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Watson y McDougall-El Conductismo - JerrDan México

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JOHN B. WATSON 
W 
R.«í/7 
E D I T O R I A L P A I D O S 
WAT 
Co r, 
J . 15. W A T S O N 
EL CONDUCTISMO 
J. B. W A T S O N 
y 
W. M c D O U G A L L 
LA BATALLA DEL CONDUCTISMO 
Exposición y discusión 
Prólogo de 
Emilio Mira y López 
C 0 L T 4 
O 
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% « Oí ^ 
Distribuidor exclusivo en todos los países 
EDITORIAL MÉDICO QUIRÚRGICA 
Diagonal Norte 615 
B U E N O S A I R E S 
Copyright de todas 
las ediciones en castellano hx 
EDITORIAL PAI DOS 
Buenos Aires, 1945 
Queda hecho el depósito qut 
p r e v i e n e la ley N"? 11.723 
IMPRESO EN LA ARGENTINA 
( P R I N T E I ) IN ARGENTINA) 
Se terminó de imprimir el 
dia 12 de marzo de 1917 en la 
Imprenta Ferrari linos., 
Bmc. Mitre 3355 - Buenos Aires 
A 
STANLEY RESOR 
cuyo empeñoso interés en la 
industria y en la ciencia me 
ha dado la oportunidad 
de escribir este libro. 
\, 
Í N D I C E 
Pág. 
PRESENTACIÓN 13 
PRÓLOGO DE EMILIO MIRA Y LÓPEZ 15 
EL CONDUCTISAIO 
Introducción 21 
I. Qué es el cenducíismo. — La vieja y la nueva psicología en 
oposición 25 
II. Cómo estudiar la conducta humana. — Problemas, métodos, 
técnicas y algunos de los resultados 43 
III. El cuerpo humano. — De qué se compone, cómo está orga-
nizado y cómo funciona. Parte I. Las estructuras que hacen 
posible la conducta 73 
IV. El cuerpo humano. — De qué se compone, cómo está orga-
nizado y cómo funciona. Parte II. Papel de las glándulas 
en la conducta diaria 103 
V. ¿Existen los instintos humanos? — Parte I. Sobre el talento, 
las tendencias y la herencia de los denominados rasgos 
"mentales" 119 
VI. ¿Existen los instintos humanos? — Parte II. Lo que nos 
enseña el estudio del niño 141 
VII. Emociones. — ¿Con cuáles emociones nacemos, cómo adqui-
rimos nuevas y perdemos las viejas? — Parte I. Examen 
general de las emociones y algunos estudios .experimentales 169 
VIII. Emociones. — ¿Con cuáles emociones nacemos, cómo adquiri- . •• •• • 
mos nuevas y perdemos las viejas. — Parte II. Ulteriores ° ' >V /'\ 
experimentos y observaciones acerca de cómo adquirimos, •-- ~ 
conservamos y perdemos nuestra vida emocional •>".'••:• •vr--pf/?X'LETRA' 
, ¿DÍCTELA «? 
10 Í N D I C E 
IX. Nuestros hábitos manuales. — Cómo se inician, cómo los 
conservamos y cómo los eliminamos 227 
X. Hablar y pensar. — Su correcta interpretación y el desbara-
tamiento de la ficción de la llamada vida "mental" 257 
XI. ¿Pensamos siempre eon palabras? — ¿O pensamos con todo 
nuestro cuerpo? 285 
XII. La personalidad. — Presentación de la tesis de la persona-
lidad como producto de nuestros hábitos 303 
LA BATALLA DEL CONDUCTISMO 
EXPOSICIÓN Y DISCUSIÓN 
El eonductismo. — La nota moderna en psicología, por /. B. Wat son 341 
Heclios fundamentales en psieología. — Examen del eonductismo, 
por W. McDougal! 359 
ÍNDICE DE TE.UAS 389 
LISTA DE ILUSTRACIONES 
Fig. 
a Huevo fecundado de la estrella de mar 
b Disposición de los genes en el sistema genético 
c 'Estructura de los cromosomas 
1 Dos tipos de células epiteliales 
2 Glándula constituida por células epiteliales 
3 Células de tejido conjuntivo 
4 Parte de dos células musculares estriadas y las terminaciones 
del nervio motor 
5 Célula del músculo liso con una fibra nerviosa 
0 Un tipo de neurona: la neuromotriz más simple 
7 Diagrama de parte de una fibra nerviosa 
8 Neurona sensitiva o aferente 
9 Elementos epiteliales y nerviosos 
10 Terminación de un nervio sensitivo en una célula del músculo 
estriado 
11 Esquema del tractus digestivo 
12 Esquema de una sección transversal del estómago 
13 Células epiteliales de secreción en el intestino 
14 Esquema del arco reflejo corto . . . 
15 Cuadro de la corriente de actividad 
16 Curva del progreso en el aprendizaje 
17 Curva del aprendizaje de 10 individuos 
18 Esquema ilustrativo del aprendizaje del golf 
19 Esquema de la formación de los hábitos manuales 
20 Esquema de hábito standard , 
21 Diagrama 
22 Diagrama de la teoría conductista del pensar 
23 Diagrama general de la personalidad 
PRESENTACIÓN 
La ya notable y larga ausencia de la escuela psicológica 
conductista norteamericana en la bibliografía castellana, deman-
daba la perentoria edición de algún libro que la compensara. 
Frente a ello se estimó lo más adecuado introducir la producción 
literaria capital del propio creador de la escuela. Al entregar 
ahora al lector hispano parlante el libro fundamental de JOHN 
B. WATSON, El Conductismo, suminístrase, en efecto, al par que 
una primera traducción en nuestro idioma, la obra principal de 
este movimiento. De esta suerte no sólo se da cumplida satis-
facción a los propósitos de presentar a una de las más altas 
figuras de la psicología actual y de suministrar una clara y 
segura propedéutica a la doctrina y técnica conductistas, sino 
que, al propio tiempo, bríndase una de las obras destacadas en 
la cultura contemporánea. 
Sería ocioso encarecer la significación del autor, cuyo nom-
bre gira entre los de los más conocidos jerarcas de la psicología 
profunda. Empero —entre otros por aquel motivo— la difusión 
de su labor en los países de habla española es harto inferior a 
la alcanzada por FREUD, ADLER O JUNG. De sus dimensiones 
ofrece ajustada información el libro y la crítica que en el pre-
sente volumen cumplen el prologuista y las agudas acotaciones 
de MCDOUGALL en La Batalla del Conductismo. No es éste, 
pues, lugar para enjuiciarla. Sólo cabría llamar la atención 
acerca de la procedencia de un examen concienzudo. Tres men-
ciones . Primero, debe repararse en que si bien las investigaciones 
watsonianas de la vida emocional han dado lugar a objecciones 
de incuestionable seriedad, no pocas —como acertadamente 
apunta ROBER T. F. GREEGAN, profesor del Withman College— 
suponen precisamente el uso de métodos que mucho deben al 
propio WATSON. 
14 P R E S E N T A C I Ó N 
Ante la ligereza de ciertas valoraciones, cabe luego señalar 
que la doctrina watsoniana ha sido analizada en forma cuida-
dosa por SANTAYANA y RUSSELL. En sus Fundamentos de 
Filosofía, este último pensador revisa extensamente las teorías 
del psicólogo norteamericano en cotejo con las cartesianas; y 
agregúese que en torno a WATSON se han reunido personali-
dades como las de los.profesores universitarios K. C. TOLMAN, 
K. S. LASHLEY, A. P. WEISS, J. PETERSON, W. S. HUNTER. . . 
Por último, téngase en cuenta asimismo que el movimiento 
de la psicología social actualmente en auge, al instalar como 
una de sus premisas el fecundo concepto de la "aculturación" 
—apoyado en la hipótesis watsoniana de condicionamiento— 
realza y fortalece el papel del conductismo en los nuevos puntos 
de vista en la ciencia psicológica, particularmente en lo tocante 
a su postura ambientalista en la polémica "naturaleza-cultura". 
Se ha dicho que "desde la introducción de los primeros 
laboratorios y la publicación de los Principios de JAMES, nada 
se le compara como medio de enfocar la discusión, de plantear 
problemas, de estimular investigaciones, de excitar el entusias-
mo" (HEIDBREDER) . Muy grato sería para los editores de esta 
versión que igualmente en los países de habla española sirviese 
este volumen de oportunidad para un amplio examen de los 
esenciales problemas que interesan a la psicología, a la edu-
cación y a las ciencias sociales. Ello contribuiría al conoci-
miento y a la formación del hombre. 
Los EDITORES. 
PROLOGO 
T) UEDEN contarse con los dedos de una mano los libros de 
A Psicología que, escritos en el presente siglo, pueden com-
petir con éste en valentía y en claridad expositiva. 
Más de una vez se ha dicho que el hombre de genio ne-
cesita tanto de su inteligencia —para descubrir su obra— como 
de su carácter —para acreditarla e imponerla—. Esto es prin-
cipalmente cierto en el campo psicológico, pues toda nueva 
concepción del mismo vulnera concepto y hiere sentimientos 
arraigados tradicionalmente y considerados como artículos de 
fe por una gran mayoría del género humano. 
Por eso, si SIGMUND FREUD, al crear la denominada "geo-
logíade la Psique" y acometer la búsqueda del tuétano del 
"aparato" psíquico, hasta llegar a los planos hormonales, hubo 
de vencer una enorme resistencia y soportar críticas vitupe-
rantes (y vituperables), J. B. WATSON, al crear su "Conduc-
tismo" —en cierto modo opuesto totalmente a la visión freu-
diana— sufrió asimismo los embates de los misoneístas (que 
son legión) hasta el punto de ser desposeído de su cátedra 
universitaria, tan pronto como les dio un pretexto de incon-
ducta para ello. 
Esto sucedió porque si bien, como queda apuntado, su 
obra es antinómica de la de FREUD, puesto que agolpa toda 
la "materia" de estudio psicológico en la misma superficie — 
visible y corpórea— del sujeto, en vez de sumergirla en el 
misterioso e insondable abismo de los virtuales espacios in-
JK 
16 J. B. W A T S O N 
conscientes del universo personal, no es menos cierto que tanto 
el dinámico autor norteamericano como el hermético y pesi-
mista genio austríaco han dejado maltrecha y casi inválida a 
la llamada ''conciencia". Y esta palabra, representación eufó-
nica y sugestiva del dinamismo yoico, nos es cara, de tal suerte 
que todo intento de atacarla nos inflige un serio impacto en 
nuestro inconmensurable orgullo de hombres, más o menos 
"sapiens". 
Psicoanálisis y conductismo son, por cierto, escuelas psi-
cológicas que, a pesar de sus extraordinarias divergencias con-
ceptuales, metodológicas y propositivas, quedan incluidas en 
el marco de las llamadas "doctrinas naturalistas" (entiéndase 
materialistas, en la actual acepción del vocablo) contra las que 
dirigen sus dardos las conjuntas fuerzas de las filosofías, las 
religiones y la morales gazmoñas de muchos seudointelec-
tuales. 
WATSON afirma con razón, en la introducción de este 
libro suyo, que la tempestad provocada por su primera apa-
rición pública se debió fundamentalmente al hecho de que qui-
so aplicar al hombre el mismo criterio de investigación y las 
mismas técnicas de estudio científico que habían resultado úti-
les para desentrañar los móviles y las pautas de conducta en 
otros anímales. Tal actitud no podía ser más lógica, pero pre-
cisamente por ello se vio combatida, pues la Psicología se en-
cuentra, aún, sumamente impregnada de los prejuicios mágicos 
y espiritualistas que adquirió durante los luengos siglos de su 
íntimo contacto con la religión y la filosofía: en los pliegues 
de las túnicas sacerdotales y en la selvática maraña de las me-
lenas y las barbas teóricoespeculantes anidan celosos gnomos 
enemigos de la experimentación, del cálculo, de la objetividad 
y de la serena e higiénica claridad del pensamiento científico. 
E L C O N D U C T I S M O 17 
Precisa confesar, no obstante, que WATSON mostró un 
excesivo menosprecio inicial ante esa situación o "constela-
ción" ambiental, y tuvo un especial interés en formular su 
antítesis a la psicología de W. JAMES y de TITCHENER (los dos 
grandes jerarcas de esa ciencia en el novecientos) de un mo-
do crudo y dogmático, cual si apeteciese no solamente provo-
car la discusión, sino, casi, el escándalo. La acritud de su 
postura y de sus expresiones ha sido rectificada, en cuanto 
tenía de exagerada, en esta segunda edición de su obra fun-
damental, cuya traducción castellana estamos ahora presentan-
do al público latinoamericano. Sería erróneo, empero, suponer 
que esa suavización supone una rectificación substancial de sus 
ideas; para WATSON, todavía, el "pensamiento" no es otra 
cosa más que un monólogo imptícito —hablarse a si mismo— 
y la "personalidad" no pasa de ser el resultado final de nues-
tro sistema de hábitos. 
No renuncia el conductismo al estudio de los fenómenos 
de la vida mental íntima (implícita), pero los considera como 
actos, es decir, como procesos dinámicos que contienen "au 
raccourci" los mismos elementos neurohormomusculares que se 
evidencian en las formas visibles de la conducta humana. En 
este sentido puede afirmarse que WATSON no limita sino ex-
tiende el campo de estudio de la Psicología, en relación con 
lo que éste delimitaba en la concepción de WUNDT, TITCHENER 
y demás psicólogos prominentes en el novecientos. Afirmar, 
pues, como algunos críticos superficiales han hecho, que el 
conductismo se desinteresa de los datos inmediatos de la ex-
periencia consciente y atiende tan sólo a sus resultados finales, 
es un error tan grosero como decir que el freudismo significa 
meramente la glorificación del sexo. 
La más palpable prueba de ese error nos la dan los efec-
tos del conductismo en el movimiento bibliográfico general de 
18 J. B. W A T S O N 
la psicología norteamericana. No solamente el propio WATSON, 
sino una parte de sus discípulos, han aportado contribuciones 
de singular interés a la comprensión de la dinámica del pen-
samiento y de las emociones. Puede, inclusive, afirmarse, que 
gracias a él se han impulsado los estudios referentes a la vida 
personal de los neonatos y al desarrollo de sus diversos equi-
pos de hábitos de ajuste y conducta. La Psicología infantil 
actual debe más a la obra de WATSON y de FREUD, que a la 
mayoría de sus sempiternos contradictores sistemáticos. 
Por esto creemos que ha sido un gran acierto acercar al 
lector de habla castellana la obra fundamental —casi podría-
mos decir la Biblia— del conductismo: en ella se define de 
un modo claro, conciso y práctico, el fin al que aspira este gi-
gantesco movimiento renovador de la ciencia psicológica: no 
solamente predecir, en un momento dado, qué respuesta corres-
ponde a un determinado estímulo o inferir qué estímulo deter-
minó tal respuesta, sino —lo que es mucho más importante— 
llegar a fundar las bases experimentales de una nueva ética 
humana, que esté a la altura de las posibilidades de realización 
y sea algo más que un mero entretenimiento especulativo. Ello 
es tanto más necesario cuanto que en los países hispanoame-
ricanos falta el arraigo de los métodos psicoexperimentales se-
rios, y por ello se propende a reaccionar demasiado rápida-
mente en Psicología con arreglo a la famosa ley del Todo o 
Nada, tomando posturas "pour" o "contre", sin tener en cuen-
ta que en cada doctrina psicológica, por disparatada que pa-
rezca, existe algo aprovechable, y en cada doctrina psicológica, 
por justa y brillante que resulte, existe, también, algo erróneo. 
Hace más de 25 años dimos nuestro primer cursillo sobre 
conductismo en el Instituto de Fisiología que dirigía el Profesor 
Pi SUÑER, en Barcelona. De entonces acá han aparecido nue-
vas concepciones psicológicas y se han acumulado multitud de 
E L C O N D U C T I S M O 10 
nuevos hechos en esta ciencia. Sin embargo, creemos poder 
mantener el mismo juicio con que entonces clausuramos nues-
tras lecciones: "la obra de WATSON, muy intimamente ligada 
a la de los modernos psicólogos soviéticos, está destinada a ser 
imprescindible en cualquier biblioteca de los futuros cultores 
de la Psicología". Nuestra felicitación, pues, a la Editorial 
Paidós, por brindarla al público de habla hispánica. 
EMILIO MIRA Y LÓPEZ. 
Ex Profesor de la Universidad 
de Barcelona 
Introducción 
M IRANDO hacia atrás en la historia del movimiento conduc-tista, desde su abierta iniciación en 1912, a primera vis-
ta parece difícil entender por qué el conductismo debió sopor-
tar tan implacable tempestad. 
El conductismo —según intenté explicarlo en mis confe-
rencias en Columbia (1912) y en mis primeros escritos— pro-
poníase lo siguiente: aplicar al estudio experimental del hom-
bre iguales procedimientos y el mismo lenguaje descriptivo que 
muchos investigadores habían empleado con éxito durante lar-
gos años en el examen de animales inferiores al hombre. Creía-
mos entonces, como creemos todavía, que el hombre es un 
animal distinto de los demás únicamente en las formas de 
comportarse. 
Pienso que fué la enunciación de este convencimiento la 
verdadera causa de aquella tormenta. Provocó una resistencia 
muy semejante a la que suscitara la primera publicación del 
"Origen de las especies" de DARWIN.LOS seres humanos no 
gustan ser clasificados junto a los otros animales. Están dis-
puestos a admitir que lo son, pero también "algo más". Este 
"algo más" es el culpable de todo el trastorno. Este "algo 
más" involucra cuanto se cataloga como religión, vida futura, 
moral, amor a los hijos, padres, patria, etc. El crudo hecho de 
que el psicólogo, si quiere proceder científicamente, habrá de 
describir la conducta del hombre en términos no diferentes de 
los que utilizaría para la conducta de un buey destinado al 
matadero, apartó del conductismo a muchos espíritus tímidos, 
y aún hoy los mantiene alejados. 
La resistencia no se debe, según sostienen algunos de mis 
colegas, a la forma en que los conductistas presentaron sus 
descubrimientos y convicciones. Hemos sido acusados de pro-
22 J. B. W A T S O N 
pagandistas; de haber difundido nuestras conclusiones en la 
prensa general en lugar de hacerlo en las publicaciones cien-
tíficas, investidas de mayor dignidad; de escribir como si na-
die hubiese contribuido nunca a la psicología; de ser bolche-
viques. Todas ellas son críticas apasionadas, reveladoras de 
que el conductismo está pisando la pezuña de alguna vaca sa-
cra, que está amenazando el orden de las cosas establecido. 
Admitirlo significa renunciar a viejas costumbres consagradas; 
abandonar esa cómoda psicología introspectista que se ajusta a 
los hábitos establecidos o que, si no, por lo menos usa tan 
oscuro lenguaje que el lector no precisa molestarse. 
¿Cuál fué la consecuencia de esa tempestad? En primer 
término, indudablemente una nueva literatura: una literatura 
crítica. Ella, en parte, ha sido personal: hasta injuriosa. En 
cuanto a mí, jamás respondí a una crítica. Rara vez se ha 
salido en defensa del conductismo. Los conductistas se halla-
ban harto ocupados en exponer los resultados de sus expe-
rimentos o de sus generalizaciones como para preocuparse de 
contestarlas. Al rever esta literatura, inclinóme a pensar que de 
habernos tomado el trabajo de la replica, nuestra ciencia habría 
sido más claramente entendida, porque en las publicaciones psi-
cológicas se han deslizado algunos malentendidos realmente 
pueriles y afirmaciones por completo inexactas acerca de nues-
tra posición. 
Era natural que surgieran reparos. Muchos de los decanos 
de la psicología disponían de bien instalados laboratorios y de 
copiosa bibliografía psicológica introspectista. El conductismo 
pedía nuevos laboratorios y aun nuevos términos con que ela-
borar sus exposiciones. Inclusive parecía amenazar la vida eco-
nómica de los profesores. Hasta los mozalbetes, discípulos de 
algunos de los más viejos representantes de la escuela intros-
pectista, sintiéronse obligados a romper lanzas en defensa de 
sus maestros. ROBACK, en su "Behaviorism and Psychology'> 
(Conductismo y Psicología) nos ofrece un clásico ejemplo de 
este último tipo de reacción. Además, en dicha obra está muy 
próximo a quebrar con todas las normas de caballerosidad. 
Pero, gracias a ello, y a pesar de que el conductismo no 
logró un franco reconocimiento, ha ejercido profunda influencia 
durante sus dieciocho años de vida. A fin de persuadirse de 
E L C O N D U C T I S M O 23 
esto, compárese, título por título, los artículos de nuestros dia-
rios pertenecientes a los tres lustros anteriores al advenimiento 
del conductismo, con los de estos últimos quince a dieciocho 
años. Cotéjese los libros escritos antes y después. No sólo 
los tópicos, también el lenguaje se ha tornado conductista. 
Hoy, ninguna universidad puede sustraerse a la enseñanza del 
conductismo. En algunas se aceptan sus métodos e hipótesis; 
en otras se enseñan con el evidente propósito de criticarlos. 
Lo cierto es que la nueva generación de estudiantes reclama 
que cuando menos se le suministre alguna orientación acerca 
del conductismo. Para ella se escribió este libro. 
He dedicado tiempo y esfuerzos considerables a esta úl-
tima edición. Ni yo ni el editor estábamos satisfechos con la 
forma y el estilo de la primera. Había sido publicada apresu-
radamente, como serie de conferencias. En la presente, intenté 
antes que nada mejorar el estilo suprimiendo todos los recursos 
comunes en el disertante para mantener atento su auditorio. En 
general, procuré eliminar las exageraciones propias de toda con-
ferencia. He agregado unas 100 páginas de material comple-
tamente nuevo; constituido por los resultados extraídos de pu-
blicaciones recientes y de las modificaciones en mi punto de 
vista teórico. He quitado de 25 a 30 páginas de contenido an-
ticuado. Sin embargo, el punto de vista no ha cambiado de un 
modo fundamental. 
Me ha interesado profundamente el nuevo libro de JEN-
NINGS, "Bases biológicas de la naturaleza humana". Agradéz-
cole muy en especial la larga cita tomada de su excelente ex-
posición acerca de los genes. Una vez más, quiero significar 
mi reconocimiento al Prof. K. S. LASHLEY, al doctor H. M. 
JOHNSON, y a mi compañera de tareas, señorita ANNA JUEÑKER, 
por la ayuda que me prestaron en ambas ediciones. 
John B. Watson. 
/. ¿Qué es el Conductismo? 
LA VIEJA Y LA NUEVA PSICOLOGÍA EN OPOSICIÓN 
Ejemplo de tales conceptos. Advenimiento del conductismo. Programa 
del conductismo. Algunos problemas específicos del conductismo. Ex-
cluye esta orientación conductista algo propio de la psicología. Para 
comprender al conductismo es necesario comenzar por la observación 
de la gente. Definición de conductismo. ¿Qué es un estímulo? Cómo el 
aprendizaje multiplica los estímulos. Qué entiende el conductismo por 
respuesta. Clasificación general de la respuesta. ¿Es el conductismo una 
mera orientación metodológica en el estudio de los problemas psicoló-
gicos o constituye un verdadero sistema de psicología? 
Dos criterios distintos imperan aún en el pensamiento psi-
cológico norteamericano: la psicología introspectista o subje-
tivista y el conductismo o psicología objetiva *. Hasta el adve-
nimiento del conductismo, en 1912, la psicología introspectista 
* En las útlimas décadas han coexistido otros dos puntos de vista más o 
menos sobresalientes, pero transitorios —la llamada psicología funcional de DEWEY, 
ANGELL y JUDD y la "Gestalt Psychologie" (Psicología de la forma) de WERTHEIMER, 
KOFFKA y KoHLER. A mi juicio, ambos son, diríamos, hijos ilegítimos de la psicología 
introspectista. La psicología funcional, que hoy se menciona rara vez, estuvo de 
moda por sus abundantes digresiones en torno a las funciones mentales de adap-
tación fisiológica. Según ellos, la mente desempeña el papel de una especie de 
"ángel de la guarda" adaptador. La filosofía que respalda esta teoría sabe mu-
chísimo a la buena y vieja filosofía cristiana de BERKELEY (acción recíproca o 
fiscalizadora del cuerpo por la divinidad). La psicología de la Gestalt, divaga acerca 
de la respuesta estructural (¡realmente innata!). Como teoría psicológica, no puede 
progresar mucho. Es tan oscura como la forma en que KANT trata la imaginación, 
teoría a la cual se asemeja un poco. El verdadero "quid" de todo ello ha sido 
expresado mucho mejor y con mayor claridad por WiLLIAM JAMES en "Los Prin-
cipios" (capítulos acerca de la sensación y la percepción). Esos capítulos podrían 
ser leídos con provecho por los apadrinadores de la Gestalt. Esta escuela sigue 
siendo parte de la Psicología introspectista. Dicho sea de paso, una lectura comple-
mentaria, que puede interesar a todo estudiante de la Gestalt, la constituye el libro 
de HOBHOUSE, "Mind in Evolution" (La mente en evolución). 
26 J. B. W A T S O N 
dominaba totalmente la vida psicológica de la universidad nor-
teamericana. 
Los más destacados representantes de la psicología intros-
pectista en la primera década del siglo veinte, fueron E. B. TIT-
CHENER, de Cornell, y WILLIAM JAMES, de Harvard. La muerte 
de JAMES en 1910 y la de TITCHENER en 1927, dejaron a la 
psicología introspectista huérfana de un verdadero guía espiri-
tual. Si bien la psicología de TITCHENER difiere en muchos 
puntosde la de WILLIAM JAMES, los supuestos fundamentales 
son idénticos. En primer lugar, los dos eran de origen germá-
nico. En segundo, y esto es más importante, ambos proclama-
ban que es la consciencia la materia de estudio de la psicología. 
El conductismo sostiene, por el contrario, que es la conducta 
del ser humano el objeto de la psicología. Afirma que el con-
cepto de consciencia no es preciso, ni siquiera utilizable. Ha-
biendo recibido una formación experimentalista, el conductista 
entiende, además, que la creencia de que existe la consciencia 
remóntase a los antiguos días de la superstición y la magia. 
No obstante su progreso, la gran masa del pueblo ni aun 
hoy se ha distanciado mucho de la barbarie; quiere creer en la 
magia. El salvaje se figura que los encantamientos pueden 
traer lluvias, buenas cosechas, abundante caza; que un hechi-
cero vuduísta enemistado, es capaz de provocar la desgracia de 
un individuo o de toda una tribu; que si un enemigo logra mu-
ñirse de un trozo de uña o de un mechón de cabello de otra 
persona, podrá embrujarla y gobernarla. Siempre hay interés 
y cosas nuevas en la magia. Casi todas las épocas poseyeron 
su propia magia negra o blanca, y su propio mago. Moisés 
tuvo su magia: transformó el agua en vino y revivió al muerto. 
CouÉ tuvo su fórmula. La señora EDDY también. 
La magia jamás perece. Con el decurso del tiempo, todas 
estas innumerables leyendas, exentas de todo análisis, tejen la 
tradición popular. La tradición se constituye en religiones. Las 
religiones se enredan en las mallas políticas y económicas del 
país. Luego se las esgrime como instrumentos. Se obliga al 
pueblo a aceptar todas estas fantasías, que más tarde transmite 
como evangelio a los hijos de sus hijos. 
Es casi increíble hasta qué punto la mayoría de nosotros 
está influida por un fondo salvaje. Pocos se libran de esa in-
E L C O N D U C T I S M O 27 
fluencia. Al parecer, ni siquiera la enseñanza escolar suministra 
un correctivo.- Por el contrario, parece asegurarla en mayor 
grado todavía, a causa de que las escuelas están colmadas de 
maestros con idéntico fondo. Inclusive muy destacados bió-
logos, físicos y químicos, saliendo de sus laboratorios, son fácil 
presa de la tradición cristalizada en conceptos religiosos. Estos 
conceptos —herencia de un temeroso pasado salvaje— han en-
torpecido grandemente el nacimiento y desarrollo de la psico-
logía científica. 
EJEMPLO DE TALES CONCEPTOS 
Ejemplo de uno de estos conceptos religiosos es el de que 
todo individuo posee un alma, separada y distinta del cuerpo, 
que realmente es parte del ser humano. Esta vieja doctrina 
conduce al principio filosófico llamado "dualismo". Tal dogma 
se encuentra en la psicología humana desde la más remota an-
tigüedad. Nadie ha palpado nunca un alma, o la ha visto en 
un tubo de ensayo, o ha entrado de alguna manera en relación 
con ella, como puede hacerlo con los otros objetos de su expe-
riencia diaria. A pesar de esto, dudar de su existencia involu-
cra convertirse en hereje y, en cierta época, hubiera podido lle-
var al reo inclusive a la muerte. Todavía hoy, quien desempeña 
un cargo público, no osa discutir el punto. 
Con el desarrollo de las ciencias físicas que sobrevino con 
el Renacimiento, esta asfixiante nebulosa del alma pudo disi-
parse en cierta medida. Era dable pensar en la astronomía, 
en los cuerpos celestes y sus movimientos, en la gravitación y 
fenómenos similares, sin implicar el alma. Aunque los primeros 
hombres de ciencia fueron, por lo general, devotos cristianos, 
en sus tubos de ensayo empezaron a prescindir de ella. 
Empero, la psicología y la filosofía, ocupándose de obje-
tos que consideraban inmateriales, encontraron muy difícil eludir 
el lenguaje de la Iglesia; de ahí que el concepto de mente o 
alma, como algo diverso del cuerpo, llegase en. lo esencial casi 
intacto hasta las postrimerías del siglo diecinueve. 
Es indiscutible que, en 1879, WUNDT, el verdadero padre 
de la psicología experimental, quería una psicología científica. 
Se desenvolvió en medio de una filosofía dualista del tipo más 
28 J. B. W A T S O N 
pronunciado. No pudo discriminar con claridad el camino de 
la solución del problema mente-cuerpo. Su psicología, que ha 
regido soberana hasta nuestros días, es necesariamente de tran-
sacción. Sustituyó el término alma por el de consciencia. La 
consciencia no es tan completamente inobservable como el alma; 
la observamos al atisbarla de improviso y, como quien diría, al 
sorprenderla desprevenida (introspección). 
WUNDT tuvo enorme cantidad de discípulos. De la misma 
manera que ahora está en boga ir a Viena para estudiar psico-
análisis con FREUD, hacia 1890 era corriente estudiar en Leipzig 
psicología experimental con WUNDT. De ahí regresaron los que 
habrían de fundar los laboratorios de la Universidad de John 
Hopkins, las Universidades de Pennsylvania, Columbia, Clark 
y Cornell. Todos venían equipados para luchar con esa cosa 
esquiva (casi tanto como el alma) llamada consciencia. 
Para demostrar lo anticientífico del concepto básico de esta 
gran escuela de psicología germano - americana, basta fijarse 
un momento en la definición de psicología que formuló 
WILLIAM JAMES: La Psicología es la descripción y explicación 
de los estados de consciencia en cuanto tales. Partiendo de una 
definición que supone lo que pretende demostrar, salva su di-
ficultad con un argumentum ad hominem. Consciencia; ¡oh sí, 
todos deben saber lo que es esta "consciencia"! Somos cons-
cientes cuando experimentamos la sensación de rojo, una per-
cepción, un pensamiento, cuando queremos hacer algo. 
Los restantes cultores de la introspección son igualmente 
ilógicos. En otras palabras, no••.nos_di.cea_qué;.es_la.consciencia; 
simplemente comienzan por introducir cosas en ella en_ calidad 
de supuestos, y naturalmente, aFanalizarla luego, encuentran 
lo que en ella pusieron. De esta suerte, en los análisis de la 
consciencia realizados por ciertos psicólogos, hallamos elemen-
tos tales como las sensaciones y sus fantasmas, las imágenes. 
En otros, no sólo encontramos sensaciones, sino también los 
denominados elementos afectivos; y más aún, en otros, elemen-
tos tales como la voluntad, designado elemento conativo de la 
consciencia. Vemos que por ahí algunos afirman la existencia 
de cientos de sensaciones de un determinado tipo, en tanto los 
de más allá sostienen que hay unas pocas. . . Y así adelante. 
Se han impreso millares de páginas acerca del análisis mi-
E L C O N D U C T I S M O 29 
nucioso de ese algo intangible llamado consciencia. ¿Y cómo 
empezar a trabajar sobre ella? No analizándola como lo haría-
mos si se tratara de una composición química o del crecimiento 
de una planta. No; éstas son cosas materiales. La cosa que 
llamamos consciencia únicamente puede examinarse por intros-
pección: una ojeada a lo que acontece en nuestro interior. 
Como resultado de este postulado principal —de que exis-
te una cosa que llamamos consciencia y de que podemos es-
tudiarla por introspección—, encontramos tantos análisis como 
psicólogos. No existe modo de atacar experimentalmente, re-
solver los problemas psicológicos y establecer métodos nor-
mativos. 
ADVENIMIENTO DEL CONDUCTISMO 
En 1912, los psicólogos objetivistas arribaron a la conclu-
sión de que ya no podía satisfacerlos seguir trabajando con 
las fórmulas de WUNDT. Sentían que los treinta años estériles 
transcurridos desde el establecimiento de su laboratorio, habían 
probado terminantemente que la llamada psicología introspec-
tista de Alemania se fundaba sobre hipótesis falsas; que ninguna 
psicología que incluyese el problema religioso mente-cuerpo, 
podría alcanzar jamás resultados verificables. Decidieron que 
era preciso renunciar a la psicología o bien transformarla en 
una ciencia natural. Veían cómo sus colegas científicos pro-
gresaban en la medicina, en la química, en la física. Todo des-
cubrimiento en esos campos revestía importancia capital; cada 
nuevoelemento que se lograba aislar en un laboratorio podía 
serlo asimismo en otro; cada nuevo elemento se incorporaba 
en seguida a su ciencia. Basta como testimonio la mención de 
la radiotelefonía, el radium, la insulina, la tiroxina. Elementos 
así aislados y métodos así formulados empezaron a servir de 
inmediato en la realización humana. 
En sus primeros esfuerzos por lograr uniformidad en el 
objeto y métodos, el conductista comenzó por plantear el pro-
blema de la psicología, barriendo con todas las concepciones 
medievales y desterrando de su vocabulario científico todos 
los términos subjetivos, como sensación, percepción, imagen, 
deseo, intención e inclusive pensamiento y emoción según los 
define el subjetivismo. 
30 J. B . W A T S O N 
PROGRAMA DEL CONDUCTISMO 
El conductista pregunta: ¿por qué no hacer de lo que 
podemos observar el verdadero campo de la psicología? Limi-
témonos a lo observable, y formulemos leyes sólo relativas a 
estas cosas. Ahora bien: ¿qué es lo que podemos observar? 
Podemos observar la conducta —lo que, el organismo hace o 
dice. Y apresurémonos a señalar que hablar es hacer, esto es, 
comportarse. El hablar explícito o con nosotros mismos (pen-
sar) representa un tipo de conducta exactamente tan objetivo 
como el béisbol. 
La regla o cartabón que el conductista jamás pierde de 
vista es: ¿puedo describir la conducta que veo, en términos 
de "estímulo y respuesta"? Entendemos por estímulo cualquier 
objeto externo o cualquier cambio en los tejidos mismos de-
bidos a la condición fisiológica del animal; tal como el que ob-
servamos cuando impedimos a un animal su actividad sexual, 
le privamos de alimento, no le dejamos construir su nido. En-
tendemos por respuesta todo lo que el animal hace, como vol-
verse hacia o en dirección opuesta a la luz, saltar al oír un 
sonido, o las actividades más altamente organizadas, por ejem-
plo: edificar un rascacielos, dibujar planos, tener familia, es-
cribir libros, etcétera. 
ALGUNOS PROBLEMAS ESPECÍFICOS DEL CONDUCTISMO 
Es dable advertir, pues, que el conductista trabaja como 
cualquier otro hombre de ciencia. Su único objeto es reunir 
hechos tocantes a la conducta —verificar sus datos—, someter-
los al examen de la lógica y de la matemática (los instrumentos 
propios de todo científico). Lleva al recién nacido a su "nursery" 
experimental y empieza a plantear problemas: ¿qué hace ahora 
el niño? ¿Cuál es el estímulo que lo induce a comportarse así? 
Encuentra que el estímulo de los cosquilieos en la mejilla pro-
voca la respuesta de hacerle volver la boca hacia el lado es-
timulado. El estímulo del pezón, la succión. El estímulo de 
una vara sobre la palma de la mano, el cierre de la mano; y 
si se levanta la vara, la suspensión de todo el cuerpo por ésta 
y el brazo. Si estimulamos al niño haciendo pasar rápidamente 
E L C O N D U C T I S M O 31 
una sombra delante de sus ojos, no provocaremos su parpadeo 
hasta que tenga sesenta y cinco días de vida. Si lo estimulamos 
con una manzana, un caramelo o cualquier otro objeto, no 
hará tentativa alguna de alcanzarlos hasta aproximadamente los 
ciento veinte días de existencia. Si a un niño correctamente 
criado, cualquiera sea su edad, lo estimulamos con serpientes, 
peces, oscuridad, papel encendido, pájaros, gatos, perros, monos, 
no conseguimos suscitar el tipo de respuesta que llamamos 
"miedo" (y a la cual para ser objetivos podríamos designar 
reacción X), que se manifiesta en detenimiento de la respira-
ción, rigidez de todo el cuerpo y desvío de la fuente de estímu-
lo: un correr o gatear para alejarse de ella. (Ver pág. 181). 
Por otra parte, existen, con toda exactitud, dos estímulos 
que indefectiblemente promueven la respuesta de miedo: un 
sonido fuerte y la pérdida de base de sustentación. 
Ahora bien, por la observación de niños criados fuera de 
su "nursery", el conductista sabe que centenares de cosas des-
piertan respuestas de miedo. Surge pues esta cuestión científica: 
si al nacer, únicamente dos estímulos provocan el miedo, ¿cómo 
es posible que esas otras cosas logren producirlo? Adviértase 
que la pregunta no es de índole especulativa. Cabe satisfacerla 
mediante experimentos; los experimentos son susceptibles de 
reiterarse, y si la observación original es correcta se obtendrán 
iguales resultados en cualquier otro laboratorio. Con un sen-
cillo ensayo se lo puede comprobar. 
Si se muestra una serpiente, un ratón o un perro a una 
criatura que nunca haya visto estos objetos ni se la haya ate-
morizado de otra manera, empezará a tocarlo apretujando esta 
o aquella parte. Repítase esta prueba durante diez días hasta 
obtener una razonable seguridad de que la criatura se acer-
cará siempre al porro, que nunca huirá de él (reacción positiva), 
y de que éste jamás provocará una respuesta de miedo. En 
estas condiciones, se toma una barra de acero a espaldas del 
niño y se golpea fuertemente. De inmediato aparecerán las 
manifestaciones del miedo. Entonces, pruébese lo siguiente: en 
el momento en que se le enseña el animal, y justamente cuando 
empieza a aproximársele, golpéese de nuevo la barra del mismo 
modo. Repítase el experimento tres o cuatro veces. Se mani-
festará un cambio novedoso e importante: ahora, el animal pro-
32 J. B. W A T S O N 
voca la misma respuesta que la barra de acero — una respuesta 
de miedo. En el conductismo denominamos este hecho respuesta 
emocional condicionada — una forma de reflejo condicionado. 
Nuestros estudios acerca de los reflejos condicionados nos 
permiten explicar el temor de la criatura al perro sobre la base 
de una ciencia completamente natural, sin apelar a la conscien-
cia ni a ninguno de los denominados procesos mentales. Un perro 
se aproxima con rapidez al niño, le salta encima, lo derriba y al 
mismo tiempo ladra fuertemente. A menudo, basta una com-
binación de esta índole para que la criatura huya del animal 
apenas lo vea. 
Hay muchos otros tipos de respuestas emocionales condi-
cionadas, como las que se relacionan con el amor, cuando la 
madre, al acariciar a su niño, arrullarlo, estimular sus órganos 
sexuales durante el baño, y mediante otras operaciones simila-
res, provoca el abrazo y el gorjeo como una respuesta original 
no aprendida. Pronto esta reacción se torna condicionada. La 
mera visión de la madre produce la misma clase de respuestas 
que el contacto físico real. En la ira tenemos una serie de he-
chos análogos. El impedir los movimientos de los miembros 
del niño, provoca la respuesta originaria no aprendida que lla-
mamos "ira". No tarda en ocurrir que la mera presencia de 
una niñera que lo trate con brusquedad baste para suscitar un 
acceso de cólera. Es dable comprobar, pues, cuan relativamen-
te simples son al principio nuestras respuestas emocionales, y 
cuan terriblemente las complica pronto la vida del hogar. 
El conductista tiene asimismo sus problemas en lo tocante 
al adulto. ¿Qué métodos hemos de utilizar sistemáticamente a 
fin de condicionar al adulto? ¿Por ejemplo, para enseñarle há-
bitos de trabajo, hábitos científicos? Ambas categorías, los ma-
nuales (técnica y habilidad) y los laríngeos (hábitos de hablar 
y pensar) habrán de establecerse y relacionarse antes que se 
complete el aprendizaje. Una vez formados estos hábitos de 
trabajo, ¿con qué sistema de estímulos variables debemos ro-
dearlo si queremos mantener el nivel de eficiencia y su aumento 
constante? 
Además del problema de los hábitos profesionales, se plan-
tea el de su vida emocional. ¿Cuál es la parte que trasciende 
su infancia? ¿Cuál estorba su adaptación actual? ¿Cómo po-
E L C O N D U C T I S M O 33 
demos hacer para que la elimine? Es decir: ¿desacondicionarlo 
cuando ello resulte necesario, o condicionarlo cuando el condi-
cionamiento Ío~ sea? En verdad, sabemos muy poco acerca de 
la cantidad y calidad de los hábitos emocionales o, mejor, vis-
cerales (con este término entendemos que el estómago, los in-
testinos, la respiración y la circulación se condicionan —for-man hábitos) que debieran crearse. Sabemos que existe gran 
número y que son importantes. 
Probablemente, la mayoría de los adultos de este mundo 
nuestro, sufre vicisitudes en su vida familiar y en sus negocios 
que se deben más a pobres e insuficientes hábitos viscerales 
que a la falta de técnica y habilidad en sus actividades ma-
nuales y verbales. En el presente, uno de los relevantes proble-
mas en las grandes organizaciones es el de la adaptación de la 
personalidad. Al ingresar en las organizaciones comerciales, los 
jóvenes de ambos sexos tienen adecuada capacidad para des-
empeñar sus tareas, mas fracasan por no adaptarse a los demás. 
¿EXCLUYE ESTA ORIENTACIÓN ALGO PROPIO DE LA PSICOLOGÍA? 
Después de este breve examen de la orientación conduc-
tista en lo tocante a los problemas de la psicología, podría 
decirse: "Bien, vale la pena estudiar la conducta humana de 
esta manera, pero el estudio de la conducta no es toda la psi-
cología. Omite demasiado. ¿Acaso no tengo sensaciones, per-
cepciones, conceptos? ¿No olvido y recuerdo cosas e ima-
gino otras; no tengo imágenes visuales y auditivas de cosas 
anteriormente vistas u oídas? ¿No veo y oigo cosas que nunca 
he visto ni oído en la naturaleza? ¿No puedo estar atento o des-
atento, según la circunstancia? ¿Algunas cosas no despiertan en 
mí placer, y disgusto otras? El conductismo pretende privarnos 
de todo cuanto desde la más tierna infancia ha constituido para 
nosotros un artículo de fe". 
A causa de la formación en psicología introspectista, según 
acontece con la mayoría, es lógico que se planteen estas con-
sideraciones y se encuentre difícil apartarse del antiguo voca-
bulario para empezar a delinear una nueva vida psicológica en 
los términos del conductismo. El conductismo es vino nuevo y 
no puede entrar en odres viejos. Momentáneamente convendrá 
34 J. B. W A T S O N 
apaciguar el natural antagonismo y aceptar el programa con-
ductista, por lo menos hasta compenetrarse con mayor pro-
fundidad de esta ciencia. Entonces notará que ha progresado 
tanto en el conductismo que las preguntas que ahora formula 
se contestarán por sí mismas, de una manera perfectamente 
satisfactoria y científica. A continuación debemos agregar que si 
el conductista le interroga qué entiende por los términos sub-
jetivos que empleamos habitualmente, caería en un mar 
de contradicciones. Inclusive podría convencerle de que lo ig-
nora. Los aplicaba sin analizarlos; integraban su tradición social 
y literaria. 
PARA COMPRENDER EL CONDUCTISMO ES NECESARIO COMENZAR POR 
LA OBSERVACIÓN DE LA GENTE 
Este es el punto de partida fundamental del conductismo. 
Muy pronto se descubrirá que la autoobservación, además de 
no ser la manera más fácil y natural de estudiar psicología, 
resulta simplemente imposible. Dentro de nosotros mismos sólo 
podemos comprobar las formas más elementales de respuesta. 
Por el contrario, cuando empezamos a estudiar lo que hace nues-
tro vecino, advertimos que rápidamente adquirimos experiencia 
para clasificar su conducta y crear situaciones (presentar es-
tímulos) que lo harán comportarse de una manera previsible 
para nosotros. 
DEFINICIÓN DE CONDUCTISMO 
En el presente, las definiciones no son tan populares como 
lo fueron en otras épocas. La definición de cada ciencia, de la 
física, por ejemplo, necesariamente tendría que incluir la de 
todas las demás. Esto mismo vale respecto del conductismo. 
Todo cuanto en la actualidad podemos hacer para definir una 
ciencia es, casi, describir un círculo alrededor de aquel sector 
de la ciencia natural que reclamamos de nuestro dominio. 
El conductismo —según queda entendido a través de nues-
tra exposición preliminar—, es, pues, una ciencia natural que se 
arroga todo el campo de las adaptaciones humanas. Su com-
pañera más íntima es la fisiología. En efecto, conforme avan-
E L C O N D U C T I S M O 35 
cemos en este sentido, podríamos llegar a preguntarnos si es 
posible diferenciar el conductismo de esa ciencia. En realidad, 
sólo difiere de la fisiología en el ordenamiento de sus proble-
mas; no en sus principios fundamentales ni en su punto de 
vista central. La fisiología se interesa especialmente en el fun-
cionamiento de las partes del animal: por ejemplo, el sistema 
digestivo, circulatorio, nervioso, los sistemas secretorios, la me-
cánica de las reacciones nerviosas y musculares. En cambio, 
aunque muy interesado en el funcionamiento de dichas partes, 
al conductismo le importa intrínsecamente lo que el animal 
—como un todo— hace desde la mañana hasta la noche y desde 
la noche hasta la mañana. 
El interés del conductista en las acciones humanas signi-
fica algo más que el del mero espectador: desea controlar las 
reacciones del hombre, del mismo modo como en la física los 
hombres de ciencia desean examinar y manejar otros fenómenos 
naturales. Corresponde a la psicología conductista poder anti-
cipar y fiscalizar la actividad humana. A fin de conseguirlo, 
debe reunir datos científicos mediante procedimientos experi-
mentales. Sólo entonces al conductista experto le será posible 
inferir, dados los estímulos, cuál será la reacción; o, dada 
la reacción, cuál ha sido la situación o estímulo que la ha 
provocado. 
Examinemos por un momento más de cerca estos dos tér-
minos: estímulo y respuesta. 
¿QUE ES UN ESTIMULO? 
Si, de improviso, dirijo al ojo una luz intensa, la pupila se 
contraerá rápidamente. Si, de improviso, apagara toda la ilu-
minación de un cuarto en el que se encuentra una persona, 
sus pupilas comenzarían a dilatarse. Si, de improviso, a sus 
espaldas disparara un tiro de pistola, daría un sacudón y pro-
bablemente volvería la cabeza. Si, de improviso, se soltara 
sulfito de hidrógeno en un ambiente cerrado, las personas que 
estuviesen en él se apresurarían a taparse la nariz y acaso 
también tratarían de huir. Si, de improviso, aumentara en forma 
sensible la temperatura de un ambiente, quienes se encontraran 
en él empezarían a desabrocharse el saco y a transpirar. Si, 
36 J. B. W A T S O N 
de improviso, la hiciera bajar de súbito, provocaría una reacción 
diferente. 
Además, en nuestro interior tenemos un campo igualmente 
vasto en el que los estímulos pueden ejercer su efecto. Por 
ejemplo, momentos antes de comer, los músculos del estómago 
principian a contraerse y a dilatarse rítmicamente por la caren-
cia de alimento. En cuanto se lo ingiere, las contracciones cesan. 
Tragando un pequeño globo y comunicándolo con un instru-
mento registrador, podemos determinar con facilidad la reacción 
del estómago a la falta de alimento y la ausencia de reacción 
en presencia del mismo. En el macho, de todos modos, la 
presión de ciertos fluidos (semen) es susceptible de conducir 
a la actividad sexual. En el caso de la hembra, la presencia 
de ciertos cuerpos químicos también puede fácilmente provocar 
una manifestación sexual explícita. Los músculos de nuestros 
brazos, piernas y busto no sólo están sujetos a los estímulos 
procedentes de la sangre; asimismo son estimulados por sus 
propias reacciones, o sea: el músculo se encuentra en estado 
de constante tensión; cualquier aumento de ésta, verbigracia, 
al realizarse un movimiento, despierta un estímulo y motiva otra 
reacción en ese músculo o en otro ubicado en alguna parte dis-
tante del cuerpo; cualquier disminución de dicha tensión, como 
cuando el músculo se relaja, constituye análogamente un 
estímulo. 
Comprobamos, pues, que el organismo se halla de continuo 
sometido a la acción de los estímulos —que llegan por la vista, 
el oído, la nariz y la boca— los denominados objetos de nuestro 
medio; al mismo tiempo, también el interior de nuestro cuerpo 
se halla en cada instante sometido a la acción de estímulos 
nacidos de los cambios en los tejidos mismos. ¡Por favor, no 
se piense que en su interior el cuerpo es distinto o más mis-
terioso que en su exterior! 
A través del proceso de la evolución humana los seres han 
desarrollado órganos sensoriales — áreas especializadascomo 
los ojos, orejas, nariz, lengua, epidermis y conductos semi-
circulares * en las que determinados tipos de estímulos son su-
* En el capítulo III examinaremos cómo están constituidos los órganos sen-
soriales y cuál es su relación general con el resto del cuerpo. 
E L C O N D U C T I S M O 37 
mámente efectivos. A éstos, hay que agregar todo el sistema 
muscular, los. músculos estriados (por ejemplo, los largos múscu-
los, rojos, de los brazos, piernas y busto) y lisos (por ejem-
plo, los que participan en la estructura hueca, semejante a un 
tubo, del estómago, intestinos y vasos sanguíneos). Los múscu-
los no son, pues, órganos de reacción únicamente, sino también 
sensoriales. Luego veremos que los dos últimos sistemas ejer-
cen enorme influencia en la conducta humana. Muchas de nues-
tras reacciones más íntimas y personales se deben a los estímu-
los creados por cambios en el tejido de nuestros músculos es-
triados y visceras. 
COMO EL APRENDIZAJE MULTIPLICA LOS ESTÍMULOS 
Uno de los problemas del conductismo es el que cabría 
denominar "la multiplicación continua de los estímulos" a los 
cuales responde el individuo. En verdad, esta cuestión es tan 
compleja que, a primera vista, podríamos sentirnos tentados a 
dudar de lo aseverado más arriba: que es posible prever la 
reacción. Si se vigila el crecimiento y el desarrollo del ser 
humano, se observará que si bien gran cantidad de estímulos 
provoca reacciones en el recién nacido, muchos otros no des-
piertan ninguna. Sea como fuere, no determinan una reacción 
igual a la que promueven más tarde. Por ejemplo, no se con-
sigue mucho enseñando a un infante un lápiz, un papel o la 
partitura de una sinfonía de Beethoven. En otras palabras, 
antes que ciertos estímulos puedan ejercer su influencia es 
indispensable que se forme un hábito. Luego trataremos el 
procedimiento mediante el cual nos es dable lograr que estí-
mulos comúnmente sin reacciones, las provoquen. El término 
que de ordinario empleamos para describir este procedimiento 
es "condicionamiento" (conditioning). En el capítulo II habla-
remos con mayor extensión de las "reacciones condicionadas". 
Es el condicionamiento, desde la más tierna infancia, lo 
que dificulta tanto al conductista poder anticipar cuál será una 
determinada reacción. Por lo regular, la vista de un caballo 
no suscita una reacción de miedo, y, sin embargo, en un grupo 
de 30 a 40 personas casi siempre se encuentra alguna que 
caminará una cuadra de más a fin de eludirlo. El estudio del 
38 J. B. W A T S O N 
conductismo nunca facultará a sus cultores para denunciar la 
existencia de tal estado de cosas con sólo mirar a una persona. 
No obstante, si el conductista advierte esta reacción, es muy 
fácil para él señalar aproximadamente qué situación de la pri-
mera infancia del sujeto pudo provocar este tipo de reacción 
poco frecuente en el adulto. A pesar de lo arduo que resulta 
predecir en sus detalles cuáles serán las reacciones, insistimos, 
en general, en la teoría de que nos es dado anunciar con ante-
lación qué hará nuestro vecino. Es la única base sobre la cual 
nos es posible alternar con el prójimo. 
¿QUE ENTIENDE EL. CONDUCTISMO POR RESPUESTA? 
Hemos puesto ya de relieve que, desde el nacimiento 
hasta la muerte, el organismo es atacado por estímulos en su 
parte exterior y por estímulos engendrados en el cuerpo mismo. 
Responde. Se mueve. La respuesta puede ser tan leve que 
únicamente sea susceptible de observarla mediante instrumentos. 
Podrá limitarse a un mero cambio en la respiración, o a un 
aumento o disminución de la presión arterial. Acaso no suscite 
más que un movimiento del ojo. Empero, las reacciones más 
comúnmente observadas son los movimientos de todo el cuerpo, 
de los brazos, piernas, tronco o combinaciones de todas las 
partes movibles. 
Por lo regular, aunque no siempre, la respuesta del orga-
nismo al estímulo trae aparejada una adaptación. Por adapta-
ción sólo entendemos que el organismo, al moverse, altera su 
estado fisiológico de tal manera que el estímulo no provoca ya 
reacciones. Este concepto acaso parezca un tanto complicado, 
pero algunos ejemplos lo aclararán. En la persona hambrienta 
las contracciones del estómago la estimulan a andar incesante-
mente de un lado a otro. Si mientras se mueve sin descanso, 
divisa manzanas en un árbol, trepa a él de inmediato, las toma 
y empieza a comerlas. Cuando esté harta, las contracciones 
cesarán, y aunque a su alrededor cuelguen otras manzanas no 
las tomará. Otro ejemplo: el aire frío me estimula. Me muevo 
de un lado a otro hasta conseguir resguardarme del viento. 
En campo abierto, quizá podría cavar un hoyo. Una vez gua-
recido, el viento ya no provoca en mí reacción alguna. Bajo 
E L C O N D U C T I S M O 39 
la excitación sexual, el macho puede hacer cualquier cosa para 
capturar una "hembra complaciente. Satisfecha ya la actividad 
sexual, el incansable movimiento de búsqueda concluye. La 
hembra deja de estimular al macho. 
A menudo se ha criticado al conductista el énfasis que 
pone en la respuesta. A lo que parece, algunos psicólogos 
creen que el conductista está exclusivamente interesado en re-
gistrar ínfimas respuestas musculares. Nada más erróneo. Insisto 
en que al conductista le importa primordialmente la conducta 
del nombre como un todo. Lo vigila de la mañana a la noche 
en el desempeño de sus tareas diarias. Si está poniendo ladrillos, 
desearía contar el número que es capaz de colocar en diferentes 
condiciones; determinar hasta cuándo podría seguir sin ren-
dirse de cansancio; cuánto tiempo emplea para aprender su 
tarea; la posibilidad de acrecentar su eficacia u obtener que 
realice idéntica cantidad de trabajo en menor tiempo. En otras 
palabras, la contestación que importa al conductista se sintetiza 
en la sensata solución a este problema: ¿qué está haciendo y 
por qué lo está haciendo? Tras esta enunciación, seguramente 
nadie podrá desvirtuar el programa del conductista hasta el 
punto de permitirse sostener que es un mero fisiólogo del 
músculo. 
El conductista afirma que todo estímulo efectivo tiene su 
respuesta, y que ella es inmediata. Por estímulo efectivo enten-
demos el estímulo suficientemente fuerte para vencer la normal 
resistencia al pase del impulso sensorial desde los órganos de 
los sentidos a los músculos. En este punto es preciso no con-
fundirse por lo que suelen decir el psicólogo y el psicoanalista. 
Si leemos sus exposiciones, cabría suponer que el estímulo 
puede aplicarse hoy y provocar su efecto tal vez mañana, o 
quizá en los próximos meses o años. El conductista no cree 
en estas concepciones mitológicas. Es cierto que podrá presen-
tarse un estímulo verbal como éste: "Nos encontraremos mañana 
a la una en el Ritz para almorzar". La contestación inmediata 
es: "De acuerdo; no faltaré". Ahora bien, ¿qué sucede luego? 
Es preferible no intentar aún avanzar sobre este punto difícil, 
pero séanos permitido señalar que en nuestros hábitos ver-
bales existe un mecanismo en virtud del cual el estímulo se 
4© J. B. W A T I O N 
renueva de momento en momento hasta tanto ocurra la reac-
ción final: "ir al Ritz al día siguiente a la una". 
CLASIFICACIÓN GENERAL DE LA RESPUESTA 
Las dos clasificaciones sensatas de la respuesta son: "ex-
terna" o "interna" —o acaso sean mejores los términos "visi-
ble" * (explícita) e "implícita". Entendemos por respuestas 
externas o explícitas los actos ordinarios del ser humano: 
inclinarse para alzar una pelota de tenis, escribir una carta, 
entrar en un auto y comenzar a manejar, cavar un hoyo en la 
tierra, sentarse a preparar una conferencia, bailar, flirtear con 
una mujer, hacerle el amor a la esposa. Para efectuar estas 
observaciones no necesitamos instrumentos. Mas las respuestas 
pueden hallarse completamente confinadas en los sistemas 
musculares y glandulares del interior del cuerpo. Supongamos 
un niño o una persona mayor con hambre que se encuentra 
de pie, inmóvil delante de una vidriera repleta de confituras.La primera observación de quien lo mire, podrá ser: "¡No 
hace nada!" o, "simplemente mira las confituras". Un instru-
mento demostraría que sus glándulas salivales secretan, que su 
estómago se -contrae y dilata rítmicamente, y que se están 
produciendo notables cambios en la presión arterial —que las 
glándulas endocrinas están vertiendo sustancias en el torrente 
sanguíneo. Las respuestas internas o implícitas son arduas de 
observar, no porque ellas sean esencialmente distintas de las 
exteriores o explícitas, sino sólo a causa de que están ocultas 
a la mirada. 
Otra clasificación general es la de respuestas aprendidas 
y no aprendidas. He mencionado antes el hecho de que la serie 
de estímulos ante los cuales reaccionamos aumenta incesante-
mente. Merced a su estudio, el conductista ha descubierto que 
la mayoría de los actos que vemos cumplir al adulto son real-
mente aprendidos. Solíamos pensar que muchos de ellos eran 
"instintivos", es decir, "no aprendidos" — pero ahora nos en-
contramos a punto de desechar la palabra "instinto". Sin em-
bargo, llevamos a cabo muchas cosas sin necesidad de apren-
"Overt" en el original (T.J. 
E L C O N D U C T I S M O 41 
derlas: transpirar, respirar, hacer que nuestro corazón palpite, 
que nuestra digestión se efectúe, que nuestros ojos se dirijan 
a una fuente de luz, que las pupilas se contraigan, manifestar 
miedo ante un sonido fuerte. Conservemos, pues, como segunda 
clasificación: "respuestas aprendidas" — suponiendo que in-
cluyen todos nuestros hábitos complicados y todas nuestras 
respuestas condicionadas; y respuestas "no aprendidas", en-
tendiendo por ellas cuantas ya realizamos en la primera in-
fancia antes que el proceso de condicionamiento y la formación 
de hábitos predominen. 
Otra manera, puramente lógica, de clasificar las respuestas 
es la de caracterizarlas por el órgano sensorial que las origina. 
Así, verbigracia, tenemos una respuesta visual no aprendida 
— por ejemplo, el pequeño que al nacer dirige la vista a una 
fuente luminosa. Opuesta a ella, una respuesta visual aprendida: 
la respuesta a una pieza musical impresa o a una palabra. 
Podría, además, darse una respuesta kinestésica * no aprendida: 
el infante que reacciona llorando a causa de haber tenido un 
brazo torcido durante un largo rato. Estaríamos frente a una 
respuesta kinestésica aprendida si manipulamos un objeto de-
licado en la oscuridad, o caminamos por un laberinto. Asimismo, 
podemos tener una respuesta visceral no aprendida: el llanto 
provocado en una criatura de tres días por las contracciones 
del estómago debidas a falta de alimento. Comparémosla con 
la respuesta visceral aprendida o condicionada: la visión de 
pasteles en la vidriera de una confitería que le hace agua la 
boca a un estudiante hambriento. 
Esta digresión acerca del estímulo y la respuesta sumi-
nistra una idea del material con que hemos de trabajar en 
psicología conductista y porqué ésta se propone como meta 
el que dado el estimulo, poder predecir la respuesta o, viendo 
qué reacción tiene lugar, injerir cuál es el estímulo que la 
ha provocado. 
* Entendemos por kinestésico el sentido muscular. Nuestros músculos están pro-
vistos de terminaciones nerviosas, las cuales son estimuladas al moverse aquéllos. 
Por consiguiente, es el movimiento del propio músculo el estímulo del sentido 
muscular o kinestésico. 
42 J. B. W A T S O N 
¿ES EL CONDUCTISMO UNA MERA ORIENTACIÓN METODOLÓGICA EN EL 
ESTUDIO DE LOS PROBLEMAS PSICOLÓGICOS O CONSTITUYE UN 
VERDADERO SISTEMA DE PSICOLOGÍA? 
Si —puesto que no halla un testimonio objetivo de su 
existencia— la psicología dejase de lado los términos "mente" 
y "consciencia", ¿qué sería de la filosofía y de las llamadas 
ciencias sociales que actualmente se asientan sobre esos con-
ceptos? Casi a diario se interroga en este sentido al conductista; 
a veces en forma de amistosa averiguación, otras, no tan cor-
dialmente. Cuando el conductismo luchaba por su sobrevivencia, 
temía contestar dicha pregunta. Sus concepciones eran sobra-
damente novedosas; sus campos harto vírgenes para permitirse 
siquiera pensar que algún día podría erguirse y decir a la 
filosofía y a las ciencias sociales que también ellas debían 
revisar sus premisas. Por ello, cuando así se le preguntaba, 
la única réplica de que disponía el conductista era ésta: "Ahora 
no puedo preocuparme de tales cuestiones. El conductismo es 
en la actualidad una vía satisfactoria para arribar a la solución 
de problemas psicológicos". En el presente, el conductismo está 
fuertemente atrincherado. Encuentra que su modo de encarar 
el estudio de los problemas psicológicos, así como el de la 
formulación de sus resultados se tornan cada vez más adecuados. 
Acaso nunca pretenda constituir un sistema. Realmente, 
en todos los campos científicos los sistemas son anacrónicos. 
Reunimos nuestros hechos de observación, y de tiempo en tiem-
po, seleccionamos un grupo y extraemos ciertas conclusiones 
generales. En unos pocos años, al acumular nuevos hechos de 
experiencia con mejores métodos, también habrá que modificar 
estas conclusiones generales de ensayo. Todo campo científico 
—la zoología, la fisiología, la química y la física— se encuentra 
en estado de flujo. La técnica experimental, la recolección de 
hechos por esta técnica y la tentativa de consolidarlos en una 
teoría o en una hipótesis, describen nuestro procedimiento 
científico. Juzgado sobre esta base, el conductismo constituye 
una verdadera ciencia natural. 
/ / . Cómo Estudiar la Conducta Humana 
PROBLEMAS, MÉTODOS, TÉCNICA Y ALGUNOS 
DE LOS RESULTADOS 
Análisis de problemas psicológicos. Observación bajo control experi-
mental. Naturaleza general1 de los problemas psicológicos y sus soluciones. 
Sustitución o condicionamiento de estímulos. Sustitución de la respuesta. 
¿Podemos establecer respuestas totalmente nuevas? Método del reflejo 
condicionado. Sustitución del estímulo en las reacciones glandulares. 
Respuestas glandulares diferenciales. Sustitución del estímulo en las reac-
ciones salivales humanas. ¿Pueden condicionarse otras glándulas? Sus-
titución de estímulos en reacciones motoras de los músculos estriados y 
lisos. Sustitución en el campo de las reacciones de la totalidad corporal. 
(Reacciones emocionales condicionadas). Resumen de los experimentos 
sobre sustitución del estímulo. Otros métodos de experimentación. El 
llamado test "mental" como método conductista. Experimentación social. 
Lo que puede aprenderse de la observación realizada con sentido común. 
ANÁLISIS DE PROBLEMAS PSICOLÓGICOS 
¿Por qué la gente se comporta en la forma que lo hace? 
¿Cómo yo, conductista, en nombre de la ciencia, puedo lograr 
que los individuos se comporten hoy diferentemente de ayer? 
¿Hasta qué punto nos es dable modificar la conducta por el 
entrenamiento (condicionamiento)? Estos son algunos de los 
principales problemas de la psicología conductista. Para alcanzar 
estos objetivos científicos, el conductista, al igual que cualquier 
otro hombre de ciencia, debe realizar observaciones. 
En la observación psicológica hay diversos niveles. Todos 
los días efectuamos observaciones casuales de trozos de con-
ducta. A menudo, no recurrimos a los experimentos para per-
feccionar la observación. En nuestras observaciones sobre la 
vida diaria de los vecinos no es menester una técnica controlada 
44 J. B. W ATSO N 
mediante el empleo de instrumentos. Nuestras observaciones de 
sus actos son siempre más o menos casuales. 
Por ejemplo, tomemos una simple observación sin con-
trolar. Una madre duerme en una silla. Le hablamos, pero no se 
obtiene respuesta. Hacemos que afuera en el patio el perro ladre 
débilmente; tampoco se logra una respuesta. Entonces nos diri-
gimos al dormitorio del niño y provocamos su llanto. En seguida 
la madre de un salto se incorpora de la silla y corre al cuarto 
del niño. 
Otro ejemplo parecido. Mi perro, un airedale, duerme a 
mis pies. ¿Qué ocurre si hago crujir el diario? Sólo un cambioen la respiración. ¿Si tiro al suelo un cuaderno? Otro cambio 
en la respiración — un pulso acelerado y un leve movimiento 
de la cola y de la pata. Me pongo de pie sin tocarlo: inme-
diatamente el perro se levanta de un salto, listo para jugar, 
pelear o comer. 
En ambos casos, a fin de descubrir cómo lograría que se 
condujesen de cierta manera, empecé por utilizar estímulos 
—objetos— que se encontraban en el ambiente de mis sujetos. 
La raza humana existe desde hace cientos de miles de 
años; durante ese tiempo, hemos conseguido recoger gran 
número de datos sobre el efecto que diversos estímulos pro-
ducen en la conducta humana. Mucho de este material se ha 
reunido —con seguridad sin mediar análisis crítico— por 
haberse observado la frecuente repetición de un mismo suceso. 
Juntamos estas observaciones y obtuvimos ciertas conclusiones. 
Buena parte de nuestros datos acerca de la forma en que los 
seres humanos viven en sociedad, se han alcanzado de esa 
manera: sin fiscalización experimental. Exactos o falsos, son los 
únicos datos de que disponemos referentes a la sociedad. Por 
ellos nos guiamos en el control de la conducta ajena. 
Se aumenta los salarios de nuestros empleados; se les 
ofrece bonificaciones y vivienda por un alquiler nominal que 
les permita contraer matrimonio; se instalan baños, campos de 
juego. Manipulamos estímulos constantemente, manejándolos en 
acción combinada frente al ser humano a objeto de determinar 
qué reacción provocarán; confiando que estará "de acuerdo con 
el progreso", será "deseable", "buena". (Y, por "deseable", 
"bueno", "de acuerdo con el progreso", la sociedad entiende, 
E L C O N D U C T I S M O 45 
en verdad, reacciones que no perturben su tradicional orden de 
cosas (reconocido y estatuido). 
Por otro lado, el observador provisto de sentido común, 
suele operar en dirección contraria. El individuo está haciendo 
algo —reaccionando—, comportándose. A fin de que sus mé-
todos resulten socialmente eficaces, para poder reproducir esta 
reacción (y acaso asimismo en otro individuo), intenta el ob-
servador precisar qué situación ha causado esta particular 
reacción. 
OBSERVACIÓN BAJO CONTROL EXPERIMENTAL 
En las observaciones hasta aquí elegidas, no ha entrado 
cuestión alguna de experimentación o técnica. Observaciones y 
conclusiones han carecido de precisión científica. Tomemos otro 
ejemplo de conducta, de mayor complejidad — una conducta 
sólo comprensible después de sometida al control experimental. 
Observemos cualquier grupo de hombres y mujeres que bos-
tezan y luchan contra el sueño en una abigarrada sala de con-
ferencias. ¿Por qué se tornan soñolientos? ¿Será aburrida la 
disertación? ¿O pobre la ventilación? La antigua teoría solía 
expresarse más o menos así: "En una sala apiñada de público, 
el oxígeno se consume rápidamente, produciendo la formación 
de un exceso de bióxido de carbono en el aire que respiramos; 
el bióxido de carbono es malo, provoca el bostezo, el sopor, 
y, si aumenta mucho, hasta puede matarnos". Pero supon-
gamos que no hallamos satisfactoria esta explicación y empe-
cemos a hacer experimentos. Colocamos los sujetos en un am-
biente cerrado hasta que la tensión de C02 sea considera-
blemente superior a la de un teatro colmado de público: los 
sujetos se ponen soñolientos. Luego bombeamos nuevo oxígeno 
en el ambiente: siguen con sueño. Cuando damos movimiento a 
un ventilador y cambiamos y refrescamos el aire, el sueño des-
aparece. Conclusión: bostezamos y sentimos sueño porque la 
temperatura va en ascenso alrededor de nuestro .cuerpo — par-
ticularmente en los espacios de aire en reposo entre la piel y 
la ropa; el aumento de tensión C02 si bien puede ser real, 
nada tiene que ver con la reacción. El método científico nos 
ha permitido no sólo identificar el estímulo causante de la 
46 J. B. W A T S O N 
reacción, sino también controlar con eficacia la reacción, remo-
viendo o modificando el estímulo. 
NATURALEZA GENERAL DE LOS PROBLEMAS PSICOLÓGICOS 
Y SUS SOLUCIONES 
Cabe plantear todos nuestros problemas psicológicos y sus 
respectivas soluciones en términos de estímulo y respuesta. 
Empleemos la abreviación E para estímulo (stimulus) (o la 
más compleja "situación") y R para respuesta. Podemos es-
quematizar nuestro problema de la manera siguiente: 
E R 
Dado (A determinar) 
E R 
(A determinar) (Dada) 
El problema se resuelve cuando: 
E R 
Ha sido determinado Ha sido determinada 
SUSTITUCIÓN O CONDICIONAMIENTO DE ESTÍMULOS 
Hasta ahora hemos expuesto nuestro método muy senci-
llamente. Hicimos creer que el estímulo necesario para provocar 
la reacción existe aparte, a manera de una entidad que sólo 
aguarda ser descubierta y presentada al sujeto. Asimismo 
hemos hablado como si la reacción fuese una cosa o entidad 
siempre lista a manifestarse en cuanto se estimule debidamente 
el organismo. Una simple observación demuestra que nuestro 
enunciado era inexacto y requiere ser alterado. En el capítulo 
inicial (pág. 36), se indicó cómo algunos estímulos, cuando 
se aplican por primera vez, no parecen ejercer un efecto per-
ceptible y, con seguridad, carecen del efecto que suscitan des-
pués. Ilustremos este concepto volviendo a nuestra fórmula. 
Tomemos, por ejemplo, una reacción establecida (no apren-
dida), de la cual conocemos el estímulo y la respuesta: 
E R 
Choque eléctrico Retiro de la mano 
E L C O N D U C T I S M O 47 
Por el momento, el simple estímulo visual de una luz roja no 
provoca el retiro de la mano. Tampoco la luz roja puede causar 
reacción alguna- (cualquier reacción que provoque se deberá 
a un condicionamiento anterior). Pero, si muestro la luz roja 
y luego, de inmediato o poco después, estimulo la mano de mi 
sujeto con la corriente eléctrica y repito el procedimiento 
suficiente número de veces, la luz roja provocará incontinenti 
el retiro de la mano. La luz roja (E) se convierte ahora en un 
estímulo sustituto: provocará R cuantas veces estimule al sujeto 
en esta forma. Algo sucedió para que se produjera este cambio, 
al cual —conforme se indicó—, se denomina condicionamiento 
— la reacción permanece la misma, pero hemos aumentado el 
número de estímulos susceptibles de despertarla. A fin de ex-
presar el nuevo estado de cosas, describimos este cambio 
hablando (no muy propiamente) de estímulo condicionado. 
Conviene recordar empero que cuando hablamos de estímulos 
condicionados y de respuestas condicionadas, entendemos que 
lo condicionado es el organismo todo. 
Frente al estímulo condicionado tenemos el incondicionado. 
Ciertos estímulos provocarán respuestas definidas desde el na-
cimiento. Presentemos unos pocos ejemplos de estímulos in-
condicionados: 
E 
Luz 
Golpear el tendón ba-
jo la rodilla 
Acido en la boca 
Pinchar, quemar y 
cortar la piel 
R 
Contracción de las pupilas 
Desviación de los ojos 
Salto de la pierna (re-
flejo patelar) 
Secreción salival 
Retiro del cuerpo, 
llanto, gritos 
Observaciones realizadas con niños prueban que si bien 
existen miles de estímulos incondicionados, su número es rela-
tivamente escaso si se lo compara con el de los condicionados. 
Los estímulos condicionados se cuentan por millares. Cada una 
de las 15.000 palabras impresas y escritas ante las cuales el 
individuo bien educado responde en forma organizada, consti-
tuye un caso de estímulo condicionado. Lo son igualmente cada 
uno de los instrumentos que usamos en el trabajo; cada persona 
48 J. B. W A T S O N 
que provoca en nosotros una respuesta. Nunca se ha podido 
precisar el número total de los estímulos condicionados e in-
condicionados a los cuales podemos responder. 
No es posible apreciar en toda su importancia la susti-
tución o condicionamiento del estímulo: acrecienta enormemente 
la cantidad de cosas que provocan respuestas. De acuerdo con 
lo que hasta el presente sabemos (falta una real evidencia 
experimental), nos es dable tomar cualquier estímulo que des-
encadena una reacción "standard" y sustituirlo por otro. 
Volvamospor un instante a nuestra fórmula: 
E R 
Es obvio que si determinamos E, debemos establecer si es un 
estímulo "I" (incondicionado) o "C" (condicionado). El ex-
perimento enseña, según hemos expuesto arriba, que la pre-
sencia de una gota de ácido en la boca provoca en el sujeto, 
ya desde su nacimiento, secreción salival: es un ejemplo de 
estímulo congénito o incondicionado. La visión de un humeante 
pastel de cerezas, que también provoca la actividad de las 
glándulas salivales, constituye un caso de estímulo visual con-
dicionado. El ruido de los leves pasos de la madre, que hace 
cesar el llanto del hijo, lo es de estímulo auditivo condicionado. 
SUSTITUCIÓN DE LA RESPUESTA 
¿Podemos sustituir o condicionar una respuesta? El ex-
perimento nos muestra que el proceso de sustitución o condi-
cionamiento de una respuesta tiene lugar en todos los animales 
toda la vida. Ayer un perrito provocó en un niño de dos 
años de edad las respuestas siguientes: mimos, palabras cari-
ñosas, juegos y risas. 
E R 
Vista del perro Manipuleo, risas 
Hoy el mismo animal provoca: 
E R 
Vista del perro Gritos, retiro del cuerpo 
E L C O N D U C T I S M O 49 
Algo ha sucedido. Ayer tarde, mientras jugaba, el perro lo 
mordió demasiado fuerte — le desgarró la piel haciéndole 
sangrar. Sabemos que: 
E R 
Cortar, quemar Retiro del cuerpo, 
la piel gritos 
En otras palabras, mientras el estímulo visual perro continúa 
siendo sustancialmente el mismo, presentóse una reacción co-
rrespondiente a otro estímulo incondicionado (cortar, pinchar 
la piel) *. 
El condicionamiento de respuestas es tan importante como 
el de los estímulos. Inclusive tiene mayor alcance social. Mu-
chos de nosotros estamos rodeados de situaciones fijas e 
inmutables: verbigracia, el tipo de hogar donde vivimos, pa-
rientes a quienes debemos halagar y tratar gentilmente, esposas 
"que no comprenden", apetitos sexuales ineludibles (el matri-
monio con una persona inválida o insana), deformaciones físicas 
(estados permanentes de inferioridad), etc. Las reacciones a 
los estímulos permanentes a menudo son abortivas, inadecuadas 
para la adaptación; arruinan nuestra constitución y son sus-
ceptibles de convertirnos en psicópatas. El hecho de que dis-
tintas reacciones puedan condicionarse —a las que ADOLPH 
MEYER define como reacciones sustituías— constituye una 
verdadera esperanza, si no para la nuestra, para las genera-
ciones futuras. A este proceso suele denominárselo "sublima-
ción". No se ha precisado aún sobre bases fisiológicas si la 
actividad condicionada, sustituida o sublimada, es tan adecuada 
para la adaptación permanente como la incondicionada. A juzgar 
por la corta duración de muchas de las "curas" psicoanalíticas, 
cabría suponer que las reacciones sustituías, por lo menos 
en el campo sexual, no se adecúan al organismo en forma 
permanente. 
* Desde el punto de vista del laboratorio, no existe realmente fundamental 
diferencia entre un estimulo condicionado y una respuesta condicionada. 
50 J. B. W A T S O N 
¿PODEMOS ESTABLECER RESPUESTAS TOTALMENTE NUEVAS? 
Ciertamente, desde la infancia no se vuelve a encontrar 
nuevas vías nerviosas en la estructura cerebral. Las conexiones 
nerviosas se hallan completamente establecidas al nacer. No 
obstante, el número de las reacciones incondicionadas, no 
aprendidas, es demasiado reducido como para tenerlo presente 
en el caso del adulto. Sin embargo, permítasenos llamar la 
atención acerca del hecho de que existen miles de respuestas 
no aprendidas e incondicionadas, como los movimientos de los 
dedos y de los brazos, de los ojos, de los dedos de los pies, 
y de las piernas, que escapan por completo a la mirada del 
observador no ejercitado. Estos son los elementos con los cuales 
se integrarán nuestras respuestas organizadas, aprendidas, 
evidentemente por el proceso de condicionamiento. Estas res-
puestas simples, incondicionadas, embriológicas, en virtud de 
la presentación de estímulos apropiados (la sociedad lo hace 
por nosotros), pueden agruparse e integrarse en respuestas 
condicionadas complejas, o hábitos, como el tenis, la esgrima, 
la fabricación de zapatos, las reacciones maternas, las religio-
sas, etc. Estas respuestas complejas son, por consiguiente, 
integraciones. El organismo comienza su vida con más res-
puestas elementales de las que necesita. Por numerosos que 
parezcan sus complicados actos organizados, se utilizan rela-
tivamente pocos de sus vastos recursos. 
A fin de obtener ejemplos de grupos de respuestas con-
dicionadas, aunque difusas y muy dispersas, ante un estímulo, 
que se transforman luego en un grupo limitado de respuestas 
condicionadas (o hábitos), recurramos a la rata blanca. La 
hemos dejado sin alimento durante 24 horas. Pusimos su ración 
en una jaula experimental de alambre que se abre levantando 
una tranca antigua de madera. La rata nunca se ha encontrado 
en una situación semejante. Supongamos por hipótesis que 
todas sus primeras reacciones son innatas y no aprendidas (lo 
cual seguramente no es cierto). ¿Qué hace? Corre alrededor, 
muerde los alambres, introduce el hocico entre las mallas, tira 
hacia sí la comida, clava las uñas en la puerta móvil, levanta 
la cabeza y husmea la jaula. Obsérvese que cada reacción 
parcial necesaria a fin de solucionar el problema ha sido exhi-
E L C O N D U C T I S M O 51 
bida muchas veces. Estas reacciones parciales están presentes 
en su equipo de actos incondicionados o no aprendidos. Ellos 
son: 1) caminar o correr hacia la puerta; 2) levantar la cabeza 
—acto que si se realiza en determinado momento conseguirá 
levantar la tranca; 3) tirar de la puerta con las uñas; 4) trepar 
sobre el umbral en procura del alimento. De las numerosas 
respuestas incondicionadas manifestadas por la rata, sólo cuatro 
son necesarias — si le damos tiempo, logrará siempre acci-
dentalmente la solución. Mas, para resolver el problema con 
eficacia, estas cuatro reacciones deben ser espaciadas y opor-
tunas, articuladas o integradas. Cuando la integración, articu-
lación o condicionamiento se completa, todas las otras respuestas, 
excepto 1 - 2 - 3 - 4 , desaparecen. Hablaríamos correctamente si 
dijéramos que tal respuesta 1 - 2 - 3 - 4 constituye una res-
puesta nueva y condicionada. Este proceso es lo que general-
mente denominamos formación del hábito. 
La mayoría de nosotros ha estudiado la formación del 
hábito; por lo menos, creemos saber mucho al respecto. Pero, 
aunque estuviéramos al tanto de cuantos datos se han acumu-
lado, difícilmente podríamos elaborar una teoría consistente 
acerca de cómo se forman los mismos. En este campo, intros-
pectistas y conductistas han trabajado en masse, diríamos, a 
fin de establecer varias cuestiones de hecho: tales como los 
factores que contribuyen a la rapidez en la formación y exac-
titud de los hábitos y a su permanencia; el efecto de formar 
simultáneamente dos o más hábitos; su transferencia, etc. Em-
pero, ningún investigador ha planteado sus problemas expe-
rimentales de una manera que posibilitase construir con sus 
datos una teoría-guía de la formación del hábito. 
Tampoco ha sido resuelta todavía la relación entre lo que 
de ordinario llamamos formación del hábito y el condiciona-
miento de los estímulos y las respuestas. Personalmente, pensa-
mos que hay pocas novedades en lo referente a la formación del 
hábito, pero quizá estemos simplificando con exceso la cuestión. 
Cuando enseñamos al animal o al ser humano a dirigirse hacia 
una luz roja y no hacia una verde, a mantenerse en el camino 
acertado y a no meterse en un callejón sin salida, o a abrir 
una de las mencionadas jaulas experimentales, creemos que so-
lamente establecemos una respuesta condicionada — el estímulo 
52 J. B. W A T S O N 
permanece constante. Estamos trabajando con el propósito de 
conseguir una reacción "nueva" o condicionada. Sin embargo, 
en los casos en que existe una necesidad social o experimental 
de mantener constante la reacción, pero de cambiar el estímulo,

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