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DE LA FÍSICA A LA MENTE El proyecto filosófico de Roger Penrose 2 Colección Fronteras Director Juan Arana Con el patrocinio de la Asociación de Filosofía y Ciencia Contemporánea 3 Rubén Herce Fernández DE LA FÍSICA A LA MENTE El proyecto filosófico de Roger Penrose BIBLIOTECA NUEVA 4 © Rubén Herce Fernández, 2014 © Editorial Biblioteca Nueva, S. L., Madrid, 2014 Almagro, 38 28010 Madrid www.bibliotecanueva.es editorial@bibliotecanueva.es ISBN: 978-84-9940-636-7 Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de propiedad intelectual. La infracción de los derechos mencionados puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y sigs., Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos (www.cedro.org) vela por el respeto de los citados derechos. 5 Índice Presentación Introducción Capítulo I.—¿Quién es Roger Penrose? 1. Retrato de familia 2. La herencia de un padre 3. Pasión por las matemáticas 4. Unos años intensos 5. Maduración de una vida 6. Compartir el saber Capítulo II.—Bases filosóficas 1. El método científico 1.1. ¿Es posible conocer? 1.2. ¿Qué es conocer la realidad? 1.3. Sentido común y apertura a la filosofía 1.4. Los límites 2. Las matemáticas 2.1. Formalismo y realismo 2.2. Intuición matemática 3. Una realidad dinámica 3.1. Matemáticas y realidad física 3.2. Selección natural y principio antrópico Capítulo III.—Fundamentos físicos 1. Teorías de la relatividad 1.1. Antecedentes 1.2. Conos de luz y paradoja de los gemelos 1.3. Relatividad especial y relatividad general 1.4. Singularidades en el espaciotiempo 2. Teoría estándar de la física cuántica 2.1. Dualidad onda-corpúsculo 2.2. El proceso de medida 2.3. Entrelazamiento cuántico y efectos EPR 2.4. Relatividad y cuántica 2.5. Interacciones débil y fuerte 2.6. Soluciones de tipo «infinito» 3. Termodinámica y asimetría temporal 3.1. Entropía en general 3.2. ... y en particular 3.3. El modelo estándar de cosmología Capítulo IV.—El origen del problema 1. El estatuto de las matemáticas 1.1. Tipos de realismo matemático 1.2. Una alternativa al realismo de Penrose 2. Computación y consciencia 2.1. Cuatro perspectivas y tres argumentos 2.2. ¿Qué es y qué no es computación? 3. No-computabilidad en el pensamiento matemático 3.1. Gödel, Hilbert y Turing 6 3.2. El nuevo argumento de Penrose 3.3. Alcance del argumento 3.4. Conclusiones 3.5. Necesidad de un elemento no-algorítmico Capítulo V.—Un intento de respuesta 1. Hacia la gravitación cuántica 1.1. Condiciones de contorno 1.2. Determinismo y probabilismo 1.3. Gravedad, cuántica y asimetría temporal 1.4. Elementos no algorítmicos 2. El fenómeno de la consciencia 3. Hacia la base física de la consciencia 4. Dificultades de la propuesta Conclusiones Bibliografía 1. Principal 2. Secundaria 7 Presentación En el presente libro he querido realizar una síntesis y un análisis crítico del pensamiento de Roger Penrose. Con este objetivo me he centrado en los ensayos de reflexión epistemológica y ontológica que ha publicado en los últimos años. En ellos se recogen argumentos y puntos de vista matemáticos y físicos, en los que no falta una visión filosófica de la realidad. Además, su reflexión se ha sintetizado en una nueva propuesta heurística para la comprensión de la realidad física e incluso de la consciencia. A lo largo de los distintos capítulos se irán mostrando algunas de sus sugerencias, así como su visión de la relación entre las matemáticas y la física, o de estas con la consciencia y la libertad. Cada uno de estos puntos requeriría un trabajo a se, pero he preferido no atomizar el pensamiento del autor, sino analizarlo en su conjunto. Este enfoque podría tener un punto débil si se busca un análisis exhaustivo; sin embargo, al tratarse del estudio de una propuesta heurística alternativa al paradigma vigente, he visto necesario acercarme a la obra ensayística de Roger Penrose en su totalidad. Quizá ese enfoque abierto haya propiciado que la pregunta más difícil, y a la que no he terminado de responder, sea a quién se dirige este libro. He de reconocer que en mi cabeza nunca ha tenido un público específico. No va dirigido a físicos, matemáticos o filósofos en exclusiva; en todo caso, quizá a todos ellos y, en general, a quien se interesa tanto por la filosofía de la naturaleza como por las interpretaciones científicas. Se dirige a quienes, con alma interdisciplinar, se abren magnánimamente a la búsqueda de la verdad, venga de donde venga. Con este pequeño libro pretendo contribuir a un diálogo iniciado y alimentado por corazones inquietos de verdad e inteligencias ávidas de saber. Desearía, por último, agradecer al profesor Juan Arana, catedrático de Filosofía de la Universidad de Sevilla, su constante estímulo y sus acertadas orientaciones; a los profesores Enrique Moros, Pablo Cobreros, Luis Joaquín Boya, Alfredo Marcos, José Ignacio Murillo y Javier Sánchez-Cañizares por sus agudas y bienvenidas sugerencias; y al Grupo de Investigación Ciencia, Razón y Fe (CRYF) de la Universidad de Navarra, cuyos seminarios tanto han contribuido a mi formación personal. Finalmente no podría dejar de dar las gracias a Dios y a todos los que de algún modo, empezando por mis padres, han contribuido en la consecución de este libro. 8 Introducción Cuando se abre un nuevo camino de investigación científica, y el recorrido empieza a ser practicable, casi todos los esfuerzos se vuelcan en sacar el máximo rendimiento a esa nueva vía de investigación. Sin embargo, conforme pasa el tiempo y el trabajo se hace más arduo, las dificultades para obtener resultados aumentan. Solo los más perspicaces atisban la necesidad de un cambio y solo los más audaces son capaces de abandonar el camino pisado para aventurarse por nuevas rutas. A finales del siglo XIX la búsqueda de las leyes básicas de la naturaleza parecía casi finalizada. Los físicos presentaban un escenario ordenado y claro donde ensamblaban bien todos los elementos de la física conocida. Solo un par de oscuras nubes en el horizonte, como las llamó Lord Kelvin, hacían presagiar la tormenta que se avecinaba. Con el transcurrir del tiempo dichas nubes dieron lugar a las teorías de la relatividad y a la mecánica cuántica, modificando el concepto de universo que manejaban los físicos y presentando una «nueva física» comandada por esas dos grandes teorías. La física clásica se seguiría empleando como una adecuada aproximación a los objetos físicos cotidianos pero, a partir de ese momento, se abrirían nuevas líneas de investigación para explorar de nuevo el universo. Durante las siguientes décadas se confirmó la asombrosa precisión de esas teorías y, con los conocimientos adquiridos, se desarrollaron infinidad de nuevos objetos de uso cotidiano. Sin embargo, ambas teorías todavía se resisten a ser comprendidas en su sentido último. De nuevo ante una física sólidamente afianzada aparecen algunas nubes en el horizonte que estimulan a buscar no solo nuevas teorías que funcionen sino una visión más profunda de la realidad. Se trata de anomalías que, por su relación con la comprensión global de la realidad, encuentran un reflejo en el ámbito filosófico, aunque en sentido estricto pertenezcan al ámbito científico. Así por ejemplo, en la física clásica existían anomalías científicas en dos pequeñas nubes: el resultado negativo de la experiencia de Michelson-Morley y la catástrofe del ultravioleta de Rayleigh Jeans. Pero, a la vez, el mismo concepto de universo, como una Gran Máquina determinista, no engranaba bien con algunos de los argumentos filosóficos mejor trabados y con algunas de las experiencias más comunes, como el libre albedrío. De modo análogo, algunas anomalías de las teorías físicas actuales tienen un reflejo en la comprensión filosófica de la realidad, como puede ser en el indeterminismo, en el platonismo o en la existencia dela libertad. La íntima conexión entre ciencia y filosofía también se aprecia en los científicos que no se conforman con profundizar en el dominio técnico de la naturaleza, sino que se aventuran más allá de los esquemas científicos ortodoxos para explorar nuevos caminos en la búsqueda de la verdad última. Responden así al anhelo humano de conocer cómo son las cosas y no solo cómo funcionan. En este contexto filosófico de comprensiones globales es donde se sitúan tanto el presente trabajo como parte de la obra del físico-matemático inglés Roger Penrose. La principal contribución científica de Penrose se sitúa en las nuevas perspectivas y 9 técnicas geométricas que en los años 60 impulsaron la investigación sobre la teoría de la relatividad. Aun así, su aportación no se reduce solo a esa célebre dimensión de su faceta profesional, sino que se le puede considerar un filósofo natural, en el sentido más clásico de la expresión. Penrose ha sabido relacionarse con una amplia variedad de temas físicos, matemáticos y filosóficos, desde la mecánica cuántica hasta la libertad. No obstante, algunas de sus contribuciones más estimulantes y originales son controvertidas y, en ocasiones, están fuera de la corriente principal de pensamiento (Valentini, 2002: 131). Por eso, no compartiré algunas posturas de Penrose, ni pretenderé recoger todas las críticas que se le hacen. Me centraré en la búsqueda de los elementos más nucleares de la filosofía que subyace en sus planteamientos. Personalmente, como ingeniero y filósofo, siempre me ha atraído el conocimiento práctico de las cosas y he procurado desarrollar un interés por conocer la verdad. Sin embargo, no puedo separar en mí ambos aspectos y, aunque unos sean más científicos y otros más vitales, todos están unidos en un conocimiento racional que libremente se confronta con la realidad para contrastarse. Me parece que este dinamismo de la razón se da tanto en la ciencia como en la filosofía o en la fe: todas estas dimensiones personales encuentran un punto de unión en su racionalidad. Es la persona humana con su racionalidad libre (científica y moral, teórica y práctica) la que busca la verdad objetiva y subjetiva. Desde mi punto de vista cada uno de estos binomios se relaciona inclusivamente con los otros dos, de tal modo que, por ejemplo, se puede hablar de una ciencia práctica subjetiva, de una moral teórica subjetiva o de una ciencia teórica objetiva. No pretendo ahora argumentar el porqué, pero me parece relevante señalar la importancia clave de esta racionalidad libre, unitaria y polifacética, porque sin ella resultaría difícil entender el presente trabajo. Por otro lado, mi interés por las relaciones entre ciencia y fe, cultura y filosofía, me ha llevado a leer obras de Juan Arana, Mariano Artigas, John Polkinghorne, Paul Davies, Michael Heller, Douglas Hofstadter o Michael Ruse, entre otros. Durante estas lecturas y a través de algunas conversaciones con físicos y filósofos tropecé con la obra de Roger Penrose. Desde el primer instante me atrajo el estilo de sus libros, donde las motivaciones y los argumentos partían de la ciencia y se desarrollaban con interés por conocer la verdad. Además, la obra de Penrose era la más físico-matemática de todas las que había leído y ese ir a las raíces sin dejar de lado la visión de conjunto me atrajo especialmente. Por último, y a pesar de su reconocido fisicismo, observaba en sus obras una apertura ante la filosofía, el sentido común y la libertad humana. Por lo tanto, se puede decir que fueron la actitud y el enfoque de los ensayos científicos de Roger Penrose los que me movieron a profundizar en su obra. Esta motivación suponía también que no me podía centrar solo en un aspecto, sino que tenía que buscar la visión de conjunto. Sería necesario dejar de lado la valoración concreta de muchas de sus tesis para llegar a lo más nuclear. Ahí es donde comprendí la motivación heurística de toda su obra ensayística. Penrose pretendía sugerir, desde su punto de vista y con su experiencia científica, cuáles podían ser los caminos más viables hacia una nueva física que permitiese una comprensión más completa de la realidad, en 10 la que cupiesen aspectos comunes de experiencia humana como la libertad. Mi tarea, por tanto, sería analizar su enfoque no tanto en sus razonamientos físico-matemáticos, cuya crítica queda en manos de los físicos y matemáticos, como en su comprensión de totalidad. Detrás de la obra de Penrose, había una comprensión filosófica de la realidad que sería el objeto de mi estudio. Este enfoque requeriría una presentación del personaje y sus motivaciones, así como de los temas físicos y matemáticos. Por tanto, debía describir las tesis del autor sin un excesivo y constante aparato crítico, para centrarme en el estudio del entrelazamiento de sus tesis —en Penrose todo conecta con todo— hasta alcanzar una comprensión global de su pensamiento. Se trataba de describir suficientemente bien la amplia base de la pirámide para llegar a la cúspide. Lejos de pretender que cada capítulo se pudiese leer como un artículo autónomo, separable del resto del libro, no sería hasta los últimos capítulos y las conclusiones donde el lector encontraría las valoraciones más jugosas y las críticas más sustanciales. Con el presente trabajo no pretendo resolver problemas filosóficos de gran calado, como pueda ser el platonismo matemático o el indeterminismo cuántico, sino sacar a la luz los pros y los contras, las virtudes y los defectos, de la aproximación de Penrose a algunos de esos problemas. Con este objetivo he intentado hacer sus razonamientos teóricos más accesibles al pensamiento filosófico a la vez que he valorado la profundidad e implicaciones de sus propuestas y he sugerido cambios de perspectiva donde sus fundamentos filosóficos me parecían más débiles. Al afrontar temas que se mueven entre la física, las matemáticas y la filosofía, con frecuencia resultará que el lector más familiarizado con alguna de estas áreas encuentre facilidad de lectura o incluso una excesiva simplicidad en las afirmaciones sostenidas. Por otro lado y a la vez, es probable que le resulten arduos o carentes de suficiente explicación aquellos temas con los que se encuentre menos familiarizado. Soy consciente de estas posibles críticas, que asumo con gusto, ya que mi esfuerzo ha consistido más en una integración sistemática que en un análisis exhaustivo de cada tema. En esta línea he de agradecer las sugerencias que he recibido de filósofos, físicos o lógico-matemáticos para precisar el contenido de mis afirmaciones. A la vez, deseo recalcar que la zona intermedia donde se mueve este trabajo es de especial dificultad, así como de esencial utilidad para abrir horizontes de comprensión y para establecer puentes de comunicación. Siendo consciente tanto del encuadre como de la ambición del presente trabajo, procedo a desglosar el contenido de cada uno de sus capítulos. En el primer capítulo se presenta sucintamente al autor en su contexto personal y profesional. Ya desde sus primeros años destaca su interés por la visión de conjunto en los temas relacionados con la física, las matemáticas y la consciencia. El descubrimiento del determinismo no local en su estudio de los objetos imposibles, durante esta primera etapa, jugará un papel tan fundamental que influirá incluso en su modo de entender la libertad. Su determinismo se diferenciará del determinismo local de Einstein y se opondrá a una lectura filosófica del indeterminismo cuántico. Es significativa la claridad con que Penrose explicará que el principio de indeterminación de Heisenberg determina 11 con unas probabilidades precisas dónde se puede encontrar una partícula. En el segundo capítulo se mostrarán algunos presupuestos fundamentales de su esquema de pensamiento como son: su enfoque científico abierto a la filosofía y al sentido común, su platonismo matemático o su visión de la realidad como tres mundos entrelazados. En este primer momento, he preferido no criticar con excesivodetenimiento las carencias filosóficas de su esquema para evitar una prevención en contra de lo que se diga después. A mi parecer, una vez estudiados cada uno de esos mundos (físico, matemático y mental) en los sucesivos capítulos, se podrá hacer una crítica desde dentro del sistema sin incidir demasiado en que los esquemas sostenidos por Penrose carecen de una justificación filosófica sólida. Una vez realizada esta presentación del autor y de algunas claves de su pensamiento, expondré en el tercer capítulo, de modo sintético y a grandes rasgos, la visión del universo que se tiene en el paradigma físico actual. Pretendo de este modo señalar las principales contribuciones de la física tanto en sus principales teorías vigentes como en algunas de las anomalías más significativas que se han detectado. Entre estas, tendrá un peso especial la paradoja de la medida, en torno a la cual se agrupan muchas de las tesis de Penrose. Para exponer el paradigma físico actual me apoyaré tanto en los escritos del autor estudiado como en los de otros ensayistas científicos, sin decantarme necesariamente por una postura, ya que es tarea de la ciencia aclarar la viabilidad de cada una de ellas. Por otro lado, resaltaré las interpretaciones más significativas que Penrose hace de estas teorías, como la prioridad de la acción gravitatoria sobre la mecánica cuántica o la importancia de la irreversibilidad de los procesos termodinámicos globales. Tras esta aproximación a la física, en el cuarto capítulo se mostrará el acercamiento matemático de Penrose a las cuestiones sobre la consciencia. Se verá cómo, apoyándose en los teoremas de incompletitud de Gödel, Penrose critica a quienes piensan que los ordenadores pueden llegar a ser conscientes de un modo esencialmente similar a como lo son los hombres. El elemento central de su crítica consiste en la afirmación de que en la consciencia humana se tiene que dar algún proceso no-algorítmico con su consiguiente substrato físico. Esta crítica realizada desde las matemáticas vendrá a engrosar las que se pueden hacer desde la filosofía o desde otros niveles de conocimiento ya que, a mi parecer, no tiene el calado que pretende justificar Penrose. Para comprender su justo alcance será necesario aclarar dos puntos que se refieren a las asunciones matemáticas que hace nuestro autor. Con este objetivo, me detendré en considerar si es necesario asumir el platonismo matemático como la única postura filosófica válida y si los presupuestos de su crítica tienen una fundamentación adecuada. Uno de los aspectos más complicados de este apartado ha sido discernir el alcance de las críticas hechas a Penrose, ya que el mismo autor se defiende de ellas en su libro Shadows of the mind. Por último, en el quinto capítulo, recogeré los elementos centrales expuestos en los capítulos anteriores (determinismo no local, esquema de los tres mundos, paradoja de la medida, prioridad de la gravedad, irreversibilidad termodinámica y elementos no- algorítmicos) para aproximarme a las sugerencias que hace Penrose en la búsqueda de un 12 nuevo paradigma físico. En este caso explicaré cómo la necesidad de un elemento no- algorítmico, detectada por Penrose, podría estar en la base de algunos enigmas físicos como la paradoja de la medida. Llegados a este punto, expondré la teoría —sostenida por Penrose y, en su realización concreta, compartida por pocos— según la cual nuestra consciencia puede tener un reflejo en la mecánica cuántica. En este punto me abstendré de criticar una postura que me parece excesivamente simplificadora para dejar que la ciencia siga aportando los datos que ayuden a comprender mejor lo que puede estar sucediendo. Por último, mostraré la virtualidad de un esquema determinista en el que nuestro autor quiere dar cabida también a la libertad. A lo largo del presente trabajo he intentado ceñirme al planteamiento de Penrose. Pero también, para alcanzar una comprensión más adecuada de lo que este autor expresa de distintos modos y en diversos lugares, he visto necesario confrontarlo con otras teorías físicas o encuadrarlo en algunos marcos filosóficos. Así ha sucedido, por ejemplo, al explicar en el segundo capítulo su método científico. Se trata de un método que en muchas de sus facetas no está explicitado y, sin embargo, asume presupuestos o modos de razonar no suficientemente justificados que son relevantes para matizar el alcance de sus conclusiones. Aun así, he intentado hacer estas aclaraciones con respeto, sin forzar las afirmaciones más allá de lo que pueden decir y sin intentar situarlas en la teoría de ningún autor concreto. Espero que el presente trabajo contribuya a suscitar nuevas perspectivas y nuevos intereses sobre las relaciones entre ciencia y filosofía, física y libertad, matemáticas y consciencia, etc., al igual que la obra de Penrose los ha suscitado en mi persona. 13 Capítulo I ¿Quién es Roger Penrose? Roger Penrose pertenece a una familia de científicos y artistas de reconocido prestigio, enraizados en la vanguardia cultural de su país. Las ricas trayectorias profesionales de sus hermanos, padres y abuelos ayudan a conocer el contexto familiar en el que se forjó su personalidad. Por eso, merece la pena comenzar por acercarse a dicho contexto antes de abordar sus propios intereses y logros académicos. Comenzaré por el 17 de octubre de 1928. Ese día Lionel Sharples Penrose y Margaret Leathes contraían matrimonio. 1. Retrato de familia Lionel Sharples Penrose era el segundo hijo de una familia de cuatro hermanos. Sus padres eran el retratista irlandés James Doyle Penrose y la honorable Elizabeth Josephine Peckover, hija del Barón Peckover, banquero y filántropo. En su familia se respiraba un neto clima artístico, aunque Lionel prefirió orientar su vocación profesional al estudio de la psicología y de la medicina genética. Nacido el 11 de junio de 1898 en Londres, en el número 44 de Finchley Road, moriría en esa misma ciudad el 12 de mayo de 1972 a los 73 años de edad. Margaret Leathes, por su parte, había crecido en un ambiente ligado a la medicina y al arte. Sus padres eran Sara Mara Natanson, una pianista letona de origen judío, y John Beresford Leathes, un médico de reconocido prestigio, autor de varias publicaciones sobre fisiología animal y humana. La orientación profesional de su padre influiría en la decisión de Margaret de estudiar medicina, algo poco frecuente entre las mujeres de su época. En esa facultad coincidió con su futuro marido, Lionel, con el que formaría una familia de la que nacieron cuatro hijos. En 1973, tras la muerte de Lionel, Margaret contraería nuevas nupcias con Maxwell Herman Alexander Newman, un matemático viudo especializado en geometría topológica. La madre de los Penrose moriría en 1989, después de enviudar por segunda vez. Entre los familiares de segundo grado de Roger Penrose, el más famoso es su tío Sir Roland Algernon Penrose. Roland era un artista que trabajó como poeta, escritor y organizador de exposiciones, así como pintor y crítico del surrealismo. Es conocido por haber introducido a Picasso en el ámbito cultural anglosajón y por haber escrito un renombrado tratado en dos volúmenes sobre las obras del pintor español. Su obra y los méritos acumulados durante años le llevarían a ser nombrado caballero del reino (Miller, 2001). Roland constituye el elemento más sobresaliente del contexto artístico en el que creció Roger Penrose, pero en los círculos más cercanos de nuestro autor predominó siempre el influjo de la medicina. Entre las muchas cosas compartidas por Lionel y Margaret se encontraba la ilusión de que al menos uno de sus cuatro hijos se dedicase a la medicina. Desde el principio 14 tuvieron claro que no sería el caso de su primogénito, Oliver, quien desde temprana edad se decantó por el estudio de la física y de las matemáticas (Thorne, 1995: 425). Oliver nació en Londres el 6 de junio de 1929 y a los 23 años se casó con Joan Lomas Dilley. De ese matrimonio vinieron al mundo tres hijos y una hija. En su vidaprofesional trabajó durante muchos años como catedrático de universidad e investigador matemático. Siendo dos años mayor que Roger Penrose, constituyó para él un constante punto de referencia, hasta tal punto que esa estrecha relación fraterna también se plasmó, siendo ya adultos, en la publicación conjunta de algunos artículos1. Jonathan, el tercero de los hermanos Penrose, nacería el 7 de octubre de 1933 en Colchester, condado de Essex, donde su padre estaba investigando sobre el retraso mental hereditario y sobre algunas enfermedades psicológicas (Laxova, 1998: 1334). Jonathan se casó con Margaret Wood y tuvo dos hijas. En su vida profesional se orientó hacia la psicología llegando a ser catedrático de esta materia. Esta dedicación la compartió con el ajedrez y aunque nunca llegó a ser Gran Maestro Internacional sí cosechó sonoros éxitos. Durante diez años fue campeón británico de ajedrez y en 1960 batió al campeón del mundo, Mikhail Tal, durante la olimpiada de ajedrez celebrada en Leipzig. Hoy en día es reconocido como uno de los más grandes ajedrecistas ingleses de todos los tiempos. Por último, la única hermana de Roger, que nació después de que terminara la segunda Guerra Mundial, acabó complaciendo los deseos de sus padres y estudió medicina. Shirley se dedicó a la pediatría y a la genética clínica. Tras su matrimonio tomó el apellido de su marido y ahora es la prestigiosa genetista Shirley Victoria Hodgson, catedrática de Cancer Genetics en la St. George’s University de Londres. En 2007 acababa de publicar la tercera edición, actualizada y ampliada, de su obra más conocida: A practical guide to human cancer genetics. Con estas breves pinceladas, se han incoado el ambiente y algunos de los intereses que nuestro autor comparte con sus familiares más cercanos. Estos intereses van desde las matemáticas a la psicología, pasando por la genética, la física o el arte. Se trata de influencias que, sin ser determinantes, manifiestan un sustrato familiar donde el saber científico constituye un tema recurrente. «Esta atmósfera de ciencia, matemáticas, arte y música, y rompecabezas y juegos, ha sido una parte importante de mi educación» (Penrose, 2010b: vol. 1, pág. xii). Sin embargo, lo más relevante de un ambiente educativo son las personas que lo crean. Y en este contexto familiar quizá la figura más influyente sea la de su padre, tanto respecto a los rompecabezas y juegos como al conjunto de la orientación científica de Roger Penrose (1998b: 4). Por eso, me detendré a considerar algunos datos más de la biografía de Lionel, antes de adentrarme en la de nuestro autor. 2. La herencia de un padre En Junio de 1968, el professor Lionel y la doctora Margaret disfrutaban de un fin de semana de trabajo en Brno (actual República Checa). Allí, en la ciudad donde Mendel 15 había hecho sus descubrimientos en genética, pudieron conocer de primera mano el monasterio donde vivió y acceder a sus documentos. Renata Laxova y su familia hicieron de cicerones. Un par de meses después, ya de vuelta de su viaje, los Penrose se alojaban en su casa de Golders Green, al noroeste de la City londinense. Allí, ataviados con abrigos debido a la amplitud de la casa familiar y a la falta de calefacción centralizada, recibieron la sorprendente visita de la familia Lax. Los Lax huían de su país y llamaban a la puerta de los Penrose en busca de refugio. En estas circunstancias, ni la intempestiva visita, ni el hecho de que apenas se conociesen, fue un impedimento para que recibieran una inmediata y calurosa acogida en la amplia mansión de Golders Green2. De hecho, la joven familia de refugiados no tendría inconveniente en alargar su estancia durante tres meses hasta que pudieron instalarse en su nueva residencia. Sin embargo, antes de que Renata Laxova terminara su estancia en Golders Green, Lionel le tenía preparada una sorpresa. Una tarde de otoño le presentó a unos viejos amigos. Se trataba de dos hombres y una mujer, cuáqueros como Lionel y su familia3, que en 1939 habían creado una asociación de acogida para niños de los países ocupados por Hitler. Lionel había reconocido en Renata a la niña de siete años que durante la Segunda Guerra Mundial había sido salvada por esa asociación junto a otros centenares de niños. Años después, la propia Renata escribiría una memoria personal en la celebración del centenario del nacimiento de Lionel Penrose, gracias a la cual podemos conocer algunos datos de su vida (Laxova, 1998)4. Lionel era la mente más universitaria de entre todos sus hermanos. Realizó sus estudios de Moral Science Tripos (matemáticas, física y psicología) en Cambridge, para después cursar un año de estudios en Viena donde conoció y profundizó en las obras de Freud y Wagner-Jauregg. Su interés por la psicología de las enfermedades y deficiencias mentales, así como su deseo de profundizar en la psicología del cerebro, le llevaron a graduarse en medicina. Tras un período de estudio en Cambridge, en el que terminó su tesis, en 1930 obtuvo el puesto de Research Medical Officer en la Royal Eastern Counties Institution. Gracias a ese puesto disfrutó de una subvención para estudiar las causas del retraso mental (Berg, 1998: 105; Laxova, 1998: 1334). Durante los siete años que duró esa investigación, Lionel y su familia vivieron en Colchester, junto a la sede de la institución. Esos años culminaron profesionalmente con la publicación en 1938 de The Colchester Survey: An Etiological Study of 1280 Cases of Mental Defect. Para este estudio, Lionel hizo un amplio y sistemático muestreo de campo tanto de enfermos como de familiares y llegó a la conclusión de que el retraso y la enfermedad mental estaban determinados sobre todo por la biología y no tanto por la sociedad. Además, obtuvo una amplia variedad de conclusiones estadísticas que alcanzarían un gran reconocimiento científico al ser confirmadas en investigaciones sucesivas (Hartvig y Kjelsberg, 2009; Lindner, 2008). Sin embargo, para el presente trabajo bastará con resaltar que Lionel encontró en un nivel inferior e interno (el biológico-genético) las causas de un problema que se pensaba que pertenecía a un nivel superior y externo (el sociológico). 16 Al año siguiente, en 1939, los Penrose con sus tres hijos emigraron a London, Ontario, Canadá y allí vivieron durante seis años hasta que terminó la Segunda Guerra Mundial. Una vez acabada, volvieron a Londres y Lionel continuó el desarrollo de su carrera profesional como muestra su bibliografía (Harris, 1974: 20 y sigs.). Sin embargo, los intereses de Lionel nunca se limitaron al campo profesional, sino que cubrieron amplios espectros del saber, desde el estudio del comportamiento de masas y los modos de prevenir guerras, hasta la investigación científica de diversos aspectos de las obras de Shakespeare (como por ejemplo su autoría), pasando por una gran afición a los juegos de ajedrez. Además, le apasionaba la música clásica —en especial Mozart y Bach, que era el favorito de su mujer—, las matemáticas, el arte en general y la artesanía de la madera en particular. Le encantaban los niños y disfrutaba construyendo mecanismos y rompecabezas artesanales para ellos (Berg, 1998: 104-105). Él y su mujer eran extremadamente hospitalarios y acogían en su propia casa a muchos estudiantes y profesionales necesitados de un techo, como sucedió con la familia Lax. Lionel compartía muchos de estos intereses con sus hijos y una muestra de ello es la dedicación de Jonathan al ajedrez, la de Shirley a la genética o algunos de los artículos publicados junto a Roger, en los que se muestran geometrías imposibles o acertijos para niños (Penrose y Penrose, 1957; 1958a; 1958b). Aun así, lo que más cautivó a Roger Penrose de su padre fue la continuidad que había entre lo que hacía por trabajo y lo que hacía por diversión: Lo importante de mi padre es que no había fronteras entre el trabajo y lo que hacía por diversión. Eso me lo contagió. Él hacía rompecabezas y juguetes para sus hijos y nietos. Tenía una leñera en la parte traserade la casa donde cortaba piezas de madera con su pequeña sierra de pedal. Recuerdo que una vez hizo una regla de cálculo con unas 12 piezas diferentes, de distintos formatos, que podíamos combinar en formas complicadas. Más adelante, pasaría mucho tiempo de su vida haciendo modelos de madera que se reproducían a sí mismos —lo que hoy denominamos vida artificial. Eran mecanismos simples que, si se juntaban, provocaban que otros trocitos se uniesen del mismo modo por sí solos. Sentado en su leñera, cortaba estos elementos de madera en grandes cantidades (Kruglinski, 2009: 55). Sin duda, todos estos recuerdos paternos, fuertemente grabados en la memoria de Roger Penrose, constituyen una parte importante del bagaje de actitudes y aptitudes que le acompañarán e influirán en su vida. Me detendré ahora en una breve descripción biográfica y bibliográfica del físico-matemático inglés, dejando para el siguiente capítulo el estudio de las líneas fuertes de su pensamiento. 3. Pasión por las matemáticas El primer año de la familia Penrose en el condado de Essex fue recibido con el nacimiento de Roger, el 8 de agosto de 1931. Fueron tiempos de serena normalidad, de alegre vida familiar y, en el caso de Lionel, de intensa dedicación profesional. Sin embargo, su investigación tenía fecha de caducidad y sus progresos científicos le acabarían llevando, junto a su familia, primero a los Estados Unidos y después a London, Ontario, Canadá. Este último traslado se debió solo en parte a una nueva oferta de trabajo, ya que la perspectiva del inicio de la Segunda Guerra Mundial en el viejo 17 continente desempeño un papel crucial en la decisión. En London, Roger empezó a ir a la escuela, aunque sin mucho éxito y con especiales dificultades para las matemáticas. De hecho, su interés por las matemáticas se despertará en el ámbito familiar, no en el escolar. A su padre y a su madre les apasionaba la geometría5 y de algún modo se la contagiaron también a su hijo6, pero el responsable más directo del interés de Roger por las matemáticas y la física sería su hermano Oliver7. Me atrevería a sugerir, incluso, que el período canadiense supuso para Roger Penrose no solo el despertar de su pasión por los números sino también un modo de ver las matemáticas donde hay mucho espacio para la intuición. Conviene recordar que, durante meses y siendo muy joven, tuvo que esforzarse mucho en comprender las matemáticas hasta que de repente empezó a verlas y pasó de ser el más lento de la clase a ser el alumno aventajado8. Tras el final de la Segunda Guerra Mundial, la familia Penrose volvió a Londres y Lionel encontró trabajo como catedrático (Galton Professor) de Human Genetics en el University College London hasta su jubilación. Allí es donde Roger continuó sus estudios, primero en la escuela y después en el College; en parte, porque los hijos de los profesores estaban exentos de pagar la matrícula. Al terminar el College, Roger obtuvo el grado de bachiller en ciencias matemáticas con la más alta calificación (First Class Honours). Sin embargo, no le había resultado fácil recorrer ese camino. Entre medias tuvo que abandonar el estudio de la biología, asignatura que le gustaba pero no podía cursar junto con las matemáticas, y sobreponerse a cierta resistencia familiar que deseaba que estudiase medicina9. Antes de ingresar en el College y ante la insistencia de Roger por cursar matemáticas, su padre, Lionel, dispuso que uno de sus colegas le hiciese un examen especial. El examen consistió en doce preguntas a las que Roger Penrose podía responder a lo largo de todo un día. Lo normal es que hubiese respondido bien a una o dos preguntas pero, cuando resolvió los doce problemas correctamente en unas horas, Lionel aceptó que su hijo estudiase matemáticas (Thorne, 1995: 425). Estas pequeñas dificultades que se interpusieron en el camino de Roger Penrose no son sino una manifestación más de su pasión por las matemáticas y de su tenacidad para perseguir aquello que despertaba su interés intelectual. 4. Unos años intensos En 1952 Roger ingresó en la Universidad de Cambridge, la misma en que su padre cursó medicina y su hermano Oliver física. Allí se matriculó como estudiante de grado en matemáticas puras y siguió interesándose por otras áreas del saber propias del ámbito familiar. Siempre conservó un interés por la medicina y la psicología, heredado de su padre, así como una profunda inclinación hacia la física y la cosmología, compartida con su hermano y acrecentada tras escuchar unas charlas radiofónicas a cargo de Fred Hoyle (Penrose, 2010a: 66). Sus primeras publicaciones sobre matemáticas no tardaron en llegar. En 1953 escribió su primer artículo y solo dos años después, siendo todavía estudiante, realizó su 18 contribución más significativa de esta época: demostró cómo calcular una matriz inversa con un sencillo procedimiento. Dicho método, conocido como la matriz inversa de Moore-Penrose, se sigue usando en la actualidad como un práctico instrumento matemático del álgebra matricial (Penrose, 1955). Durante el curso siguiente y sin dejar de lado la publicación de artículos, Roger trabajó como profesor adjunto de matemáticas puras en Bedford College (Londres)10. Al terminar ese curso, recibió una beca de tres años como investigador en el St. John’s College de Cambridge. Con su regreso a Cambridge se produjo también una reorientación investigadora hacia el álgebra geométrica: nuestro autor trabajó inicialmente bajo la supervisión de William Hodge y, a partir de 1958, bajo la de John Arthur Todd. Durante esos intensos años, entre 1957 y 1959, Penrose obtuvo el doctorado en matemáticas por su trabajo en algebra geométrica (Penrose, 1957), comenzó a profundizar en física cosmológica, gracias a tres asignaturas que curso en Cambridge y a la influencia de Dennis Sciama11, y se casó con Joan Isabel Wedge, con quien tuvo tres hijos. Veamos estas facetas de su vida. En primer lugar, en el campo del álgebra geométrica y a modo de entretenimiento, Roger abordó el problema del teselado (tiling problem). Buscó un conjunto de formas que cubrieran una superficie sin generar ningún patrón repetitivo12. Es lo que se conoce como cuasi-simetría. En la cuasi-simetría, mediante un conjunto finito de teselas se cubre completamente un área sin repetir un orden. Algo similar a un puzle en el que a primera vista parece haber un orden regular y, sin embargo, cuando se observa detenidamente, se aprecia que no lo hay. En su búsqueda de patrones cuasi-periódicos, Penrose encontró una primera solución al problema del teselado que requería miles de formas diferentes. Tras años de estudio consiguió reducir el número a seis y finalmente a dos, como se observa en la figura. 19 Además, como colofón de su esfuerzo descubrió que el problema del teselado era computacionalmente irresoluble: no existía ningún método informático, por muy sofisticado que fuese, capaz de encontrar la solución. Por tanto, el método personal que Penrose había seguido para alcanzar ese descubrimiento tampoco podía ser computacional13. Según nuestro autor, para resolver el problema, le debieron influir algunas ideas matemáticas de Kepler, mediante alguna intuición heurística no explícita (García Prada, 2001: 12). De modo análogo, Penrose también sugiere que sus resultados pudieron influir en el descubrimiento físico que Shechtman hizo de cuasi-cristales formados por teselados aperiódicos (Steinhardt, 1996)14. El descubrimiento contra pronóstico de este tipo de cristales en la naturaleza constató, una vez más, la estrecha relación entre matemáticas y física. Supuso que en la naturaleza se observaba un comportamiento ordenado, con una base matemática sencilla, descubierto mediante cierta intuición fundamentalmente inaccesible al tratamiento computacional. Para Roger este descubrimiento fue un motivo de satisfacción y, a la vez, supuso una reafirmación personal en el curioso paralelismo matemático que subyace en el mundo físico. En línea con la resolución por entretenimiento de problemasgeométricos se encuentran las publicaciones que Roger Penrose realizó junto a su padre entre 1957 y 1958. De estos artículos, a medio camino entre creación geométrica y problemas de recursividad, el más conocido es el relacionado con los objetos imposibles, donde por primera vez aparecen el triángulo y la escalera de Penrose. Para la creación de estos objetos, también conocidos como el triángulo imposible y la escalera sin fin, Roger reconoce una influencia recíproca con el artista holandés M. C. Escher, quien desempeñó primero el papel de inspirador y después el de forjador en imágenes de esos objetos15: 20 En mi segundo año como estudiante de grado en Cambridge, asistí al Congreso Internacional de Matemáticas en Amsterdam. Allí recuerdo que uno de los profesores tenía un catálogo en cuya portada aparecía un cuadro de Escher, Día y noche, el de los pájaros que vuelan en direcciones opuestas y en un lado es de noche mientras que en el otro es de día. Recuerdo que me quedé intrigado y le pregunté de dónde lo había sacado. Me dijo, «Ah, bueno, hay una exposición de un tal Escher que te podría interesar». Así que fui y me quedé impresionado con los extraños y maravillosos grabados y litografías de la exposición. Nunca había visto nada igual. Entonces intenté dibujar algunas imágenes imposibles por mí mismo y es cuando surgió lo que denominé un tri-bar. Se trata de un triángulo que parece un objeto en tres dimensiones, pero que en realidad no puede ser tridimensional. Se lo mostré a mi padre y él realizó otros objetos y edificios imposibles. Después los publicamos en un artículo de la Revista Británica de Psicología reconociendo la aportación de Escher (...) Él utilizó dos objetos de este artículo. Uno fue el tri-bar, en su litografía Cascada, y el otro fue la escalera imposible que mi padre había diseñado. Escher la utilizó en Ascendiendo y descendiendo, con unos monjes dando vueltas y más vueltas por las escaleras. Además, en una ocasión que estuve con Escher le entregué un puzle con unas teselas que formaban un patrón repetitivo, pero solo si se conseguía que doce piezas encajasen entre sí. Él resolvió el puzle y me escribió para preguntarme cómo estaba hecho, en qué se basaba. Entonces le mostré una tesela con forma de ave que formaba ese patrón y la incorporó en la que me parece que es su última obra, Fantasmas (Kruglinski, 2009: 55). En esta larga cita Penrose entremezcla comentarios sobre los objetos imposibles con alusiones a los teselados. Tiene su lógica ya que ambos forman parte de lo que Penrose hacía por diversión. Pero además, tanto los objetos imposibles como el teselado aperiódico, poseen otro rasgo en común que me interesa resaltar desde el principio de este libro. Ese rasgo, sobre el que se volverá más adelante, es la no-localidad. La no-localidad consiste en la existencia de cierto orden en un ámbito superior que, sin embargo, no se aprecia en una observación meramente local. Así los objetos imposibles si se miran por partes y de cerca son objetos y construcciones que podrían existir en la realidad pero, vistos en conjunto, se observa que son imposibles. A su vez, en el teselado aperiódico un estudio local no permite apreciar cuál es el patrón que siguen, aunque desde un nivel superior se sepa que existe un orden. En los capítulos cuarto y quinto de este libro se analizará qué pueden hacer los ordenadores ante este tipo de observaciones de nivel superior. El segundo aspecto que enuncié al hablar del período entre 1957 y 1959 era el despertar de la atracción de Penrose por la cosmología. El interés de nuestro autor por las cuestiones físicas ya se había visto alentado desde temprana edad por su hermano Oliver, pero en este período recibirá un significativo impulso con el auge de la teoría cosmológica del modelo estacionario de Bondi-Gold-Hoyle. Esta teoría, que le resultó atractiva por la belleza de su formulación matemática y por la solidez de sus argumentos, se le resistía cuando intentaba entenderla en sus puntos más oscuros. Con el deseo de aclarar estas dudas, Penrose acudió a Dennis Sciama, compañero de despacho de su hermano Oliver en Cambridge (Thorne, 1995: 425-426). Sciama era un físico que se dedicaba a la cosmología y que defendía fervientemente el modelo estacionario. Con él pudo profundizar en los entresijos de la teoría y de él recibió la recomendación de asistir a diversos cursos sobre cosmología y mecánica cuántica. En esos cursos Penrose pudo conocer de primera mano a algunos de los principales exponentes de estas teorías (Penrose, 2010a: 66). El interés de Penrose por la física le llevó a conseguir una beca de investigación de la 21 OTAN que cubrió sus gastos durante los cursos 1959 a 1961. En esta ocasión viajó a los Estados Unidos y allí se dedicó a investigar en las universidades de Princeton, Syracuse y Cornell e inició la publicación de sus artículos sobre cosmología. Durante los dos siguientes cursos volvió a Inglaterra y trabajo como investigador asociado en el King’s College de Londres, y durante el curso siguiente se trasladó a la Universidad de Texas, en Austin, como profesor visitante de matemáticas. Si se ponen en paralelo estos cambios de residencia con las publicaciones de Penrose, se observa que en los períodos estadounidenses tienen lugar las publicaciones sobre física y cosmología, mientras que en el período británico se mantienen las publicaciones sobre matemática pura (Penrose, Whitehead y Zeeman, 1961). Por último y en tercer lugar, también la vida familiar de Penrose experimentó cambios sustanciales al final de la década de los 50. En 1959, Penrose contrajo matrimonio con la norteamericana Joan Isabel Wedge con quien tuvo sus tres primeros hijos y de la que se divorciaría en 1980. En la actualidad y desde 1988, está civilmente casado con Vanessa Dee Thomas, que es profesora de matemáticas en Abingdon School, en el condado de Oxford. Recientemente, en 2000, Roger Penrose ha vuelto a ser padre16. 5. Maduración de una vida En 1964, tras 7 años de cambios constantes, Roger Penrose fue nombrado profesor adjunto en Birkbeck College y tres años después fue promovido a catedrático de Matemáticas Aplicadas, puesto en el que permaneció hasta 1973. Con ese nombramiento llegaría la estabilidad, tanto de residencia como de áreas de investigación. A partir de este momento, nuestro autor intensificó sus esfuerzos en aplicar sus conocimientos matemáticos y geométricos, primero a la física cosmológica y después a la mecánica cuántica. Como fruto de ese esfuerzo desarrolló algunas teorías nuevas entre las que se encuentran el primer teorema de la singularidad y la teoría de twistores. En el otoño de 1964 Roger Penrose comenzó a estudiar con profundidad el fenómeno del colapso gravitatorio. Este interés fue estimulado por las conversaciones que mantuvo junto al físico John A. Wheeler sobre un curioso objeto estelar (actualmente denominado cuásar) descubierto por Maarten Schmidt (Penrose, 2010a: 99). Su estudio le llevaría a formular al año siguiente el primer teorema de la singularidad para después completarlo junto con Stephen Hawking, hasta postular la existencia de singularidades en el interior de los agujeros negros. La aportación inicial de Roger Penrose se apoyaba en métodos topológicos para afirmar que en condiciones de existencia de una superficie atrapada —como las de una inmensa estrella que está muriendo— se tenía que acabar produciendo una singularidad por colapso gravitacional, en la que el espacio-tiempo dejase de ser continuo y la relatividad general clásica no se pudiese aplicar17. Los resultados de esta investigación supusieron un acicate para salir en busca de una teoría unificada que combinase la relatividad y la teoría cuántica. En este intento por explicar lo que sucede en las singularidades Penrose consideró que los efectos cuánticos debían desempeñar un papel 22 muy especial, porque la cuántica era la única teoría física de suficiente entidad para explicar aquello que escapaba a la relatividad. Una parte de su intentopor unificar la relatividad con la teoría cuántica será la teoría de twistores, pensada en 196318, elaborada en 1967 y perfeccionada posteriormente. Esta teoría es el proyecto más ambicioso de Penrose, el que más dedicación le ha supuesto y del que se siente más orgulloso (García Prada, 2001: 15). En él, con una asombrosa e ingeniosa combinación de métodos algebraicos y geométricos, el físico-matemático inglés pretende traducir la teoría de la relatividad a términos que puedan dialogar con la mecánica cuántica. Para ello, considera que el espacio y el tiempo son estructuras secundarias que emergen a partir de un nivel de realidad más profundo, donde gobernarían leyes cuántico-gravitatorias. La teoría de twistores fue inicialmente acogida con gran entusiasmo pero, ante la aparición de las teorías de supercuerdas, se vio postergada hasta un segundo o tercer puesto en la investigación científica. Esto sucedió, en parte, porque las teorías de supercuerdas eran más prometedoras y, en parte, porque, tal y como se proponían a comienzos de este siglo, las teorías de supercuerdas no eran compatibles con la teoría de twistores19. Sin embargo, en 2003, tras una conversación con Penrose, Edward Witten ha propuesto un nuevo modo de combinar la teoría de cuerdas con la teoría de twistores que ha reactivado la investigación en esta área (Witten, 2004). Hasta aquí llega nuestra primera aproximación a las teorías físicas de Penrose. Para hacerse una idea es suficiente con lo que se ha explicado aunque, más adelante, será necesario profundizar en algunas de ellas. Por el momento, deseo terminar el presente capítulo deteniéndome brevemente en el reconocimiento académico que la carrera de Penrose ha suscitado en los últimos años y en el prestigio que ha alcanzado como ensayista científico. 6. Compartir el saber La estabilidad residencial que Roger Penrose obtuvo a partir de 1964 fue compaginada, entre 1966 y 1969, con trabajos de visitante a tiempo parcial en diversos centros universitarios estadounidenses, como Yeshiva, Princeton y Cornell. Además, desde 1983 hasta 1987, fue Lovett Professor en la Rice University de Houston y posteriormente Distinguished Professor of Physics and Mathematics en la Universidad de Syracuse, hasta que en 1993 fue nombrado Francis and Helen Pentz Distinguished Professor of Physics and Mathematics en la Universidad del Estado de Pensilvania. Entre los reconocimientos que Roger Penrose ha recibido se encuentra el de miembro de la Royal Society of London en 1972; nombramiento que comparte con su padre y su hermano Oliver. A este le sucedió un año más tarde su nombramiento como Rouse Ball Professor of Mathematics en la Universidad de Oxford, puesto en el que permaneció hasta que se jubiló y del que ahora es catedrático emérito. En 1998, el mismo año de su jubilación, fue nombrado Gresham Professor de Geometría en el Gresham College y socio extranjero de la Academia Nacional de las Ciencias de los Estados Unidos. 23 Durante sus primeros años en Oxford siguió realizando una intensa y extensa labor científica y comenzó a interesarse por las bases físicas de la consciencia. La combinación de intereses por las matemáticas, la física y la consciencia le llevarían a publicar en 1989 su best seller, The emperor’s new mind: concerning computers, minds, and the laws of physics. Con este ensayo no solo saltó a la palestra de la divulgación científica sino que, al año siguiente, recibió el Rhone-Poulenc Science Book Prize, como mejor ensayo de divulgación científica. A este primer éxito le sucedería en 1994 su segundo libro, Shadows of the mind: a search for the missing science of consciousness, que es una continuación y profundización en algunos de los argumentos desarrollados en The emperor’s new mind. Con este libro Roger Penrose no buscó una amplia divulgación sino dar una respuesta más científica a las críticas recibidas. Su objetivo fue demostrar la consistencia de su argumento contra la inteligencia artificial, afinando los trazos más gruesos y aclarando los puntos más criticados (García Prada, 2001: 13). También en ese mismo año, Roger Penrose mantuvo un interesante debate junto con Stephen Hawking sobre la naturaleza del cosmos en el Isaac Newton Institute of Mathematical Sciences de la Universidad de Cambridge. El debate fue transcrito y publicado dos años después bajo el título de The nature of space and time. De ese debate merece la pena extraer una frase en la que Penrose resume de modo acertado su posición y la de Hawking: Al comienzo de este debate Stephen dijo que se considera un positivista mientras que yo soy un platónico. Me satisface que se considere un positivista, pero pienso que el punto esencial es que yo soy un realista. Si se compara este debate con el famoso debate entre Bohr y Einstein, que tuvo lugar hace unos setenta años, pienso que Stephen desempeñaría el papel de Bohr, mientras que yo ¡el de Einstein! Einstein sostenía que debería existir algo así como un mundo real, no necesariamente representado por la función de onda, mientras que Bohr subrayaba que la función de onda no describe un micro-mundo real sino solo los conocimientos que son necesarios para hacer predicciones (Hawking y Penrose, 2010: 134-135). En cuanto a los reconocimientos y sin salirnos de 1994, Roger fue nombrado caballero por sus servicios a la ciencia, al igual que lo había sido su tío Roland por sus servicios al arte. Posteriormente, en 2000 recibió la Orden del Mérito y en 2004 la Medalla Morgan de la Sociedad Matemática de Londres. Con motivo de esa entrega se señalaron algunas de sus contribuciones a la ciencia: Su profundo estudio de la Relatividad General ha contribuido a nuestra comprensión de los agujeros negros. Su desarrollo de la Teoría de Twistores ha originado una bella y valiosa aproximación a las ecuaciones clásicas de la física matemática. Sus teselados de superficies están en la base de los cuasi- cristales recién descubiertos20. También, cuando en 2005 recibió la Medalla Copley de la Royal Society —el premio con más solera a los logros científicos— Martin Rees señalaba algunas de las contribuciones de nuestro autor que habían llevado al reconocimiento: Roger ha desarrollado originales y significativas ideas científicas durante medio siglo. Su obra manifiesta una excepcional intuición geométrica y física. Ha aplicado nuevas técnicas matemáticas a la teoría de Einstein, lo que llevó al renacimiento de la teoría de la gravitación en los 60. Sus novedosas ideas sobre el espacio y el tiempo, así como su concepto de twistores son, cada vez, más influyentes. Además, 24 también sus pasatiempos han tenido un impacto intelectual, como se ve en las figuras imposibles popularizadas por Escher o en los patrones no repetitivos del teselado de Penrose. Su influencia y estímulo se ha extendido a un amplio público mediante sus conferencias y sus célebres libros21. Roger Penrose también ha recibido el Adams Prize de la Universidad de Cambridge; el Wolf Foundation Prize for Physics, junto con Hawking, por su contribución a la comprensión del universo; el Dannie Heinemann Prize de la American Physical Society y del American Institute of Physics; la Royal Society Royal Medal; la Dirac Medal y la Medal of the British Institute of Physics; la Eddington Medal of the Royal Astronomical Society; el Naylor Prize de la London Mathematical Society; el Albert Einstein Prize and Medal de la Albert Einstein Society... pero no voy a hacer un listado de todos, porque con los que se han señalado parece suficiente para darse cuenta de la profundidad y el alcance de su labor científica. Por último, conviene resaltar la constante preocupación pedagógica de Roger Penrose. Una muestra de ello es que el 18 de Enero de 2006 recibió el Communications Award of the Joint Policy Board for Mathematics (JPBM) como reconocimiento de los excepcionales logros en la comunicación de matemáticas a no matemáticos. Es la consecuencia de su preocupación por traducir a términos accesibles para el público interesadolo que hacen los físico-matemáticos. En esta línea se insertan también los dos últimos libros que ha publicado. En 2004 salió a los mercados The Road to the Reality que es un extenso repaso de la física y la matemática necesaria para el conocimiento actual del universo; y en 2010 vio la luz Cycles of Time, en el que se propone una nueva teoría sobre el origen del big bang y la posibilidad de ciclos de tiempo previos al big bang. El prestigio y las publicaciones de Roger Penrose a la vez que han adquirido un matiz divulgativo —hasta el punto de llegar a escribir una novela de ciencia ficción junto con Brian W. Aldiss (1999)— no le han alejado de la ensayística y de la publicación científica. Una buena prueba son la cantidad de artículos publicados en los últimos años, así como el hecho de que haya aparecido una colección de sus obras completas hasta octubre del año 2003 (Penrose, 2010b). Esta colección de seis volúmenes será previsiblemente ampliada con lo que Roger Penrose ha seguido publicando. Terminamos este capítulo que nos ha introducido someramente en la vida de Roger Penrose con la sensación de que queda mucho por profundizar. Así es. De todos modos dejaré ya por sentada tanto la influencia familiar en la dedicación científica de nuestro autor, en especial de su padre, como su prestigio científico. En el pensamiento de Penrose también cabe resaltar tanto la influencia directa de algunos mentores, véase Albert Einstein o Dennis Sciama, como la influencia indirecta de las ideas de otros autores, como Kepler o Escher, que sirvieron de catalizadores heurísticos. Además, en el presente capítulo se han mostrado algunos de los temas centrales en nuestro autor como son: el valor de las matemáticas y de la geometría al hacer física o su comprensión de la ciencia como búsqueda de la realidad. En cuanto a los intereses de Penrose como científico han aparecido algunos que se han explicado con heterogénea profundidad, pero quedan muchos que todavía no se han 25 tratado. A modo de enunciado se pueden señalar: el teselado aperiódico y su relación con los cuasi-cristales; la teoría de twistores y su relación con la gravedad cuántica; las redes de spin y su relación con el tratamiento continuo-discontinuo de la materia; los diagramas de Penrose para el estudio de las singularidades y su relación con las estrellas, los agujeros negros y el big bang; la reducción de estado o colapso de función de onda y su relación con la consciencia; y algunos más que poco a poco se irán afrontando. De momento terminaré esta breve aproximación biográfica y bibliográfica para comenzar un nuevo tema sobre los presupuestos metodológicos, científicos, filosóficos y epistemológicos del pensamiento de Penrose. 1 En Penrose, 1994a: 352 se explica alguno de los descubrimientos hechos entre los dos hermanos. 2 Sorprende el cercano testimonio de Lionel que hizo Anita Lax, hija de Renata Laxova, cuando tenía 15 años (Harris, 1974: 19). 3 Las dos ramas de la familia, tanto por parte de Lionel como de Margaret, eran cuáqueros desde hacía más de 200 años (Watt, 1998a: 137). 4 Desde un punto de vista más humano —y aunque trata muy someramente muchos de sus logros científicos— quizá la biografía de Lionel más completa sea Smith, 1999. 5 Como lo manifiesta, por ejemplo, el interés de Lionel por los objetos imposibles y el hecho de que Margaret se casara en segundas nupcias con un matemático de esta área. 6 «I remember asking him —I was around 9 years old— about whether you could fit regular hexagons together and make it round like a sphere. And he said, “No, no, you can’t do that, but you can do it with pentagons’, which was a surprise to me”. He showed me how to make polyhedra, and so I got started on that» (Kruglinski, 2009: 55). 7 «[Oliver] was two years older than I was, but four years ahead in school. He knew a lot about mathematics at a young age and took a great interest in both mathematics and physics» (García Prada, 2000: 17). 8 «I was unbelievably slow. I lived in Canada for a while, for about six years, during the war. When I was 8, sitting in class, we had to do this mental arithmetic very fast, or what seemed to me very fast. I always got lost. And the teacher, who didn’t like me very much, moved me down a class. There was one rather insightful teacher who decided, after I’d done so badly on these tests, that he would have timeless tests. You could just take as long as you’d like. We all had the same test. I was allowed to take the entire next period to continue, which was a play period. Everyone was always out and enjoying themselves, and I was struggling away to do these tests. And even then sometimes it would stretch into the period beyond that. So I was at least twice as slow as anybody else. Eventually I would do very well» (Kruglinski, 2009: 56). 9 «I remember an occasion when we had to decide which subjects to do in the final two years. Each of us would go up to see the headmaster, one after the other, and he said “Well, what subjects do you want to do when you specialise next year”. I said “I’d like to do biology, chemistry and mathematics” and he said “No, that’s impossible — you can’t do biology and mathematics at the same time, we just don’t have that option”. Since I had no desire to lose my mathematics I said “Mathematics, physics and chemistry”. My parents were rather annoyed when I got home; my medical career had disappeared in one stroke» (García Prada, 2000: 17). 10 Esta institución fue fundada en 1849 por Elizabeth Jesser Reid como un College de educación universitaria dirigido a mujeres y es la primera de este tipo que se fundó en el Reino Unido. 11 «One was a course by Hermann Bondi on general relativity which was fascinating; Bondi had a wonderful lecturing style which made the subject come alive. Another was a course by Paul Dirac on quantum mechanics, which was beautiful in a completely different way; it was just such a perfect collection of lectures and I really found them extremely inspiring. And the third course, which later on became very influential although at the time I didn’t know it was going to, was a course on mathematical logic given by Steen. I learnt about Turing machines and about Gödel’s theorem, and I think I formulated during that time the view I still hold, that there is something in mental phenomena, something in our understanding of mathematics in particular, which you cannot encapsulate by any kind of computation. That view has stuck with me since that period. (...) [Sciama] was very influential on me. He taught me a great deal of physics, and the excitement of doing physics came through; he was that kind of person, who conveyed the excitement of what was currently going on in physics...» (García Prada, 2000: 18). 12 «Tiling problems have always been a doodling side interest of mine, just for fun; if I got bored with what I was doing I’d try and fit shapes together, for no particular scientific reason. Although I supposed that there was some connection with my interest in cosmology, in that there seem to be large structures in the universe that are very complicated on a large scale, whereas one believes that they should be governed by simple laws at root. So I 26 tried to find a model where we have simple structures that produce great complication in large areas; I had an interest in types of hierarchical design» (García Prada, 2001: 12). «My interest in the tiles has to do with the idea of a universe controlled by very simple forces, even though we see complications all over the place. The tilings follow conventional rules to make complicated patterns. It was an attempt to see how the complicated could be satisfied by very simple rules that reflect what we see in the world» (Kruglinski, 2009: 56). 13 En el presente trabajo se identifican los conceptos computacional y algorítmico, como hace Penrose, ya que un algoritmo es el procedimiento computacional que usa un ordenador para obtener la solución a un problema. Por tanto, aunque entre ambos conceptos existeuna ligera diferencia semántica (el algoritmo hace más referencia al aspecto estático y la computación al aspecto dinámico), los dos se refieren al modo de resolver problemas de un ordenador. 14 Por este descubrimiento, realizado en 1984, y por sus posteriores investigaciones en cuasi-cristales, Daniel Shechtman recibió el premio Nobel de química en 2011. 15 «As a student in 1954, Penrose was attending a conference in Amsterdam when by chance he came across an exhibition of Escher’s work. Soon he was trying to conjure up impossible figures of his own and discovered the tri-bar —a triangle that looks like a real, solid three-dimensional object, but isn’t. Together with his father, a physicist and mathematician, Penrose went on to design a staircase that simultaneously loops up and down. An article followed and a copy was sent to Escher. Completing a cyclical flow of creativity, the Dutch master of geometrical illusions was inspired to produce his two masterpieces» (Kumar, 2010). 16 «In addition to all this, I have a new son (Maxwell Sebastian. Max, for short) who was born on 26 May 2000» (García Prada, 2001: 17). 17 «I proved [it] was a theorem which was published in 1965 in Physical Review Letters, where I showed that if a collapse takes place until a certain condition holds (a qualitative condition which I called the existence of a trapped surface), then you would expect some type of singularity. What it really showed is that the space-time could not be continued, it must come to an end somewhere, but it doesn’t say what the nature of that end is, it just says that the space-time cannot be continued indefinitely» (García Prada, 2000: 19). 18 «The main object of twistor theory is to find the appropriate union between general relativity and quantum mechanics. I suppose I had that view over thirty years ago (actually, 1963) before I talked about this singularity issue and the asymmetry, and so on. I’d already felt that one needs a radically different way of looking at things, and twistor theory was originally motivated by such considerations. Since we can’t just ‘quantise’, we need other guiding principles» (García Prada, 2000: 20). 19 Respecto a las posibilidad de conexiones entre estas teorías, Penrose decía en una entrevista: «I think there probably are. It’s not something that has been deeply explored, and the groups of people who work on these subjects are more-or-less disjoint. There have been some attempts to bring the theories together, but I think that the right vehicle for doing so hasn’t come about yet. I wouldn’t be at all surprised to find that in the future some more significant link between these two areas is found, but I don’t see it right now» (García Prada, 2000: 21). 20 http://www-history.mcs.st-and.ac.uk/Biographies/Penrose.html accedido en abril de 2013. 21 http://royalsociety.org/News.aspx?id=1202 accedido en abril de 2013. 27 Capítulo II Bases filosóficas La capacidad de admiración22 y la adaptación flexible a los nuevos descubrimientos forman parte del estilo de pensar de Roger Penrose. Con honestidad cambia de opinión cuando lo considera acorde con las nuevas contribuciones de la ciencia y así lo reconoce tanto al inicio de su trayectoria como en los años sucesivos. De este modo, admite que ha cambiado tanto su visión sobre el origen del universo, desde que al principio quedase fascinado por la belleza matemática de la teoría del estado estacionario (Penrose, 2010a: 66), como su propuesta sobre una actividad cuántica en el cerebro humano, desde su primer enfoque expresado en La nueva mente del emperador23. Junto con esta capacidad de adaptación, Roger Penrose también reconoce el límite de sus ideas y frecuentemente las presenta como un acercamiento heurístico a una solución que quizá no se encuentre por esa vía. Por ejemplo, al hablar de las teorías de supercuerdas sostiene que proponer la existencia de más de cuatro dimensiones espacio- temporales es un error; y aventura que quizá la solución esté en la línea de las teorías de supercuerdas pero con cuatro dimensiones, base fundamental de su teoría de twistores24. De este modo intenta aportar ideas que guían su pensamiento a la vez que reconoce sus límites (Penrose, 1999b: 24). Estas actitudes (capacidad de admiración, flexibilidad para adoptar los descubrimientos científicos y transparencia para señalar las limitaciones de las propias propuestas) son necesarias en todo buen científico y hacen que, por contraste, resalten las ideas de fondo que permanecen estables bajo un enfoque concreto. En el caso de Penrose estas ideas de fondo se refieren a planteamientos científicos pero, sobre todo, a elementos básicos de su modo de pensar y de hacer ciencia. Así, por ejemplo, defiende que la aproximación científica a la realidad genera un conocimiento verdadero cada vez más estable; o que las matemáticas están ahí; o también que la ciencia permite conocer la realidad. Se inclina así hacia posturas como las de Einstein, Schrödinger o Dirac (Penrose, 2010a: 189), mientras se aleja de las de Bohr o Hawking. Que estas ideas de fondo permanezcan más o menos estables no solo remite a la objetividad del método científico en general, sino también a la interpretación subjetiva que cada científico hace del método y de los resultados. Es decir, las ideas de fondo remiten a una filosofía, entendida de modo coloquial, como aproximación personal (subjetiva) a la totalidad de la realidad (objetiva)25. En los próximos apartados se intentará exponer cuáles son los elementos fundamentales de la filosofía de nuestro autor, tal y como los explica; y ocasionalmente se insertarán aclaraciones personales para sacar a la luz ciertos esquemas y conexiones implícitas. Si bien Penrose hace pocas elaboraciones filosóficas explícitas, no por eso deja de ser un científico que traspasa las fronteras de la ciencia en busca del sentido último de las cosas; y que, por lo tanto, se comporta como un auténtico filósofo. 28 1. El método científico En el presente apartado se expondrán los elementos más significativos de la comprensión que Roger Penrose tiene del método científico. Dejaré de lado algunas características importantes del método, que no son objeto de atención por parte del físico inglés, para centrarme en sus observaciones. Desde este enfoque me aproximaré primero al conocimiento como condición de posibilidad de la actividad científica para posteriormente describir el inicio, el desarrollo, la apertura y los límites de dicha actividad. Los que defienden la validez del método científico se apoyan frecuentemente en sus innegables logros. Penrose comparte esa apreciación y concluye que esos logros afirman un mínimo de realismo y de causalidad ahí fuera (Penrose, 1999b: 196)26. Ese realismo y esa causalidad, además de fundamentar la actividad científica y su método, también son condición de posibilidad de otros modos de conocer como la filosofía o el sentido común. Esos modos alternativos de conocer la realidad serían necesarios para alcanzar una visión más completa del mundo27, aunque el método más fiable seguiría siendo el científico. Antes de proseguir me gustaría aclarar que si el conocimiento fuera eminentemente pragmático entonces se podría afirmar —como sostiene Penrose— la primacía de la ciencia experimental sobre otros métodos, porque da resultados comprobables y permite dominar la realidad. Algo que no es tan obvio en la filosofía. Sin embargo, si se parte de que la realidad está ahí entonces es más fácil defender la validez de otros modos de aproximación que permiten contemplar o admirar la realidad sin necesidad de intervenir. En este caso no se defiende la eficacia controladora de una construcción teórica sino una riqueza del conocimiento que no se auto-limita a lo experimental, ni a los resultados. En última instancia supone un predominio del conocimiento en sí sobre la utilidad práctica. La postura de Penrose pretende ser intermedia. A la vez que defiende la prioridad del método científico sobre el resto de métodos por suutilidad, no reduce la utilidad a mero pragmatismo sino que resalta su dimensión teórica desveladora de la realidad. Además, por esta utilidad teórica, el método científico no se debería detener ante preguntas difíciles, sino que debería buscar y encontrar respuestas incluso a preguntas fundamentales sobre el origen del universo, el origen de la consciencia o el origen de la vida. Para Penrose las únicas preguntas a las que la ciencia experimental nunca podrá aportar respuesta alguna serán las preguntas sobre el bien y el mal, porque son exclusivas de una aproximación moral. Lo que no queda claro es si este conocimiento moral es relativo o puede ser equivalente al científico. Desde mi punto de vista y si se me permite una comparación con el fútbol, Penrose acentúa demasiado dos aspectos. En primer lugar, a la hora de buscar respuestas, sobrecarga al método científico con responsabilidades que le exceden y que son propias del conocimiento en su conjunto. Y en segundo lugar, ensalza demasiado los talentos individuales del método científico respecto a otros modos de conocer. Personalmente me inclino por valorar más el conjunto del conocimiento frente a la individualidad del 29 método científico. Este método sería un jugador más dentro del equipo, quizá el que tiene más talento para marcar, para conseguir resultados, pero en el conjunto del conocimiento todos los métodos juegan y cada uno desempeña su papel. Cada uno de los distintos métodos, según Penrose, aportaría unas respuestas que serían complementarias y, por lo tanto, con una mayor variedad de métodos se podría obtener un conocimiento más completo. Sin embargo, en algunos casos, esas contribuciones podrían dificultar la investigación en lugar de contribuir a ella. Así por ejemplo, se podría desistir de formular en clave científica algunas preguntas difíciles que encuentran respuesta satisfactoria en otros tipos de conocimiento28. Esto, para Penrose, sería un error. Un ejemplo de este tipo de error sería que la fe en un Dios creador limitase la investigación científica sobre el origen del universo29. Esta observación me parece acertada, pero también se puede hacer una lectura en sentido contrario: conocer los entresijos físicos del origen del universo no conlleva afirmar que Dios no ha creado el universo. Un planteamiento aut-aut entre explicación científica y explicación divina de la realidad implicaría que se tiene una compresión muy pobre de Dios: como una causa más entre las causas y no como Causa Primera de todo lo creado30. En resumen, desde mi punto de vista convendría matizar la neta prioridad que Penrose da al método científico e integrarlo mejor con el resto de métodos de conocimiento. A la vez considero que su enfoque tiene varios aspectos positivos. Uno que deseo resaltar ahora es que la confianza que nuestro autor deposita en el método científico remite a una confianza en el conjunto del conocimiento humano. 1.1. ¿Es posible conocer? Pensar, según Penrose, ha sido siempre una prerrogativa humana que nos ha permitido trascender nuestras limitaciones físicas. Un ejemplo de esta trascendencia es la creación de herramientas y máquinas que han obtenido logros difícilmente alcanzables para el ser humano. Eso hace que ante la aparente superioridad puntual de las máquinas nuestro orgullo no resulte herido, ni nuestra hegemonía parezca ser amenazada (Penrose, 1999b: 23). Sino que el progreso fomenta nuestro orgullo como seres humanos, al ver lo que somos capaces de hacer con las máquinas. Es una manifestación más de nuestro dominio, fruto de nuestra capacidad de pensar. Esa capacidad se fundamenta en que el hombre es un ser consciente capaz de comprender, algo que según Penrose estaría totalmente ausente en los ordenadores (1999b: 41). Quizá las máquinas puedan tener cierto dominio porque son capaces de manejar más datos que un ser humano, pero es un dominio sin comprensión, es un dominio no-humano, es un conocimiento inconsciente. Por lo tanto, para intentar saber cómo es el conocimiento humano será fundamental profundizar en qué es estar consciente, qué es ser un ser consciente, y cómo es posible que se dé la consciencia en los seres humanos. Estos interrogantes constituyen un verdadero reto sobre el que la física tiene algo que decir. Penrose llegará a afirmar —sin 30 entrar de momento en consideraciones más profundas— que las máquinas no pueden ser conscientes porque están hechas con una física distinta a la de los seres humanos. Lo veremos más adelante. Nos encontramos por tanto ante una realidad que está ahí fuera y que puede ser conocida porque en ella existe una causalidad que se puede desentrañar conscientemente a través de la elaboración de juicios31. Esta afirmación es coherente con el realismo metafísico y gnoseológico de Penrose, a la vez que remite al progreso en el conocimiento de lo real. Dicho conocimiento siempre puede alcanzar un mayor contenido de realidad: lo que, en el caso de la ciencia experimental, permitirá un mayor dominio, contendrá parte de la realidad ya conocida y abrirá nuevas áreas de investigación. Un ejemplo clásico de este progreso lo constituyen las teorías de la relatividad de Einstein en relación con la mecánica newtoniana. En este caso, el conocimiento de la realidad ha sido aclarado, perfeccionado y profundizado, a la vez que se han abierto nuevos campos de investigación. Por tanto, hay más realidad conocida tanto extensiva como intensivamente32. Una vez resaltada esta capacidad de comprender la realidad, que va más allá de la capacidad funcional o pragmática de hacer teorías y obtener resultados correctos, la pregunta que se plantea es: ¿cuál es el punto de partida del científico? Para Penrose ese punto de partida es doble. Está constituido tanto por las teorías consolidadas que han sido aceptadas por la comunidad científica (Penrose, 1999b: 199-203)33 como por los resultados que aportan los nuevos experimentos. A la vez, ese doble punto de partida no es una base inamovible, sino que tiene la solidez de las placas tectónicas: las teorías recibidas se revisan mediante la elaboración de nuevos experimentos y los datos experimentales están sujetos a reinterpretación. Hay un continuo flujo de teorías, experimentos e interpretación, donde el ser humano juega el papel fundamental. En ese acceso a la realidad, el ser humano formula las teorías, prepara los experimentos, interpreta los datos y juzga la oportunidad de qué es lo que hay que cambiar: la teoría, los experimentos o la interpretación. De modo que las teorías y los experimentos no constituyen solo el punto de partida, sino también un punto de continuo retorno mediante la interpretación y el juicio. La revisión de una teoría dependerá del juicio científico sobre lo fundamentales que sean los datos aportados por los experimentos. Con este enfoque, es lógico que Penrose formule sus teorías asociándolas a experimentos. Así, en sus publicaciones más recientes sobre mecánica cuántica, sobre el origen del universo o sobre las bases físicas de la consciencia, aparecen propuestas de experimentos que en algunos casos se podrán llevar a cabo en unos pocos años, mientras que en otros habrá que esperar a que progrese la técnica34. Por eso mismo, Penrose rechaza algunas teorías que no son experimentalmente comprobables, como las del multiverso, y califica otras como interesantes elucubraciones porque no postulan ningún experimento. Nuestro autor también tiene claro que no todos los datos experimentales fundamentan una teoría con la misma solidez y reconoce que mientras algunos de sus experimentos servirían para fundamentar o desacreditar una teoría, hay otros que solo 31 darían indicios de viabilidad de la teoría35. Hasta aquí podríamos calificar lo explicado, en terminología kuhniana, como el período de ciencia normal, en el que la investigación se mueve dentro de un paradigma consensuado que sirve de modelo y que se consolida o retoca con nuevos experimentos36. Pero además, nuestro autor señala la aparición de anomalías en el paradigma