Logo Studenta

GUIA 2 SOCIOLOGIA CRIMINAL_d6c8b81a1f6b79961446c8360142dce9 - Elizabeth Hernández

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

ELCPAPO 
1 
ESCUELA LIBRE DE CIENCIAS 
POLÍTICAS Y ADMINISTRACIÓN 
PÚBLICA DE ORIENTE 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
GUÍA DE ESTUDIO DE LA MATERIA: 
SOCIOLOGÍA CRIMINAL 
 
 
MODULO 2: 
DIFERENCIAS INDIVIDUALES Y 
APRENDIZAJE DELICTIVO 
 
 
 ELCPAPO 
2 
 
Familia y Conducta Delictiva y Violenta en la Adolescencia 
Es bien conocido que la familia es un arma de doble filo: por un lado, puede ser fuente 
de bienestar, satisfacción y aprendizaje para todos sus integrantes, pero por otro, 
también puede constituir un factor de riesgo que predisponga al desarrollo de problemas 
de desajuste en sus miembros. 
En distintas investigaciones se ha constatado que un ambiente familiar positivo, 
caracterizado por la comunicación abierta y por la presencia de afecto y apoyo entre 
padres e hijos es uno de los más importantes garantes de bienestar psicosocial en la 
adolescencia (Musitu y García, 2004), mientras que un ambiente familiar negativo con 
frecuentes conflictos y tensiones, dificulta el buen desarrollo de los hijos y aumenta la 
probabilidad de que surjan problemas de disciplina y conducta (Dekovic, Wissink y 
Mejier, 2004). 
A lo largo del capítulo analizaremos con mayor detenimiento este doble papel de la 
familia como contexto de riesgo y de protección frente al desarrollo de problemas de 
comportamiento delictivo y violento en la adolescencia. En particular, nos centraremos 
en analizar el rol que desempeñan los estilos de socialización familiar y la calidad de la 
comunicación padres-hijos en el origen y permanencia de estos problemas. 
Pero antes de profundizar en la relación que existe entre estos elementos, creemos 
necesario hacer una breve presentación de la familia en la primera parte del capítulo. 
 
 ELCPAPO 
3 
La familia en la adolescencia. 
La importancia de la familia es indiscutible, puesto que se trata del grupo social en el que 
la mayoría de las personas inician su desarrollo, permanecen durante largo tiempo y 
conforman un entramado de relaciones y significados que les acompañarán a lo largo de 
toda la vida. Además, esta relevancia de la familia permanece vigente en todos los 
momentos vitales de la persona, desde la niñez hasta la vejez, y la adolescencia no 
constituye una excepción. Así, el grado de apoyo, de afecto y de comunicación que el 
adolescente percibe en este contexto es un elemento que contribuye de modo 
significativo a su bienestar psicosocial, así como al del resto de sus integrantes. 
 
Aunque el adolescente incorpora nuevas relaciones en su red social como las amistades 
u otros adultos significativos, la familia sigue constituyendo el eje central que organiza la 
vida de estos y continúa ofreciendo experiencias concretas de desarrollo que influyen en 
las interacciones que los adolescentes establecen en otros contextos, como la escuela 
o la comunidad más amplia (Musitu, Buelga, Lila y Cava, 2001). 
En este sentido, la familia tiene todavía el rol primordial de transmitir a sus hijos una serie 
de creencias, valores y normas que les ayudarán a convivir en la sociedad de la que 
forman parte, lo que se conoce como socialización. Posteriormente describiremos este 
importante rol socializador de la familia, pero primero analicemos qué se entiende, 
precisamente, por familia. 
 
 Qué se entiende por familia. 
La familia es, como dijimos al comienzo del capítulo, un grupo social. Las primeras 
definiciones de familia que se conocen, destacaban fundamentalmente ciertas 
características descriptivas de este grupo social. 
Así, por ejemplo, hace ya algunas décadas, Lévi-Strauss (1949) atribuía a la familia tres 
características principales: 
 ELCPAPO 
4 
(1) tiene origen en el matrimonio, 
(2) está formada por el marido, la esposa y los hijos nacidos del mismo y 
(3) sus miembros están unidos por obligaciones de tipo económico y religioso, por una 
red de derechos y prohibiciones sexuales y por vínculos psicológicos y emocionales 
como el amor, el respeto y el temor. 
 
Este tipo de definición, sin embargo, no contempla un aspecto esencial de la familia: su 
carácter social y la relevancia de las interacciones que tienen lugar en su interior. 
Desde este punto de vista, la familia puede definirse como un espacio de interacciones 
fundamentalmente afectivas que tiene los siguientes rasgos diferenciales: 
(1) las relaciones implican a la persona en su conjunto; 
(2) sus objetivos son la intimidad, la cercanía, el desarrollo, el cuidado mutuo y el sentido 
de pertenencia; 
(3) dentro de la familia se estimula el cariño, el altruismo, la implicación mutua y la 
educación (Beutler, Burr, Bahr y Herrin, 1989). 
 
Esta concepción de la familia es más amplia e inclusiva y responde a la diversidad de 
formas familiares que coexisten actualmente en nuestra sociedad. 
Pensemos por ejemplo en una pareja joven sin un planteamiento firme de tener 
descendencia, ¿constituyen una familia? Según Lévi-Strauss la respuesta sería 
negativa, puesto que incumplen al menos una de las características definitorias que él 
plantea: tener hijos nacidos en el matrimonio. 
La definición posterior y por la que abogamos nosotros, sí podría incluir a esta pareja en 
la definición de familia, ya que los hijos no son actualmente la meta fundamental de 
muchas personas que comparten su vida. 
 ELCPAPO 
5 
En la siguiente tabla presentamos las principales formas familiares existentes en la 
actualidad, sus características y el porcentaje aproximado de familias que representan 
en el conjunto español. 
 
Diversidad de formas familiares 
Familia nuclear: formada por los dos cónyuges y sus hijos. Constituye el 55% de los 
hogares españoles. 
Parejas sin hijos: convivencia de una pareja unida por lazos afectivos, pero sin 
descendencia. Constituye el 18% de las familias españolas. 
Familias monoparentales: constituida por un padre o una madre que no vive en pareja y, 
al menos, con un hijo menor de dieciocho años. Representan al 8% de las familias 
españolas. 
Familias reconstituidas: familia que, después de una separación, divorcio o muerte del 
cónyuge, se rehace con el padre o la madre que tiene a su cargo los hijos y el nuevo 
cónyuge. Representan al 2% de las familias españolas. 
 
Agrupaciones de dos adultos del mismo sexo: todavía no se dispone de datos 
estadísticos en nuestro país. 
 
LAT o Living Apart Together: consiste en que cada componente de la pareja vive de 
forma independiente. Este tipo de relación también puede preceder a la decisión de vivir 
juntos o, en otros casos, se trata de parejas estables que no viven bajo el mismo techo. 
Por ahora tampoco contamos con datos estadísticos de su incidencia en nuestro país. 
 
Esta diversidad de tipologías familiares hace difícil especificar las funciones que cumple 
la familia en la actualidad. Como venimos indicando, algunas de las funciones que 
 ELCPAPO 
6 
tradicionalmente cumplía la familia, como la función de reproducción de la especie, la 
producción de bienes, la educación formal y religiosa, o el cuidado de los ancianos, se 
están perdiendo o están siendo asumidas en muchos casos por el Estado y por 
instituciones especializadas, como las escuelas e institutos o las residencias para 
personas mayores. 
Sin embargo, es indudable que la familia conserva hoy funciones sumamente relevantes 
para el bienestar de la persona, como la provisión de recursos materiales, psicológicos 
y emocionales. 
 
Es evidente que la familia actual sigue cumpliendo una función material y económica 
importantísima. De hecho, el hogar familiar es una unidad económica, no tanto por sus 
funciones de producción como en períodos anteriores, como por sus funciones de 
consumo y de provisión de recursos económicos a sus miembros. 
Además, la familia proporciona afecto y apoyo y contribuye al bienestar psicológico y 
emocional de todos sus integrantes a través del desarrollo de la autoestima, dela 
autoconfianza y de un sentimiento de pertenencia. Finalmente, la familia con hijos 
establece mecanismos de socialización y control del comportamiento de éstos a través 
de las prácticas educativas utilizadas por los padres. 
Esta función de socialización es sin lugar a dudas una de las más ampliamente 
reconocidas de la familia. A través de la socialización, las personas aprendemos los 
códigos de conducta de nuestra sociedad, nos adaptamos a ellos y los respetamos para 
el buen funcionamiento social (Paterna, Martínez y Vera, 2003). 
La familia es un contexto especialmente privilegiado para el aprendizaje de estos 
elementos sociales y culturales, aprendizaje que tiene lugar principalmente durante la 
infancia y la adolescencia. 
Podemos decir que la socialización comprende dos aspectos fundamentales: un aspecto 
de contenido o qué es lo que se transmite, y un aspecto formal o cómo se transmite. 
 ELCPAPO 
7 
El aspecto de contenido hace referencia a los valores inculcados en la familia y el aspecto 
formal se conoce con el nombre de disciplina familiar y se refiere a las estrategias y 
mecanismos que utilizan los padres para transmitir los contenidos de la socialización. 
Estas estrategias y mecanismos presentan una gran variabilidad de unas familias a otras, 
por lo que, para su mejor comprensión, se han desarrollado distintas tipologías de estilos 
parentales de socialización, como veremos a continuación. 
 
Qué son los estilos parentales de socialización. 
Podemos definir el estilo parental como una constelación de actitudes hacia el hijo que, 
consideradas conjuntamente, crean un clima emocional en el que se expresan las 
conductas de los padres (Darling y Steinberg, 1993). 
Estas conductas tienen como objetivo conseguir la meta de socialización, es decir, 
inculcar en el hijo un conjunto de valores, creencias, costumbres culturales, así como 
contribuir al desarrollo de habilidades sociales, pensamiento crítico, independencia, 
curiosidad, etc. 
Lógicamente, estos aspectos de la socialización familiar no son universales, sino que se 
encuentran íntimamente relacionados con el contexto cultural en el que se encuentra 
integrada la familia. 
De esta manera, los valores y normas culturales determinan la conducta de los padres y 
el modo en que los hijos interpretan esta conducta y organizan la suya propia. 
 
Uno de los trabajos clásicos sobre estilos parentales es el de Diana Baumrind de finales 
de los años 70, que diferencia entre los siguientes tres estilos de socialización: 
(1) el estilo autoritario, que se caracteriza por el excesivo control y la restricción de la 
autonomía del hijo, así como por el valor de la obediencia y el castigo; 
 ELCPAPO 
8 
(2) el estilo permisivo, que se caracteriza por la ausencia de control de los hijos y la 
concesión total de autonomía, siempre que no se ponga en peligro la supervivencia del 
hijo; 
(3) el estilo autorizativo, que se sitúa en un punto intermedio entre los dos estilos 
anteriores, de modo que los padres intentan controlar la conducta de sus hijos a través 
de la reflexión y el diálogo, en lugar de la imposición, y conceden una autonomía 
supervisada a los hijos. 
 
Esta clasificación propuesta por Baumrind ha inspirado otras tipologías posteriores que 
han tratado de complementarla y enriquecerla. Algunas de estas tipologías son muy 
recientes, como la propuesta en este capítulo elaborada por Musitu y García (2001) y 
que distingue cuatro estilos parentales de socialización en función de dos dimensiones: 
implicación/aceptación y coerción/imposición. 
Los padres con altos niveles de implicación/aceptación muestran afecto y cariño a su hijo 
cuando se comporta adecuadamente y, en caso de que su conducta no sea la correcta, 
tratan de dialogar y razonar con él acerca de lo poco adecuado de su comportamiento. 
Por el contrario, los padres con bajos niveles de implicación/aceptación suelen mostrar 
indiferencia ante las conductas adecuadas de sus hijos y, cuando la conducta es 
inadecuada, no razonan con ellos ni les expresan sus opiniones o juicios, de modo que 
son padres muy poco implicados con sus hijos, tanto si su comportamiento es correcto 
como si no lo es. 
Por otra parte, es probable que algunos de estos padres poco implicados utilicen técnicas 
coercitivas e impositivas con sus hijos cuando éstos se comportan de modo incorrecto. 
Los padres con altos niveles de coerción/imposición, cuando el hijo no se comporta como 
ellos desean e independientemente de que razonen o no con él, tratan de coaccionarle 
para que no vuelva a realizar esa conducta. La coacción puede ser física, verbal o puede 
consistir en privarle de alguna cosa de la que normalmente disponga. 
 
 ELCPAPO 
9 
A partir de estas dos dimensiones, implicación/aceptación y coerción/imposición, Musitu 
y García desarrollan un modelo bidimensional que da lugar a cuatro estilos parentales. 
 
 Tipología de estilos parentales. 
Esta figura representa el modelo bidimensional del que surgen cuatro estilos parentales: 
autoritario, negligente, autorizativo e indulgente. 
Modelo bidimensional de socialización (Musitu y García, 2001) 
+ 
Estilo Autoritario 
C O H E R C I T I V O / IM P O S I T O R 
Estilo Autorizativo 
ACEPTACIÓN/IMPLICACIÓN 
- 
Estilo Negligente 
+ 
Estilo Indulgente 
- 
El estilo autoritario se caracteriza por la baja implicación/aceptación del hijo y el alto nivel 
de coerción/imposición. 
Estos padres son muy exigentes con sus hijos y, al mismo tiempo, muy poco atentos a 
sus necesidades y deseos. La comunicación es mínima, unilateral de padres a hijos y 
suele expresarse en términos de demandas. 
Los padres autoritarios valoran la obediencia e intentan modelar, controlar y evaluar la 
conducta y actitudes del hijo. 
Además, son generalmente indiferentes a las demandas de apoyo y atención de los hijos. 
 ELCPAPO 
10 
El estilo negligente se caracteriza por una baja aceptación/implicación y un bajo nivel de 
coerción/imposición de normas. Se trata, por tanto, de un estilo donde prima la escasez 
tanto de afecto como de límites. 
 
Los padres negligentes otorgan mucha independencia a sus hijos, tanto en los aspectos 
materiales como en los afectivos. Cuando los hijos se comportan de modo adecuado se 
mantienen indiferentes, y cuando transgreden las normas no dialogan con ellos ni 
tampoco restringen su conducta mediante la coerción y la imposición. 
 
Estos padres apenas supervisan la conducta de sus hijos, no interactúan ni dialogan con 
ellos, son poco afectivos y están poco implicados en su educación. 
 
El estilo autorizativo se caracteriza por una alta aceptación/implicación y una alta 
coerción/imposición. Los padres que utilizan mayoritariamente este estilo suelen mostrar 
a sus hijos agrado cuando se comportan adecuadamente, son buenos comunicadores y 
fomentan el diálogo, respetan a sus hijos y los escuchan. 
 
Cuando el hijo se comporta de forma incorrecta, estos padres combinan el diálogo y el 
razonamiento con la coerción y el control. 
 
Y finalmente, el estilo indulgente se caracteriza por su alta aceptación/implicación y su 
bajo grado de coerción/imposición. Estos padres son tan comunicativos con sus hijos 
como los padres autorizativos, pero cuando el hijo se comporta de manera incorrecta no 
suelen utilizar la coerción y la imposición, sino que únicamente utilizan el diálogo y el 
razonamiento como instrumentos para establecer los límites a la conducta de sus hijos. 
 
 ELCPAPO 
11 
Es importante señalar que todos los padres y madres comparten algún rasgo de los 
cuatro estilos parentales descritos, aunque no existen “tipos puros” y, además, pueden 
producirse desplazamientos de un estilo a otro en una misma familia en función de las 
circunstancias, las necesidades, el estado de ánimo paterno y el momento evolutivo del 
hijo. 
Los datos de un estudio llevado a cabo en Españapor Pichardo (1999) muestran que el 
grado de ‘democratización ’de las relaciones familiares en nuestro país es bastante 
elevado. 
Así, parece ser que el estilo autorizativo es el más extendido entre las familias españolas 
-aproximadamente un 53% de las familias-, aunque se apunta una tendencia creciente 
hacia la adopción de estilos más indulgentes y permisivos -aproximadamente el 32% de 
las familias españolas utilizan este estilo de socialización-. 
Por último, el 9% de los padres y madres españolas se decantan por el estilo autoritario 
y el 4% pueden ser consideradas como negligentes. 
Finalmente, parece que en general los estilos parentales orientados hacia el afecto y la 
implicación de los padres son más eficaces que los estilos orientados hacia la coerción 
para conseguir, por ejemplo, que los adolescentes interioricen un sentimiento de 
responsabilidad de sus propios actos. 
Asimismo, la utilización del razonamiento conduce a una mayor interiorización de las 
normas que la mera imposición. 
 
Comunicación y conflictos familiares. 
En las familias con hijos adolescentes, los padres se ven en la necesidad de modificar 
las normas y reglas familiares utilizadas hasta ese momento. En esta etapa evolutiva 
resulta mucho más adecuado, por ejemplo, negociar con el hijo el grado de supervisión 
y control ejercido por los padres dentro de un marco de afecto y apoyo, que utilizar la 
autoridad unilateral. 
 ELCPAPO 
12 
Estas son precisamente algunas de las características de los hogares autorizativos que 
han sido consideradas por muchos profesionales como las fuentes más importantes de 
bienestar y ajuste en la adolescencia, es decir, el balance entre el control y la autonomía 
del hijo, y la negociación y los intercambios comunicativos entre padres e hijos con 
calidez y afecto (Steinberg y Silk, 2002). 
 
En la infancia, la relación paterno-filial es mucho más asimétrica, de modo que los padres 
utilizan su poder y autoridad para imponer sus estándares, el hijo reconoce esta 
autoridad en sus padres y ajusta su conducta a lo que éstos consideran como correcto e 
incorrecto. A medida que los hijos entran en la adolescencia, las relaciones familiares se 
transforman y es necesario pasar de la autoridad unilateral paterna a la comunicación 
cooperativa con el hijo. 
Debe haber entonces, mayor reciprocidad, menos diferencias de poder, y más 
comunicación, como elementos clave para facilitar la formación y el desarrollo del hijo 
adolescente. 
En este proceso de formación y desarrollo, el adolescente hace una demanda creciente 
de autonomía que deviene en ocasiones en conflictos familiares. 
 
Por un lado, surgen desacuerdos en cuestiones sobre las que los padres quieren seguir 
ejerciendo control porque entienden que los hijos no son todavía lo suficientemente 
maduros como para tomar elecciones razonadas; sin embargo, los adolescentes 
consideran que estos temas les conciernen directamente, como es el caso de las salidas 
nocturnas o las amistades. 
Por otro lado, surgen conflictos debido a que los padres esperan una mayor autonomía 
del adolescente en cuestiones tales como mantener la habitación ordenada o hacer las 
actividades escolares, mientras que los hijos, en muchas ocasiones, no conceden 
importancia a estas tareas. 
 ELCPAPO 
13 
Normalmente, estos últimos conflictos se reducen a quejas recurrentes de los padres 
que, finalmente, suelen ser atendidas por los hijos. 
 
Así pues, en numerosas ocasiones el conflicto entre padres e hijos no es más que una 
consecuencia asociada a la búsqueda del adolescente de una mayor libertad para tomar 
sus propias decisiones, junto con la percepción de que esta libertad está amenazada por 
los padres. 
 
Además, la existencia de estos conflictos familiares debe considerarse como algo natural 
que no necesariamente minará las relaciones entre padres e hijos, ya que su efecto 
dependerá de la intimidad, el afecto y el grado de comunicación que exista entre los 
miembros de la familia (Motrico, Fuentes y Bersabé, 2001). 
 
De hecho, la existencia de conflictos no es síntoma de problemas y disfunciones 
familiares, sino que, en realidad, cierto grado de conflicto puede resultar positivo en la 
medida en que ayuda al adolescente a lograr importantes cambios en los roles y 
relaciones en la familia. 
 
En este sentido, el conflicto puede suponer una buena oportunidad para que los padres 
evalúen y revisen sus propias creencias, para modificar si fuese necesario las normas 
de interacción entre los miembros de la familia, así como para que todos muestren 
comprensión, respeto y aceptación por las opiniones de los demás (Maganto y Bartau, 
2004). 
 
Además, el conflicto resultará funcional dependiendo del contexto en el que surja, de los 
comportamientos de ambas partes y de la forma en que sea solucionado. 
 
 ELCPAPO 
14 
Cuando el conflicto se resuelve de forma constructiva, puede ser una vía para que los 
hijos aprendan a escuchar, a negociar, a tomar en consideración e integrar diversos 
puntos de vista y, en definitiva, a solucionar los problemas interpersonales 
eficientemente; por el contrario, cuando el conflicto familiar es destructivo, hostil, 
incoherente y con una escalada de intensidad, los hijos se sienten abandonados, evitan 
la interacción con los padres y pueden surgir problemas de ajuste emocional y 
comportamental importantes. 
 
En el siguiente apartado profundizamos, precisamente, en la relación existente entre 
determinados elementos del sistema familiar y el desarrollo de problemas graves de 
conducta en los hijos adolescentes, como la violencia y el comportamiento delictivo. 
 
La familia como un contexto de riesgo y protección ante la violencia y la 
delincuencia. 
Recientemente se ha señalado que en países industrializados con economía de mercado 
como el nuestro, se está produciendo un cambio cualitativo y cuantitativo en el patrón de 
conductas delictivas y violentas en adolescentes: no sólo se está dando un incremento 
en la frecuencia de actos delictivos relacionados con el daño a bienes materiales públicos 
o privados, sino que también está incrementando, y de forma más importante, la 
frecuencia de actos violentos contra las personas, sobre todo aquellos dirigidos a 
personas de igual o menor edad, como por ejemplo el robo con violencia e intimidación, 
el homicidio y asesinato y las lesiones y delitos contra la libertad sexual (Martín, 2004; 
Peiffer 2004). 
 
Desde el punto de vista psicosocial las conductas violentas y delictivas constituyen dos 
importantes índices de conducta antisocial en adolescentes. 
 
 ELCPAPO 
15 
De hecho, en distintos estudios se ha señalado que la conducta violenta en edades 
tempranas constituye el predictor más importante de la delincuencia en chicos y chicas 
adolescentes (Deptula y Cohen, 2004). 
Ambos tipos de conductas están relacionadas puesto que suponen la transgresión de 
reglas formales e informales, sin embargo, no todas las conductas delictivas implican 
violencia ni tampoco todas las conductas de carácter violento constituyen delitos 
propiamente dichos. 
 
En este capítulo nos centramos en analizar el papel que desempeña la familia en el 
desarrollo y prevención de estas conductas en la adolescencia, conductas que implican 
la transgresión de normas sociales y/o de leyes y que atentan contra la integridad de 
otras personas. 
 
Desde el ámbito de la etiología del comportamiento delictivo y violento, los investigadores 
coinciden en resaltar la idea de que los problemas de conducta no se pueden atribuir 
únicamente a factores personales (por ejemplo, influencias genéticas o 
temperamentales), sino que deben considerarse como el producto de la interacción entre 
la persona y su entorno, y señalan que la familia continúa siendo en la edad adolescente 
el entorno social más relevante en el sentido de que desde el contexto familiarse 
traducen e interpretan las experiencias acaecidas en otros contextos como la escuela y 
la comunidad más amplia (Bronfenbrenner, 1979). 
 
En este sentido, los estudios que han adoptado esta perspectiva socioecológica, han 
considerado a la familia como uno de los contextos fundamentales donde coexisten una 
amplia variedad de factores de riesgo y protección en relación con las conductas 
delictivas y violentas. 
 
 ELCPAPO 
16 
Como ya comentábamos al inicio de este capítulo, la familia es un arma de doble filo que, 
o bien puede ayudar a los hijos adolescentes a afrontar de modo adaptativo los 
numerosos cambios y demandas característicos de esta etapa, o bien puede entorpecer 
o perjudicar el buen desarrollo psicosocial de éstos, en caso de que primen prácticas 
parentales poco adecuadas y disfuncionales. 
 
En el siguiente cuadro se presenta un resumen de los factores familiares de riesgo que 
se han asociado tradicionalmente con el desarrollo de conductas delictivas y violentas 
en adolescentes. 
 
Factores de riesgo familiar asociados con los problemas de conducta Disciplina familiar: 
disciplina paterna inadecuada, inconsistente, rechazo paterno, castigo por actos leves. 
Estilos parentales: 
• crianza deficiente, autoritaria o negligente. 
• Interacción padres-hijos: falta de cariño, pobre cohesión familiar, problemas de 
comunicación. 
• Interacción conyugal: problemas de pareja, peleas, maltrato. 
• Transmisión de valores: confusión de valores en la familia. 
• Funcionamiento: desorganización familiar y distanciamiento. 
• Fuentes de estrés intrafamiliar: cambio de residencia, muerte de un miembro, bajos 
ingresos, empleo inestable. 
• Modelado: antecedentes delictivos en uno o varios miembros de la familia. 
Tipo de familia: familias numerosas, rotas, con un solo progenitor. Fuente: Buelga y Lila, 
1999. 
 
 ELCPAPO 
17 
De entre esta variedad de factores, numerosos investigadores han destacado el papel 
fundamental de las pautas de socialización familiar y las dinámicas comunicativas entre 
padres e hijos ya que han sido factores consistentemente asociados con los problemas 
de conducta violenta y delictiva de los hijos en los estudios realizados en este ámbito 
(Kerr y Stattin, 2000; Loeber y cols., 2000; Musitu y cols., 2001). 
 
Pautas de socialización familiar: factores de riesgo y protección. 
El estilo parental de socialización que utilizan los padres parece ejercer una importante 
influencia en el ajuste conductual de los hijos y, de hecho, es uno de los factores más 
relevantes para predecir el primer delito en la adolescencia. 
 
Esta es la conclusión a la que han llegado numerosos investigadores después de 
estudiar la relación existente entre las características de un determinado estilo parental 
y las consecuencias psicológicas y conductuales observadas en los hijos. 
 
Por ejemplo, en los trabajos clásicos llevados a cabo por Baumrind (1971, 1977, 1978) 
se comprobó que ciertas características generales de los hijos correlacionaban con cada 
uno de los tres estilos parentales que la autora propone. 
 
Así, a los padres autoritarios les correspondían unos hijos conflictivos, irritables, 
descontentos y desconfiados; a los permisivos, unos hijos impulsivos y agresivos; y a los 
autorizativos, unos hijos enérgicos, amistosos, con gran confianza en sí mismos, alta 
autoestima y gran capacidad de autocontrol. 
 
La idea fundamental que se desprende de estos estudios es que tanto el autoritarismo 
como la permisividad se relacionan con características no deseables en los hijos. 
 ELCPAPO 
18 
En efecto, en los trabajos sobre estilos de socialización y su relación con los problemas 
de conducta violenta en los hijos, se ha señalado que existen dos estilos de parentalidad 
especialmente inadecuados: el estilo laissez-faire de los padres con un comportamiento 
negligente y la minusvaloración y falta de atención hacia los sentimientos de los hijos de 
los padres con un estilo de socialización autoritario (Goleman, 1995). 
 
En general, se ha alertado sobre las repercusiones negativas de los estilos parentales 
no autorizativos y la utilización del castigo físico como estrategia disciplinaria en el 
desarrollo general de los hijos y, específicamente, en el desarrollo de conductas 
delictivas y violentas en hijos adolescentes. 
 
Además, la influencia de estos estilos parentales inadecuados también es indirecta, ya 
que se ha observado que la combinación de un excesivo control parental con la disciplina 
coercitiva se relaciona con la afiliación con iguales desviados, lo que constituye a su vez 
un importante factor de riesgo directamente relacionado con la implicación en conductas 
problemáticas (Vitaro, Brendgen y Tremblay, 2000). 
 
En general, parece que los chicos y chicas que viven en hogares autoritarios presentan 
problemas de autoestima, baja competencia interpersonal, estrategias poco adecuadas 
para resolver conflictos, pobres resultados académicos y escasa interiorización de 
normas sociales, unos problemas que están en la base de la implicación en conductas 
delictivas y violentas. 
 
Además, en estos hogares se utiliza con frecuencia el castigo físico como medida 
disciplinaria, lo que se relaciona directamente con mayores comportamientos delictivos 
en los hijos (Loeber y cols., 2000). 
 
 ELCPAPO 
19 
Por otro lado, los chicos y chicas que viven en hogares negligentes son también menos 
competentes socialmente y tienen problemas de autoestima, a lo que se añaden 
problemas de ansiedad y depresión y falta de empatía. 
 
Estas experiencias de negligencia y maltrato (físico y/o psicológico) en edad infantil se 
han asociado con posteriores comportamientos violentos y delictivos. 
En este sentido, una proporción importante de delincuentes, especialmente los más 
violentos, han sido objeto de negligencia y maltrato en su infancia y adolescencia, 
aunque también es cierto que no todos los niños que sufren estos problemas se 
convierten en delincuentes (Garrido y López, 1995). 
 
Por el contrario, los adolescentes cuyos padres utilizan un estilo autorizativo 
caracterizado por el apoyo, la sensibilidad hacia los sentimientos del hijo, la implicación 
en su educación y la consistencia en sus conductas parentales, se implican en menor 
medida en actos delictivos y violentos, y muestran un mayor rendimiento académico y 
autoeficacia en la escuela, siendo estas dos últimas variables, a su vez, dos importantes 
factores de protección ante los problemas de conducta (Doyle y Markiewicz, 2005; Juang 
y Silbereisen, 1999). 
 
Respecto del estilo parental permisivo, aunque distintos autores han destacado que se 
relaciona con problemas de control de los impulsos y de interiorización de las normas 
sociales en los hijos, otros autores han señalado que estos adolescentes con padres 
permisivos presentan un elevada autoestima y autoconfianza y un ajuste social tan bueno 
como el de los adolescentes con padres autorizativos (Musitu y García, 2004; Oliva y 
Parra, 2004; Pichardo, 1999). 
 
 ELCPAPO 
20 
Parece que las dimensiones de afecto e implicación de los padres comunes a estos dos 
estilos parentales -autorizativo y permisivo- son los elementos clave de protección frente 
al desarrollo de conductas delictivas y violentas, ya que favorecen que el adolescente 
interiorice un mayor sentimiento de responsabilidad de sus propios actos. 
 
De hecho, distintos autores han coincidido en señalar la relevancia de la dimensión de 
apoyo familiar presente en ambos estilos, como uno de los factores protectores más 
importantes en la familia del adolescente. 
 
Así, diferentes estudios han puesto de manifiesto que un elevado apoyo percibido de los 
padres se relaciona con la baja participación en conductas delictivas y violentas, aun 
cuando el nivel de estrés familiar sea en general elevado o existan frecuentes conflictos 
familiares(Branje, van Lieshout y van Aken, 2002; Demaray y Malecki, 2002; Davies y 
Windle, 2001). 
 
Es decir, aunque la familia esté pasando por un momento difícil, la presencia de un 
elevado apoyo entre sus integrantes protegerá al adolescente frente el desarrollo de 
problemas relacionados con la violencia y la delincuencia. Dinámicas de comunicación y 
conflicto familiar: factores de riesgo y protección. 
 
Un indicador fundamental de la existencia de un clima familiar saludable es la calidad de 
la comunicación entre padres e hijos y el grado de conflicto entre los miembros de la 
familia. Respecto de la comunicación familiar, se ha observado que los adolescentes 
implicados en conductas delictivas y violentas informan de ambientes familiares 
negativos caracterizados por pautas de escasa comunicación o de comunicación 
negativa, fundamentada en mensajes críticos y poco claros (Estévez, Martínez y Musitu, 
2005; Loeber y cols. 2000; Musitu y cols., 2001). 
 ELCPAPO 
21 
Por el contrario, la comunicación abierta y fluida, con intercambios de puntos de vista de 
forma clara y empática entre padres e hijos, constituye un factor de protección frente a 
la implicación en conductas delictivas y la ruptura de normas sociales y escolares (Buist, 
Dekovic, Meeus y Van Aken, 2004; Kerr y Stattin, 2000; Stattin y Kerr, 2000). 
 
Además, estudios más recientes han indicado que el padre y la madre pueden 
desempeñar roles diferentes en relación con el comportamiento desviado del hijo: se ha 
observado, por ejemplo, que los problemas de comunicación con la madre influyen 
negativamente en la cantidad de apoyo que el adolescente percibe de su padre, y de 
este modo se incrementa el nivel de riesgo para el desarrollo de conductas violentas y 
delictivas. 
 
También se ha observado una relación bidireccional entre los problemas de 
comunicación familiar y los problemas de conducta en los hijos, de modo que la 
comunicación negativa influye en el desarrollo de conductas delictivas y violentas y estas 
conductas, a su vez, se convierten en un estresor ante el cual los padres pueden 
reaccionar negativamente y aumentar de modo los problemas de comunicación familiar 
(Estévez, Musitu y Herrero, 2005; Jiménez, Musitu y Murgui, 2005). 
 
Respecto de la existencia de conflictos familiares, se ha visto que su frecuencia e 
intensidad, así como la utilización de estrategias disfuncionales para su resolución (por 
ejemplo, utilizar la violencia, ignorar al otro o huir de la situación, frente a utilizar, por 
ejemplo, el diálogo, la colaboración entre los miembros de la familia para resolver el 
conflicto, o hablar de modo positivo del problema), constituyen también un importante 
factor de riesgo que se relaciona con un mayor número de conductas problemáticas y de 
mayor gravedad en los hijos. 
 
 ELCPAPO 
22 
En este ámbito de estudio, numerosos trabajos se han centrado en analizar los procesos 
conflictivos de divorcio y su relación con el desajuste adolescente. 
 
En estas investigaciones se ha concluido que el divorcio de los padres no constituye un 
factor de riesgo per se, sino que únicamente aquellas separaciones altamente 
conflictivas implican consecuencias negativas para la conducta de los hijos (Doyle y 
Markiewicz, 2005; Freeman y Newland, 2002). 
 
Frente a todos estos problemas, Maganto y Bartau (2004) proponen algunas estrategias 
de mejora del clima familiar: 
 
Estrategias para facilitar la comunicación familiar: 
1. Mensajes claros, precisos y útiles. 
2. Firmeza en lo dicho o pedido. 
3. Congruencia entre padre y madre. 
4. Utilización del diálogo y la negociación. 5. Ser positivo/a y recompensante. 
6. Escucha activa y empática. 
7. Expresar los sentimientos. 
8. Exploración conjunta de alternativas. 
 
Estrategias para mejorar la resolución de conflictos familiares 
1. Crear una atmósfera relajante y positiva. 
2. Ser asertivo/a. 
3. Evitar culpabilizaciones, responsabilidad conjunta. 
 ELCPAPO 
23 
 4. Ser honestos. 
5. Escuchar y comprender los sentimientos de los otros. 
6. Ser respetuoso, evitar la violencia verbal. 
7. Negociar un compromiso consensuado. 
8. Disculparse y admitir errores. 
 
En resumen, el comportamiento delictivo y violento en hijos adolescentes se relaciona 
con un clima familiar negativo, caracterizado fundamentalmente por los siguientes 
aspectos: 
• Carencia de afecto, apoyo e implicación de los padres. 
• Permisividad y tolerancia de la conducta agresiva del hijo. 
• Disciplina inconsistente, inefectiva y demasiado laxa o demasiado severa. 
• Estilo parental autoritario y uso excesivo del castigo. 
• Problemas de comunicación familiar. 
• Conflictos frecuentes entre cónyuges. 
• Utilización de la violencia en el hogar para resolver los conflictos familiares. 
• Rechazo parental y hostilidad hacia el hijo. 
• Falta de control o control inconsistente de la conducta de 
• los hijos. 
 
Por tanto, desde el punto de vista de la intervención la delincuencia y la violencia en la 
adolescencia, implica prestar una gran atención a las familias y, especialmente, a la 
calidad de la interacción entre padres e hijos adolescentes. 
 ELCPAPO 
24 
En esencia, los datos que aportamos en este capítulo nos permiten concluir que una 
intervención centrada exclusivamente en la persona, es decir, en el adolescente con 
problemas de conducta delictiva y violenta, estaría incompleta. 
 
Es necesario implicar a los padres en las intervenciones y apoyarles en el desarrollo de 
herramientas y recursos adecuados que ayuden a sus hijos a ser personas saludables 
tanto en esta etapa de la vida como en etapas posteriores1. 
 
El factor sexo / género en la delincuencia 
Los estudios hoy llamados de Género constituyen una de las innovaciones teóricas y 
políticas más importantes de la segunda mitad del Siglo XX. Uno de sus aportes más 
significativos, en mi concepto, ha sido demostrar que los factores económicos, políticos 
y culturales afectan de manera diferente a varones y mujeres y, sobre todo, que el sesgo 
androcéntrico había conducido a ignorar a la población femenina asumiendo que sus 
necesidades eran las mismas que las de los varones. 
 
La perspectiva de género cuestiona los puntos de partida de las ciencias sociales y 
jurídicas al demostrar el androcentrismo que las aqueja (Irigaray, 1974.) 
Según se argumenta, lo masculino ha sido identificado con lo universal, la razón y el 
saber mientras que lo femenino ocupa el lugar de la falta. En consecuencia, las diferentes 
disciplinas asumían que las necesidades, intereses y características de los varones eran 
generalizables para toda la humanidad, y que las particularidades de las mujeres eran 
señal de su inferioridad o carencia. 
 
 
1 Musitu, G., Estévez, E., Jiménez, T. y Herrero, J. (2007). Familia y conducta delictiva y violenta en la adolescencia. 
Ediciones de la Universidad de Castilla-La Mancha, España 
 ELCPAPO 
25 
 En ese sentido, la perspectiva de género cuestionaría los postulados de los sistemas 
jurídicos al demostrar que el sujeto de derecho no es neutro, sino que se identifica con 
lo masculino y supone la exclusión de lo femenino. 
La propuesta de la crítica de género sería entonces desmontar el andamiaje de los 
saberes para reconstruirlos de manera que se visibilice a la mujer y se cuestione la 
posición de poder de los hombres. 
 
Este movimiento de revisión crítica de los saberes y del orden social ha producido una 
profunda transformación en la criminología porque ha hecho evidente que la asociación 
entre género y crimen es profunda, persistente y paradójica (Heidensohn, 1985.) Hoy es 
un lugar común que hombres y mujeres difieren en la cantidad, en el tipo de ofensas y 
en la experiencia de victimización. 
 
Asimismo, la perspectiva de género ha contribuido a desmontar muchos prejuicios sobre 
las conductascriminales femeninas y ha llamado la atención sobre la necesidad de tener 
en cuenta sus especificidades. En esta presentación revisaré, en primer lugar y a 
grandes rasgos, las tendencias más importantes que han prevalecido en los estudios 
sobre criminalidad y género. 
 
En segundo lugar, analizaré someramente los resultados de algunas investigaciones 
realizadas desde una perspectiva de género para discutir cuáles han sido sus principales 
aportes, sus vacíos y las interrogantes que nos abren. 
 
Los Desvíos de las Mujeres 
Hasta la década de los setenta del siglo XX los estudios sobre criminalidad se 
caracterizaban por su androcentrismo, es decir, generalizaban a partir del modelo 
 ELCPAPO 
26 
masculino. En sentido contrario, las particularidades de las mujeres recibían muy poca 
atención. 
Las escasas investigaciones realizadas durante el siglo XIX y la primera mitad del XX 
tendían a aplicar teorías biológicas y psicológicas para explicar la criminalidad femenina 
y resaltaban el hecho de que, en todos los lugares en los que se había estudiado el tema, 
la participación de los hombres era ampliamente mayoritaria (Andruccioli, 2002:29). 
 
Los juristas y penalistas ensayaron diversas interpretaciones de este fenómeno. Así, por 
ejemplo, Lombroso y Ferrero vinculaban la baja criminalidad femenina a su mayor 
respeto a la ley y a su innato conservadurismo cuya causa debería buscarse en la 
inmovilidad del óvulo comparado con el espermatozoide (Fausto, 1984:70 en 
Andrucciolli, 2002). 
 
De hecho, casi todos los estudios sobre delincuencia femenina asumían que las 
conductas atípicas de las mujeres se debían a su fisiología o a sus instintos. Por otro 
lado, se suponía que su pureza congénita las hacía más vulnerables a los peligros del 
mundo y que su debilidad moral y social las hacía proclives a conductas erradas (Zedner, 
1991), por lo tanto, debían ser tuteladas. 
 
Paralelamente, la criminalidad femenina tendía a ser juzgada con mayor dureza que la 
masculina porque se suponía que las mujeres que caían en estas prácticas iban contra 
la naturaleza femenina y eran, por tanto, criaturas degradadas (Larrandart, 2000.) Boris 
Fausto llama la atención sobre el carácter discriminatorio de las leyes, especialmente en 
lo concerniente a crímenes sexuales. 
 
La infidelidad conyugal es un buen ejemplo de la asimetría existente entre los sexos. En 
el código penal de 1890 en Brasil (Art. 279) se condenaba a una pena de prisión de uno 
 ELCPAPO 
27 
a tres años a la mujer que cometiese adulterio. Entretanto, el marido solo sería castigado 
si tuviese una concubina conocida y mantenida, o sea, cuando cometiese adulterio de 
manera permanente y concomitante con el matrimonio (Andrucciolli, 2002.) 
 
En sentido contrario se asumía que los varones tienen una tendencia natural al desvío y 
a la violencia que justificaba, o bien prácticas particularmente rudas de represión, o bien 
una tendencia a ser más tolerantes con ellos bajo la suposición de que la naturaleza 
masculina los empujaba a transgredir los límites. 
No obstante, a pesar de que los puntos de vista variaban mucho, la mayoría de los 
juristas, penalistas y científicos sociales que tocaron el tema estaban de acuerdo en que 
las diferencias en conducta criminal de mujeres y varones debían ser enfocadas desde 
el punto de vista social, e iluminaban las causas de la delincuencia femenina en relación 
con los mismos problemas que la de los varones: pobreza, malas condiciones de vida y 
debilidad moral. 
Sin embargo, no debemos olvidar que era raro ocuparse de la criminalidad femenina y la 
tendencia general de las investigaciones sobre criminalidad era ignorar las 
especificidades de la conducta femenina y generalizar a partir de la masculina. 
 
Crimen y Patriarcado 
Los primeros ensayos señalando que no se tenían en cuenta las particularidades de las 
mujeres y denunciando los estereotipos que distorsionaban el análisis de la criminalidad 
femenina aparecieron en la década de los 60 ́s del siglo XX, cuando el movimiento 
feminista impulsó la revisión de los sistemas jurídicos y penales porque, según 
denunciaba, estaban fundados en la exclusión de las mujeres y en la universalidad del 
modelo masculino. 
Las juristas feministas proponen que es necesario llenar el vacío de género, dar cuenta 
de las especificidades de la delincuencia femenina y cuestionar la tendencia a sexualizar 
 ELCPAPO 
28 
el desvío femenino y a asumir que éste responde a raptos emocionales o a debilidades 
congénitas. 
Desde comienzos de los años 70, la posición desigual de la mujer en la criminología, 
como víctima o como autora de delitos, pasó a ser objeto de atención por parte de la 
criminología. 
En pocos años las criminólogas feministas produjeron una vasta literatura, dirigieron la 
investigación criminológica a temas específicos que aún no habían sido tratados por esa 
disciplina e influyeron enormemente en su desarrollo. 
 
Temas como la falta de protección de las mujeres dentro del sistema de justicia penal 
frente a la violencia masculina, la baja tasa de incriminación femenina, así como sus 
formas de criminalidad (aborto e infanticidio), dejaron de ser marginales e ingresaron al 
centro del debate (Baratta en Birgin, 2000:39). 
 
En un primer momento, el concepto de patriarcado fue útil para explicar la experiencia 
femenina en el sistema judicial y penal y para entender la división de sexo dentro de la 
ley, los procesos criminales y la vigilancia policial (Edwards, 1984.) 
El sistema legal, advirtieron las feministas, forma parte de la estructura de dominación 
patriarcal debido a que su organización jerárquica, su formato y su lenguaje están 
montados sobre el modelo masculino. 
En consecuencia, algunas feministas sostenían que las mujeres no podían usar el 
aparato legal para enfrentar la dominación masculina porque su lenguaje y sus 
procedimientos estaban saturados de reglas y de creencias patriarcales. Más aun, 
denunciaron que estos sistemas operan, tanto directa como sutilmente, para excluir a las 
mujeres. 
Una posición más radical postulaba que mujeres y hombres somos diferentes (para 
algunas esencialmente diferentes y para otras culturalmente diferentes) y proponía que, 
 ELCPAPO 
29 
en algunos campos, las mujeres requerirán igualdad, y en otros, validar sus diferencias. 
Por lo tanto, debían constituirse sistemas diferenciados para cada género. 
Aunque resaltar las diferencias entre los modos de razonar y actuar femenino y 
masculino presenta dificultades -como la tendencia a escencializar los rasgos femeninos 
y masculinos-, el aporte de esta posición consistió en llamar la atención sobre la 
evidencia de que las conductas delictivas de las mujeres presentan particularidades 
notables y que las políticas judiciales y policiales tienen efectos diferentes en las mujeres 
y en los hombres. 
Todos los estudios conocidos muestran que, aunque existe una gran variedad de formas 
de criminalidad femenina y masculina, se puede decir que, en general, las mujeres 
cometen menos crímenes, sus crímenes son menos serios, menos profesionalizados y 
tienden menos a la reincidencia. 
Ahora bien, la principal crítica que se puede hacer a las posiciones feministas más 
extremas es que si bien se puede probar que existen sesgos androcéntricos en los 
sistemas judiciales y penales, no es posible demostrar que exista una conspiración 
contra las mujeres. 
El hecho de enfocar a las mujeres lleva a asumir, incluso, que los varones no tienen 
problemas cuando en la práctica los sistemas judiciales pueden ser enormemente 
punitivos con ellos, especialmente si son jóvenes y/o provienen de minorías sexuales, 
raciales o étnicas. 
Por otro lado, la teoría feminista criticó tempranamente el concepto de patriarcado y la 
idea de que existe una subordinación que vincula a toda la población femenina porque 
supone quetodas las mujeres son iguales y tienen los mismos intereses. (Fraser y 
Nicholson, 1988). 
Por ello muchas militantes que pertenecen a etnias o razas dominadas denunciaron que 
esta propuesta tendía a borrar la diversidad cultural a favor de un modelo que 
universaliza la versión de las mujeres occidentales blancas de clase media (Grewal y 
Kaplan, 1999). 
 ELCPAPO 
30 
Esta crítica es particularmente relevante para los estudios sobre criminalidad porque 
existe una estrecha relación entre criminalidad, encarcelación y diferencias de clase, 
étnicas y raciales. O, dicho de manera más sencilla, existe una estrecha correlación entre 
tipo y frecuencia de los crímenes y nivel de ingresos, nivel educativo y adscripción 
étnico/racial. 
 
Género y Crimen 
El concepto de género buscó superar el riesgo de caer en el esencialismo y en el 
reduccionismo implícitos en la suposición de que todas las mujeres tienen una 
problemática similar por el hecho de compartir una subordinación. 
En adelante se pondrá el acento en el hecho de que las diferencias entre varones y 
mujeres no son resultado directo de la biología. Esto significa que nuestras concepciones 
sobre los atributos femeninos o masculinos no se derivan del conocimiento real acerca 
del sexo o la reproducción, sino de las representaciones que cada cultura o época 
elaboran sobre las diferencias anatómicas (Ortner y Whitehead, 1981; Scott, 1988.) 
Por tal razón se pone en duda que existan conductas delictivas innatamente femeninas 
o masculinas y se busca entender en qué medida tanto los patrones de socialización 
como las demandas y las oportunidades abiertas a varones y mujeres producen estilos 
de criminalidad diferentes para cada género. 
Asimismo, la perspectiva de género hace evidente que en toda sociedad existen patrones 
específicos de relaciones entre hombres y mujeres. Es decir, que hombres y mujeres 
tenemos roles asignados según nuestro género y estos últimos suponen diferentes 
derechos y obligaciones. 
Las relaciones de género son también relaciones de dominio y, por lo general, los 
varones monopolizan las posiciones con mayor poder y prestigio. Los primeros estudios 
sobre género y crimen sugieren que las mujeres están sujetas a una serie de presiones 
y premios para aceptar las reglas mientras que los hombres tienen mayores 
oportunidades de soslayarlas (Mawby, 1980 en Andrucciolli, 2002.) 
 ELCPAPO 
31 
Las mujeres están sometidas a mayores controles por parte de sus parejas, padres y 
pares para mantenerse dentro de los patrones convencionales. Asimismo, tienen mayor 
carga de ocupaciones y menos tiempo libre. 
Por último, se muestra que, por lo general, el modelo hegemónico de masculinidad 
estimula conductas de riesgo en los hombres mientras que los estereotipos de género 
sugieren que las mujeres transgresoras serán castigadas (Heidensohn, 1985) no sólo 
por sus delitos sino por salirse de los moldes de la feminidad convencional. 
En la década de los noventa, los avances en los estudios de género mostraron que se 
había tendido a asimilar el género a lo femenino y que este sesgo estaba produciendo 
distorsiones tales como la tendencia a tratar las conductas criminales masculinas sólo 
en función de la situación de las mujeres y, sobre todo, a poner a los varones en el papel 
de agresores o culpables de manera sistemática. 
Se vio entonces la necesidad de conocer mejor la condición de género de los varones, 
las exigencias que se les plantean para construir su masculinidad y sus riesgos 
específicos. Se reconoció la urgencia de entender las conductas masculinas desviadas, 
teniendo en cuenta la cultura masculina, las expectativas sobre el comportamiento de los 
varones y su particular forma de relacionarse con sus pares y con las mujeres. 
En suma, como ya señalé, los estudios sobre criminalidad dieron un giro radical debido 
a lo que se puede llamar «la revolución del género». 
Esta última denuncia el sesgo androcéntrico de la criminología, despeja prejuicios, 
visibiliza la problemática femenina y abre nuevos temas. Estos avances, sin embargo, 
nos han enfrentado a nuevos retos de modo tal que, más que nuevas respuestas, 
podemos decir que «la revolución del género» nos ha permitido plantear preguntas más 
profundas sobre las conductas criminales en la medida en que evidencia que la 
dimensión de género juega un rol crucial en sus manifestaciones y en la manera en que 
es tratada en las instancias policiales y judiciales. 
 ELCPAPO 
32 
Si bien existe una relación estrecha entre género y crimen, eso no significa que existan 
leyes que la expliquen. Por lo tanto, sería aconsejable aplicar el análisis de género a 
cada situación específica y analizar, de manera situada, el rol que desempeña. 
A pesar de que no se ha podido cumplir con el plan inicial -generalizar sobre la relación 
entre género y criminalidad-, los estudios con perspectiva de género han abierto nuevos 
temas y contribuido enormemente a comprender las conductas criminales de hombres y 
mujeres. 
En los siguientes acápites revisaré algunos de los aportes más importantes de la 
perspectiva de género en criminología y algunos de los interrogantes que plantean sus 
propuestas. 
 
Las conductas delictivas de las mujeres 
La mayoría de las investigaciones que aparecen desde la década de los setenta 
buscaron romper con el estereotipo que presuponía que las conductas criminales de las 
mujeres eran respuestas emocionales o correspondían a su naturaleza (por ejemplo, a 
disturbios debidos a la menstruación, el puerperio o la menopausia). 
Según señalan, los delitos femeninos están directamente relacionados con los papeles 
atribuidos a la mujer en la vida social. Así, por ejemplo, en el campo del homicidio se 
encuentra que, con frecuencia, ella es la instigadora de los crímenes como sujeto oculto 
o como objeto de disputas. 
De modo ostensible aparece más como víctima que como autora, vinculada típicamente 
a la vida de familia, a los afectos, a las obsesiones de la honra y a las relaciones sexuales 
prohibidas (Fausto en Andruccioli, 2002). 
La mujer no aparece pues como sujeto sino como objeto, bien de agresiones o bien de 
disputa entre varones. Con el fin de corregir estos sesgos, los estudios de género 
intentan romper con la tendencia a situar a las mujeres como víctimas pasivas para 
entender cuáles son sus estrategias particulares y sus formas de agencia. 
 ELCPAPO 
33 
Su objetivo es demostrar que las conductas delictivas de las mujeres son racionales y 
siguen objetivos, y por tanto, es necesario interrogar a las actoras y analizar su posición 
social. Ponen en evidencia las mujeres están constreñidas por una doble determinación: 
la clase y el género. 
En consecuencia, el tipo de crimen o conducta transgresora que asuman, deberá lidiar 
con estos dos constreñimientos. Tal condición implica que ellas desarrollarán estrategias 
que les permitan balancear ambas discriminaciones y avanzar en sus fines. Nencel 
(2000) realizó un estudio cualitativo entre mujeres que se prostituyen en Lima y encontró 
que la mayor parte de ellas eran madres solteras con bajos niveles de educación que no 
podrían ganar el dinero que necesitan para mantener a sus familias en otras ocupaciones 
debido a su condición de clase y de género. 
Por un lado, su bajo nivel de educación no les permitía acceder a trabajos calificados. 
Por el otro, el mercado de trabajo laboral está muy segmentado por género. Los varones 
controlan la mayor parte de las ocupaciones mientras que las mujeres están limitadas al 
servicio doméstico, el mercado informal y unos pocos oficios, todos ellos con una 
retribución muy escasa. 
En consecuencia, Nencel encuentra que adoptar la prostitución como medio de vida era 
la mejor opción que tenían para sostenerse a sí mismas y a sus familias, teniendo en 
cuenta sus capacidades, sus cargas familiares y las limitaciones delmercado de trabajo. 
 
Violencia familiar y sexual 
Una de las grandes contribuciones del feminismo ha sido llamar la atención sobre la 
violencia familiar y sexual. Gracias a su impulso, el problema de la violencia doméstica 
ingresó al temario de los organismos internacionales en el transcurso de la década del 
803. 
Entre sus constataciones más importantes se encuentra el hecho de que cuando se 
enfoca la violencia doméstica y el abuso físico y sexual de niños, los hombres son los 
principales perpetradores. Más aun, las tasas de denuncias son bastante menores que 
 ELCPAPO 
34 
la violencia real. En el Perú, por ejemplo, la encuesta demográfica y de salud familiar 
(ENDES IV)4 del año 2000 preguntó a una muestra de mujeres entre 15 a 49 años si 
alguna otra persona había ejercido violencia contra ellas. 
El 41,2 por ciento respondió que alguna vez fue objeto de agresiones por parte del 
esposo. Entre estas, sólo el 19,4% de entrevistadas buscaron ayuda en una institución y 
el 14,9% acudió a la comisaría. 
Una proporción menor presentó su denuncia al juzgado, la defensoría de la mujer el niño 
y el adolescente, la fiscalía, establecimientos de salud y al ministerio de la mujer y el 
desarrollo social. 
Esto se debe tanto a la actitud de las autoridades como a la de las víctimas. Estudios 
sucesivos documentan que una de las formas de discriminación más común es que no 
se tiene en cuenta las denuncias de las mujeres porque la violencia doméstica se 
considera un tema privado. 
De este modo, aunque más del 70 por ciento de los casos reportados de violencia contra 
la mujer en el Brasil (Andrucciolli, 2002) tienen lugar en el hogar (comparados con el 10 
por ciento para los hombres), la violencia doméstica se trataba como un asunto ajeno al 
sistema de justicia penal o como un problema menor y periférico. 
 
Por otro lado, los crímenes sexuales presentan tasas de denuncia muy bajas a causa de 
la vergüenza y del temor de las mujeres a enfrentar los procedimientos policiales. 
Así por ejemplo, LA ENDES 2000 del Perú preguntó a las mujeres si alguna vez habían 
sufrido episodios de violencia verbal o física por parte del esposo o compañero. El 33,8 
por ciento manifestó que el esposo o compañero la ignoraba o era indiferente. 
El 24,2 por ciento señaló que le prohíbe que estudie o trabaje, el 23,1 impide ver amigos 
o familiares, el 47,7 por ciento coincidió en manifestar que le grita cuando le habla, y el 
24,5 por ciento reconoció que son objeto de amenazas. Sin embargo, menos de la mitad 
de las mujeres que han sufrido agresiones (42,1%) recurrió a una persona cercana y tan 
sólo una de cada cinco acudió a una institución en búsqueda de ayuda. 
 ELCPAPO 
35 
De hecho, la violencia contra la mujer es tan generalizada que ya no se la percibe como 
tal sino como una de las tantas incomodidades que las mujeres deben soportar. 
La proliferación de estudios y programas dirigidos a enfrentar esta problemática impulsó 
cambios tanto en la manera de tratar la violencia familiar y sexual como en la percepción 
de las personas. 
En la actualidad la mayoría de los países ha firmado tratados para combatir la violencia 
familiar y sexual, y las percepciones de la misma han cambiado notablemente. Las 
personas tienden a identificarla cada vez más como abuso y se han incrementado 
significativamente los casos de denuncias. 
Sin embargo, la puesta en escena y la denuncia de la violencia familiar y sexual ha 
provocado un sesgo no deseado: llevaron a que se preste atención a las mujeres más 
como víctimas que como perpetradoras. Paradójicamente, los estudios sobre violencia 
conyugal se centran en las mujeres y quienes la ejercen con más frecuencia, los 
hombres, son los últimos en ser llamados a la escena. 
Esto ha tenido como consecuencia que se ha construido una imagen estereotipada de 
los varones como sujetos impositivos y siempre dispuestos a recurrir a la violencia con 
sus parejas en tanto que se supone que la mujer es una víctima pasiva o una cómplice 
de su propia victimización. 
De hecho, algunos estudios sobre violencia doméstica (Dobasch y Dobasch, 1992) que 
intentaron revisar este tema con mayor detenimiento encontraron que muchas mujeres 
abusan de sus esposos. 
Asimismo, aunque la evidencia encontrada señala que el número de padres que golpea 
a los hijos dobla al de madres, un porcentaje importante de estas últimas golpea a sus 
hijos o se colude con sus parejas abusivas en contra de los hijos. 
Por lo tanto, es una tarea urgente investigar las formas que asume la violencia femenina. 
Los estudios sobre masculinidad han llamado la atención sobre conductas violentas 
específicamente dirigidas hacia los hijos varones que se consideran como formas de 
estimular el desarrollo de una masculinidad apropiada (Fuller, 2000.) 
 ELCPAPO 
36 
Existen también formas de agresión y de estímulo a conductas transgresoras, tales como 
consumo excesivo de alcohol y drogas y vandalismo- que forman parte de las pruebas 
que los jóvenes deben atravesar para ser aceptados como hombres por sus pares 
masculinos- (De Keyjzer, 2000; Fuller, 2001a) 
Esta fuerte presión social dirigida a formar varones rudos y agresivos genera una mayor 
tolerancia hacia la agresividad masculina y condona o naturaliza la agresión sexual al 
considerar que los hombres no pueden contener sus impulsos sexuales. 
De igual forma, la identificación de autoridad y dominio con lo masculino puede conducir 
a los varones a interpretar como un desafío personal las señales de autonomía en las 
mujeres y los jóvenes. 
Desde esta perspectiva, la violencia sexual puede ser vista como una forma de «ponerlas 
en su lugar» (Fuller, 2001b). Así, es posible que los asesinatos de mujeres, que han 
vuelto tristemente célebre a ciudad Juárez, se relacionen con prácticas dirigidas a 
penalizar a aquellas que rompen con patrones tradicionales de conducta porque viven 
solas o asisten a lugares de diversión antes vedados a la población femenina. 
Otro tema que está en la agenda de los estudios de género es el uso extendido de la 
violencia sexual en las confrontaciones armadas. Se ha denunciando que la violación 
sistemática de mujeres es parte integral del lenguaje de la competencia entre varones y 
una forma extrema de control sobre las mujeres. 
Algunos Informes sobre violación de mujeres durante la represión política en países del 
Cono Sur (Jelín, 2002), durante la guerra interna en el Perú7 y en Colombia (Castellanos, 
2001) sugieren que el ensañamiento contra ellas es también un castigo por haber 
transgredido su rol de género. Cuando las mujeres son combatientes la rudeza del 
maltrato aumenta y las torturas son especialmente crueles. 
Según señala Castellanos (2001), «La violación, tanto de las mujeres capturadas como 
de la sociedad civil se convierte en un acto de guerra: el poseer a las mujeres del 
enemigo [aparece como] acto simbólico de dominación» 
 
 ELCPAPO 
37 
Género y Cultura Policial 
La cultura policial ha sido a menudo el blanco de las críticas de las investigaciones con 
enfoque de género. Según denuncian, esta última está basada en valores machistas que 
privilegian la agresividad, el sexismo y el racismo. 
Por ejemplo, el WPR8 encontró que los agentes policiales y judiciales tienden a aceptar 
como normal el asesinato, las golpizas y la violación de la esposa. 
Con respecto al asesinato de la esposa, la defensa del «honor» en el asesinato de una 
esposa presuntamente infiel tuvo éxito, en algunas regiones, en el 80 por ciento de los 
casos en los que fue invocado, y en otros casos sirvió para reducir las sentencias en 
forma significativa. El asesinato de esposos, en contraste, fue tratado con mucha mayor 
severidad. 
En sentido contrario, se ha encontrado que las mujeres que cometen crímenes son mal 
vistas, no sólo por el delito cometido sino por desviarse de la norma femenina. 
A menudoson tratadas con mayor dureza porque no corresponden al estereotipo de 
pureza y virtud esperado. A menudo los excesos sexuales de las mujeres jóvenes son 
juzgados con rigor y las de los hombres jóvenes con indulgencia. 
Las mujeres que caen en categorías marginales o irregulares, como las activistas o las 
prostitutas, han denunciado repetidamente que son objeto de tratos abusivos por parte 
de la policía. 
Otras investigaciones, por el contrario, muestran que las mujeres se benefician de los 
valores de la policía en la medida en que las consideran como débiles y necesitadas de 
protección, y suelen representar este papel para obtener ventajas (Morris, 1987:80-81). 
Sin embargo, estudios detallados muestran que en general mostrarse viejo, débil y 
necesitado de protección despierta respuestas positivas sin tener en cuenta el género de 
la persona (Harris, 1992:95.) 
 ELCPAPO 
38 
De este modo, si bien la variable género es importante para entender la conducta del 
cuerpo policial, es preciso cuidarse de hacer generalizaciones apresuradas porque la 
cultura policial puede ser muy variada. 
La cultura de género de los cuerpos policiales ha sido también objeto de análisis y de 
crítica. En primer lugar, se argumenta que los valores policiales ensalzan la virilidad, el 
arrojo y el dominio, todos ellos asociados con el síndrome machista. 
Incluso se ha denunciado que con frecuencia las mujeres policía sufren de discriminación 
y acoso sexual por parte de sus colegas masculinos. No obstante, a pesar de que estos 
rasgos son bastante comunes entre las fuerzas policiales, sería necesario tener en 
cuenta que las mujeres no son víctimas pasivas de la cultura machista. 
Es más, se observa que ellas desarrollan diversas estrategias para realizar sus intereses. 
Estas pueden ir desde adoptar maneras masculinas para promoverse hasta apelar a su 
supuesta debilidad para obtener ventajas de sus camaradas (Brown y Heidensohn, 1996; 
Heidensohn, 2000). Por otro lado, diversos estudios de caso muestran que cada cuerpo 
policial puede presentar acomodos diferentes y se puede encontrar una gran variedad 
de dinámicas. 
Lo que podemos concluir es que el género influye en las relaciones del cuerpo policial 
pero no parece posible asumir que el mismo patrón va a repetirse en todos los casos. La 
crítica de género puede haber influido en estos ámbitos de modo tal que las mujeres 
policías pueden ser más conscientes de sus derechos y los varones más abiertos a la 
crítica. 
 
Reflexiones finales 
El debate sobre la relación entre género y crimen ha significado un viraje en la manera 
de entender las conductas criminales y nos ha forzado a tomar conciencia de que los 
patrones de criminalidad, tanto femeninos como masculinos, muestran particularidades 
y precisan ser tratados desde una perspectiva de género. 
 ELCPAPO 
39 
Este rico debate ha puesto sobre el tapete temas como la violencia generalizada contra 
las mujeres y ha impulsado cambios importantes en el tratamiento de la misma. Hoy la 
mayoría de los países ha firmado tratados para combatirla y la percepción de las 
personas ha dado un giro notable: las mujeres tienden, crecientemente, a identificarla 
como un abuso inaceptable. 
Crímenes como los cometidos en ciudad Juárez habrían pasado desapercibidos hace 
unas décadas y hoy han dado pie a un movimiento de protesta global. Asimismo, el 
análisis de género ha demostrado que las instituciones a cargo de esta temática: la 
policía, el poder judicial y el sistema carcelario no pueden ser entendidos sin tener en 
cuenta esta perspectiva. 
Tres décadas después de iniciadas las investigaciones en criminología desde una 
perspectiva de género contamos con un importante bagaje de estudios, pero no hemos 
encontrado respuestas definitivas a la mayoría de las preguntas que plantearon los 
estudios sobre género y criminalidad. 
Por el contrario, nos conducen a profundizar nuestros interrogantes. Estos podrían 
resumirse en ¿Cuáles son las dimensiones de las diferencias de género ¿Podemos decir 
que hay patrones femeninos y masculinos de delincuencia? ¿Las políticas de justicia 
criminal deberían ser diferentes para cada género? Estas preguntas suponen retos que 
nos exigen revisar nuestros supuestos, incluso nuestra definición de género y de 
criminalidad. 
Finalmente, los estudios recientes sobre criminalidad muestran que las tasas de 
criminalidad femenina y masculina han subido de manera consistente y que han 
aparecido formas inéditas de conductas criminales propiciadas por los medios virtuales, 
como la proliferación de pornografía infantil y el llamado «sexo duro», o filmación de 
violaciones y asesinatos en vivo que son ser vendidos por Internet. ¿Se deben estos 
fenómenos al avance de la capacidad de los Estados de regular a las poblaciones, con 
su consiguiente aumento de la represión penal, o se deben a la globalización de las redes 
criminales? ¿De qué manera los medios virtuales de comunicación han abierto 
 ELCPAPO 
40 
posibilidades no exploradas al comercio sexual y al abuso de mujeres y niños? Tenemos 
mucho trabajo por hacer2. 
 
Teoría de la personalidad delictiva de Eysenck 
Una de las teorías más sólidas que explican por qué cada individuo tiene su propia 
personalidad. 
 
Uno de los teóricos más importantes del estudio de la personalidad es Hans Eysenck. 
Un psicólogo nacido en Alemania, pero que a los 18 años se instaló en el Reino Unido 
donde creció profesionalmente. Llevó a cabo muchas investigaciones, aunque se hizo 
famoso por su teoría de la personalidad. 
 
Su enfoque se enmarca dentro de la teoría de los rasgos, que asume que la conducta 
está determinada por unos atributos relativamente estables que son las unidades 
fundamentales de la propia personalidad, porque predisponen a una persona actuar de 
una manera determinada. Esto significa que los rasgos deben ser coherentes a través 
de situaciones y con el tiempo, pero pueden variar entre los individuos. 
 
 
Eysenck y las diferencias individuales 
 
Para Eysenck, los individuos difieren en sus rasgos debido a diferencias genéticas, 
aunque no descartó las influencias ambientales y situacionales en la personalidad, como 
las interacciones familiares en la infancia. Por lo que se basa en un enfoque 
biopsicosocial en el que estos factores genéticos y ambientales determinan la conducta. 
 
 
 
2 Fuller, N. (2008). La perspectiva de género y la criminología. Bogotá, Colombia: Tabula rasa. 
about:blank
about:blank
 ELCPAPO 
41 
Lo que propone el autor es que cada persona nace con una estructura específica a nivel 
cerebral, que causa discrepancias en la actividad psicofisiológica y, por tanto, provoca 
que el individuo desarrolle diferencias en el mecanismo psicológico, determinando un 
tipo específico de personalidad. 
 
 
La personalidad según Hans Eysenck 
Hans Eysenck desarrolló una teoría basada en los resultados del análisis factorial de las 
respuestas de unos cuestionarios de personalidad. El análisis factorial es una técnica 
que reduce el comportamiento a una serie de factores que pueden agruparse juntos bajo 
un encabezado llamado dimensión, ya que comparten unos atributos comunes. 
 
Como conclusión, identificó tres dimensiones independientes de la personalidad que 
explicaré más adelante: Neuroticismo (N), Extraversión (E) y Psicoticismo (P), lo que 
recibe el nombre de modelo PEN. 
 
Este modelo pretende ser explicativo y causal, pues determina las bases biológicas de 
estas dimensiones y las confirma experimentalmente. 
 
Los estudios de Eysenck 
Durante la década de los 40, Eysenck trabajaba en el Hospital Psiquiátrico de Maudsley 
(Londres, Reino Unido). Su trabajo era realizar la evaluación inicial de cada paciente 
antes de que su trastorno fuese diagnosticado por un psiquiatra. En este puesto de 
trabajo recopiló una bateríade preguntas sobre el comportamiento, que más tarde aplicó 
a 700 soldados que estaban siendo tratados en el mismo hospital por sus trastornos 
neuróticos. 
 
Tras pasar los cuestionarios, se dio cuenta de que parecía haber un vínculo de unión 
entre las respuestas de los soldados, sugiriendo que había rasgos de personalidad que 
estaban siendo revelados. 
 
 ELCPAPO 
42 
La estructura de la personalidad según Eysenck 
 
Tras los resultados de sus investigaciones, Eysenck propone un modelo jerárquico de la 
personalidad en el que el comportamiento se puede ordenar cuatro niveles distintos. Este 
es el orden desde el nivel más bajo al más alto: 
• Primer nivel: En este nivel se encuentran las respuestas que pueden observarse 
una vez, y que pueden ser o no características de la persona (por ejemplo, vivencias 
de la vida cotidiana). 
• Segundo nivel: Son las respuestas habituales, que suelen suceder frecuentemente 
bajo contextos similares (por ejemplo, si se contesta a un test por segunda vez, se 
darán respuestas similares). 
• Tercer nivel: Son los actos habituales que se ordenan por rasgos (sociabilidad, 
impulsividad, vivacidad, etc.). 
• Cuarto nivel: Este nivel es el más extenso en el sentido de generalidad, y se 
encuentran los superfactores que he mencionado antes: Neuroticismo, Extraversión 
y Psicoticismo. 
 
 
Las personas pueden puntuar alto o bajo en estos superfactores. Una puntuación baja 
en Neuroticismo hace referencia a una estabilidad emocional alta. Las puntuaciones 
bajas en Extraversión hacen referencia a Introversión. 
 
Los tres tipos o superfactores son suficientes para describir la personalidad de manera 
adecuada, pues a partir de estos se pueden hacer predicciones tanto a nivel fisiológico 
(por ejemplo, nivel de activación cortical), psicológico (por ejemplo, nivel de rendimiento) 
y social (por ejemplo, conductas delictivas). 
 
Las dimensiones del Modelo de Eysenck 
Neuroticismo (estabilidad-inestabilidad emocional) 
 ELCPAPO 
43 
Las personas con inestabilidad emocional muestran ansiedad, histeria y obsesión. Con 
frecuencia tienden a reaccionar de forma emocionalmente exagerada y tienen dificultad 
para volver a un estado normal después de la activación emocional. 
En el otro extremo la persona es ecuánime, calmada y con un alto grado de control 
emocional. 
 
Extraversión (extraversión-introversión) 
Los extravertidos se caracterizan por la sociabilidad, impulsividad, 
desinhibición, vitalidad, optimismo y agudeza de ingenio; mientras que los introvertidos 
son tranquilos, pasivos, poco sociables, atentos, reservados, reflexivos, pesimistas y 
tranquilos. Eysenck piensa que la principal diferencia entre los extravertidos y los 
introvertidos se encuentra en el nivel de excitación cortical. 
 
Psicoticismo 
Las personas con puntuaciones altas en psicoticismo se caracterizan por ser insensibles, 
inhumanas, antisociales, violentas, agresivas y extravagantes. Estas puntuaciones altas 
se relacionan con distintos trastornos mentales, como la propensión a la psicosis. En 
contraste con las otras dos dimensiones, el psicoticismo no cuenta con un extremo 
inverso, sino que es un componente presente en distintos niveles en las personas. 
 
Bases biológicas del modelo PEN: aspectos causales 
Teniendo en cuenta este el modelo descriptivo de la personalidad, el modelo PEN 
también aporta una explicación causal. Para ello se centra en los mecanismos biológicos, 
hormonales y psicofisiológicos responsables de las tres dimensiones, para así poder 
probar esta teoría de forma experimental. 
 
Teoría de la Activación Cortical y su relación con la extraversión 
La teoría de la activación cortical aparece posteriormente a otra propuesta del propio 
Eysenck, el modelo de la Excitación-Inhibición, puesto que esta última no permitía hacer 
predicciones empíricamente contrastables. 
 
about:blank
about:blank
about:blank
 ELCPAPO 
44 
Modelo de excitación-inhibición 
El modelo de la excitación-inhibición propone que las personas extravertidas tienen 
potenciales de excitación débiles e inhibición reactiva fuerte. En cambio, las personas 
introvertidas poseen potenciales excitatorios fuertes e inhibición reactiva débil. 
 
Teoría de la Activación Cortical 
La activación cortical de Eysenck propone una explicación biológica de la extraversión 
teniendo en cuenta el sistema de activación reticular ascendente (SARA). La actividad 
del SARA estimula la corteza cerebral, que, a su vez, aumenta el nivel de activación 
cortical. 
 
El nivel de arousal cortical se puede medir a través de la conductancia de la piel, las 
ondas cerebrales o el sudor. Teniendo en cuenta los distintos niveles de actividad del 
SARA, los introvertidos tienen niveles más elevados de actividad que los extravertidos. 
Algunas investigaciones han demostrado que los extravertidos buscan fuentes de 
estimulación externa que les provocan un mayor nivel de estimulación. 
 
Neuroticismo y activación del sistema límbico 
Eysenck también explica el neuroticismo en términos de los umbrales de activación del 
sistema nervioso simpático o el cerebro visceral. El cerebro visceral también se conoce 
como el sistema límbico, que consiste en el hipocampo, la amígdala, el septo, y el 
hipotálamo, y regula los estados emocionales tales como el sexo, el miedo y la agresión. 
Es responsable de la respuesta de lucha o huida en la cara del peligro. 
 
Para medir los niveles de activación del cerebro visceral se puede utilizar la frecuencia 
cardíaca, la presión arterial, la conductancia de la piel, sudoración, la frecuencia 
respiratoria y la tensión muscular (especialmente en la frente). 
 
Las personas neuróticas tienen umbrales bajos de activación del cerebro visceral y son 
incapaces de inhibir o controlar sus reacciones emocionales. Por tanto, experimentan 
about:blank
about:blank
 ELCPAPO 
45 
efectos negativos en situaciones estresantes, están molestos incluso en situaciones con 
una tensión menor y se disgustan con mucha facilidad. 
 
Psicoticismo y hormonas gonadales 
Eysenck también aporta explicación biológica de psicoticismo, concretamente de las 
hormonas gonadales como la testosterona y las enzimas como la monoamino oxidasa 
(MAO). 
A pesar de no haber gran cantidad de investigaciones sobre el psicoticismo en 
comparación con la extraversión y el neuroticismo, algunos estudios actuales muestran 
que las personas con episodios psicóticos presentan niveles altos de testosterona y 
niveles bajos de la MAO. 
 
Además, en estos estudios, la impulsividad y la agresividad, dos rasgos característicos 
de los individuos que puntúan alto en psicoticismo, correlacionaron negativamente con 
la MAO, pues esta enzima desempeña un papel fundamental en la degradación de las 
monoaminas noradrenalina, dopamina y serotonina. 
 
En dichos estudios, también se demostró que los niveles bajos de la MAO es una 
característica que presentan los pacientes psicóticos. 
 
Cuestionarios de personalidad de Eysenck 
A raíz de la teoría de la personalidad de Eysenck, han surgido varios cuestionarios que 
son el resultado de más de cuarenta años de desarrollo y gran cantidad de estudios 
psicométricos y experimentales llevados a cabo en muchos países. 
 
• Maudsley Medical Questionnaire (MMQ): Contiene 40 ítems y evalúa el 
Neuroticismo. 
• Maudsley Personality Inventory (MPI): Contiene 48 ítems y evalúa la Extraversión y 
el Neuroticismo. 
• Eysenck Personality Inventory (EPI): Contiene 57 ítems y evalúa Neuroticismo y 
Extraversión 
 ELCPAPO 
46 
• Eysenck Personality Questionnaire (EPQ): Contiene 90 ítems y evalúa los tres 
superfactores: Extraversión, Neuroticismo y Psicoticismo. 
• Revised Eysenck Personality Questionnaire (EPQ-R): Contiene 100 ítems y evalúa 
los tres superfactores3. 
 
La Teoría del aprendizaje social de Akers 
Los fundamentos psicológicos a los que nos hemos referido sirven

Continuar navegando