el dinámico, y un tercero que es el lógico final. De estos tres el que más nos importa es el tercero. ¿Qué dice la definición del interpretante inmediato? Que es la interpretabilidad posible, es la posibilidad de interpretación; es el signo en potencia, no el signo constituido como tal, no es el interpretante que está en una relación triádica particular, que está funcionando en una relación triádica particular; es la posibilidad de que se interprete o utilice un interpretante X. La definición prueba, que el primer elemento que es el interpretante inmediato se relaciona con la posibilidad y la posibilidad tiene que ver con la categoría primeridad. Ahí se observa bien cómo no se puede hablar del objeto lógico final, primero, y después, del dinámico y después, del inmediato, por ejemplo. ¿Se entiende? Tienen un orden determinado y ese orden está regido por las reglas, leyes que le son impuestas a partir de las categorías. El interpretante dinámico es el interpretante, vean que acá se da lo opuesto, digamos, que se observaba en relación con el objeto. El interpretante dinámico es el interpretante que se actualiza en una representación triádica genuina particular. Entonces, es ya no el interpretante o los interpretantes posibles ―lo que tendría que ver con una virtualidad―,
sino con cuál de esos interpretantes posibles se ponen en juego en una relación particular concreta, específica. Y por último, el interpretante lógico final. El interpretante lógico final es el interpretante que agota en su interpretación la interpretabilidad del objeto. Y acá es donde juega, o empieza a jugar, la cuestión esta de los distintos tipos de verdad. La verdad absoluta es patrimonio de Dios. Esto quiere decir, Dios lo sabe todo, y no necesita, por lo tanto, semiosis, porque lo sabe todo. La verdad relativa es propiedad del hombre. Esta se relaciona con la creencia en Peirce. Va a decir que algo se considera como verdadero porque se deposita en esa definición la creencia de una comunidad de mentes. Nunca el hombre va a estar en condición de llegar a la verdad absoluta, eso sería llegar al objeto en sí. Hay dos maneras de entender esta definición del interpretante lógico final. Una es una manera restringida. Esta manera restringida, literal, es una manera que no está al alcance del hombre. O sea, desde este punto de vista no existe para el hombre el interpretante lógico final. En un sentido estrecho, restringido del término, no puede haber interpretante lógico final porque el interpretante lógico final implica la clausura de la semiosis y ya sabemos, por definición, que no hay tan clausura. Hay también un sentido amplio del término, un sentido metafórico del término. Ese sí está al alcance de los hombres y Peirce va a plantear en relación con él, lo siguiente: la semiosis considerada como una cadena infinita siempre va a estar viviendo de esa manera, permanentemente
Peirce, Charles Sanders: Fragmentos de Obra Lógica Semiótica
Un signo o representamen es algo que representa algo para alguien en algún aspecto o carácter. Se dirige a alguien, es decir, crea en la mente de esa persona un signo equivalente o, quizás aun, más desarrollado. A este signo creado, yo lo llamo el Interpretante del primer signo. El signo está en lugar de algo, su Objeto. Representa este Objeto no en todos sus aspectos, pero con referencia a una idea que he llamado a veces del Fundamento del representamen.
La ciencia tiene tres ramas, como consecuencia de que cada “representamen” es relacionado con tres cosas, el Fundamento, el Objeto y el Interpretante. 
Un signo puede tener más de un objeto. Los Signos serán tratados como si cada uno de ellos tuviera un solo objeto.
Provisionalmente, podemos efectuar una división tosca de las relaciones tríadicas que, no necesitamos dudarlo, contiene importante verdad, aun cuando aprehendida imperfectamente. La división es entre:
· Relaciones tríadicas de comparación
· Relaciones tríadicas de ejecución (performance) y
· Relaciones tríadicas de pensamiento
Las relaciones tríadicas de Comparación son las que tienen la misma naturaleza que las posibilidades lógicas.
Las relaciones tríadicas de Ejecución son las que tienen la misma naturaleza que los hechos reales.
Las relaciones tríadicas de Pensamiento son las que tienen la misma naturaleza que las leyes.
Las relaciones tríadicas son divisibles por tricotomía de tres modos distintos, según que el Primero, Segundo y Tercer Correlato sean, respectivamente, una mera posibilidad, un existente real o una ley. Estas tres tricotomías, todas en conjunto, dividen todas las relaciones tríadicas, en diez clases. Los correlatos existentes sean sujetos individuales o hechos individuales, y según que los correlatos que son leyes sean sujetos generales, modos generales de hecho o modos generales de ley.
Habrá, además, una segunda división:
Los signos pueden dividirse según tres tricotomías: primero, según que el signo en sí mismo sea una mera cualidad, un existente real o una ley general; segundo, según que la relación del signo con su objeto consista en que el signo tenga algún carácter en sí mismo o en alguna relación existencial con ese objeto, o en su relación con un interpretante; tercero, según que su interpretante lo represente como un signo de posibilidad o como un signo de hecho, o como un signo de razón.
De acuerdo a esta primera división, un signo puede ser calificado de Cualisigno, Sinsigno y Legisigno. Un cualisigno es una cualidad que es un Signo. Un Sinsigno es una cosa o acontecimiento realmente existente, que es un signo. Solo puede ser tal mediante sus cualidades. Un Legisigno es una ley que es un Signo. Esta ley es generalmente instituida por los hombres. Cada legisigno significa, por intermedio de una instancia de su aplicación, que puede llamarse una Réplica de él.
Según la segunda tricotomía, un Signo puede ser llamado Icono, Índice o Símbolo.
Un Icono es un signo que remite al Objeto que el denota. (…) Cualquier cosa, sea una cualidad, un existente individual o una ley, es un Icono de algo en la medida en que es como esa cosa y es empleado como un signo de ella. Un índice es un signo que se refiere al objeto que denota en virtud de que es realmente afectado por ese Objeto. Un Símbolo es un signo que se refiere al Objeto que él denota, por medio de una ley, por lo común una asociación de ideas generales que hace que el Símbolo sea interpretado como referido a ese Objeto.
Según la tercera tricotomía, un Signo puede ser llamado un Rhema, un Dicisigno o Signo Dicente o Argumento.
Un Rhema es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de Posibilidad cualitativa, es decir, se lo comprende como representación de tal o cual clase de Objeto posible. Un Signo Dicente es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de existencia real. Un Dicisigno implica necesariamente, como parte de él, un Rhema, para describir el hecho de que aquel es interpretado como indicando. Un Argumento es un Signo que, para su Interpretante, es un Signo de ley. O podemos decir que un Rhema es un signo que es comprendido como representación de su objeto respecto de su existencia real, y que un Argumento es un Signo que es comprendido como representación de su Objeto en su carácter de Signo. El Argumento, pues, tiene que ser un Símbolo, o sea, un Signo cuyo Objeto es una Ley General o Tipo. Tiene que incluir un Signo Dicente o Proposición, que se denomina su Premisa, porque el Argumento sólo puede urgir la ley urgiéndola en una instancia.
La (división de signos) más fundamental es en Iconos, Índices y Símbolos.
Signo
Cualquier cosa que determina alguna otra (su interpretante) para que se refiera a un objeto al cual él mismo se refiere (su objeto); de la misma manera el interpretante se convierte a su vez en un signo.
Un signo es o un icono, un índice o un símbolo. U icono es un signo que poseería el carácter que lo hace significante aun cuando su objeto no tuviera existencia; por ejemplo, un trazo de lápiz como representante de una línea geométrica. Un índice es un signo que perdería inmediatamente el carácter que lo convierte en un signo si su objeto fuera eliminado, pero que perdería ese carácter si no hubiera interpretante. Tal, por ejemplo, es una plancha de madera con un agujero en el medio de ella como signo de un tiro. Un símbolo es un signo que perdería el carácter que lo convertiría en un signo si no hubiera interpretante. Tal es cualquier emisión de habla que significa lo que significa sólo en virtud de que se entienda que tiene tal significación.
Índice
Un signo o representación que se refiere a su objeto no tanto en virtud de alguna semejanza o analogía con él, ni tampoco porque esté asociado con caracteres generales que ese objeto posee de hecho, sino porque se encuentra en conexión dinámica (incluida la espacial) tanto con el objeto individual, por un parte, como con los sentidos o memoria de la persona para la cual sirve como signo, por la otra.
Los índices pueden distinguirse de otros signos o representaciones por tres marcas características: primera, que no tienen semejanzas físicas con sus objetos; segunda, que se refieren a individuos, unidades singulares, colecciones singulares de unidades o continuos singulares; tercera, que dirige la atención hacia sus objetos mediante una ciega
compulsión.
Símbolo
Un Signo que se constituye en signo meramente o principalmente por el hecho de ser usado y comprendido como tal, tanto si el hábito es natural como si es convencional, y sin considerar los motivos que originariamente determinaron su selección.
Peirce, Charles Sanders: “La fijación de la creencia”
Hay pocas personas que se preocupen de estudiar lógica.
El objeto de razonar es averiguar algo que no conocemos a partir de lo que ya conocemos. Consecuentemente, razonar es bueno si es tal que da lugar a una conclusión verdadera a partir de premisas verdaderas, y no a otra cosa. Es verdad que en general por naturaleza razonamos correctamente. Pero esto es accidental; la conclusión verdadera seguiría siendo verdadera aun cuando careciéramos de todo impulso a aceptarla; y la falsa seguiría siendo falsa, aun cuando no pudiésemos resistir la tendencia a creer en ella.
 Lo que nos determina a extraer, a partir de premisas dadas, una inferencia más bien que otra es un cierto hábito de la mente, sea constitucional o adquirido. El hábito particular de la mente que gobierna esta o aquella inferencia puede formularse en una proposición cuya verdad depende de la validez de las inferencias que el hábito determina; y a esta fórmula se le llama un principio directriz de la inferencia.
 En general sabemos cuándo queremos plantear una cuestión y cuándo queremos realizar un juicio, ya que hay una desemejanza entre la sensación de dudar y la de creer.
 El sentimiento de creer es un indicativo más o menos seguro de que en nuestra naturaleza se ha establecido un cierto hábito que determinará nuestras acciones. La duda nunca tiene tal efecto.
La duda es un estado de inquietud e insatisfacción del que luchamos por liberarnos y pasar a un estado de creencia; mientras que este último es un estado de tranquilidad y satisfacción que no deseamos eludir o cambiar por una creencia en otra cosa.
La duda y la creencia tienen así efectos positivos en nosotros, aunque de tipo muy diferente. La creencia no nos hace actuar automáticamente, sino que nos sitúa en condiciones de actuar de determinada manera, dada cierta ocasión. La duda no tiene tal efecto activo, sino que nos estimula a indagar hasta destruirla.
La irritación de la duda causa una lucha por alcanzar un estado de creencia. Llamaré a esta lucha indagación.
Lo máximo que se puede afirmar es que buscamos una creencia que pensaremos que es verdadera.
El hombre siente que sólo se encontrará plenamente satisfecho si se adhiere sin vacilar a su creencia.
Pero este método de fijar la creencia, que puede llamarse el método de la tenacidad, en la práctica resulta incapaz de mantener sus bases. El impulso social va contra él.
Dejemos, pues, actuar la voluntad del estado en lugar de la del individuo. Que se cree una institución que tenga por objeto mantener correctas las doctrinas ante la gente, reiterarlas perpetuamente, y enseñarlas a los jóvenes; teniendo a la vez poder para evitar que se enseñen, defiendan, o expresen, doctrinas contrarias. 
Este método ha sido desde los primeros tiempos uno de los medios básicos de mantener las doctrinas políticas y teológicas correctas, y de preservar su carácter católico o universal. Este método puede llamarse el método de la autoridad.
Para satisfacer nuestras dudas es necesario, por tanto, encontrar un método mediante el cual nuestras creencias puedan determinarse, no por algo humano, sino por algo permanente externo, por algo en lo que nuestro pensamiento no tenga efecto alguno. Tal es el método de la ciencia. Su hipótesis fundamental, (…) es ésta. Hay cosas reales cuyas características son enteramente independientes de nuestras opiniones sobre las mismas; estos reales afectan a nuestros sentidos siguiendo unas leyes regulares, y aun cuando nuestras sensaciones son tan diferentes como lo son nuestras relaciones a los objetos, con todo, aprovechándonos de las leyes de la percepción, podemos averiguar mediante el razonar cómo son real y verdaderamente las cosas; y cualquiera, teniendo la suficiente experiencia y razonando lo bastante sobre ello, llegará a la única conclusión verdadera. La nueva concepción implicada aquí es la de realidad.
No hay que suponer que los tres primeros métodos de establecer opinión no presenten ventaja alguna sobre el método científico. Al contrario, cada uno tiene sus propias cualidades. El método a priori se distingue por sus confortables conclusiones. (…)Seguir el método de la autoridad es el camino de la paz.
Verón, Eliseo: “Terceridades” y “La clausura semiótica
Terceridades
La pérdida, en el fondo, ha sido doble: tocó a la vez el sentido y el sujeto, no podía ser de otra manera, ya que si el sentido es material, lo es para un sujeto que percibe. Si el signo perdió el sonido de la palabra y la traza de la escritura, es porque el sujeto ha perdido su cuerpo, y recíprocamente.
Si el funcionalismo en su versión lingüística liberó a la lengua de la voz del sujeto hablante y de las manos del sujeto escribiente es porque al mismo tiempo, su versión sociológica liberaba al actor social del conjunto de su cuerpo: en un funcionalismo como en el otro, el sentido del acto (hablar o hacer) se reduce al foco intencional de la conciencia. Sistemas de signos sin materia, sujeto sin cuerpo: pesada herencia que la lingüística primero, la semiótica después y, más recientemente, la pragmática, adaptaron a sus propias necesidades.
Como el modelo del signo sólo comporta dos términos, el pensamiento sobre el sentido permaneció condenado al binarismo: dos órdenes puestos en relación, dos caras de una misma moneda. La consecuencia fue la evacuación de una cuestión fundamental: la de la construcción de lo “real”, de la apuesta en forma de sistemas de representaciones.
En relación con estos principios y desde un punto de vista histórico, dos nombres me parecen los más significativos: Frege y Peirce. En un caso como en el otro, es un modelo ternario y no binario el propuesto para comprender de lo que se trata cuando surge la cuestión del sentido.
El problema que nos interesa pertenece por completo al dominio de la semiótica de Peirce (o lógica), ciencia que se ocupa de los signos, es decir, de la Terceridad.
Las tres categorías (Primeridad, Secundidad, Terceridad) son modos de ser.
Lo que me parece esencial es mantener las distinciones entre las tres categorías, en lo que concierne a la especificidad ontológica de los fenómenos que corresponde a cada categoría. Cada categoría contiene, en su definición misma, una hipótesis sobre el status ontológico de los fenómenos a los que corresponde.
“la Primeridad, la Secundidad y la Terceridad son, todas, categorías, ´reales”. Cuando nosotros decimos aquí que las categorías son ´reales´ queremos decir independientes de nuestro pensamiento´. Es real, para Peirce, ´lo que no es ficción´. En este sentido, el primero, el segundo y el tercero son reales, pero sólo el segundo existe.
La clausura semiótica
Clasificaciones de los signos propuestas por Peirce; me limitare, en lo que respecta a los empleos que se pueden hacer de estas clasificaciones, a dos puntos fundamentales:
1. El pensamiento de Peirce es un pensamiento analítico disfrazado de taxonomía. No se trata, pese a las apariencias, de ir a buscar instancias que correspondan a cada uno de los “tipos” de signos. Cada clase define, no un “tipo”, sino un modo de funcionamiento. Todo sistema significante concreto (digamos, por ejemplo, el lenguaje), es una composición compleja de las tres dimensiones distinguidas por Peirce (en lo tocante a la cualidad, el hecho y la ley).
2. Este pensamiento analítico se puede fácilmente traducir en una descripción operatoria: todo elemento de un sistema significante concreto puede ser encarado como una composición de operaciones definidas por Peirce.
Existen ciertamente relaciones sistemáticas entre la teoría peirciana de las categorías y su semiótica. La tricotomía cualidad/hecho/pensamiento, aplicada ahora dentro del campo del pensamiento,
y por lo tanto del signo, de la Terceridad, da como resultado una primera tricotomía: hay cualidades que son signos (cualisignos); cosas existentes que son signos (sinsignos), leyes que son signos (legisignos). Se podría pues concluir que la cuestión de la existencia sólo se plantea para los sinsignos. El problema de cómo interpretar el status de lo “real” y de lo existente (…) es así traspuesto al dominio de la semiótica.
Otro problema (…) es el del status a acordar al Sefundo del signo, es decir, a su objeto. Según la teoría de las categorías, es el Segundo (…) el que está ligado a la existencia, al hecho, al evento “en bruto”.
Siendo lo Segundo del signo su objeto, se podría concluir con suma facilidad que es el Objeto el elemento real determinante del signo.
Estas dos interpretaciones, que además se articulan muy bien una a la otra, dan una cierta visión de la semiótica peirciana: de los tres tipos de signos, los únicos que implican su existencia real son los sinsignos; por otro lado, la realidad de los signos reposa sobre la determinación que el objeto opera sobre el signo; en otras palabras (…) si el reenvió referencial va del signo al objeto, el enlace causal que lo determina va en sentido inverso, del objeto al signo.
En relación con el conjunto de la semiótica peirciana, esta lectura choca con grandes dificultades. Trataremos de mostrar que es necesario abandonarla.
Dado que ni un primero ni un segundo pueden producir terceros, la Terceridad del signo en sí mismo cuando es el único tercero, no le puede venir de los otros dos componentes; simultáneamente, la Terceridad de los otros dos componentes supone siempre la Terceridad del signo en sí mismo. En la relación tríadica que es un signo, es el signo el que determina los otros dos componentes (el objeto y el interpretante).
Si se dice que el objeto determina al signo, no se puede entender por “objeto” un segundo propiamente dicho (es decir, una existencia actual, phaneron de la Secundidad). Siendo un segundo un objeto, no puede producir ni determinar jamás un signo, que es un tercero. Si se puede decir que el objeto que es determinante, es porque el objeto mismo es ya un tercero. En consecuencia, si se puede decir de un objeto que determina un signo, es porque el objeto mismo, como el representamen y el interpretante, es un signo. Esta es precisamente la respuesta de Peirce.
Según Peirce, (…) es preciso afirmar a la vez que hay una “realidad” cuyo ser no depende de nuestras representaciones y que la noción misma de “realidad” es inseparable de su producción en el interior de la semiosis; es decir que, sin semiosis, no habría “real” ni “existentes”. Porque son las leyes mismas de los signos las que nos llevan a postular que en el mundo hay cosas que no son signos.
Signo, ley, pensamiento: estos tres términos son en Peirce estrictamente sinónimos.
Se plantean entonces dos problemas: el del status ontológico de los signos en sí mismos, y el del status ontológico del “mundo” que ellos producen.
La ontología de Peirce define tres dimensiones expresadas por tres categorías: cualidad, hecho, ley. Todo signo participa de las tres dimensiones. Todo signo es una ley, porque todo signo es un pensamiento.
Retomemos ahora la cuestión del status del objeto del signo y la paradoja implicada en la necesidad de afirmar simultáneamente que el objeto es independiente del signo y que no lo es. Esta aparente paradoja encierra el núcleo mismo de la concepción peirciana de la semiosis; supone una suerte de desdoblamiento en la representación del objeto. 
El signo, en efecto, remite a su objeto, lo representa. Pero lo hace siempre de una manera determinada. “(El signo) reemplaza a algo: su objeto. Lo reemplaza, no desde todos los puntos de vista, sino con referencia a una especie de idea que he llamado fundamento del representamen”. Siguiendo a Peirce, llamamos al modo de representación del objeto en el signo, el objeto inmediato. Pero el signo no sólo representa su objeto de una cierta manera; también representa su propia relación con el objeto: contiene, de alguna manera, una representación de segundo grado, una representación de la relación entre la representación y el objeto. ¿De dónde viene esta segunda representación? Es impuesta a cada signo particular por el funcionamiento de la semiosis: es precisamente en ese sentido que se puede decir que el objeto determina el signo, pues del hecho de que el signo representa siempre su objeto de una cierta manera, se sigue que el objeto desborda el signo: un signo dado, o un conjunto cualquiera de signos, no puede representar “el todo” del objeto. Esta representación de segundo grado debe necesariamente, en consecuencia, representar el objeto como independiente del signo. Con Peirce, llamamos a este desdoblamiento del signo por el objeto, desbordamiento que también debe estar representado en el signo, el objeto dinámico.
El objeto inmediato y el objeto dinámico, son producidos por la semiosis. En el plano del funcionamiento de cada signo particular, el objeto dinámico, imponiéndose como desbordamiento del signo por el objeto, funda la independencia del objeto con relación al signo.
Volvamos ahora a las tres modalidades del ser: hay signos que representan sus objetos como simplemente posibles; hay otros que representan sus objetos como existentes actuales; hay otros que representan sus objetos como leyes. ¿Pero cuál es el verdadero fundamento de estos signos que son leyes y que expresan “la manera en que ese futuro que no tendrá fin debe continuar siendo”? Es, ciertamente, lo que Peirce llama hábito, que es al mismo tiempo el interpretante final. Y el habito no es ni más ni menos que lo que, mucho más tarde, los sociólogos llamaron acción social. Lo social aparece así como el fundamento ultimo de la realidad y, al mismo tiempo, como el fundamento ultimo de la verdad.
Verón toma de Peirce la idea de la semiosis como proceso infinito, pero no toma la noción de categorías o no las utiliza. Tampoco emplea la noción de signo. Lo que sí toma es la 2da tricotomía, aunque la modifica: para él Icono, Índice y Símbolo son dimensiones que están presentes en la red de la semiosis. Y lo llama: lo icónico, lo indicial y lo simbólico. 
Verón, Eliseo: “Semiosis de lo ideológico y del poder”
Se trata aquí de concebir a los fenómenos de sentido como adoptando, por una parte, siempre la forma de investiduras en conglomerados de materias sensibles que, a raíz de eso, llegan a ser materias significantes y remitiendo, por la otra, al funcionamiento de un sistema productivo. Todo sistema productivo puede considerarse como un conjunto de compulsiones cuya descripción especifica bajo las cuales algo es producido, circula, es consumido. Hay sistemas diferenciados de funcionamiento de la producción de sentido, cuya descripción exige recurrir a conceptos y modelos diferentes. En este caso, nos interesa aquello que, entre esas múltiples compulsiones en la producción del sentido, remite a los vínculos que mantiene el sentido con los mecanismos de base de funcionamiento social, es decir, por lo que respecta al orden de lo ideológico y al orden del poder. El orden de lo ideológico y el orden del poder atraviesan a una sociedad de uno al otro extremo.
La producción de sentido, aparece inevitablemente como un resultado de un trabajo social.
Se plantea aquí el problema del estatuto de una multiplicidad de conceptos analíticos utilizados en las ciencias sociales para estudiar los funcionamientos concernientes al poder y a las ideologías. Una teoría de la producción social de sentido no puede dejar de fundar, al mismo tiempo, su propia legitimidad epistemológica, en tanto discurso (con pretensión científica) sobre el sentido socialmente producido.
Un abordaje que se proponga aplicar a los fenómenos de sentido el modelo de un sistema productivo debe postular relaciones sistemáticas entre conjuntos significantes dados por una parte, y los aspectos fundamentales de todo sistema productivo: producción, circulación,
consumo. El estudio de tales aspectos impone la descripción de las condiciones bajo las cuales tiene lugar su funcionamiento. Puede hablarse así de condiciones de producción, circulación, consumo (condiciones de reconocimiento) Tales condiciones son exteriores al conjunto significante dado que se hayan tomado como objeto de análisis, pero no pueden considerarse extrañas al sentido en general: esta distinción entre sentido productivo y condiciones de producción no debe reproducir la vieja dicotomía infraestructura superestructura
En el funcionamiento de una sociedad, nada es extraño al sentido; el sentido se encuentra en todas las partes. Ahora bien, también lo ideológico y el poder se encuentran en todas partes. Dicho de otra manera: todo fenómeno social puede “leerse” en relación con lo ideológico y en relación con el poder. “Ideológico”, “poder”, remiten a dimensiones de análisis de los fenómenos sociales, y no a “cosas”, a “instancias” que tendrían un “lugar” 
Describir el trabajo social de investiduras de sentido en las materias significantes consiste en analizar ciertas operaciones discursivas de investidura de sentido. Esas operaciones son siempre operaciones subyacentes, restablecidas a partir de marcas inscriptas en la superficie material. En el modelo de un sistema productivo hemos distinguido tres aspectos: producción, circulación, reconocimiento. Puede hablarse de marcas cuando se trata de propiedades significantes cuya relación, ya con las condiciones de reconocimiento, no se encuentra especificada. Desde ese punto de vista, por ejemplo, el lingüista trabaja sobre las marcas propias de la materia significante lingüística. Cuando resulta establecida la relación entre una propiedad significante y sus condiciones de producción (o de reconocimiento) esas marcas se convierten en huellas de la producción o del reconocimiento.
En efecto, esos dos conjuntos de condiciones nunca son idénticos: las condiciones de producción de un conjunto significante nunca son las mismas que las condiciones de reconocimiento. Siempre tratamos con dos tipos de “gramáticas: “gramáticas” de producción y “gramáticas” de reconocimiento. El aspecto circulación no puede hacerse “visible” en el análisis sino como separación, precisamente entre los dos conjuntos de huellas, las de la producción y las del reconocimiento. El concepto de circulación sólo es, de hecho, el nombre de dicha separación.
La separación entre producción y reconocimiento nos permite tocar la cuestión de la historia social de los textos, es decir, el conjunto de relaciones (sistemáticas pero cambiantes) que define la distancia entre las condiciones bajo las cuales se ha producido un texto y las condiciones bajo las cuales ese texto es “reconocido”. Para un texto dado, se puede intentar reconstruir una gramática para dar cuenta de sus condiciones de producción pero, por el otro lado, existirán de hecho una serie de gramáticas de reconocimiento, asociadas a diferentes momentos históricos en los cuales ese texto ha producido efectos. En consecuencia todo texto es susceptible de esta doble lectura.
Tanto desde el punto de vista sincrónico como del diacrónico la producción social de sentido consiste en una red significante que resulta, a todos los efectos prácticos, infinita. En la red infinita de la producción de sentido, toda gramática de producción puede considerarse como resultado de condiciones de reconocimiento determinadas, y una gramática de reconocimiento no puede sino atestiguarse bajo la forma de un proceso de producción textual determinado: tal la forma de la red de la producción social en la historia. 
La gramática de producción define un campo de efectos de sentido posibles, pero a la sola luz de las reglas de producción no es posible saber cuál es concretamente la gramática de reconocimiento que se aplicó a un texto en un momento dado.
Lo dicho hasta ahora implica que todo análisis de un conjunto significante, cualquiera sea la (o las) materia(s) significante(s) en juego, es necesariamente heterónomo. El sentido producido sólo llega a ser visible en relación con el sistema productivo que lo ha engendrado, es decir, en relación con esa “otredad” constituida por las condiciones de producción, de circulación, de reconocimiento. Una teoría de la producción social de sentido se propone desarrollar un proceso de investigación totalmente distinto. Pues un texto, como lugar de manifestación de sentido, está lejos de ser un objeto homogéneo. Todo texto es susceptible de una multiplicidad de lecturas, es un objeto plural, es el punto de pasaje de varios sistemas diferentes, heterogéneos, de determinación. En un texto, dicho de otra manera, hay diferentes tipos de huellas. Desde una perspectiva de esa índole, se trataría de hacer “el análisis del discurso”, de construir una suerte de teoría universal de lo discursivo, dependiente y complementaria de la teoría de la lengua. La producción discursiva de sentido (y nada hay que no sea discursivo) es enteramente social: uno trata con discursos y no con el discurso. La lingüística como ciencia de la lengua, como ciencia extraña a lo social, sólo pudo constituirse sobre la base de un dispositivo metodológico destinado a expulsar lo social del lenguaje,
El orden de lo discursivo remite a dos cuestiones importantes. La primera concierne a lo que he llamado la materialidad del sentido. En efecto, la discursividad es un proceso de espacio temporalizacion de la materia lingüística: exhibición espacial y puesto en secuencia temporal, inextricablemente ligadas una a la otra. Contrariamente a la opinión de Saussure, el orden del discurso no es lineal. La segunda cuestión concierne al hecho de que, si está interesado en el estudio del sentido socialmente producido de conjuntos significantes atestiguados, no se trata prácticamente nunca con objetos significantes homogéneos: en los discursos sociales hay, siempre, diversas materias y, por lo tanto, diversos niveles de codificación que operan simultáneamente: imagen-texto; imagen-palabra-texto-sonido.
Aunque sea cierto que ninguna otra teoría ha sido tan decisiva en este dominio como la teoría marxista hay que reconocer que, actualmente, es ella la que constituye el mayor obstáculo para el desenvolvimiento de una reflexión sobre el funcionamiento de lo ideológico. Hablar de lo ideológico y del poder es hablar de dos dimensiones en el análisis del funcionamiento de una sociedad. Son, pues, dimensiones que atraviesan de lado a lado una sociedad. Se trata de comprender la semiosis necesariamente investida en toda forma de organización social. Sin esta semiosis, no puede concebirse ninguna forma de organización social.
Lo ideológico es el nombre del sistema de relaciones entre un conjunto significante dado y sus condiciones sociales de producción.
 “Ideológico” no es el nombre de un tipo de conjunto significante: lo ideológico es una dimensión susceptible de indicarse en todo discurso marcado por sus condiciones sociales de producción, cualquiera sea el “tipo”. Una ideología es una gramática de generación de sentido, investidura de sentido en materias significantes.
Hay otro aspecto de la teoría marxista que no es posible retener. Las divisiones se derrumban, los compartimientos estallan: lo ideológico no es una superestructura, pues sin ideología, es decir, sin producción social de sentido, no habría ni mercancía, ni capital, ni plusvalía.
Pero, en resumidas cuentas ¿qué es el poder? No podría decírselo mejor de lo que lo hace Foucault “... el poder no es una institución ni una estructura, no es cierta potencia de la que algunos estarían dotados: es el nombre dado a una situación estratégica compleja, en una sociedad determinada”. Ahora bien, esas estrategias no existen fuera de los paquetes significantes que las contienen, no existen sin el acople, en las relaciones sociales, de los innumerables discursos que atraviesan la sociedad, no existen sin la intercalación de producciones de sentido y de reconocimiento de sentido, en una semosis
que Pierce describió con justeza como infinita.
Lo ideológico y el poder son estas redes de la producción social de sentido perpetuamente sacudidas por los mecanismos dinámicos de la sociedad; y, por lo tanto, siempre más o menos desfasadas una en relación con la otra: producción y reconocimiento sociales del sentido están, en cada nivel, en cada momento del tiempo histórico, en cada zona del funcionamiento social, sometidos a un proceso perpetuo de desorden y reajuste.
El concepto de “sujeto” designa pues la mediación necesaria entre condiciones de producción y proceso de producción, entre condiciones de reconocimiento y proceso de reconocimiento. El sujeto es punto de pasaje de las reglas operatorias de la producción y del reconocimiento; es el lugar de manifestación de una legalidad que sobrepasa toda “conciencia” que el sujeto pueda tener de sentido.
Verón, Eliseo: “Diccionario de lugares no comunes”
 Es la lista de ciertas palabras que empleo para ocuparme de los discursos sociales y por lo tanto de lo ideológico y del poder de los discursos. El conjunto de la lista puede entonces dividirse en cuatro grupos de términos. El primero comprende dos subgrupos: 
Producción/Reconocimiento (Condiciones de, Gramáticas de), Circulación
Estos dos primeros temas abarcan, lo esencial del esquema del sentido. 
 El segundo grupo, que incluye los términos: Ideología, Ideológico, Poder
Plantea, el núcleo de la problemática sociológica que nos interesa.
En el tercer grupo se incluyen los temas: Discursos (Análisis de los) y Lingüístico (Análisis)
Mediante el análisis de estos dos términos procuro plantear el problema de las fronteras entre la evolución de la lingüística y el estudio de los discursos sociales.
El cuarto grupo está dedicado a las principales nociones referentes a problemas de metodología: Operación, Desfase, Interdiscursividad, Lectura (s), Texto, Semiosis
Producción/Reconocimiento (Condiciones de, Gramática de)
Producción/Reconocimiento son dos polos del sistema productivo de sentido. Llamamos circulación al proceso de desfase entre ambos. El analista del discurso puede interesarse ya sea por las condiciones de generación de un discurso o un tipo de discurso, ya sea por las lecturas de que ha sido objeto el discurso, es decir por sus efectos. Decimos entonces que se interesa en el primer caso por la gramática de producción y en el segundo por una (o varias) gramáticas de reconocimiento.
Una gramática de producción o de reconocimiento tiene la forma de un conjunto complejo de reglas que describen operaciones. Estas operaciones son las que permiten definir ya sea las restricciones de generaciones, ya sea los resultados bajo la forma de una cierta lectura. En otras palabras, una gramática es siempre el modelo de un proceso de producción discursiva.
La operación metodológica que consiste en constituir un corpus dado de discursos permite automáticamente distinguir el corpus mismo de todos los demás elementos que deben incluirse en el análisis pero que no están “en” el corpus. Tales elemento constituyen las condiciones o bien de la producción, o bien del reconocimiento. Esas condiciones contienen siempre otros discursos, pero estos últimos no forman parte del corpus. Entre las condiciones está también todo aquello que el analista considerará, por hipótesis, como elementos que desempeñan un papel determinante para explicar las propiedades de los discursos analizados. Tratándose de la problemática de lo ideológico y del poder, esos elementos tendrán que ver con las dimensiones fundamentales (económica, política y social) del funcionamiento de la sociedad en el interior de la cual se produjeron tales discursos. Ahora bien, no basta con postular tales condiciones; hay que mostrar que efectivamente lo son. Para que algo sea considerado como condición de producción de un discurso o de un tipo de discurso, es necesario que haya dejado huellas en el discurso.
Es posible construir tantas gramáticas como maneras haya de abordar el texto. Aquí, nos interesan la de lo ideológico y la del poder.
Circulación
El concepto de circulación designa entonces el tejido intermediario de ese sistema. Pero si bien el aspecto producción de los discursos y el aspecto efectos suponen lecturas de un discurso o de un conjunto de discursos, no ocurre lo mismo con el aspecto circulación: este último no implica un tipo de lectura. Porque la circulación, en lo que concierne al análisis de los discursos, sólo puede materializarse, precisamente, en la forma de una diferencia entre la producción y los efectos de los discursos. No hay huellas de la circulación: esta se define como el desfase, que surge en un momento dado, entre las condiciones de producción del discurso y las lecturas en la recepción.
Ideología
En las ciencias sociales, el principal problema que se plantea al tratar de utilizar las nociones de la teoría es que esas nociones tienen vida propia, por así decirlo, en el seno del funcionamiento social.
¿Cómo tomar distancia del uso “social”, pre científico, de esta noción? Se trata de reservarle un empleo descriptivo y no teórico: “ideología” designaría así una formulación histórica en el sentido de la designación del diccionario: “sistema de ideas, filosofía del mundo y de la vida”: “conjunto de ideas, de creencias y de doctrinas propias de una época, de una sociedad o de una clase”. Se advierte pues que no se trata de un concepto teórico sino que abarca componentes de lo más diversos: doctrinas, ideas, actitudes, imágenes, conceptos… Y esa es, precisamente, su función: poner orden en la percepción de los actores sociales, respecto de una diversidad de cosas que tienen que ver con el sentido. Desde el punto de vista teórico hay que tener presente que la existencia social, histórica, de estos objetos no es ajena al hecho (también social e histórico) de reconocerlos como tales y, en consecuencia, de nombrarlos.
Es aconsejable no olvidar tampoco el plural de ese término: lo que nos ocupa no es la Ideología, sino las ideologías.
Ideológico
Como concepto que pretende ser teórico, lo “ideológico” designa pues no un objeto, ni un conjunto reconocible de “cosas” sino una dimensión de análisis del funcionamiento social. Estamos ante lo ideológico cada vez que una producción significante (sean cuales fueren su soporte y las materias significantes en juego) se aborda en sus relaciones con los mecanismos de base del funcionamiento social entendidos como restricciones al engendramiento del sentido. Dicho de otro modo, ideológico es el nombre del sistema de relaciones entre un discurso y sus condiciones (sociales) de producción. El análisis ideológico es el estudio de las huellas que las condiciones de producción de un discurso han dejado en la superficie discursiva. Así como la noción de “ideología (s)” se sitúa habitualmente en el nivel de los productos, el concepto de “ideológico” corresponde al nivel de las gramáticas de su producción.
Por el hecho de ser una dimensión lo ideológico está en todas partes. Lo ideológico es una dimensión que atraviesa toda la sociedad. Afirmar que lo ideológico está en todas partes no es lo mismo que decir que todo es ideológico. El discurso “absoluto” existe pues como efecto discursivo. El efecto de sentido de ese discurso de lo Verdadero no es otra cosa que el efecto de poder (de creencia) de un discurso. El análisis ideológico de la producción social de sentido no es otra cosa que la busca de las huellas que invariablemente dejan esos niveles del funcionamiento social en los discursos sociales.
Poder
El análisis de los discursos, el término “poder” designa el sistema de relaciones entre un discurso y sus condiciones (sociales) de reconocimiento. El concepto de “poder” se refiere pues a la problemática de los efectos de sentido de los discursos. La noción de “poder” define una dimensión de todo discurso, de toda producción de sentido que circula en una sociedad.
“poder” e “ideológico” son dos problemáticas estrechamente ligadas entre sí: el
poder de un discurso no es ajeno a los mecanismos significantes que resultan de las operaciones discursivas que a su vez derivan de las condiciones ideológicas de producción. El poder de un discurso puede estudiarse únicamente en otro discurso que es su “efecto”.
Discursos (Análisis de los)
En su sentido amplio la noción de “discurso” designa, no únicamente la materia lingüística, sino todo conjunto significante considerado como tal sean cuales fueren las materias significantes en juego.
En segundo lugar, hay que destacar que la expresión se emplea en plural: “análisis de los discursos”, con lo cual se busca señalar una diferencia respecto de aquellos que hablan de “el análisis del discurso”, concibiendo así El Discurso como una especie de homologo de La Lengua. Lo que se produce, lo que circula y lo que engendra efectos en el seno de una sociedad constituye siempre discursos.
En tercer lugar, el termino discurso destaca cierto enfoque de los fenómenos de sentido. Por ello “discurso” y “texto” no son sinónimos. “Texto” es una expresión equivalente a “conjunto significante”: con ese término se designa un “paquete” de materias significantes independiente de la manera de abordar su análisis. “Análisis discursivo” implica ya cierto número de postulados que hacen que el texto no “se aborde” de cualquier modo. Los siguientes son los más importantes de tales postulados. 
1. Las huellas que se encuentran en la superficie de un discurso corresponden a operaciones que no pueden reducirse a la suma de las propiedades de las unidades-enunciados que componen el discurso.
2. El discurso tiene un espesor temporo-espacial que le es propio
3. Una “misma” marca puede ser la huella de dos operaciones subyacentes distintas.
4. En el caso de ciertos soportes la distribución en el espacio es tan importante como la ubicación dentro de la secuencia. Esta idea remite a una problemática la de la materialidad del sentido incorporado.
5. El análisis discursivo trabaja sobre las disparidades intertextuales, se interesa esencialmente por las diferencias entre discursos. Desde el punto de vista de una teoría de la producción social de sentido, un texto no puede analizarse “en sí mismo”, sino únicamente en relación con las invariantes del sistema productivo de sentido.
Lingüístico (Análisis)
Con frecuencia la lingüística trabaja con fragmentos de discurso, pero en la mayor parte de los casos considerará esos fragmentos independientemente de toda situación de circulación de tales discursos e independientemente de los contextos discursivos en los que podrían situarse dichos fragmentos.
La tendencia fundamental del lingüista es la de trabajar sobre marcas sin interpretarlas como huellas de las restricciones de origen social que sufrió la producción.
Operación
Cuando se analizan los discursos se describen operaciones. Las operaciones mismas no son visibles en la superficie textual: deben reconstruirse (o postularse) partiendo de las marcas de la superficie.
El modelo de una operación está compuesto por tres elementos: un operador, un operando y la relación entre ambos.
1. El punto de partida de la descripción es siempre la identificación de una marca interpretada como operador.
2. Una marca situada en un sitio determinado de una superficie textual puede asociarse a varias operaciones al mismo tiempo.
3. El operando puede estar ausente del texto que se analiza: puede identificarse como marca en otro texto, o bien corresponder sencillamente al orden del imaginario social.
4. La misma marca situada en un sitio determinado de una superficie textual puede funcionar simultáneamente como operador de una operación y como operando de otra.
5. En análisis de los discursos, los términos que componen las relaciones pueden alcanzar cualquier nivel de complejidad.
6. Un término de una relación puede ser, a su vez, en otro nivel de análisis, una relación
7. La misma clase de operaciones puede estar a cargo de diferentes marcas de la superficie
8. El mismo tipo de marca, en contextos discursivos diferentes, puede hacerse cargo de operaciones diferentes.
9. Un operador bien puede incluirse en una marca no lingüística.
Interdiscursividad
Si el método de constitución de los corpus se funda en la identificación de desfases pertinentes, ello se debe a que la estructuración de los discursos es siempre un fenómeno interdiscursivo. La circulación, se define como una relación interdiscursiva: el desfase entre producción y reconocimiento. La interdiscursividad debe reconocerse así como una de las condiciones fundamentales de funcionamiento de los discursos sociales. 
Texto
Texto designa así, en el plano empírico, esos objetos concretos que extraemos del flujo de circulación de sentido y que tomamos como punto de partida para producir el concepto de discurso. En consecuencia, un texto es un objeto heterogéneo, susceptible de múltiples lecturas, situado en el entrecruzamiento de una pluralidad de “causalidades” diferentes.
Semiosis
Este término, tomado de Peirce, designa para nosotros la red interdiscursiva de la producción social de sentido. La semiosis en ternaria, social, infinita, histórica.
Verón, Eliseo: “Prensa gráfica y teoría de los discursos sociales
A la prensa escrita se la debe recorrer dentro de la teorización de los objetos discursivos.
Es a nivel de los macro-funcionamientos que se puede emprender la toma de las condiciones productivas sobre los discursos, y por lo tanto, advertir la enraizacion de estos últimos dentro de la sociedad y de la evolución histórica.
Los lugares de manifestación de estos macro-funcionamientos discursivos son, en nuestras sociedades industriales, los medios de comunicación. El término “medio” señala la conjunción de un soporte y de un sistema de prácticas de utilización. 
En el plano de los macro-funcionamientos y para un análisis en producción, distinguiremos tres nociones: ´tipo´, ´genero´ y estrategia´. 
Me parece esencial asociar la noción de ´tipo´ de discurso, por un lado, con las estructuras institucionales complejas que constituyen los “soportes” organizacionales, y por otro lado, con las relaciones sociales cristalizadas de ofertas/expectativas que son los correlatos de estas estructuras institucionales.
Un género será caracterizado necesariamente por un cierto agenciamiento de la materia del lenguaje. Yo identificaría este uso como el de los géneros-L.
Segundo concepto de género, que nos permita designar y clasificar lo que se deben llamar los productos. Hablemos, pues, en este caso de género-P. Los géneros-P poseen una relación mucho más estrecha con los tipos de discursos.
Las estrategias discursivas pueden ser definidas como las variaciones verificadas en el seno de un mismo tipo de discurso o de un mismo género-P.
Es importante precisar bien bajo cuáles condiciones opera el mercado de la prensa de lectura masiva, cuál es el dispositivo por el cual un titulo de prensa dado se constituye en mercadería definida por su valor.
El primer nivel es el de la producción de su masa de lectores.
El segundo nivel es el del posicionamiento del título frente a los títulos de la competencia.
Habiéndose producido la masa de lectores, se le adjudica un valor con el objeto de venderlo como colectivo de consumidores potenciales entre diversas categorías de anunciantes.
El universo de la prensa escrita de gran masa de lectores puede ser visto como una configuración extremadamente compleja de “zonas de competencia directa”. Cada “zona de competencia directa” está compuesta por una pluralidad de representantes de un mismo género-P que se enfrentan en el seno del proceso de producción-reproducción de sus masas de lectores.
En un universo de discurso donde, desde el punto de vista del contenido, la oferta es más o menos la misma, el único medio para que cada título construya su “personalidad” es a través de una estrategia enunciativa que le sea propia, dicho de otra manera, construyendo un cierto vinculo con sus lectores.
El análisis
del discurso consiste en la referencia, en la superficie discursiva, de las huellas que conducen a las condiciones de producción de los discursos.
Tratemos antes que nada de inventariar las fuentes de evolución y de eventuales turbulencias.
1. Las condiciones de producción mismas pueden admitir importantes contradicciones internas.
2. Un titulo de la prensa de gran masa de lectores se encuentra inserto en una zona de competencia directa extremadamente estructurada.
3. La oferta tanto como la demanda evolucionan de manera permanente.
4. Debemos ocuparnos de una masa de lectores que puede variar.
Basta comprender que debemos ocuparnos de fenómenos de regulación que se ubican en varios niveles.
Estos fenómenos de regulación presentan un punto visible: la conducta compra/no compra.
Los “efectos” del comportamiento (compra/no compra) son, efectivamente, los únicos que interesan a los productores. Estos “efectos” forman parte de las condiciones de producción de tales discursos.
Dentro del sistema productivo de la prensa escrita nos reencontramos pues con que, a nivel de las condiciones de producción, actúa una verdadera teoría de la recepción.
Los factores que pueden permitirnos explicar la preferencia por un titulo más que por otro, señalan las representaciones sociales de los lectores, representaciones que sobrepasan ampliamente las propiedades discursivas de los títulos, tales como las podemos describir en producción, en ese sentido se trata de factores que sería imposible prever (o deducir) de un análisis en producción.
Es aquí que encontramos la autonomía entre un análisis en producción y un análisis en reconocimiento. Esto se debe a que las representaciones sociales de los lectores que “encuadran” la lectura derivan de ciertas características de estos últimos. El enfoque sincrónico del funcionamiento de los discursos de la prensa escrita no es, por supuesto, el único posible. Pero es el único que nos permite articular directamente la producción con el reconocimiento.
UNIDAD 2
Rocha, Amparo: “De lo indicial, lo icónico y lo simbólico en las manifestaciones del sentido”
Todo discurso es un discurso sobre el cuerpo (en el doble sentido de “referirse a” y de “basarse en él”)
Donde encontremos las más variadas y sofisticadas manifestaciones del sentido, sobre materias diversas y articuladas a diferentes dispositivos tecnológicos, allí estará el cuerpo -un cuerpo significante- que ha dejado sus huellas en esas materias bajo la modalidad de distintas configuraciones formales. 
Verón desarrolla una interesante hipótesis sobre la constitución del sujeto en la red de la semiosis social. Un sujeto que no es tal, sino que lo irá siendo en tanto su cuerpo soportará progresivamente la inscripción de ciertas reglas de funcionamiento del sentido: en términos peirceanos, la reglas de contigüidad, similaridad y convencionalidad. Verón describe el proceso por el cual el cuerpo actuante será también cuerpo hablante como la aparición de sucesivas reglas de funcionamiento semiótico.
Podemos pensar la historia de la humanidad como un largo proceso en que el cuerpo, primera materia significante se va proyectando en otras materias mediante diversos dispositivos técnicos.
 “Se podría decir que el surgimiento de la cultura y la constitución del lazo social se definen por la transferencia de estos tres órdenes sobre soportes materiales autónomos en relación con el cuerpo: desde el arte rupestre de la prehistoria hasta los medios electrónicos masivos, la cultura implica un proceso por el cual materias significantes distintas del cuerpo son investidas por los tres órdenes del sentido compuesto por lo indicial, icónico y simbólico).” El hombre históricamente, o digamos desde la prehistoria en adelante, lo que ha hecho es ir transfiriendo esos modos de significación a otras materias, que por ello mismo se han vuelto significantes, autónomas en relación con el cuerpo.
No se trata de pensar lo indicial, lo icónico y lo simbólico como conjuntos de signos, sino como modos de funcionamiento de la semiosis, todos ellos deudores de aquella primera constitución del sentido en los cuerpos.
La escritura es la primera tecnología de la palabra. Se considera que, directa o indirectamente, la mayoría de las grafías deriva de cierto tipo de escritura pictográfica.También la imagen se construye de acuerdo a parámetros estilísticos correspondientes a la época, a cuestiones de género, etc.: he ahí la dimensión simbólica de la imagen, que puede aparecer también en la forma de determinados tropos visuales. La palabra es lenguaje y, por ende, símbolo. 
Resumiendo: ya sea en la imagen fija - los retratos pictóricos o fotográficos-, como en la imagen en movimiento del cine, en que la mirada a cámara aparece como reformulación del aparte teatral, se puede rastrear esta estructura, que implica una destinación del orden del indicio, a la vez que estamos hablando de imágenes y, por lo tanto, del funcionamiento de la analogía. Las imágenes documentales cargarán sobre sí con más fuerza el peso del testimonio, lo cual implica un aspecto indicial. 
Los estudios actuales parten de considerar la red más precisamente como metamedio, en el sentido de que por Internet circulan la prensa, la radio, la TV, el cine, el discurso musical, el científico, diversos géneros, etc. Sin embargo, el acceso a ese mundo de enorme complejidad se da a partir de pocos procedimientos que ponen en juego procesos cognitivos centrados en lo simbólico: leer y escribir entre los más básicos, lo icónico, en la visualización de toda clase de imágenes y lo indicial: audición de música.
Verón, Eliseo: “El cuerpo reencontrado”
La pregunta sería por qué el cuerpo reencontrado. Si algo se reencuentra es que algo se perdió, se perdió en algún lado, se perdió en algún momento. La hipótesis de Verón es que el cuerpo como objeto de estudio, se perdió en la semiología o primera semiótica. Por estar basada en la lingüística saussureana, cuyo signo, cuya unidad, la unidad de la lengua es un signo binario psíquico. Signo = entidad psíquica de dos planos, un significado, un significante, o concepto e imagen acústica. Entonces, lo que dice Verón es que para un signo psíquico, un sujeto sin cuerpo. Es decir, que el sujeto hablante tiene muy poca importancia, porque Saussure entre la lengua y el habla, o sea, entre el sistema y la puesta en práctica con hablantes concretos del sistema, se queda con la lengua, con el sistema, olvidándose d l sujeto, de la voz y del cuerpo.
El punto de partida de esta conceptualización lo encontramos en la célebre trilogía peirciana del ícono, el índice y el símbolo.
Verón plantea un esquema, que es el siguiente: Para un signo psíquico un sujeto sin cuerpo y para un signo material un sujeto con cuerpo. Una persona le habla a la otra, entonces, del cerebro, las palabras van hacia la boca y de la boca van hacia el oído del oyente, del oído van hacia el cerebro. Ese es el circuito del habla para Saussure. Y luego él abandona la cuestión del habla y abandona también la cuestión de los hablantes. Entonces, para el signo psíquico, o sea, desmaterializado, mental, un sujeto que es una pura mente, que no tiene cuerpo. Por el contrario, para un signo corpóreo, material, un sujeto de carne y hueso. ¿Cuál es el signo que Verón rescata de la teoría del signo que le permite resolver, por lo menos, enfrentar la cuestión de la materialidad del sentido, ¿cuál es? El signo en Peirce. El signo para Peirce ya no es una entidad sino que es un proceso, una acción de tres partes y una de esas partes, siempre es material.: de las tres partes del signo, el representamen, el objeto, el interpretante, ¿cuál, necesariamente es material? El representamen.
Conceptos que toma Verón de otros autores 
El sujeto reencuentra su cuerpo en la teoría como objeto de estudio a partir de otra mirada, otra perspectiva que es la peirceana. Por eso es que el artículo se llama “El cuerpo reencontrado. Como condiciones de producción de este artículo están: la 2da

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