Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
ELCPAPO 1 ESCUELA LIBRE DE CIENCIAS POLÍTICAS Y ADMINISTRACIÓN PÚBLICA DE ORIENTE GUÍA DE ESTUDIO DE LA MATERIA: SOCIOLOGÍA CRIMINAL MODULO 2: DIFERENCIAS INDIVIDUALES Y APRENDIZAJE DELICTIVO ELCPAPO 2 Familia y Conducta Delictiva y Violenta en la Adolescencia Es bien conocido que la familia es un arma de doble filo: por un lado, puede ser fuente de bienestar, satisfacción y aprendizaje para todos sus integrantes, pero por otro, también puede constituir un factor de riesgo que predisponga al desarrollo de problemas de desajuste en sus miembros. En distintas investigaciones se ha constatado que un ambiente familiar positivo, caracterizado por la comunicación abierta y por la presencia de afecto y apoyo entre padres e hijos es uno de los más importantes garantes de bienestar psicosocial en la adolescencia (Musitu y García, 2004), mientras que un ambiente familiar negativo con frecuentes conflictos y tensiones, dificulta el buen desarrollo de los hijos y aumenta la probabilidad de que surjan problemas de disciplina y conducta (Dekovic, Wissink y Mejier, 2004). A lo largo del capítulo analizaremos con mayor detenimiento este doble papel de la familia como contexto de riesgo y de protección frente al desarrollo de problemas de comportamiento delictivo y violento en la adolescencia. En particular, nos centraremos en analizar el rol que desempeñan los estilos de socialización familiar y la calidad de la comunicación padres-hijos en el origen y permanencia de estos problemas. Pero antes de profundizar en la relación que existe entre estos elementos, creemos necesario hacer una breve presentación de la familia en la primera parte del capítulo. ELCPAPO 3 La familia en la adolescencia. La importancia de la familia es indiscutible, puesto que se trata del grupo social en el que la mayoría de las personas inician su desarrollo, permanecen durante largo tiempo y conforman un entramado de relaciones y significados que les acompañarán a lo largo de toda la vida. Además, esta relevancia de la familia permanece vigente en todos los momentos vitales de la persona, desde la niñez hasta la vejez, y la adolescencia no constituye una excepción. Así, el grado de apoyo, de afecto y de comunicación que el adolescente percibe en este contexto es un elemento que contribuye de modo significativo a su bienestar psicosocial, así como al del resto de sus integrantes. Aunque el adolescente incorpora nuevas relaciones en su red social como las amistades u otros adultos significativos, la familia sigue constituyendo el eje central que organiza la vida de estos y continúa ofreciendo experiencias concretas de desarrollo que influyen en las interacciones que los adolescentes establecen en otros contextos, como la escuela o la comunidad más amplia (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001). En este sentido, la familia tiene todavía el rol primordial de transmitir a sus hijos una serie de creencias, valores y normas que les ayudarán a convivir en la sociedad de la que forman parte, lo que se conoce como socialización. Posteriormente describiremos este importante rol socializador de la familia, pero primero analicemos qué se entiende, precisamente, por familia. Qué se entiende por familia. La familia es, como dijimos al comienzo del capítulo, un grupo social. Las primeras definiciones de familia que se conocen, destacaban fundamentalmente ciertas características descriptivas de este grupo social. Así, por ejemplo, hace ya algunas décadas, Lévi-Strauss (1949) atribuía a la familia tres características principales: ELCPAPO 4 (1) tiene origen en el matrimonio, (2) está formada por el marido, la esposa y los hijos nacidos del mismo y (3) sus miembros están unidos por obligaciones de tipo económico y religioso, por una red de derechos y prohibiciones sexuales y por vínculos psicológicos y emocionales como el amor, el respeto y el temor. Este tipo de definición, sin embargo, no contempla un aspecto esencial de la familia: su carácter social y la relevancia de las interacciones que tienen lugar en su interior. Desde este punto de vista, la familia puede definirse como un espacio de interacciones fundamentalmente afectivas que tiene los siguientes rasgos diferenciales: (1) las relaciones implican a la persona en su conjunto; (2) sus objetivos son la intimidad, la cercanía, el desarrollo, el cuidado mutuo y el sentido de pertenencia; (3) dentro de la familia se estimula el cariño, el altruismo, la implicación mutua y la educación (Beutler, Burr, Bahr y Herrin, 1989). Esta concepción de la familia es más amplia e inclusiva y responde a la diversidad de formas familiares que coexisten actualmente en nuestra sociedad. Pensemos por ejemplo en una pareja joven sin un planteamiento firme de tener descendencia, ¿constituyen una familia? Según Lévi-Strauss la respuesta sería negativa, puesto que incumplen al menos una de las características definitorias que él plantea: tener hijos nacidos en el matrimonio. La definición posterior y por la que abogamos nosotros, sí podría incluir a esta pareja en la definición de familia, ya que los hijos no son actualmente la meta fundamental de muchas personas que comparten su vida. ELCPAPO 5 En la siguiente tabla presentamos las principales formas familiares existentes en la actualidad, sus características y el porcentaje aproximado de familias que representan en el conjunto español. Diversidad de formas familiares Familia nuclear: formada por los dos cónyuges y sus hijos. Constituye el 55% de los hogares españoles. Parejas sin hijos: convivencia de una pareja unida por lazos afectivos, pero sin descendencia. Constituye el 18% de las familias españolas. Familias monoparentales: constituida por un padre o una madre que no vive en pareja y, al menos, con un hijo menor de dieciocho años. Representan al 8% de las familias españolas. Familias reconstituidas: familia que, después de una separación, divorcio o muerte del cónyuge, se rehace con el padre o la madre que tiene a su cargo los hijos y el nuevo cónyuge. Representan al 2% de las familias españolas. Agrupaciones de dos adultos del mismo sexo: todavía no se dispone de datos estadísticos en nuestro país. LAT o Living Apart Together: consiste en que cada componente de la pareja vive de forma independiente. Este tipo de relación también puede preceder a la decisión de vivir juntos o, en otros casos, se trata de parejas estables que no viven bajo el mismo techo. Por ahora tampoco contamos con datos estadísticos de su incidencia en nuestro país. Esta diversidad de tipologías familiares hace difícil especificar las funciones que cumple la familia en la actualidad. Como venimos indicando, algunas de las funciones que ELCPAPO 6 tradicionalmente cumplía la familia, como la función de reproducción de la especie, la producción de bienes, la educación formal y religiosa, o el cuidado de los ancianos, se están perdiendo o están siendo asumidas en muchos casos por el Estado y por instituciones especializadas, como las escuelas e institutos o las residencias para personas mayores. Sin embargo, es indudable que la familia conserva hoy funciones sumamente relevantes para el bienestar de la persona, como la provisión de recursos materiales, psicológicos y emocionales. Es evidente que la familia actual sigue cumpliendo una función material y económica importantísima. De hecho, el hogar familiar es una unidad económica, no tanto por sus funciones de producción como en períodos anteriores, como por sus funciones de consumo y de provisión de recursos económicos a sus miembros. Además, la familia proporciona afecto y apoyo y contribuye al bienestar psicológico y emocional de todos sus integrantes a través del desarrollo de la autoestima, dela autoconfianza y de un sentimiento de pertenencia. Finalmente, la familia con hijos establece mecanismos de socialización y control del comportamiento de éstos a través de las prácticas educativas utilizadas por los padres. Esta función de socialización es sin lugar a dudas una de las más ampliamente reconocidas de la familia. A través de la socialización, las personas aprendemos los códigos de conducta de nuestra sociedad, nos adaptamos a ellos y los respetamos para el buen funcionamiento social (Paterna, Martínez y Vera, 2003). La familia es un contexto especialmente privilegiado para el aprendizaje de estos elementos sociales y culturales, aprendizaje que tiene lugar principalmente durante la infancia y la adolescencia. Podemos decir que la socialización comprende dos aspectos fundamentales: un aspecto de contenido o qué es lo que se transmite, y un aspecto formal o cómo se transmite. ELCPAPO 7 El aspecto de contenido hace referencia a los valores inculcados en la familia y el aspecto formal se conoce con el nombre de disciplina familiar y se refiere a las estrategias y mecanismos que utilizan los padres para transmitir los contenidos de la socialización. Estas estrategias y mecanismos presentan una gran variabilidad de unas familias a otras, por lo que, para su mejor comprensión, se han desarrollado distintas tipologías de estilos parentales de socialización, como veremos a continuación. Qué son los estilos parentales de socialización. Podemos definir el estilo parental como una constelación de actitudes hacia el hijo que, consideradas conjuntamente, crean un clima emocional en el que se expresan las conductas de los padres (Darling y Steinberg, 1993). Estas conductas tienen como objetivo conseguir la meta de socialización, es decir, inculcar en el hijo un conjunto de valores, creencias, costumbres culturales, así como contribuir al desarrollo de habilidades sociales, pensamiento crítico, independencia, curiosidad, etc. Lógicamente, estos aspectos de la socialización familiar no son universales, sino que se encuentran íntimamente relacionados con el contexto cultural en el que se encuentra integrada la familia. De esta manera, los valores y normas culturales determinan la conducta de los padres y el modo en que los hijos interpretan esta conducta y organizan la suya propia. Uno de los trabajos clásicos sobre estilos parentales es el de Diana Baumrind de finales de los años 70, que diferencia entre los siguientes tres estilos de socialización: (1) el estilo autoritario, que se caracteriza por el excesivo control y la restricción de la autonomía del hijo, así como por el valor de la obediencia y el castigo; ELCPAPO 8 (2) el estilo permisivo, que se caracteriza por la ausencia de control de los hijos y la concesión total de autonomía, siempre que no se ponga en peligro la supervivencia del hijo; (3) el estilo autorizativo, que se sitúa en un punto intermedio entre los dos estilos anteriores, de modo que los padres intentan controlar la conducta de sus hijos a través de la reflexión y el diálogo, en lugar de la imposición, y conceden una autonomía supervisada a los hijos. Esta clasificación propuesta por Baumrind ha inspirado otras tipologías posteriores que han tratado de complementarla y enriquecerla. Algunas de estas tipologías son muy recientes, como la propuesta en este capítulo elaborada por Musitu y García (2001) y que distingue cuatro estilos parentales de socialización en función de dos dimensiones: implicación/aceptación y coerción/imposición. Los padres con altos niveles de implicación/aceptación muestran afecto y cariño a su hijo cuando se comporta adecuadamente y, en caso de que su conducta no sea la correcta, tratan de dialogar y razonar con él acerca de lo poco adecuado de su comportamiento. Por el contrario, los padres con bajos niveles de implicación/aceptación suelen mostrar indiferencia ante las conductas adecuadas de sus hijos y, cuando la conducta es inadecuada, no razonan con ellos ni les expresan sus opiniones o juicios, de modo que son padres muy poco implicados con sus hijos, tanto si su comportamiento es correcto como si no lo es. Por otra parte, es probable que algunos de estos padres poco implicados utilicen técnicas coercitivas e impositivas con sus hijos cuando éstos se comportan de modo incorrecto. Los padres con altos niveles de coerción/imposición, cuando el hijo no se comporta como ellos desean e independientemente de que razonen o no con él, tratan de coaccionarle para que no vuelva a realizar esa conducta. La coacción puede ser física, verbal o puede consistir en privarle de alguna cosa de la que normalmente disponga. ELCPAPO 9 A partir de estas dos dimensiones, implicación/aceptación y coerción/imposición, Musitu y García desarrollan un modelo bidimensional que da lugar a cuatro estilos parentales. Tipología de estilos parentales. Esta figura representa el modelo bidimensional del que surgen cuatro estilos parentales: autoritario, negligente, autorizativo e indulgente. Modelo bidimensional de socialización (Musitu y García, 2001) + Estilo Autoritario C O H E R C I T I V O / IM P O S I T O R Estilo Autorizativo ACEPTACIÓN/IMPLICACIÓN - Estilo Negligente + Estilo Indulgente - El estilo autoritario se caracteriza por la baja implicación/aceptación del hijo y el alto nivel de coerción/imposición. Estos padres son muy exigentes con sus hijos y, al mismo tiempo, muy poco atentos a sus necesidades y deseos. La comunicación es mínima, unilateral de padres a hijos y suele expresarse en términos de demandas. Los padres autoritarios valoran la obediencia e intentan modelar, controlar y evaluar la conducta y actitudes del hijo. Además, son generalmente indiferentes a las demandas de apoyo y atención de los hijos. ELCPAPO 10 El estilo negligente se caracteriza por una baja aceptación/implicación y un bajo nivel de coerción/imposición de normas. Se trata, por tanto, de un estilo donde prima la escasez tanto de afecto como de límites. Los padres negligentes otorgan mucha independencia a sus hijos, tanto en los aspectos materiales como en los afectivos. Cuando los hijos se comportan de modo adecuado se mantienen indiferentes, y cuando transgreden las normas no dialogan con ellos ni tampoco restringen su conducta mediante la coerción y la imposición. Estos padres apenas supervisan la conducta de sus hijos, no interactúan ni dialogan con ellos, son poco afectivos y están poco implicados en su educación. El estilo autorizativo se caracteriza por una alta aceptación/implicación y una alta coerción/imposición. Los padres que utilizan mayoritariamente este estilo suelen mostrar a sus hijos agrado cuando se comportan adecuadamente, son buenos comunicadores y fomentan el diálogo, respetan a sus hijos y los escuchan. Cuando el hijo se comporta de forma incorrecta, estos padres combinan el diálogo y el razonamiento con la coerción y el control. Y finalmente, el estilo indulgente se caracteriza por su alta aceptación/implicación y su bajo grado de coerción/imposición. Estos padres son tan comunicativos con sus hijos como los padres autorizativos, pero cuando el hijo se comporta de manera incorrecta no suelen utilizar la coerción y la imposición, sino que únicamente utilizan el diálogo y el razonamiento como instrumentos para establecer los límites a la conducta de sus hijos. ELCPAPO 11 Es importante señalar que todos los padres y madres comparten algún rasgo de los cuatro estilos parentales descritos, aunque no existen “tipos puros” y, además, pueden producirse desplazamientos de un estilo a otro en una misma familia en función de las circunstancias, las necesidades, el estado de ánimo paterno y el momento evolutivo del hijo. Los datos de un estudio llevado a cabo en Españapor Pichardo (1999) muestran que el grado de ‘democratización ’de las relaciones familiares en nuestro país es bastante elevado. Así, parece ser que el estilo autorizativo es el más extendido entre las familias españolas -aproximadamente un 53% de las familias-, aunque se apunta una tendencia creciente hacia la adopción de estilos más indulgentes y permisivos -aproximadamente el 32% de las familias españolas utilizan este estilo de socialización-. Por último, el 9% de los padres y madres españolas se decantan por el estilo autoritario y el 4% pueden ser consideradas como negligentes. Finalmente, parece que en general los estilos parentales orientados hacia el afecto y la implicación de los padres son más eficaces que los estilos orientados hacia la coerción para conseguir, por ejemplo, que los adolescentes interioricen un sentimiento de responsabilidad de sus propios actos. Asimismo, la utilización del razonamiento conduce a una mayor interiorización de las normas que la mera imposición. Comunicación y conflictos familiares. En las familias con hijos adolescentes, los padres se ven en la necesidad de modificar las normas y reglas familiares utilizadas hasta ese momento. En esta etapa evolutiva resulta mucho más adecuado, por ejemplo, negociar con el hijo el grado de supervisión y control ejercido por los padres dentro de un marco de afecto y apoyo, que utilizar la autoridad unilateral. ELCPAPO 12 Estas son precisamente algunas de las características de los hogares autorizativos que han sido consideradas por muchos profesionales como las fuentes más importantes de bienestar y ajuste en la adolescencia, es decir, el balance entre el control y la autonomía del hijo, y la negociación y los intercambios comunicativos entre padres e hijos con calidez y afecto (Steinberg y Silk, 2002). En la infancia, la relación paterno-filial es mucho más asimétrica, de modo que los padres utilizan su poder y autoridad para imponer sus estándares, el hijo reconoce esta autoridad en sus padres y ajusta su conducta a lo que éstos consideran como correcto e incorrecto. A medida que los hijos entran en la adolescencia, las relaciones familiares se transforman y es necesario pasar de la autoridad unilateral paterna a la comunicación cooperativa con el hijo. Debe haber entonces, mayor reciprocidad, menos diferencias de poder, y más comunicación, como elementos clave para facilitar la formación y el desarrollo del hijo adolescente. En este proceso de formación y desarrollo, el adolescente hace una demanda creciente de autonomía que deviene en ocasiones en conflictos familiares. Por un lado, surgen desacuerdos en cuestiones sobre las que los padres quieren seguir ejerciendo control porque entienden que los hijos no son todavía lo suficientemente maduros como para tomar elecciones razonadas; sin embargo, los adolescentes consideran que estos temas les conciernen directamente, como es el caso de las salidas nocturnas o las amistades. Por otro lado, surgen conflictos debido a que los padres esperan una mayor autonomía del adolescente en cuestiones tales como mantener la habitación ordenada o hacer las actividades escolares, mientras que los hijos, en muchas ocasiones, no conceden importancia a estas tareas. ELCPAPO 13 Normalmente, estos últimos conflictos se reducen a quejas recurrentes de los padres que, finalmente, suelen ser atendidas por los hijos. Así pues, en numerosas ocasiones el conflicto entre padres e hijos no es más que una consecuencia asociada a la búsqueda del adolescente de una mayor libertad para tomar sus propias decisiones, junto con la percepción de que esta libertad está amenazada por los padres. Además, la existencia de estos conflictos familiares debe considerarse como algo natural que no necesariamente minará las relaciones entre padres e hijos, ya que su efecto dependerá de la intimidad, el afecto y el grado de comunicación que exista entre los miembros de la familia (Motrico, Fuentes y Bersabé, 2001). De hecho, la existencia de conflictos no es síntoma de problemas y disfunciones familiares, sino que, en realidad, cierto grado de conflicto puede resultar positivo en la medida en que ayuda al adolescente a lograr importantes cambios en los roles y relaciones en la familia. En este sentido, el conflicto puede suponer una buena oportunidad para que los padres evalúen y revisen sus propias creencias, para modificar si fuese necesario las normas de interacción entre los miembros de la familia, así como para que todos muestren comprensión, respeto y aceptación por las opiniones de los demás (Maganto y Bartau, 2004). Además, el conflicto resultará funcional dependiendo del contexto en el que surja, de los comportamientos de ambas partes y de la forma en que sea solucionado. ELCPAPO 14 Cuando el conflicto se resuelve de forma constructiva, puede ser una vía para que los hijos aprendan a escuchar, a negociar, a tomar en consideración e integrar diversos puntos de vista y, en definitiva, a solucionar los problemas interpersonales eficientemente; por el contrario, cuando el conflicto familiar es destructivo, hostil, incoherente y con una escalada de intensidad, los hijos se sienten abandonados, evitan la interacción con los padres y pueden surgir problemas de ajuste emocional y comportamental importantes. En el siguiente apartado profundizamos, precisamente, en la relación existente entre determinados elementos del sistema familiar y el desarrollo de problemas graves de conducta en los hijos adolescentes, como la violencia y el comportamiento delictivo. La familia como un contexto de riesgo y protección ante la violencia y la delincuencia. Recientemente se ha señalado que en países industrializados con economía de mercado como el nuestro, se está produciendo un cambio cualitativo y cuantitativo en el patrón de conductas delictivas y violentas en adolescentes: no sólo se está dando un incremento en la frecuencia de actos delictivos relacionados con el daño a bienes materiales públicos o privados, sino que también está incrementando, y de forma más importante, la frecuencia de actos violentos contra las personas, sobre todo aquellos dirigidos a personas de igual o menor edad, como por ejemplo el robo con violencia e intimidación, el homicidio y asesinato y las lesiones y delitos contra la libertad sexual (Martín, 2004; Peiffer 2004). Desde el punto de vista psicosocial las conductas violentas y delictivas constituyen dos importantes índices de conducta antisocial en adolescentes. ELCPAPO 15 De hecho, en distintos estudios se ha señalado que la conducta violenta en edades tempranas constituye el predictor más importante de la delincuencia en chicos y chicas adolescentes (Deptula y Cohen, 2004). Ambos tipos de conductas están relacionadas puesto que suponen la transgresión de reglas formales e informales, sin embargo, no todas las conductas delictivas implican violencia ni tampoco todas las conductas de carácter violento constituyen delitos propiamente dichos. En este capítulo nos centramos en analizar el papel que desempeña la familia en el desarrollo y prevención de estas conductas en la adolescencia, conductas que implican la transgresión de normas sociales y/o de leyes y que atentan contra la integridad de otras personas. Desde el ámbito de la etiología del comportamiento delictivo y violento, los investigadores coinciden en resaltar la idea de que los problemas de conducta no se pueden atribuir únicamente a factores personales (por ejemplo, influencias genéticas o temperamentales), sino que deben considerarse como el producto de la interacción entre la persona y su entorno, y señalan que la familia continúa siendo en la edad adolescente el entorno social más relevante en el sentido de que desde el contexto familiarse traducen e interpretan las experiencias acaecidas en otros contextos como la escuela y la comunidad más amplia (Bronfenbrenner, 1979). En este sentido, los estudios que han adoptado esta perspectiva socioecológica, han considerado a la familia como uno de los contextos fundamentales donde coexisten una amplia variedad de factores de riesgo y protección en relación con las conductas delictivas y violentas. ELCPAPO 16 Como ya comentábamos al inicio de este capítulo, la familia es un arma de doble filo que, o bien puede ayudar a los hijos adolescentes a afrontar de modo adaptativo los numerosos cambios y demandas característicos de esta etapa, o bien puede entorpecer o perjudicar el buen desarrollo psicosocial de éstos, en caso de que primen prácticas parentales poco adecuadas y disfuncionales. En el siguiente cuadro se presenta un resumen de los factores familiares de riesgo que se han asociado tradicionalmente con el desarrollo de conductas delictivas y violentas en adolescentes. Factores de riesgo familiar asociados con los problemas de conducta Disciplina familiar: disciplina paterna inadecuada, inconsistente, rechazo paterno, castigo por actos leves. Estilos parentales: • crianza deficiente, autoritaria o negligente. • Interacción padres-hijos: falta de cariño, pobre cohesión familiar, problemas de comunicación. • Interacción conyugal: problemas de pareja, peleas, maltrato. • Transmisión de valores: confusión de valores en la familia. • Funcionamiento: desorganización familiar y distanciamiento. • Fuentes de estrés intrafamiliar: cambio de residencia, muerte de un miembro, bajos ingresos, empleo inestable. • Modelado: antecedentes delictivos en uno o varios miembros de la familia. Tipo de familia: familias numerosas, rotas, con un solo progenitor. Fuente: Buelga y Lila, 1999. ELCPAPO 17 De entre esta variedad de factores, numerosos investigadores han destacado el papel fundamental de las pautas de socialización familiar y las dinámicas comunicativas entre padres e hijos ya que han sido factores consistentemente asociados con los problemas de conducta violenta y delictiva de los hijos en los estudios realizados en este ámbito (Kerr y Stattin, 2000; Loeber y cols., 2000; Musitu y cols., 2001). Pautas de socialización familiar: factores de riesgo y protección. El estilo parental de socialización que utilizan los padres parece ejercer una importante influencia en el ajuste conductual de los hijos y, de hecho, es uno de los factores más relevantes para predecir el primer delito en la adolescencia. Esta es la conclusión a la que han llegado numerosos investigadores después de estudiar la relación existente entre las características de un determinado estilo parental y las consecuencias psicológicas y conductuales observadas en los hijos. Por ejemplo, en los trabajos clásicos llevados a cabo por Baumrind (1971, 1977, 1978) se comprobó que ciertas características generales de los hijos correlacionaban con cada uno de los tres estilos parentales que la autora propone. Así, a los padres autoritarios les correspondían unos hijos conflictivos, irritables, descontentos y desconfiados; a los permisivos, unos hijos impulsivos y agresivos; y a los autorizativos, unos hijos enérgicos, amistosos, con gran confianza en sí mismos, alta autoestima y gran capacidad de autocontrol. La idea fundamental que se desprende de estos estudios es que tanto el autoritarismo como la permisividad se relacionan con características no deseables en los hijos. ELCPAPO 18 En efecto, en los trabajos sobre estilos de socialización y su relación con los problemas de conducta violenta en los hijos, se ha señalado que existen dos estilos de parentalidad especialmente inadecuados: el estilo laissez-faire de los padres con un comportamiento negligente y la minusvaloración y falta de atención hacia los sentimientos de los hijos de los padres con un estilo de socialización autoritario (Goleman, 1995). En general, se ha alertado sobre las repercusiones negativas de los estilos parentales no autorizativos y la utilización del castigo físico como estrategia disciplinaria en el desarrollo general de los hijos y, específicamente, en el desarrollo de conductas delictivas y violentas en hijos adolescentes. Además, la influencia de estos estilos parentales inadecuados también es indirecta, ya que se ha observado que la combinación de un excesivo control parental con la disciplina coercitiva se relaciona con la afiliación con iguales desviados, lo que constituye a su vez un importante factor de riesgo directamente relacionado con la implicación en conductas problemáticas (Vitaro, Brendgen y Tremblay, 2000). En general, parece que los chicos y chicas que viven en hogares autoritarios presentan problemas de autoestima, baja competencia interpersonal, estrategias poco adecuadas para resolver conflictos, pobres resultados académicos y escasa interiorización de normas sociales, unos problemas que están en la base de la implicación en conductas delictivas y violentas. Además, en estos hogares se utiliza con frecuencia el castigo físico como medida disciplinaria, lo que se relaciona directamente con mayores comportamientos delictivos en los hijos (Loeber y cols., 2000). ELCPAPO 19 Por otro lado, los chicos y chicas que viven en hogares negligentes son también menos competentes socialmente y tienen problemas de autoestima, a lo que se añaden problemas de ansiedad y depresión y falta de empatía. Estas experiencias de negligencia y maltrato (físico y/o psicológico) en edad infantil se han asociado con posteriores comportamientos violentos y delictivos. En este sentido, una proporción importante de delincuentes, especialmente los más violentos, han sido objeto de negligencia y maltrato en su infancia y adolescencia, aunque también es cierto que no todos los niños que sufren estos problemas se convierten en delincuentes (Garrido y López, 1995). Por el contrario, los adolescentes cuyos padres utilizan un estilo autorizativo caracterizado por el apoyo, la sensibilidad hacia los sentimientos del hijo, la implicación en su educación y la consistencia en sus conductas parentales, se implican en menor medida en actos delictivos y violentos, y muestran un mayor rendimiento académico y autoeficacia en la escuela, siendo estas dos últimas variables, a su vez, dos importantes factores de protección ante los problemas de conducta (Doyle y Markiewicz, 2005; Juang y Silbereisen, 1999). Respecto del estilo parental permisivo, aunque distintos autores han destacado que se relaciona con problemas de control de los impulsos y de interiorización de las normas sociales en los hijos, otros autores han señalado que estos adolescentes con padres permisivos presentan un elevada autoestima y autoconfianza y un ajuste social tan bueno como el de los adolescentes con padres autorizativos (Musitu y García, 2004; Oliva y Parra, 2004; Pichardo, 1999). ELCPAPO 20 Parece que las dimensiones de afecto e implicación de los padres comunes a estos dos estilos parentales -autorizativo y permisivo- son los elementos clave de protección frente al desarrollo de conductas delictivas y violentas, ya que favorecen que el adolescente interiorice un mayor sentimiento de responsabilidad de sus propios actos. De hecho, distintos autores han coincidido en señalar la relevancia de la dimensión de apoyo familiar presente en ambos estilos, como uno de los factores protectores más importantes en la familia del adolescente. Así, diferentes estudios han puesto de manifiesto que un elevado apoyo percibido de los padres se relaciona con la baja participación en conductas delictivas y violentas, aun cuando el nivel de estrés familiar sea en general elevado o existan frecuentes conflictos familiares(Branje, van Lieshout y van Aken, 2002; Demaray y Malecki, 2002; Davies y Windle, 2001). Es decir, aunque la familia esté pasando por un momento difícil, la presencia de un elevado apoyo entre sus integrantes protegerá al adolescente frente el desarrollo de problemas relacionados con la violencia y la delincuencia. Dinámicas de comunicación y conflicto familiar: factores de riesgo y protección. Un indicador fundamental de la existencia de un clima familiar saludable es la calidad de la comunicación entre padres e hijos y el grado de conflicto entre los miembros de la familia. Respecto de la comunicación familiar, se ha observado que los adolescentes implicados en conductas delictivas y violentas informan de ambientes familiares negativos caracterizados por pautas de escasa comunicación o de comunicación negativa, fundamentada en mensajes críticos y poco claros (Estévez, Martínez y Musitu, 2005; Loeber y cols. 2000; Musitu y cols., 2001). ELCPAPO 21 Por el contrario, la comunicación abierta y fluida, con intercambios de puntos de vista de forma clara y empática entre padres e hijos, constituye un factor de protección frente a la implicación en conductas delictivas y la ruptura de normas sociales y escolares (Buist, Dekovic, Meeus y Van Aken, 2004; Kerr y Stattin, 2000; Stattin y Kerr, 2000). Además, estudios más recientes han indicado que el padre y la madre pueden desempeñar roles diferentes en relación con el comportamiento desviado del hijo: se ha observado, por ejemplo, que los problemas de comunicación con la madre influyen negativamente en la cantidad de apoyo que el adolescente percibe de su padre, y de este modo se incrementa el nivel de riesgo para el desarrollo de conductas violentas y delictivas. También se ha observado una relación bidireccional entre los problemas de comunicación familiar y los problemas de conducta en los hijos, de modo que la comunicación negativa influye en el desarrollo de conductas delictivas y violentas y estas conductas, a su vez, se convierten en un estresor ante el cual los padres pueden reaccionar negativamente y aumentar de modo los problemas de comunicación familiar (Estévez, Musitu y Herrero, 2005; Jiménez, Musitu y Murgui, 2005). Respecto de la existencia de conflictos familiares, se ha visto que su frecuencia e intensidad, así como la utilización de estrategias disfuncionales para su resolución (por ejemplo, utilizar la violencia, ignorar al otro o huir de la situación, frente a utilizar, por ejemplo, el diálogo, la colaboración entre los miembros de la familia para resolver el conflicto, o hablar de modo positivo del problema), constituyen también un importante factor de riesgo que se relaciona con un mayor número de conductas problemáticas y de mayor gravedad en los hijos. ELCPAPO 22 En este ámbito de estudio, numerosos trabajos se han centrado en analizar los procesos conflictivos de divorcio y su relación con el desajuste adolescente. En estas investigaciones se ha concluido que el divorcio de los padres no constituye un factor de riesgo per se, sino que únicamente aquellas separaciones altamente conflictivas implican consecuencias negativas para la conducta de los hijos (Doyle y Markiewicz, 2005; Freeman y Newland, 2002). Frente a todos estos problemas, Maganto y Bartau (2004) proponen algunas estrategias de mejora del clima familiar: Estrategias para facilitar la comunicación familiar: 1. Mensajes claros, precisos y útiles. 2. Firmeza en lo dicho o pedido. 3. Congruencia entre padre y madre. 4. Utilización del diálogo y la negociación. 5. Ser positivo/a y recompensante. 6. Escucha activa y empática. 7. Expresar los sentimientos. 8. Exploración conjunta de alternativas. Estrategias para mejorar la resolución de conflictos familiares 1. Crear una atmósfera relajante y positiva. 2. Ser asertivo/a. 3. Evitar culpabilizaciones, responsabilidad conjunta. ELCPAPO 23 4. Ser honestos. 5. Escuchar y comprender los sentimientos de los otros. 6. Ser respetuoso, evitar la violencia verbal. 7. Negociar un compromiso consensuado. 8. Disculparse y admitir errores. En resumen, el comportamiento delictivo y violento en hijos adolescentes se relaciona con un clima familiar negativo, caracterizado fundamentalmente por los siguientes aspectos: • Carencia de afecto, apoyo e implicación de los padres. • Permisividad y tolerancia de la conducta agresiva del hijo. • Disciplina inconsistente, inefectiva y demasiado laxa o demasiado severa. • Estilo parental autoritario y uso excesivo del castigo. • Problemas de comunicación familiar. • Conflictos frecuentes entre cónyuges. • Utilización de la violencia en el hogar para resolver los conflictos familiares. • Rechazo parental y hostilidad hacia el hijo. • Falta de control o control inconsistente de la conducta de • los hijos. Por tanto, desde el punto de vista de la intervención la delincuencia y la violencia en la adolescencia, implica prestar una gran atención a las familias y, especialmente, a la calidad de la interacción entre padres e hijos adolescentes. ELCPAPO 24 En esencia, los datos que aportamos en este capítulo nos permiten concluir que una intervención centrada exclusivamente en la persona, es decir, en el adolescente con problemas de conducta delictiva y violenta, estaría incompleta. Es necesario implicar a los padres en las intervenciones y apoyarles en el desarrollo de herramientas y recursos adecuados que ayuden a sus hijos a ser personas saludables tanto en esta etapa de la vida como en etapas posteriores1. El factor sexo / género en la delincuencia Los estudios hoy llamados de Género constituyen una de las innovaciones teóricas y políticas más importantes de la segunda mitad del Siglo XX. Uno de sus aportes más significativos, en mi concepto, ha sido demostrar que los factores económicos, políticos y culturales afectan de manera diferente a varones y mujeres y, sobre todo, que el sesgo androcéntrico había conducido a ignorar a la población femenina asumiendo que sus necesidades eran las mismas que las de los varones. La perspectiva de género cuestiona los puntos de partida de las ciencias sociales y jurídicas al demostrar el androcentrismo que las aqueja (Irigaray, 1974.) Según se argumenta, lo masculino ha sido identificado con lo universal, la razón y el saber mientras que lo femenino ocupa el lugar de la falta. En consecuencia, las diferentes disciplinas asumían que las necesidades, intereses y características de los varones eran generalizables para toda la humanidad, y que las particularidades de las mujeres eran señal de su inferioridad o carencia. 1 Musitu, G., Estévez, E., Jiménez, T. y Herrero, J. (2007). Familia y conducta delictiva y violenta en la adolescencia. Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, España ELCPAPO 25 En ese sentido, la perspectiva de género cuestionaría los postulados de los sistemas jurídicos al demostrar que el sujeto de derecho no es neutro, sino que se identifica con lo masculino y supone la exclusión de lo femenino. La propuesta de la crítica de género sería entonces desmontar el andamiaje de los saberes para reconstruirlos de manera que se visibilice a la mujer y se cuestione la posición de poder de los hombres. Este movimiento de revisión crítica de los saberes y del orden social ha producido una profunda transformación en la criminología porque ha hecho evidente que la asociación entre género y crimen es profunda, persistente y paradójica (Heidensohn, 1985.) Hoy es un lugar común que hombres y mujeres difieren en la cantidad, en el tipo de ofensas y en la experiencia de victimización. Asimismo, la perspectiva de género ha contribuido a desmontar muchos prejuicios sobre las conductascriminales femeninas y ha llamado la atención sobre la necesidad de tener en cuenta sus especificidades. En esta presentación revisaré, en primer lugar y a grandes rasgos, las tendencias más importantes que han prevalecido en los estudios sobre criminalidad y género. En segundo lugar, analizaré someramente los resultados de algunas investigaciones realizadas desde una perspectiva de género para discutir cuáles han sido sus principales aportes, sus vacíos y las interrogantes que nos abren. Los Desvíos de las Mujeres Hasta la década de los setenta del siglo XX los estudios sobre criminalidad se caracterizaban por su androcentrismo, es decir, generalizaban a partir del modelo ELCPAPO 26 masculino. En sentido contrario, las particularidades de las mujeres recibían muy poca atención. Las escasas investigaciones realizadas durante el siglo XIX y la primera mitad del XX tendían a aplicar teorías biológicas y psicológicas para explicar la criminalidad femenina y resaltaban el hecho de que, en todos los lugares en los que se había estudiado el tema, la participación de los hombres era ampliamente mayoritaria (Andruccioli, 2002:29). Los juristas y penalistas ensayaron diversas interpretaciones de este fenómeno. Así, por ejemplo, Lombroso y Ferrero vinculaban la baja criminalidad femenina a su mayor respeto a la ley y a su innato conservadurismo cuya causa debería buscarse en la inmovilidad del óvulo comparado con el espermatozoide (Fausto, 1984:70 en Andrucciolli, 2002). De hecho, casi todos los estudios sobre delincuencia femenina asumían que las conductas atípicas de las mujeres se debían a su fisiología o a sus instintos. Por otro lado, se suponía que su pureza congénita las hacía más vulnerables a los peligros del mundo y que su debilidad moral y social las hacía proclives a conductas erradas (Zedner, 1991), por lo tanto, debían ser tuteladas. Paralelamente, la criminalidad femenina tendía a ser juzgada con mayor dureza que la masculina porque se suponía que las mujeres que caían en estas prácticas iban contra la naturaleza femenina y eran, por tanto, criaturas degradadas (Larrandart, 2000.) Boris Fausto llama la atención sobre el carácter discriminatorio de las leyes, especialmente en lo concerniente a crímenes sexuales. La infidelidad conyugal es un buen ejemplo de la asimetría existente entre los sexos. En el código penal de 1890 en Brasil (Art. 279) se condenaba a una pena de prisión de uno ELCPAPO 27 a tres años a la mujer que cometiese adulterio. Entretanto, el marido solo sería castigado si tuviese una concubina conocida y mantenida, o sea, cuando cometiese adulterio de manera permanente y concomitante con el matrimonio (Andrucciolli, 2002.) En sentido contrario se asumía que los varones tienen una tendencia natural al desvío y a la violencia que justificaba, o bien prácticas particularmente rudas de represión, o bien una tendencia a ser más tolerantes con ellos bajo la suposición de que la naturaleza masculina los empujaba a transgredir los límites. No obstante, a pesar de que los puntos de vista variaban mucho, la mayoría de los juristas, penalistas y científicos sociales que tocaron el tema estaban de acuerdo en que las diferencias en conducta criminal de mujeres y varones debían ser enfocadas desde el punto de vista social, e iluminaban las causas de la delincuencia femenina en relación con los mismos problemas que la de los varones: pobreza, malas condiciones de vida y debilidad moral. Sin embargo, no debemos olvidar que era raro ocuparse de la criminalidad femenina y la tendencia general de las investigaciones sobre criminalidad era ignorar las especificidades de la conducta femenina y generalizar a partir de la masculina. Crimen y Patriarcado Los primeros ensayos señalando que no se tenían en cuenta las particularidades de las mujeres y denunciando los estereotipos que distorsionaban el análisis de la criminalidad femenina aparecieron en la década de los 60 ́s del siglo XX, cuando el movimiento feminista impulsó la revisión de los sistemas jurídicos y penales porque, según denunciaba, estaban fundados en la exclusión de las mujeres y en la universalidad del modelo masculino. Las juristas feministas proponen que es necesario llenar el vacío de género, dar cuenta de las especificidades de la delincuencia femenina y cuestionar la tendencia a sexualizar ELCPAPO 28 el desvío femenino y a asumir que éste responde a raptos emocionales o a debilidades congénitas. Desde comienzos de los años 70, la posición desigual de la mujer en la criminología, como víctima o como autora de delitos, pasó a ser objeto de atención por parte de la criminología. En pocos años las criminólogas feministas produjeron una vasta literatura, dirigieron la investigación criminológica a temas específicos que aún no habían sido tratados por esa disciplina e influyeron enormemente en su desarrollo. Temas como la falta de protección de las mujeres dentro del sistema de justicia penal frente a la violencia masculina, la baja tasa de incriminación femenina, así como sus formas de criminalidad (aborto e infanticidio), dejaron de ser marginales e ingresaron al centro del debate (Baratta en Birgin, 2000:39). En un primer momento, el concepto de patriarcado fue útil para explicar la experiencia femenina en el sistema judicial y penal y para entender la división de sexo dentro de la ley, los procesos criminales y la vigilancia policial (Edwards, 1984.) El sistema legal, advirtieron las feministas, forma parte de la estructura de dominación patriarcal debido a que su organización jerárquica, su formato y su lenguaje están montados sobre el modelo masculino. En consecuencia, algunas feministas sostenían que las mujeres no podían usar el aparato legal para enfrentar la dominación masculina porque su lenguaje y sus procedimientos estaban saturados de reglas y de creencias patriarcales. Más aun, denunciaron que estos sistemas operan, tanto directa como sutilmente, para excluir a las mujeres. Una posición más radical postulaba que mujeres y hombres somos diferentes (para algunas esencialmente diferentes y para otras culturalmente diferentes) y proponía que, ELCPAPO 29 en algunos campos, las mujeres requerirán igualdad, y en otros, validar sus diferencias. Por lo tanto, debían constituirse sistemas diferenciados para cada género. Aunque resaltar las diferencias entre los modos de razonar y actuar femenino y masculino presenta dificultades -como la tendencia a escencializar los rasgos femeninos y masculinos-, el aporte de esta posición consistió en llamar la atención sobre la evidencia de que las conductas delictivas de las mujeres presentan particularidades notables y que las políticas judiciales y policiales tienen efectos diferentes en las mujeres y en los hombres. Todos los estudios conocidos muestran que, aunque existe una gran variedad de formas de criminalidad femenina y masculina, se puede decir que, en general, las mujeres cometen menos crímenes, sus crímenes son menos serios, menos profesionalizados y tienden menos a la reincidencia. Ahora bien, la principal crítica que se puede hacer a las posiciones feministas más extremas es que si bien se puede probar que existen sesgos androcéntricos en los sistemas judiciales y penales, no es posible demostrar que exista una conspiración contra las mujeres. El hecho de enfocar a las mujeres lleva a asumir, incluso, que los varones no tienen problemas cuando en la práctica los sistemas judiciales pueden ser enormemente punitivos con ellos, especialmente si son jóvenes y/o provienen de minorías sexuales, raciales o étnicas. Por otro lado, la teoría feminista criticó tempranamente el concepto de patriarcado y la idea de que existe una subordinación que vincula a toda la población femenina porque supone quetodas las mujeres son iguales y tienen los mismos intereses. (Fraser y Nicholson, 1988). Por ello muchas militantes que pertenecen a etnias o razas dominadas denunciaron que esta propuesta tendía a borrar la diversidad cultural a favor de un modelo que universaliza la versión de las mujeres occidentales blancas de clase media (Grewal y Kaplan, 1999). ELCPAPO 30 Esta crítica es particularmente relevante para los estudios sobre criminalidad porque existe una estrecha relación entre criminalidad, encarcelación y diferencias de clase, étnicas y raciales. O, dicho de manera más sencilla, existe una estrecha correlación entre tipo y frecuencia de los crímenes y nivel de ingresos, nivel educativo y adscripción étnico/racial. Género y Crimen El concepto de género buscó superar el riesgo de caer en el esencialismo y en el reduccionismo implícitos en la suposición de que todas las mujeres tienen una problemática similar por el hecho de compartir una subordinación. En adelante se pondrá el acento en el hecho de que las diferencias entre varones y mujeres no son resultado directo de la biología. Esto significa que nuestras concepciones sobre los atributos femeninos o masculinos no se derivan del conocimiento real acerca del sexo o la reproducción, sino de las representaciones que cada cultura o época elaboran sobre las diferencias anatómicas (Ortner y Whitehead, 1981; Scott, 1988.) Por tal razón se pone en duda que existan conductas delictivas innatamente femeninas o masculinas y se busca entender en qué medida tanto los patrones de socialización como las demandas y las oportunidades abiertas a varones y mujeres producen estilos de criminalidad diferentes para cada género. Asimismo, la perspectiva de género hace evidente que en toda sociedad existen patrones específicos de relaciones entre hombres y mujeres. Es decir, que hombres y mujeres tenemos roles asignados según nuestro género y estos últimos suponen diferentes derechos y obligaciones. Las relaciones de género son también relaciones de dominio y, por lo general, los varones monopolizan las posiciones con mayor poder y prestigio. Los primeros estudios sobre género y crimen sugieren que las mujeres están sujetas a una serie de presiones y premios para aceptar las reglas mientras que los hombres tienen mayores oportunidades de soslayarlas (Mawby, 1980 en Andrucciolli, 2002.) ELCPAPO 31 Las mujeres están sometidas a mayores controles por parte de sus parejas, padres y pares para mantenerse dentro de los patrones convencionales. Asimismo, tienen mayor carga de ocupaciones y menos tiempo libre. Por último, se muestra que, por lo general, el modelo hegemónico de masculinidad estimula conductas de riesgo en los hombres mientras que los estereotipos de género sugieren que las mujeres transgresoras serán castigadas (Heidensohn, 1985) no sólo por sus delitos sino por salirse de los moldes de la feminidad convencional. En la década de los noventa, los avances en los estudios de género mostraron que se había tendido a asimilar el género a lo femenino y que este sesgo estaba produciendo distorsiones tales como la tendencia a tratar las conductas criminales masculinas sólo en función de la situación de las mujeres y, sobre todo, a poner a los varones en el papel de agresores o culpables de manera sistemática. Se vio entonces la necesidad de conocer mejor la condición de género de los varones, las exigencias que se les plantean para construir su masculinidad y sus riesgos específicos. Se reconoció la urgencia de entender las conductas masculinas desviadas, teniendo en cuenta la cultura masculina, las expectativas sobre el comportamiento de los varones y su particular forma de relacionarse con sus pares y con las mujeres. En suma, como ya señalé, los estudios sobre criminalidad dieron un giro radical debido a lo que se puede llamar «la revolución del género». Esta última denuncia el sesgo androcéntrico de la criminología, despeja prejuicios, visibiliza la problemática femenina y abre nuevos temas. Estos avances, sin embargo, nos han enfrentado a nuevos retos de modo tal que, más que nuevas respuestas, podemos decir que «la revolución del género» nos ha permitido plantear preguntas más profundas sobre las conductas criminales en la medida en que evidencia que la dimensión de género juega un rol crucial en sus manifestaciones y en la manera en que es tratada en las instancias policiales y judiciales. ELCPAPO 32 Si bien existe una relación estrecha entre género y crimen, eso no significa que existan leyes que la expliquen. Por lo tanto, sería aconsejable aplicar el análisis de género a cada situación específica y analizar, de manera situada, el rol que desempeña. A pesar de que no se ha podido cumplir con el plan inicial -generalizar sobre la relación entre género y criminalidad-, los estudios con perspectiva de género han abierto nuevos temas y contribuido enormemente a comprender las conductas criminales de hombres y mujeres. En los siguientes acápites revisaré algunos de los aportes más importantes de la perspectiva de género en criminología y algunos de los interrogantes que plantean sus propuestas. Las conductas delictivas de las mujeres La mayoría de las investigaciones que aparecen desde la década de los setenta buscaron romper con el estereotipo que presuponía que las conductas criminales de las mujeres eran respuestas emocionales o correspondían a su naturaleza (por ejemplo, a disturbios debidos a la menstruación, el puerperio o la menopausia). Según señalan, los delitos femeninos están directamente relacionados con los papeles atribuidos a la mujer en la vida social. Así, por ejemplo, en el campo del homicidio se encuentra que, con frecuencia, ella es la instigadora de los crímenes como sujeto oculto o como objeto de disputas. De modo ostensible aparece más como víctima que como autora, vinculada típicamente a la vida de familia, a los afectos, a las obsesiones de la honra y a las relaciones sexuales prohibidas (Fausto en Andruccioli, 2002). La mujer no aparece pues como sujeto sino como objeto, bien de agresiones o bien de disputa entre varones. Con el fin de corregir estos sesgos, los estudios de género intentan romper con la tendencia a situar a las mujeres como víctimas pasivas para entender cuáles son sus estrategias particulares y sus formas de agencia. ELCPAPO 33 Su objetivo es demostrar que las conductas delictivas de las mujeres son racionales y siguen objetivos, y por tanto, es necesario interrogar a las actoras y analizar su posición social. Ponen en evidencia las mujeres están constreñidas por una doble determinación: la clase y el género. En consecuencia, el tipo de crimen o conducta transgresora que asuman, deberá lidiar con estos dos constreñimientos. Tal condición implica que ellas desarrollarán estrategias que les permitan balancear ambas discriminaciones y avanzar en sus fines. Nencel (2000) realizó un estudio cualitativo entre mujeres que se prostituyen en Lima y encontró que la mayor parte de ellas eran madres solteras con bajos niveles de educación que no podrían ganar el dinero que necesitan para mantener a sus familias en otras ocupaciones debido a su condición de clase y de género. Por un lado, su bajo nivel de educación no les permitía acceder a trabajos calificados. Por el otro, el mercado de trabajo laboral está muy segmentado por género. Los varones controlan la mayor parte de las ocupaciones mientras que las mujeres están limitadas al servicio doméstico, el mercado informal y unos pocos oficios, todos ellos con una retribución muy escasa. En consecuencia, Nencel encuentra que adoptar la prostitución como medio de vida era la mejor opción que tenían para sostenerse a sí mismas y a sus familias, teniendo en cuenta sus capacidades, sus cargas familiares y las limitaciones delmercado de trabajo. Violencia familiar y sexual Una de las grandes contribuciones del feminismo ha sido llamar la atención sobre la violencia familiar y sexual. Gracias a su impulso, el problema de la violencia doméstica ingresó al temario de los organismos internacionales en el transcurso de la década del 803. Entre sus constataciones más importantes se encuentra el hecho de que cuando se enfoca la violencia doméstica y el abuso físico y sexual de niños, los hombres son los principales perpetradores. Más aun, las tasas de denuncias son bastante menores que ELCPAPO 34 la violencia real. En el Perú, por ejemplo, la encuesta demográfica y de salud familiar (ENDES IV)4 del año 2000 preguntó a una muestra de mujeres entre 15 a 49 años si alguna otra persona había ejercido violencia contra ellas. El 41,2 por ciento respondió que alguna vez fue objeto de agresiones por parte del esposo. Entre estas, sólo el 19,4% de entrevistadas buscaron ayuda en una institución y el 14,9% acudió a la comisaría. Una proporción menor presentó su denuncia al juzgado, la defensoría de la mujer el niño y el adolescente, la fiscalía, establecimientos de salud y al ministerio de la mujer y el desarrollo social. Esto se debe tanto a la actitud de las autoridades como a la de las víctimas. Estudios sucesivos documentan que una de las formas de discriminación más común es que no se tiene en cuenta las denuncias de las mujeres porque la violencia doméstica se considera un tema privado. De este modo, aunque más del 70 por ciento de los casos reportados de violencia contra la mujer en el Brasil (Andrucciolli, 2002) tienen lugar en el hogar (comparados con el 10 por ciento para los hombres), la violencia doméstica se trataba como un asunto ajeno al sistema de justicia penal o como un problema menor y periférico. Por otro lado, los crímenes sexuales presentan tasas de denuncia muy bajas a causa de la vergüenza y del temor de las mujeres a enfrentar los procedimientos policiales. Así por ejemplo, LA ENDES 2000 del Perú preguntó a las mujeres si alguna vez habían sufrido episodios de violencia verbal o física por parte del esposo o compañero. El 33,8 por ciento manifestó que el esposo o compañero la ignoraba o era indiferente. El 24,2 por ciento señaló que le prohíbe que estudie o trabaje, el 23,1 impide ver amigos o familiares, el 47,7 por ciento coincidió en manifestar que le grita cuando le habla, y el 24,5 por ciento reconoció que son objeto de amenazas. Sin embargo, menos de la mitad de las mujeres que han sufrido agresiones (42,1%) recurrió a una persona cercana y tan sólo una de cada cinco acudió a una institución en búsqueda de ayuda. ELCPAPO 35 De hecho, la violencia contra la mujer es tan generalizada que ya no se la percibe como tal sino como una de las tantas incomodidades que las mujeres deben soportar. La proliferación de estudios y programas dirigidos a enfrentar esta problemática impulsó cambios tanto en la manera de tratar la violencia familiar y sexual como en la percepción de las personas. En la actualidad la mayoría de los países ha firmado tratados para combatir la violencia familiar y sexual, y las percepciones de la misma han cambiado notablemente. Las personas tienden a identificarla cada vez más como abuso y se han incrementado significativamente los casos de denuncias. Sin embargo, la puesta en escena y la denuncia de la violencia familiar y sexual ha provocado un sesgo no deseado: llevaron a que se preste atención a las mujeres más como víctimas que como perpetradoras. Paradójicamente, los estudios sobre violencia conyugal se centran en las mujeres y quienes la ejercen con más frecuencia, los hombres, son los últimos en ser llamados a la escena. Esto ha tenido como consecuencia que se ha construido una imagen estereotipada de los varones como sujetos impositivos y siempre dispuestos a recurrir a la violencia con sus parejas en tanto que se supone que la mujer es una víctima pasiva o una cómplice de su propia victimización. De hecho, algunos estudios sobre violencia doméstica (Dobasch y Dobasch, 1992) que intentaron revisar este tema con mayor detenimiento encontraron que muchas mujeres abusan de sus esposos. Asimismo, aunque la evidencia encontrada señala que el número de padres que golpea a los hijos dobla al de madres, un porcentaje importante de estas últimas golpea a sus hijos o se colude con sus parejas abusivas en contra de los hijos. Por lo tanto, es una tarea urgente investigar las formas que asume la violencia femenina. Los estudios sobre masculinidad han llamado la atención sobre conductas violentas específicamente dirigidas hacia los hijos varones que se consideran como formas de estimular el desarrollo de una masculinidad apropiada (Fuller, 2000.) ELCPAPO 36 Existen también formas de agresión y de estímulo a conductas transgresoras, tales como consumo excesivo de alcohol y drogas y vandalismo- que forman parte de las pruebas que los jóvenes deben atravesar para ser aceptados como hombres por sus pares masculinos- (De Keyjzer, 2000; Fuller, 2001a) Esta fuerte presión social dirigida a formar varones rudos y agresivos genera una mayor tolerancia hacia la agresividad masculina y condona o naturaliza la agresión sexual al considerar que los hombres no pueden contener sus impulsos sexuales. De igual forma, la identificación de autoridad y dominio con lo masculino puede conducir a los varones a interpretar como un desafío personal las señales de autonomía en las mujeres y los jóvenes. Desde esta perspectiva, la violencia sexual puede ser vista como una forma de «ponerlas en su lugar» (Fuller, 2001b). Así, es posible que los asesinatos de mujeres, que han vuelto tristemente célebre a ciudad Juárez, se relacionen con prácticas dirigidas a penalizar a aquellas que rompen con patrones tradicionales de conducta porque viven solas o asisten a lugares de diversión antes vedados a la población femenina. Otro tema que está en la agenda de los estudios de género es el uso extendido de la violencia sexual en las confrontaciones armadas. Se ha denunciando que la violación sistemática de mujeres es parte integral del lenguaje de la competencia entre varones y una forma extrema de control sobre las mujeres. Algunos Informes sobre violación de mujeres durante la represión política en países del Cono Sur (Jelín, 2002), durante la guerra interna en el Perú7 y en Colombia (Castellanos, 2001) sugieren que el ensañamiento contra ellas es también un castigo por haber transgredido su rol de género. Cuando las mujeres son combatientes la rudeza del maltrato aumenta y las torturas son especialmente crueles. Según señala Castellanos (2001), «La violación, tanto de las mujeres capturadas como de la sociedad civil se convierte en un acto de guerra: el poseer a las mujeres del enemigo [aparece como] acto simbólico de dominación» ELCPAPO 37 Género y Cultura Policial La cultura policial ha sido a menudo el blanco de las críticas de las investigaciones con enfoque de género. Según denuncian, esta última está basada en valores machistas que privilegian la agresividad, el sexismo y el racismo. Por ejemplo, el WPR8 encontró que los agentes policiales y judiciales tienden a aceptar como normal el asesinato, las golpizas y la violación de la esposa. Con respecto al asesinato de la esposa, la defensa del «honor» en el asesinato de una esposa presuntamente infiel tuvo éxito, en algunas regiones, en el 80 por ciento de los casos en los que fue invocado, y en otros casos sirvió para reducir las sentencias en forma significativa. El asesinato de esposos, en contraste, fue tratado con mucha mayor severidad. En sentido contrario, se ha encontrado que las mujeres que cometen crímenes son mal vistas, no sólo por el delito cometido sino por desviarse de la norma femenina. A menudoson tratadas con mayor dureza porque no corresponden al estereotipo de pureza y virtud esperado. A menudo los excesos sexuales de las mujeres jóvenes son juzgados con rigor y las de los hombres jóvenes con indulgencia. Las mujeres que caen en categorías marginales o irregulares, como las activistas o las prostitutas, han denunciado repetidamente que son objeto de tratos abusivos por parte de la policía. Otras investigaciones, por el contrario, muestran que las mujeres se benefician de los valores de la policía en la medida en que las consideran como débiles y necesitadas de protección, y suelen representar este papel para obtener ventajas (Morris, 1987:80-81). Sin embargo, estudios detallados muestran que en general mostrarse viejo, débil y necesitado de protección despierta respuestas positivas sin tener en cuenta el género de la persona (Harris, 1992:95.) ELCPAPO 38 De este modo, si bien la variable género es importante para entender la conducta del cuerpo policial, es preciso cuidarse de hacer generalizaciones apresuradas porque la cultura policial puede ser muy variada. La cultura de género de los cuerpos policiales ha sido también objeto de análisis y de crítica. En primer lugar, se argumenta que los valores policiales ensalzan la virilidad, el arrojo y el dominio, todos ellos asociados con el síndrome machista. Incluso se ha denunciado que con frecuencia las mujeres policía sufren de discriminación y acoso sexual por parte de sus colegas masculinos. No obstante, a pesar de que estos rasgos son bastante comunes entre las fuerzas policiales, sería necesario tener en cuenta que las mujeres no son víctimas pasivas de la cultura machista. Es más, se observa que ellas desarrollan diversas estrategias para realizar sus intereses. Estas pueden ir desde adoptar maneras masculinas para promoverse hasta apelar a su supuesta debilidad para obtener ventajas de sus camaradas (Brown y Heidensohn, 1996; Heidensohn, 2000). Por otro lado, diversos estudios de caso muestran que cada cuerpo policial puede presentar acomodos diferentes y se puede encontrar una gran variedad de dinámicas. Lo que podemos concluir es que el género influye en las relaciones del cuerpo policial pero no parece posible asumir que el mismo patrón va a repetirse en todos los casos. La crítica de género puede haber influido en estos ámbitos de modo tal que las mujeres policías pueden ser más conscientes de sus derechos y los varones más abiertos a la crítica. Reflexiones finales El debate sobre la relación entre género y crimen ha significado un viraje en la manera de entender las conductas criminales y nos ha forzado a tomar conciencia de que los patrones de criminalidad, tanto femeninos como masculinos, muestran particularidades y precisan ser tratados desde una perspectiva de género. ELCPAPO 39 Este rico debate ha puesto sobre el tapete temas como la violencia generalizada contra las mujeres y ha impulsado cambios importantes en el tratamiento de la misma. Hoy la mayoría de los países ha firmado tratados para combatirla y la percepción de las personas ha dado un giro notable: las mujeres tienden, crecientemente, a identificarla como un abuso inaceptable. Crímenes como los cometidos en ciudad Juárez habrían pasado desapercibidos hace unas décadas y hoy han dado pie a un movimiento de protesta global. Asimismo, el análisis de género ha demostrado que las instituciones a cargo de esta temática: la policía, el poder judicial y el sistema carcelario no pueden ser entendidos sin tener en cuenta esta perspectiva. Tres décadas después de iniciadas las investigaciones en criminología desde una perspectiva de género contamos con un importante bagaje de estudios, pero no hemos encontrado respuestas definitivas a la mayoría de las preguntas que plantearon los estudios sobre género y criminalidad. Por el contrario, nos conducen a profundizar nuestros interrogantes. Estos podrían resumirse en ¿Cuáles son las dimensiones de las diferencias de género ¿Podemos decir que hay patrones femeninos y masculinos de delincuencia? ¿Las políticas de justicia criminal deberían ser diferentes para cada género? Estas preguntas suponen retos que nos exigen revisar nuestros supuestos, incluso nuestra definición de género y de criminalidad. Finalmente, los estudios recientes sobre criminalidad muestran que las tasas de criminalidad femenina y masculina han subido de manera consistente y que han aparecido formas inéditas de conductas criminales propiciadas por los medios virtuales, como la proliferación de pornografía infantil y el llamado «sexo duro», o filmación de violaciones y asesinatos en vivo que son ser vendidos por Internet. ¿Se deben estos fenómenos al avance de la capacidad de los Estados de regular a las poblaciones, con su consiguiente aumento de la represión penal, o se deben a la globalización de las redes criminales? ¿De qué manera los medios virtuales de comunicación han abierto ELCPAPO 40 posibilidades no exploradas al comercio sexual y al abuso de mujeres y niños? Tenemos mucho trabajo por hacer2. Teoría de la personalidad delictiva de Eysenck Una de las teorías más sólidas que explican por qué cada individuo tiene su propia personalidad. Uno de los teóricos más importantes del estudio de la personalidad es Hans Eysenck. Un psicólogo nacido en Alemania, pero que a los 18 años se instaló en el Reino Unido donde creció profesionalmente. Llevó a cabo muchas investigaciones, aunque se hizo famoso por su teoría de la personalidad. Su enfoque se enmarca dentro de la teoría de los rasgos, que asume que la conducta está determinada por unos atributos relativamente estables que son las unidades fundamentales de la propia personalidad, porque predisponen a una persona actuar de una manera determinada. Esto significa que los rasgos deben ser coherentes a través de situaciones y con el tiempo, pero pueden variar entre los individuos. Eysenck y las diferencias individuales Para Eysenck, los individuos difieren en sus rasgos debido a diferencias genéticas, aunque no descartó las influencias ambientales y situacionales en la personalidad, como las interacciones familiares en la infancia. Por lo que se basa en un enfoque biopsicosocial en el que estos factores genéticos y ambientales determinan la conducta. 2 Fuller, N. (2008). La perspectiva de género y la criminología. Bogotá, Colombia: Tabula rasa. about:blank about:blank ELCPAPO 41 Lo que propone el autor es que cada persona nace con una estructura específica a nivel cerebral, que causa discrepancias en la actividad psicofisiológica y, por tanto, provoca que el individuo desarrolle diferencias en el mecanismo psicológico, determinando un tipo específico de personalidad. La personalidad según Hans Eysenck Hans Eysenck desarrolló una teoría basada en los resultados del análisis factorial de las respuestas de unos cuestionarios de personalidad. El análisis factorial es una técnica que reduce el comportamiento a una serie de factores que pueden agruparse juntos bajo un encabezado llamado dimensión, ya que comparten unos atributos comunes. Como conclusión, identificó tres dimensiones independientes de la personalidad que explicaré más adelante: Neuroticismo (N), Extraversión (E) y Psicoticismo (P), lo que recibe el nombre de modelo PEN. Este modelo pretende ser explicativo y causal, pues determina las bases biológicas de estas dimensiones y las confirma experimentalmente. Los estudios de Eysenck Durante la década de los 40, Eysenck trabajaba en el Hospital Psiquiátrico de Maudsley (Londres, Reino Unido). Su trabajo era realizar la evaluación inicial de cada paciente antes de que su trastorno fuese diagnosticado por un psiquiatra. En este puesto de trabajo recopiló una bateríade preguntas sobre el comportamiento, que más tarde aplicó a 700 soldados que estaban siendo tratados en el mismo hospital por sus trastornos neuróticos. Tras pasar los cuestionarios, se dio cuenta de que parecía haber un vínculo de unión entre las respuestas de los soldados, sugiriendo que había rasgos de personalidad que estaban siendo revelados. ELCPAPO 42 La estructura de la personalidad según Eysenck Tras los resultados de sus investigaciones, Eysenck propone un modelo jerárquico de la personalidad en el que el comportamiento se puede ordenar cuatro niveles distintos. Este es el orden desde el nivel más bajo al más alto: • Primer nivel: En este nivel se encuentran las respuestas que pueden observarse una vez, y que pueden ser o no características de la persona (por ejemplo, vivencias de la vida cotidiana). • Segundo nivel: Son las respuestas habituales, que suelen suceder frecuentemente bajo contextos similares (por ejemplo, si se contesta a un test por segunda vez, se darán respuestas similares). • Tercer nivel: Son los actos habituales que se ordenan por rasgos (sociabilidad, impulsividad, vivacidad, etc.). • Cuarto nivel: Este nivel es el más extenso en el sentido de generalidad, y se encuentran los superfactores que he mencionado antes: Neuroticismo, Extraversión y Psicoticismo. Las personas pueden puntuar alto o bajo en estos superfactores. Una puntuación baja en Neuroticismo hace referencia a una estabilidad emocional alta. Las puntuaciones bajas en Extraversión hacen referencia a Introversión. Los tres tipos o superfactores son suficientes para describir la personalidad de manera adecuada, pues a partir de estos se pueden hacer predicciones tanto a nivel fisiológico (por ejemplo, nivel de activación cortical), psicológico (por ejemplo, nivel de rendimiento) y social (por ejemplo, conductas delictivas). Las dimensiones del Modelo de Eysenck Neuroticismo (estabilidad-inestabilidad emocional) ELCPAPO 43 Las personas con inestabilidad emocional muestran ansiedad, histeria y obsesión. Con frecuencia tienden a reaccionar de forma emocionalmente exagerada y tienen dificultad para volver a un estado normal después de la activación emocional. En el otro extremo la persona es ecuánime, calmada y con un alto grado de control emocional. Extraversión (extraversión-introversión) Los extravertidos se caracterizan por la sociabilidad, impulsividad, desinhibición, vitalidad, optimismo y agudeza de ingenio; mientras que los introvertidos son tranquilos, pasivos, poco sociables, atentos, reservados, reflexivos, pesimistas y tranquilos. Eysenck piensa que la principal diferencia entre los extravertidos y los introvertidos se encuentra en el nivel de excitación cortical. Psicoticismo Las personas con puntuaciones altas en psicoticismo se caracterizan por ser insensibles, inhumanas, antisociales, violentas, agresivas y extravagantes. Estas puntuaciones altas se relacionan con distintos trastornos mentales, como la propensión a la psicosis. En contraste con las otras dos dimensiones, el psicoticismo no cuenta con un extremo inverso, sino que es un componente presente en distintos niveles en las personas. Bases biológicas del modelo PEN: aspectos causales Teniendo en cuenta este el modelo descriptivo de la personalidad, el modelo PEN también aporta una explicación causal. Para ello se centra en los mecanismos biológicos, hormonales y psicofisiológicos responsables de las tres dimensiones, para así poder probar esta teoría de forma experimental. Teoría de la Activación Cortical y su relación con la extraversión La teoría de la activación cortical aparece posteriormente a otra propuesta del propio Eysenck, el modelo de la Excitación-Inhibición, puesto que esta última no permitía hacer predicciones empíricamente contrastables. about:blank about:blank about:blank ELCPAPO 44 Modelo de excitación-inhibición El modelo de la excitación-inhibición propone que las personas extravertidas tienen potenciales de excitación débiles e inhibición reactiva fuerte. En cambio, las personas introvertidas poseen potenciales excitatorios fuertes e inhibición reactiva débil. Teoría de la Activación Cortical La activación cortical de Eysenck propone una explicación biológica de la extraversión teniendo en cuenta el sistema de activación reticular ascendente (SARA). La actividad del SARA estimula la corteza cerebral, que, a su vez, aumenta el nivel de activación cortical. El nivel de arousal cortical se puede medir a través de la conductancia de la piel, las ondas cerebrales o el sudor. Teniendo en cuenta los distintos niveles de actividad del SARA, los introvertidos tienen niveles más elevados de actividad que los extravertidos. Algunas investigaciones han demostrado que los extravertidos buscan fuentes de estimulación externa que les provocan un mayor nivel de estimulación. Neuroticismo y activación del sistema límbico Eysenck también explica el neuroticismo en términos de los umbrales de activación del sistema nervioso simpático o el cerebro visceral. El cerebro visceral también se conoce como el sistema límbico, que consiste en el hipocampo, la amígdala, el septo, y el hipotálamo, y regula los estados emocionales tales como el sexo, el miedo y la agresión. Es responsable de la respuesta de lucha o huida en la cara del peligro. Para medir los niveles de activación del cerebro visceral se puede utilizar la frecuencia cardíaca, la presión arterial, la conductancia de la piel, sudoración, la frecuencia respiratoria y la tensión muscular (especialmente en la frente). Las personas neuróticas tienen umbrales bajos de activación del cerebro visceral y son incapaces de inhibir o controlar sus reacciones emocionales. Por tanto, experimentan about:blank about:blank ELCPAPO 45 efectos negativos en situaciones estresantes, están molestos incluso en situaciones con una tensión menor y se disgustan con mucha facilidad. Psicoticismo y hormonas gonadales Eysenck también aporta explicación biológica de psicoticismo, concretamente de las hormonas gonadales como la testosterona y las enzimas como la monoamino oxidasa (MAO). A pesar de no haber gran cantidad de investigaciones sobre el psicoticismo en comparación con la extraversión y el neuroticismo, algunos estudios actuales muestran que las personas con episodios psicóticos presentan niveles altos de testosterona y niveles bajos de la MAO. Además, en estos estudios, la impulsividad y la agresividad, dos rasgos característicos de los individuos que puntúan alto en psicoticismo, correlacionaron negativamente con la MAO, pues esta enzima desempeña un papel fundamental en la degradación de las monoaminas noradrenalina, dopamina y serotonina. En dichos estudios, también se demostró que los niveles bajos de la MAO es una característica que presentan los pacientes psicóticos. Cuestionarios de personalidad de Eysenck A raíz de la teoría de la personalidad de Eysenck, han surgido varios cuestionarios que son el resultado de más de cuarenta años de desarrollo y gran cantidad de estudios psicométricos y experimentales llevados a cabo en muchos países. • Maudsley Medical Questionnaire (MMQ): Contiene 40 ítems y evalúa el Neuroticismo. • Maudsley Personality Inventory (MPI): Contiene 48 ítems y evalúa la Extraversión y el Neuroticismo. • Eysenck Personality Inventory (EPI): Contiene 57 ítems y evalúa Neuroticismo y Extraversión ELCPAPO 46 • Eysenck Personality Questionnaire (EPQ): Contiene 90 ítems y evalúa los tres superfactores: Extraversión, Neuroticismo y Psicoticismo. • Revised Eysenck Personality Questionnaire (EPQ-R): Contiene 100 ítems y evalúa los tres superfactores3. La Teoría del aprendizaje social de Akers Los fundamentos psicológicos a los que nos hemos referido sirven
Compartir