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mos del siguiente modo: una^asimilación-perfecta delatotalijiad al ser. Bajo esta fórmula de aspec- to algo filosófico, sé^reconpcerá j s t a nostalgia de la,humanidad: ilusión metafísica de la armonía universal, abismo místico de la fusión afectiva, uto- pía social de una tutela totalitaria. Formiaŝ ^ todas de laJbúsqueda_del_paraíso._perdido. anterior aFna;̂ cimiento^ y de la oscura aspiración a la.muerte.. 2. EL COMPLEJO DE LA INTRUSION Los Celos. Arquetipo de los Sentimientos Sociales EJ_coinpl_eiq_de_Ja_intrusíón representa la e_xpe- ríen_cia_que r£aliz£_el_jujet^o_primitivOj^por lo ge^ neraí cuandp_v_e_a__uno._o_,a_muchos..de.sus.semejan- tes participar juntq_ c_on _él_enja_r§la-.ción dom.estica^ dicho de otro modo, cuandp_aomprueba_que_.tiene h^eaMmigL Sus condiciones^ entonces, son suma- m.ente v_ariables. ya que denendejij^ por janjado, dê las culturas y _de_la.extensióri_.que-.Qtorgan al giii- T)n̂ _dojnésticQ. y._pqr_ei.^o.trq, de_ las contingencias^ individuales.! así. en Drim.er término, del lugar que el destino otorga al sujeto en el orden de los naci- mientos, según el orden dinástico, podemos decir, nue ncuoa así, con anterioridad a todo conflicto: e! del heredero o usurpador. Los celos iniañtíles~han llamado la atención des- de hace mucho tiempo. "He visto con mis ojos —di- ce San Agustín—, y observado a un pequeño do- minado por los celos; todavía no hablaba y no podía 33 mirar sin palidecer el espectáculo amargo de su hermano de leche". (Confesiones, I, VIL) El hecho aquí revelado para sorpresa del moralista fue re- ducido durante mucho tiempo al valor de un tema de retórica, ucilizable con fines apologéticos. Al demostrar la estructura de los celos infanti- les, la observación experimental del niño y las in- vestigaciones psicoanalíticas han permitido escla- recer su papel en la génesis de la sociabilidad y, de ese modo, el conocimiento mismo en tanto que humano; Digamos que el punto crítico- revelado por esas investigaciones es el de que los celos, en su -base, no representan una rivalidad vital sino ,̂ una identificación mental. , Identificación mental. Si se confronta en pare- jas, sin presencia de un tercero y abandonados a su espontaneidad nim3¿entre6^ se_£uede_^DipiiQ^iLáLsigiüenteJ}icí^^ esos ni- ños aparecen reacciones d^cl'ivérso tipo en las que parece manifestarse una comunicación^ Entre esas reacciones se distingnie un tipo, debido a que es po- sible reconocer en él una rivalidad objetivamente definible: en efecto, implica entre los sujetos una cierta adaptación de las posturas v de los gestos, es decir una conformidad en su alternancia, una convergencia en su serie, que los ordenan en pro- vocaciones y respuestas y permiten afirmar, sin prejuzgar la conciencia de los sujetos, aue perci- ben la situación como si tuviese un doble desenlace, I como una alternativa. fEn la medida misma de esta ladaptación, es posible considerar que desde ese es- tudio se bosqueja el recom)cimieriia-j:l£ULLn_i:iyal, es decir de un "otro^^^como objeto. Ahora bien, esta reacción puede ser sumamente precoz, pero está determinada por una condición hasta tal punto do- minante, que aparece como unívoca: nos referimos a la de un límite que no puede ser superado en la diferencia de edad entre los sujetos. Este límite se reduce a dos meses y medio en el primer año del período considerado y permanece igualmente es- tricto cuando se extiende. Si esia condición no se cumple, las reacciones que se observan entre rÓs"'ñfños'cohfroncadosTiehen un valor absolutimeñtF~clffei^'nrer ""Examinemos las másjj/ecuentes: las del alarde, la seducción, el des- potismo. Aunque en ella figuren dos partenaires, la relación que caracteriza a cada una considerada por separado no es, como la observación lo^demues- tra^jín conflicto eniro dos individuos sino en_cada sujeto, un conflicto entre dos actitudes cóhtrapües- fás"y complementarias. Por otra parte7éstá"páT£rci- pacióñTípolar es constitutiva de la situación misma. Para comprender esta estructura, examinemos, por el momento, al niño que se ofrece eom.o espectáculo y al que lo sigue con la mirada: ¿cuál de los dos es en mayor medida espectador? O, si no, obsérvese al niño que prodiga sus tentativas de seducción so- bre otro, ¿dónde está el seductor? Por último, al niño que goza del dominio que ejerce y a aquel que se complace en someterse a él: ¿cuál de los dos es el más sojuzgado? En dichos casos, se realiza la siguiente paradoja: la de que cada partenaire con- funde la parte del otro con la suya propia y se iden- tifica con él; pero también la de que puede mante- 35 ner esa relación con una participación realmente insignificante de ese otro y vivir toda la situación por sí solo, comio lo demuestra la discordancia en algunos casos total entre sus conductas. Se_com- prueba_así, que en ese estadio la identificación es- pecífica de las conductas sociales se basa en un sentimiento del otro que se desconocería si se care^ "ce de una concepción correcta de su valor totafmen- te imaginario. La imago del semejante: ¿Cuál es, entonces, la estructura de esta imago? La condición que hemos señalado anteriormente como necesaria para una adaptación reaL£atre partenaires, es "decir la de "una diferencia de éüad muy reducida, nos propor- ciona una primera indicación.CBi nos referimos al hecho de que este estadio se caracteriza por trans- formaciones de la estructura nerviosa lo suficien- temente rápidas y profundas como para dominar las diferenciaciones individuales, se comprenderá que esta condición equiyaile^ a la exigencia de una semejanza entre los sujetos.i Secomprueba_gi,i|J^ iniag¿^del otro esta ligada a lâ estructíifardel pro- j ^ ^ y é r p p j , más especialmente_;̂ _d£_sus funciones ^UraUcionrpor una cieija seniexanza objetiva. La doctrina del psicoanálisis permite aprehender el problema con mayor profundidad. Nos muestra, en el hermano, en el sentido neutro, al objeto elec- tivo de Ias_exlgen£ias_de la libido que, eiTereitaa^ip que__esjudiamos, s.on_hQmosexuaIes_. Pero insiste también acerca de la confusión en este objeto de dos^fac_iones afectivas, amor e identificación, cu- 36 y_a__Qp_osícíón será _fun_damintal_enJos_ estadios ul- teriores. Esta ambigüedad__original se obsei-YaJambién en eraduItoTéh la pasión_de los celo^_amqrosos, que nos permite captarla en t£da su pl_enij:u_d. Se la de- he reconocer, en efecfo.' en el enorme interés dgl sujeto en lo refereiite a la imiagen del rival, interés _gue, aunque se afirma como odio, es decir, como negativo, y aunque_se ori.gina en el objeto supuesto deLamor, se muestra de todas maneras como culti- vado por eLsujeto en forma-absolutamente gratuita vjcostosa; a menudo, incluso, domina hasta tai pun- to al sentimiento amoroso que induce a interpre- tarlo como el interés esencial y positivo de la pa- sión. Este interés confunde en su seno la identifi- cación del amor y, aunque aparezca oculto en el registro del pensamiento del adulto, de todas for- mas confiere a la pasión que sostiene la irre.futabi- iidad que la asemeja a la obsesión. La_agresividad máxima que se observa en las for"mas psicoticas "c!.gJgL âsíón está constituiga en mucha mayor me- dida por la negatividad de esre~Iñterés singular"~qüe porja rivalidad que parece justificarla^ El sentido de la agresividad primordial. La agresividad, sin embargo, _sejTiuestx^ci)mp_se_c_un- dana a íá~í3entificaxjiráj_jobre_to(i^o_^^ fratenia_prSitíy_a. En relación con este punto, la doctrina~freudiana es incierta: en efecto, el biólogo otorga un gran crédito a la idea darwiniana de que la lucha se encuentra en los orígenes mismos de la vida; pero, sin duda, se debe reconocer aquí el prin- cípio menos criticado de un énfasis moralizante que se transmite en vulgaridades tales como: homo ho- mini lupus. Es evidente, por el contrario, que el amamanta- miento constituye para los niños_, pre'cisa'mente', unajieutralización temporaria de lascondiciones deTaJücha por el alimento, y esta signiílcación^es mp~ evidente_aúiL-an el hombre. La aparición de los celoF'en relación con el amamantamiento, de acuerdo con el tema clásico anteriorm.ente ilus- trado con la cita de San Agustki, debe interpretar- se entonces con prudencia. Los celos, en realidad, pueden manifestarse en casos en los que el sujeto, sometido desde hace ya mucho tiempo :ü destete, no se encuentra en una situación de competencia vital con su hermano. El fenómeno, así, parece exi- gir como condición previa una cierta identificación con el estado del hermano. Por otra parte, al carac- terizar como sadomasoquista la tendencia típica de la libido en ese mJsmo estadio, la doctrina ana- lítica señala, sin duda, que la agresividad domina a la economía afectiva, pero también que es, en to- dos los casos, y al mismo tiempo, soportada y ac- tuada, es decir subtendida por una iden"-iiieación con el otro, objeto de la violencia. Recordemos que este papel de doble íntimo que desempeña el masoquismo en el sadismo ha sido puesto de relieve por el psicoanálisis y que lo que condujo a Freud a afirmar un instituto de muerte es el enigma constituido por el masoquismo en la economía de los instintos vitales. 'i^i se desea seguir la idea que hemos indicado anteriormente y designar, como lo hemos hecho, en el malestar_ del_ destete .hurnano la fuente del̂ deseo de muerte^ se. reconoc^erá_en .el. masoquismo primario el momento.dialéctico_en„el que el.sujeto asume a través de _su3 primeros actos de juego la reproducción de_ ese males_tar_mismo y, de ese mo- do, lo sublimay-.la-superár/La mirada conocedora de Freud observó con ese criterio los juegos primi- tivos del niño: la alegría de la primera infancia al ale|_ar un objeto'^Túera dercampó"^^d^_su_jnir£iHa^ luego, después de reeñcoH^^r^l" objeto, renoyar en_forma^ inagotable_ la~"exclüsión, significa, efec- tivamente, qüelo'"qué el" sujeto se inflige nuevamen- te es lo PAtéti.G,o_d.el destete, talcomo lojia sopor- tado, pero en relaciónjjjm el cual es ahora triunfa- doFal ser actjvo'é'ñ su_ re^oduccíóiL La identifica^cij5n_c.on_eJ_iiennano_ e_sj.q_^^^ per- mife_ completar eljlesdp.b.lamierLto.asLesbqzado_en efsujeto? ena^pro£omona__laJmagen.„que^fija^ uno de los polos del masoquismo primaria. Así, la vio- lencia dersui'cidio'primofdrár engendra la violencia del asesinato imaginario del hermano. íEsta violen- cia, sin embargo, no tiene relación alguna con la lucha por la vida?i El objeto que elige la agresivi- dad en los primitivos juegos de la muerte es, en efecto, sonajero o desperdicio, biológicamente in- diferente: el sujeto lo elimina gratuitamente, en cierto modo por placer, se limita a consumar así la pérdida del objeto materno. La imagen, del herma- nqjiq sometid.o..aLde.s.tet^sóbJu^cita una .agr.esión especiaLpQrQue-xepite_eiL_eLsujetoJa_imago_de la si_tuación materna_y,.con_ella,_el deseo de la muerte. Este_..f en.o.m_en.o__es_ secun(:laria_ a Ja-identiñcación." 39 EL ESTADIO DEL ESPEJO La identificaciótiafectiva es una función psíqu|- ca_cuya originalidad "ha sido establecida por "el psicoanálisis, especialmente en el complejo de Edi- po, como lo veremos luego. Sin embargo, la utili- 2ación_d_e este término en el estadio que estudiamios no ha sido definida con precisión en la doctrina: hemos intentado solucionar el problema a_través de una teorüTHe esta identificación cuyo momento genefícT"desrg7Lamq_s con el-térmiño~cíe^€agjó3geI espejo.. . EI_estadio_ así considerado co_rres;^qnde a la de- clinadóji_deljiestetej es^deciTijiHérmino d me"ses, momento en__el__quê el predominio _psí_quico deTmalestar, originado en erretraso del crecimien- to psíqmco,_trad]ice j a prematuración del nacimien- to que, como hemos dicho, constituye la base_espe- cifica_ del destete en el hombr_e. AEo"ra"Bíen, el rec_onociraiento por parte_dd_sujetqjle_su imagen ^'^ ejt espejo 'eFlinTenómeno_dob]emente_significa- tiyo para_ erináfísis ^_es_e. estadio: el fenoraeno_ a.parece después de los seis meses y su _e5tudio_ en ese momento revela en forma demostrativa las tendencias que constituyen entonces la realidad del sujeto: debido precisamente a esa realidad; de su valor afectivo, ilusorio como la imagen, y de su_ estructura, reflejo, como ella, de la forma humana_ ,̂ La percepcióii_de ja forma del "gemejante como uijidad_ mental se relaciona, en_ei_ser viviente,^con un nivel correlativo de~iñlelígéncia y^_sódabilidad. En el animal de rebaño la imitación de la señal 40 demuestra que es reducida, mientras que las es- tructuras mímicas, ecopráxicas, manifiestan su in- finita riqueza en el mono y en el hombre. Ese es el sentido primario del interés que ambos manifiestan ante su imagen especular. Cabe señalar, sin em- bargo, que aunque sus conductas en relación con esta imagen, bajo las formas de intentos de__agre- HeñsTon manual, aparentemente se asemejen, en el hombre se manifiestan sólo durante.un m.omento, al finj.1 derprímer año de vida; Bühler la denomina "edad deí_chimp^ncé", debido a que en ella el horn- brê accede a unjniveLde_jnteligencia,instrumental súnilar. Poder segundo de la imagen especular. Ahora bien, eijenomeno de percepción que se produce en el hombre desde el sexto mes se manifiesta desde ese momento bajo una forma totalmente diferente, característica de una intuición iluminativa, es_de- _cir, con_e^trasfondo de una inhibición atenta, re- velación repentina del comportamiento adaptado (en este caso, gesto de referencia a alguna parte del propio cuerpo): luego, el derroche jubilatorio de energía que señala objetivamente el triunio;_ esta doble reacción permite entrever el sentimiento de comprensión bajo su forma inefable. Én nuestra opinión, estas características traducen el sentido secundario que recibe el fenómeno de las condicio- nes libidinales que rodean a su aparicióm. Estas condiciones son sólo las tensiones psíquicas origi- ^idas en los meses de premaj;m;acioii_:yL..q.u.e. apa- réñtemeñte~triducen una dóHe~ruptura vital: rup- túra eiTrelacióírTd'n la mm.ediata_adaptacíón aL 41 jTiedio_que define al mundo del anim.al por su con- naturalidad; ruptura de la unidad del funciona- miento_ de lo viviente que en el animal somete la percepción a la pulsión. Lajiiscord^ncia, en ese estadio del hombre, janto de Ias^pulsiones_como_ de las funci^ones^s_solo~ra cQñgbCueñcia deHTa JiicaoiSüiacLón~próloñgacra de íoS^Spáratos. Ello determina un estadio constituíais afécíiváry mentalmente sobre la base de una pro- pioceptividad que considera ai cuerpo como despe- dazado; por un lado, el interés psíquico desplaza a tendencias que buscan una cierta recomposición del propio cuerpo; por el otro, la realidad sometida inicialmente a un despedazamiento perceptual, cu- yo caos afecta incluso sus categorías, "espacios", por ejemplo, tan disparatadas como las estáticas sucesivas del niño, se organiza reflejando las for- mas del cuerpo que constituyen en cierto modo eJ modelo de todos los objetos. . Se trata, en este caso, de una estructura arcaica del mundo humano, cuyos profundos vestigios han sido revelados por el análisis del inconsciente: fan- tasías de desmembramiento, de dislocación del cuer- po, de las que las fantasías de castración son sólo una imagen valorizada por un complejo particular; la imago del doble, cuyas objetivaciones fantástica^; que se manifiestan en diversos momentos de la vi- da por diversas causas revelan al psiquiatra el hê cno de que evoluciona con el crecimiento del sujeto, por último, el simbolismo antropomórfico y orgá- nico de los objetos, cuyo prodigioso descubrimiento ha sido realizado por el psicoanálisis en los sueños y en los síntomas. 42 Desde un comienzo, la tendencia por la cual el sujeto restaura la unidad perdida de si mismo surge en el centro de la conciencia. Ella constituye la fuente de energía de su progreso mental, progreso cuya estructura se encuentra determinada por elpredominio de las funciones visuales. La búsqueda de su unidad afectiva da lugar en el sujeto a las formas en las que se representa'su identidad y la forma _más' primitiva de ella está constituida., en esta fase por la imagen especular. Lo que el sujeto saluda en ella es el triunfo de la tendencia salvadora. Estructura narcisista del yo. El mundo que caracteriza a esta fase es un mundo narcisista. Designándolo así no nos referimos solam.ente a su estructura libidinal mediante el término al que Freud y Abraham asignaron desde 1908 el sentido puramente energético de catexia de la libido sobre el propio cuerpo, queremos penetrar también su estructura mental con el pleno sentido del mato de Narciso; tanto si ese sentido indica la m^uerte: la insuficiencia vital de la que ha surgido ese mundo; la reflexión especular; la imago del doble que lo es central, o la ilusión de la imiagen, de todas ma- neras y en todos esos casos, ese mund_o, como lo veremos, no contiene al prójimo.. En efecto, la percepción _de. la actividad del otro no es _suficient_e_ para romper el aislamiento afec- tivp._dei sujeto. Míe_ntras la imagen_del semejante desempeña 3Ólo3uT(n~piimari"Q7iimÍta4o,a la fun- cíon de expresividad, suscita en el sujeto emocio- n^s y^Qsfcuras simiÍai;^s3^nlI05ed^rdS,,jiJ^menos, elTqueTa estíaíccufa actual de .sus,aparatos lo.per- 43 mite. Pero mientras sufre esa sugestión emocional o_jpjltxÍ2 -̂-el-suiat£LJia_se distingue de la imagen misina. Más aún, en la discordancia cai'acterística de esta fase la imagen se limita a añadir la intru- sión_jtempo£aria_dejuna_Íiend^^ Desíg- némosla-como intrusión narcisista; de todas mane- ras, la unidad que introduce enlas tendencias con- tribuirá a la formación del yo. Sin embargo, antes de que el yo afirme su identidad, se confunde„con esta imagen_gue, lo forma, pero que__lg_alien3...en forma primordial. Digamos que de_^te_origen_el j;o_Cjonser_vará_Ia estructura ambigua del espjecjtóculoJguê manH^̂ ^ eryasjitujg£Íjmes.antenon^ 3el des- potismo, de la seducción, de la ostentación, otorga su forma a pulsiones, sadomasoquistas y escoptofí- licas (deseo de ver y de ser visto), destructivas del otro en su esencia. Señalemos, también qiie_j,sta^ intrusión primordiaLpgrniite comprender toda pro; yección del yo constituido, tanto si se manifiesia como mitomaníaca, en eí niño cuya^Jdentíficación perBWiaÍjv;acüa_aún,jc^m transíti- vistajenjl^jranoico, cuyoyjo^regresa a un éstadfo arcaico^ como comprensiva cuando es integrada en JUTyoJiormaLI EL DRAMA DE LOS CELOS: EL YO Y EL OTRO El yo seconstiJ,uye jIjTiismoJ;iernp,p_^ en eF^fáma "o[Flos._celos, Para el sujeto se produce uiiá^íscordancia que interviene en la satisfacción especular debido a la tendencia que ésta sugiere. 44 Ello implica la introducción de un obje_to tercero que reempíazaTa la confusión j_fectíya^;y^ a la aín- bigüedad especular mediante Ja_coincurrencia dV una__situación triangular. De ese modo, el sujeto^ iñtrodijcido^ a los celos por identifi_cacián Jlega a una nue"va~aTteniatjya en la que se juega el destino de la realidad: la dej'^ncontrar el objeto materno v^afe^'rarse al rechazo de lo real v a la destrucción deLo_tro^q, sino, cojiclucido a algún otroobjeto, re- cibirlo bajo la forma característica del conocimien- to humano, como objeto comunicable, puesto que la concurrencia implica al mismo tiempo rivalidad y acuerdo; al mismo tiempo, sin embargo, reconoce al otro con el que se compromete la lucha o el con- trato, es decir, en resumem_eni:uentra„aL .mismo tiejnpp_al.otro y al objeto sociafeado. En este caso, una vez más, los_celos_humano^s se_distingiien_deja rivalidad vital inmediata, ya que constituyen su objeto en mayor medida de lo que él los determina: se revelan a_sí_ como el arquetipo de los sentimien- tos sociales^ El_yo_ así concebido^ no alcanza antes de los tres años su constitución esencial: ella coincide, como obsen-amos, con la objetividad fundamental del co- nocimiento humano. Es notable que la riqueza y el poderío de este conocimiento se basen en la insufi- ciencia vital del hombre en sus orígenes. El simbo- lismo primordial del objeto favorece tanto su ex- tensión fuera de los límites de los instintos vitales como su percepción como instrumento. Su sociali- zación a través de la simpatía celosa instaura su ^errnanencia y^íTsustañcíalIcíacr 45 Tales son los rasgos esenciales del rol psíquico del complejo fraterno. He aquí algunas aplicaciones. Condiciones y efectos de la fraternidad. El pa- pel traumático del. hermano en el. sentido neutro está constitmdo así por su intrusión. El hecho y la época de su.aparición,determinan su significación para el sujeto. La intrusión se origina en el recién llegado-y-afecta al ocupante: en la familia, y como regla-general, se origina en un nacimiento y es el primogénito el que desempeña en principio el pa- pel de paciente.- La reacción dc-i paciente ante el trauma depende de su desarrollo, psíquico.. Sorprendido por el in- truso en el desamparo del destete, lo. reactiva cons- tantemente al verlo: realiza entonces una regresión que, según los destinos del yo, será una psicosis esquizofrénica o una neurosis hipocondríaca o, si no, reacciona a través de la destrucción imaginaria del monstruo que dará lugar, también, a impulsos perversos o, si no, a una culpa obsesiva. Si el-intruso, por el contrario, se manifiesta re- cién después del complejo de Edipo, se lo adopta, por lo general, en el plano de las identificaciones paternas, afectivamente más densas y de estructu- ra más rica, como veremos. Ya no constituye para el sujeto el obstáculo o el reflejo, sino una persona digna- de amor o de- odio. Las.puls.ÍQne-3_.agresiyas, se.subliman,, en. tei'nura-oen severidad. Pero el hermano da lugar también al modelo ar- caico del yo. En este caso, el papel de agente corres- ponde al mayor por estar más desarrollado. Cuanto más adecuado sea este modelo al conflicto de las 46 pulsiones del sujeto, inás feliz será la síntesis del yo y más reales las formas de la objetividad. ¿El estudio de los gemelos confirma esta fórmula ? Sa- bemos que múltiples mitos le atribuyen al poderío del héroe, y, de esa forma, se restam'a en la reali- dad la armonía del seno materno, aunj^ue a costa de un fratricidio. Como quiera que sea^lanto el ob- jeto como el yo se realizan a través del semejante, cuanto más pueda asimilar de su partenaire, más reafirma el sujeto su personalidad y su objetivi- dad, garantes de su futura eficacia. Sin embargo, el grupo de la fratría familiar, de edades y sexos diversos, favorece las identificacio- nes más discordantes del yo. La imago primordial del doble en la que el yo se.modela parece dominada en un primer momento por las fantasías de la. for- ma, como se lo comprueba en la fantasía, común a ambos sexos, de la madre fálica o en el doble fálico de la mujer neurótica. Ella tendrá así una mayor tendencia a la fijación en formas atípicas en las que pertenencias accesorias podrán desempeñar un papel tan importante como el de las diferencias or- gánicas; y, de acuerdo con el empuje, suficiente o no, del instinto sexual, esta identificación de la fase narcisista dará lugar a las exigencias formales de una homosexualidad o de algún fetichismo sexual o, si no, en el sistema de un yo paranoico, se obje- tivará en el tipo del perseguidor, exterior o íntimo. Las conexiones de la pa£anoi_a_con_ el complejo fraterno se'lnáñifíestaír'ppr la_fi-ecuencia_qeJos tencas .de_ filiación, de usurpación o de expoliación, y _si^estriictura jiarcisista se revela en los temas 47 más_ paranoides ^ e Ja_intrusión, de_Ia_inlluencia, d^l_de£dóBIamiihto^deljioble„y,.de_todas„las_ti:asr niutacionej_d^lirantes_del_j3-uerpo._ Estes.conexiones se explican por el hecho de que el fflrupofamüiar, redücido_aJa madre y a Ia"fra- tria, da lugar a un complejo~psíquicoen el quela realidad "tiende a manten e"rsicomoimáginana~Q, a losumo, como__abstracta._La cHnica demuestra, efectivamente7qüe~eí grupo'así descompletado (de- complété) favorece en gran medida la eclosión de las psicosis y que en él se observan la mayor parte de los casos de delirios de a dos. EL COMPLEJO DE EDIPO Freud elaboró el concepto de complejo ai descu- brir en el análisis de la neurosis los hechos edípicos. Dada la cantidad de relaciones psíquicas que afecta el Complejo de Edipo, expuesto en más de un lugar de esta obra, se impone aquí, tanto a nuestro estu- dio — ŷa que define más particularmente las rela- ciones psíquicas en la familia humana— como a nuestra crítica en tanto que Freud considera que este elemento psicológico constituye la forma espe- cífica de la familia humana y le subordina todas las variaciones sociales de la familia. El orden metó- dico aquí sugerido, tanto en la consideración de las estructuras mentales como en la de los hechos sociales, conducirá a una revisión del complejo que permitirá situar en la historia a la familia pater- nalista e ilustrar con mayor profundidad la neu- rosis contemporánea. 48
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