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Resumen Texto Estadio del Espejo Jacques Lacan según Evans y Chemama

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Resumen Estadio del Espejo. Jaques Lacan según Evans y Chemama
Lacan expone por primera vez sobre el Estadio del Espejo en 1936. Dicho concepto se gesta a partir de un experimento, el “test del espejo”, que consistía en enfrentar a un infante de 6 meses a su imagen especular, imagen de la cual quedaba fascinado y jubiloso al asumirla como propia. En este sentido, el Estadio del Espejo traspasa su carácter experimental y se entiende como un aspecto fundamental en la constitución de la estructura del yo. Lacan destaca dos ámbitos de esta cuestión, por un lado su valor histórico, pues es indicador de un momento decisivo del desarrollo mental del niño y por otro, tipifica una relación libidinal con la imagen del cuerpo. En síntesis, este Estadio es representativo de la estructura de la subjetividad pues implica una transformación en el sujeto al asumir la imagen especular como propia, al identificarse imaginariamente con ella. Tanto en Evans como en Chemama se indica la ocurrencia de este Estadio entre los 6 y 18 meses de vida. Ambos autores señalan que para Lacan el niño nace prematuro, su sistema nervioso es inmaduro, sin embargo, se señala en Evans, que su sistema visual está relativamente avanzado por lo que es capaz de apreciar su imagen, aunque no existe coordinación en su sistema motor. También , ambos autores, hacen alusión a cómo es que esta prematuración trae como consecuencia en la etapa pre-especular la experiencia de un cuerpo fragmentado, esto es, disperso, confundido en el todo, situación que se contrapondrá en el Estadio del Espejo, donde el niño se distingue como un sujeto separado del mundo exterior y de su madre, se percibe como una Unidad, es la imagen especular la que le da la forma intuitiva de su cuerpo. El niño se identifica con aquella imagen especular y ello explica su júbilo. En Evans se agrega también que esta falta de coordinación de su cuerpo se experimenta como la de un cuerpo fragmentado, lo que contrasta con la visión de totalidad propia de la imagen del espejo, por lo que tal situación genera una rivalidad entre la completud de la imagen y el sujeto, una tensión agresiva que se resuelve con el proceso mencionado de identificación. Chemama cita a Lacan: “el sujeto se ve multiplicado: se ve constituido por su imagen reflejada, precaria, del dominio, se imagina hombre sólo a partir de que se imagina"(Chemama, p. 137). Es decir, sólo es sujeto en la medida que se reconoce en la imagen. También en ambos se señala que el niño al verse en el espejo en los brazos de su madre, busca la mirada de ella, de modo que le autentifique su descubrimiento; confirmarse a través de esto como sujeto, que tal imagen que él asume como suya es justamente suya. Es algo así como señalar: sí, “eso es tú”, lo que generaría un “eso es yo” o más bien, un mí cristalizado (bosquejo de futuro yo). Sin embargo, un alcance fundamental que realiza Chemama y que es esencial en la comprensión del Estadio del Espejo, es que éste no se reduce a un fenómeno especular, a la simple visión de una imagen en una lámina de cristal, sino que el niño interioriza la imagen en la medida que ocupa un lugar en el gran Otro (en este caso, la madre)(al referirse al Otro se está señalando el carácter simbólico de la relación), en que puede verse en los ojos de otro, de la persona que lo ama o detesta, el otro como espejo. Así pues, la madre es el rasgo unario (Chemama), es omnipotente (Evans) y constituye, por tanto, el yo ideal (la madre como promesa de completitud). Sostiene al yo en la anticipación. Chemama se refiere a la anticipación como el momento en que comparándose con el otro busca situarse socialmente. “Importa reconocer quién está habilitado para reconocerlo y más importa imponerse a él y dominarlo” (Chemama, p. 137). Se señala, además, que aquí es el transitivismo más marcado: si otro niño llora, él también lo hace. En este estadio ocurre la instancia de lo imaginario, relación dual que implica la confusión con el otro, con su imagen. Chemama indica que aquí se da una encrucijada estructural, donde se comanda el formalismo del yo: identificación que lo forma pero que, a la vez, lo aliena, lo hace ser otro del que es (transitivismo): la agresividad del ser humano; debe ganar su lugar por sobre todo, sino será aniquilado (como sujeto); y el establecimiento de los objetos del deseo: cuya elección siempre se refiere a ser el deseo del otro (deseo del deseo del Otro). Se advierte en esto su carácter narcisista. Para cerrar, en ambos autores se señala que desde la perspectiva de Lacan, el Estadio del Espejo, implica un desconocimiento, cuestión que se refiere a la alienación del niño (ser otro del que es) al identificarse con la imagen.
Resumen Lacan: El Complejo de Intrusión
Los celos. Arquetipo de los sentimientos sociales.
Al hablar del Complejo de Intrusión, Lacan se refiere a este como la experiencia que realiza un sujeto primitivo al comprobar que tiene hermanos. Sus condiciones son variables pues dependen por una parte, de las culturas y la extensión que esta conceden al grupo doméstico y por otra, de las contingencias individuales, esto es, del lugar que ocupa al nacer un sujeto en dicho grupo, ya sea como heredero o usurpador. El aspecto medular aquí revelado, se refiere a que los celos no representan per se una rivalidad vital, sino más bien, una identificación mental.
Identificación mental. Al confrontar a parejas de niños entre 6 mese a 2 años, se pueden comprobar ciertas reacciones de las que se deduce comunicación, diferenciándose aquellas que revelan el reconocimiento de un rival, en donde los niños adoptan ciertas posturas y respuestas frente al otro, donde se percibe la situación como si tuviese un doble desenlace. Sin embargo, este reconocimiento de un rival es de otro como objeto, está delimitada por una condición, la cual señala que la diferencia de edad entre los sujetos no debe superar los dos meses y medio en el primer año. Si dicha condición no se cumple, las reacciones observadas difieren. Lacan, en relación a esto señala que no se trata de un conflicto entre sujetos sino entre dos actitudes contrapuestas y complementarias en un sujeto mismo. Qué sucede entonces si se ve a un niño observando a otro, ¿quién es el observador y quién es el observado? Aquí se presenta la siguiente paradoja: cada sujeto se confunde con el otro, se identifica con él, no obstante esta relación puede gestarse con una participación insignificante del compañero, esto porque el carácter de la relación es, en todo su sentido, imaginaria.
La imago (imagen) del semejante. ¿cuál es su estructura? La condición señalada en cuanto a la proximidad de edades entre los compañeros apunta hacia una exigencia de semejanza entre los sujetos. Con ello se comprueba que la imago del otro está relacionada con la estructura corporal propia, de sus funciones de relación. El psiconálisis permite indicar cómo es que en relación al hermano se gestan exigencias de la libido que son homosexuales (en tanto rivalidad con otro, con el igual, con quien se identifica, su imagen), y así también cómo se origina una confusión de dos relaciones afectivas, amor e identificación. Esta ambigüedad se manifiesta asimismo en la pasión de los celos adultos, donde el interés por la imagen del rival se vuelve centro y se define como odio, naciendo a partir del objeto supuesto de amor e interpretando y justificándolo al indicársele como elemento esencial del sentimiento amoroso.
El sentido de agresividad primordial. La agresividad sería secundaria a la identificación, especialmente en la relacón fraterna primitiva. La teoría freudiana en este sentido es incierta, pues si bien es cierto, como lo manifiesta el darwinismo, la lucha se inicia en los principios de la vida, debe tenerse cuidadi con esta concepción. Si consideramos que el amamantamiento significa una neutralización temporaria de la lucha por el alimento, el niño destetado entonces no entraría en una competencia vital con su hermano, sino más bien que su celos se esculpen a partir de la identificacióncon la condición de este. Ahora bien, si se considera al destete como la fuente del instinto de muerte, se reconocerá entonces que en masoquismo primario el niño lo que hace mediante el juego es reproducir el malestar surgido por dicho destete y que sin embargo, logra sublimar y superar. Freud observó que cuando el niño aleja de sí un objeto y luego lo atrae a su vista reproduce el malestar del destete y luego su superación, en donde él resulta triunfador. La identificación con el hermano permite completar dicho desdoblamiento, situando así uno de los polos de dicho masoquismo. Por tanto, la violencia del suicidio primordial engendraría la del asesinato del hermano. La imagen del hermano no sometido al destete despierta una agresión especial porque repite en el sujeto la imago de la situación materna y con ello, el deseo de muerte. El asesinato del hermano, por tanto, significaría un cese del malestar, sería gestor de cierto placer. Ahora bien, el concepto de identificación, aunque no ah sido bien definido aquí, ha situado su momento genético con el nombre de Estadio del Espejo. Dicho Estadio así considerado corresponde a la declinación del destete, esto es, al finalizar los seis mese de vida. El reconocimiento del sujeto ante el espejo, por una parte, revelan las tendencias que conforman la realidad del sujeto, ilusoria como imagen y, por otra, de su estructura, forma de la figura humana. Esta percepción del otro como unidad se correlaciona con un nivel de inteligencia y sociabilidad mayor.
Poder de la imagen especular. Después de los 6 meses se produce una discordancia entre las pulsiones y las funciones derivado de una incoordinación de los aparatos. Ello conlleva un Estadio basado en el apropiocepción de un cuerpo despedazado, por lo que el sujeto busca la recomposición de su cuerpo en otro, en su imagen. Ahora bien, esta tendencia de restauración de la unida surge en el centro de la conciencia, fuente de energía del progreso mental, el cual está determinado por las funciones visuales. En definitiva, el poder de la imagen se halla en ser el modo más primitivo en que el niño representa su identidad, modo que surge de y en la búsqueda de unidad.
Estructura narcisista del yo. En esta fase se vierte la libido sobre el propio cuerpo, no obstante, este aspecto narcisista también alude a un estructura mental, donde aun existiendo una imagen el otro no se halla contenido aquí. La imagen se limita a una intrusión narcisista que es temporaria. Antes de que el yo afirme su identidad, el niño se confunde con la imagen, por tanto, ésta contribuye a la conformación del yo. Lo forma, y asimismo, lo aliena. Ahora bien, esta intrusión permite comprender las distintas formas dela proyección del yo: paranoico (transitivista), yo normal (integrado), etc.
El drama de los celos: el otro yo
Tanto el yo como el otro se constituyen en el drama de los celos. “Ello imploca la introducción de un objeto tercero que reemplaza a la confusión afectiva y la ambigüedad especular mediante la concurrencia de una situación triangular” (Lacan, p.45). El sujeto introducido a la identificación llega a una nueva alternativa en la que se esgrime el destino de la realidad; ya sea reencontrar el objeto materno o bien aferrarse al rechazo de lo real y la destrucción del otro o conducirlo a otro objeto. Concurrencia implica rivalidad o acuerdo, encuentra al otro y al objeto socializado. El yo concebido en su estructura esencial no se origina antes de los tres años.
Condiciones y afectos de la fraternidad. La intrusión del hermano (agente) en su sentido neutro es la raíz del trauma. La intrusión se origina por el hermano que llega a la familia y el paciente de esto es el hermano primogénito. La variación del trauma depende del desarrollo psíquico del niño que es paciente. Ahora bien, en cuanto a esto, el autor realiza una diferenciación. Si la llegada del intruso se da en el desamparo del destete, esta situación lo reactiva constantemente y puede realizar una regresión que podría significar una neurosis esquizofrénica o hipocondriaca y, si no es así, presentarse como la destrucción de un monstruo, etc. Por el contrario, si el intruso se manifiesta luego del complejo de Edipo, este ingresa al plano de las identificaciones paternas, y ano significando un obstáculo o un reflejo, sino una persona digna de amor o de odio.
En definitiva, “tanto el objeto como el yo se realizan a través del semejante, cuánto más pueda asimilar de su partenaire, más reafirmará el sujeto su personalidad y su objetividad, garantes de su eficacia” (Lacan, p. 45).

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